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Ana Isabel Moreno, Mariana Vallejo Ramos,
Alejandro Casas y José Juan Blancas
     
               
               
México es un país con alta riqueza de pueblos originarios
(57 principales, hablantes de 297 lenguas) que han interactuado por miles de años con la también elevada diversidad biológica que caracteriza su territorio. Derivadas de tal interacción, existen expresiones notables de la diversidad biocultural, como: a) la domesticación de alrededor de doscientas especies de plantas muy importantes a nivel mundial, como el maíz, varias especies de frijol, chile, calabaza y amaranto, el algodón y el cacao, por nombrar algunas; b) la domesticación incipiente de varios cientos de especies de importancia local o regional, entre ellas una gran diversidad de especies de cactáceas, leguminosas, cucurbitáceas, quelites, árboles y arbustos frutales; c) el conocimiento etnobotánico de cerca de 7 000 de las 24 000 especies de plantas registradas en el país, así como el de cientos de especies de insectos, aves, mamíferos, anfibios y reptiles que son utilizados como recursos y forman parte de la cosmovisión de los pueblos mexicanos; y d) el desarrollo de importantes sistemas tradicionales de manejo forestal, agroforestal y agrosilvopastoril, la mayor parte de los cuales son de origen prehispánico y cuya permanencia se puede verificar en la actualidad, así como otros más que se desarrollaron con la incorporación de especies y técnicas de manejo de ecosistemas posteriores a la conquista y durante la colonización europea.
Entre la riqueza de sistemas de manejo se destacan los agroforestales tradicionales, formas de manejo de la tierra en las que se incorporan árboles, arbustos y hierbas, incluyendo tanto especies y variedades silvestres como con niveles avanzados de domesticación. Dichos componentes se encuentran interactuando con los cultivos principales y comúnmente también con diversas especies animales, silvestres y domesticadas. Algunos ejemplos notables de éstos son los sistemas extensivos de descanso largo desarrollados en las selvas bajas, como el “tlacolol” en Guerrero y el “coamil” en las selvas bajas de Nayarit y Jalisco y los sistemas de milpa de la península de Yucatán. También existen ejemplos de sistemas intensivos como los metepantles en las zonas secas y templadas, la agricultura de campos drenados o elevados como las chinampas y calales en los humedales del centro de México y, desde luego, los solares o huertos familiares encontrados en una gran diversidad de contextos socioecológicos.

Los sistemas agroforestales tradicionales en México y en el resto del mundo son importantes porque: a) constituyen la síntesis de formas profundas, locales, de concebir las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, los rituales, las percepciones, los valores, los conocimientos detallados sobre el ambiente en el que se desarrollan, y expresan prácticas pertinentes para contextos específicos de especies y sus variedades, comunidades bióticas y paisajes locales; b) conservan la diversidad biológica en general, pero también de variedades y especies nativas, endémicas y de importancia biocultural, incluyendo algunas de las que se encentran en distintas categorías de riesgo —además de comunidades bióticas y paisajes que bajo otras formas de manejo no se tolerarían; c) proporcionan diversos recursos, tanto para las comunidades que los manejan como para escalas regionales, nacional e incluso global, entre los que destacan alimentos, ornamentos, combustibles, forrajes, fibras, medicinas y materiales para construcción; d) contrarrestan la erosión genética al conservar importantes especies cultivadas nativas y al desarrollar procesos actuales y continuos de domesticación que generan nueva diversidad en numerosas especies valiosas a nivel local, regional, nacional y global; e) constituyen estrategias para la solución de numerosos problemas ambientales, como la conservación y restauración ecológica y el cambio climático global; y f) los sistemas agroforestales tradicionales son proveedores de servicios ecosistémicos, incluyendo el mantenimiento de poblaciones de polinizadores, la protección de suelos y agua, que favorecen la fertilidad del suelo y la recuperación de áreas aprovechadas cuando éstas se dejan en descanso.

No obstante lo anterior, dichos sistemas tradicionales están bajo la presión de diversos factores que han determinado cambios negativos para la diversidad biocultural, incluyendo la disminución en la riqueza y la diversidad a escala local y de paisaje, los cambios en la composición de especies, la disminución de especies nativas, la introducción y dominancia de especies exóticas comerciales, la pérdida de cosmovisiones, conocimientos y prácticas tradicionales. Entre los factores que influyen en tal pérdida se pueden mencionar los cambios culturales asociados a procesos migratorios, en la tenencia de la tierra, en programas gubernamentales que desincentivan el mantenimiento de áreas forestales dentro de parcelas agrícolas, y la promoción de políticas modernizadoras de agricultura intensiva. La pérdida de tal patrimonio biocultural significa la pérdida de oportunidades para hacer frente a los retos futuros y garantizar la seguridad alimentaria de nuestros pueblos. Por eso, generar acciones en distintos sectores de la sociedad para salvaguardarlos y desarrollarlos resulta de primordial importancia.

Por fortuna se están desarrollando estrategias conjuntas entre organizaciones no gubernamentales y campesinas, centros de investigación y universidades con el fin de caracterizar, inventariar, revalorar e innovar las técnicas propias de tales sistemas tradicionales; de hecho, éstos comienzan a ser considerados como parte del patrimonio biocultural de los pueblos mesoamericanos. En este contexto presentamos un panorama general de la información que nuestro grupo de investigación ha generado sobre los sistemas agroforestales de las zonas templadas, áridas y aluviales de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán.

Tiempo, cultura y biodiversidad

El valle de Tehuacán es una zona semiárida del centro de México; su alta diversidad de climas, suelos, geoformas e interacciones ecológicas ha influido en la alta riqueza de especies (esto es cerca de 3 000 especies de plantas) y la alta diversidad de comunidades bióticas que allí se desarrollan (37 tipos de asociaciones vegetales), pero el modelado del paisaje también ha sido influenciado por los seres humanos, que han habitado el área desde hace aproximadamente 10 000 años.


Actualmente, en dicho lugar están presentes cientos de comunidades rurales de ocho pueblos originarios que incluyen a ixcatecos, popolocas, nahuas, mixtecos, chochos, mazatecos, cuicatecos y chinantecos. Hombres y mujeres han interactuado con este medio tan heterogéneo, modificando el paisaje como una matriz compleja de fragmentos de vegetación silvestre, donde se realiza agricultura, recolección de diversas plantas y pastoreo de cabras, burros y vacas. Las milpas son principalmente de temporal y generalmente se encuentran intercaladas con vegetación silvestre, así como plantas introducidas, conformando sistemas agroforestales. Hay zonas agrícolas con riego para cultivos como la caña de azúcar y el maíz y casas en cuyos solares abundan las plantas, tanto silvestres como en proceso de domesticación, domesticadas y cultivadas. Al igual que en otras zonas áridas del mundo, se están desarrollando procesos tales como la intensificación en las prácticas de manejo, la sobreexplotación de recursos bióticos y abióticos, la degradación de tierras silvestres y de cultivo, el incremento de la pobreza y la migración. Todos estos factores significan riesgos para la supervivencia de las comunidades indígenas y mestizas que han habitado estos sitios.


Resulta altamente relevante la búsqueda de propuestas para mantener y recuperar la diversidad biocultural así como sus funciones en el ecosistema, pero también lo es generar opciones para optimizar el uso de recursos naturales, buscando mejorar las condiciones de subsistencia de las comunidades humanas que allí habitan. La experiencia técnica de los habitantes del valle de Tehuacán ha tenido una larga trayectoria de invención de sistemas de manejo de recursos naturales y ésta constituye una sólida base sobre la que descansarán las innovaciones tecnológicas para hacer frente a los retos actuales. Una expresión de lo anterior es el conocimiento tradicional de la diversidad en sus distintas escalas, por ejemplo el uso de 60% de las especies de plantas descritas para la zona, el manejo de alrededor de 600 especies y los sistemas agroforestales en estas zonas que recientemente se han estudiado y que se describen en la siguiente sección.

Los sistemas agroforestales

En el valle de Tehuacán-Cuicatlán los sistemas agroforestales (figura 1) se encuentran en: a) las zonas templadas de las montañas que rodean el valle; b) los sistemas de temporal de laderas y pie de monte de las zonas secas ocupadas por bosques de cactáceas columnares; c) los valles aluviales de la región, donde han sido desplazados por agricultura intensiva de riego y ya sólo quedan algunos relictos; y d) los solares o huertos asociados a la vivienda.

 

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 Figura 1. Sistemas agroforestales en el paisaje de Tehuacán


De zonas templadas. Las zonas templadas del valle de Tehuacán se encuentra en un rango altitudinal de 1 800 a 2 400 msnm, con bosques de pino, encino y pinoencino y pronunciadas pendientes donde también se lleva a cabo la agricultura; las comunidades presentes son de indígenas nahuas, cuicatecos e ixcatecos, pequeñas y dedicadas principalmente a la agricultura en parcelas que tienen una extensión de una a tres hectáreas en donde siembran en policultivo, la milpa, principalmente de maíz, frijol, chile y calabaza.


En esta zona hay una presencia importante de sistemas agroforestales asociados a la milpa, ya que ésta se combina con árboles frutales al interior de la parcela. Los árboles nativos más valorados son los encinos (Quercus spp.), apreciados por la leña, sus hojas y su belleza, que por lo tanto son mantenidos en las tierras agrícolas, junto con los pinos (Pinus spp.) por su madera, pero también por el hecho de ser árboles de los bosques de la región.


En los sistemas de esta zona se registraron 79 especies de árboles y arbustos, de las cuales 86% son nativas y representan 43% de las especies perennes que se encuentran en los bosques silvestres. Las especies nativas más abundantes son el tlasisle (Amelanchier denticulata), el tamashibitl (Quercus sp.) y el pino (Pinus sp.). Las razones para dejar en pie árboles y arbustos al interior de los sistemas agrícolas van desde el uso directo como frutas, leña y madera, hasta la sombra que dan, la estética, el respeto y los beneficios ambientales.


Las prácticas de manejo en dichos sistemas pueden cambiar, dependiendo principalmente de la disponibilidad de agua, las características fisiográficas y los tipos de tenencia de la tierra. Donde hay suficiente disponibilidad de agua se privilegian árboles frutales (principalmente duraznos) y, asociados a ellos, pueden mantenerse individuos de especies nativas; si la pendiente del terreno no permite la entrada de maquinaría, los árboles se toleran dispersos por toda la parcela, en cambio donde las condiciones del terreno son propicias para el trabajo de maquinaría, los árboles pueden estar en franjas o agrupados en islas para que dejen el paso. Cuando la parcela es más grande se puede destinar una parte para el cultivo y otra para plantas nativas.


De zonas áridas. En las zonas secas del valle de Tehuacán donde dominan los bosques de cactáceas columnares se destacan los de “chichipera”, allí predominan las plantas conocidas como chichipe (Polaskia chichipe) y chende (P. chende), los bosques de “jiotillal”, dominados por jiotilla (Escontria chiotilla), y los de “garambullal”, donde el garambullo (Myrtillocactus schenckii) es la especie más conspicua. Éstos se encuentran sobre suelos de origen volcánico, mejores para la agricultura que los calizos que predominan en la región. Allí, las comunidades nahuas manejan sistemas de temporal, los cuales se siembran durante cinco ciclos y posteriormente se dejan descansar de uno a tres años. Se emplea la yunta de bueyes, caballos o burros para la siembra y los campos se fertilizan por medio de hojarasca y estiércol del ganado. En estos sistemas, además, se realiza el pastoreo de ganado caprino, bovino y asnar.


Junto a la agricultura de milpa, que incluye diversas variedades nativas de maíz, frijol y calabaza, en estos sistemas se realizan prácticas agroforestales que incluyen el manejo de los relictos del bosque e individuos de plantas perennes en los contornos de las parcelas en pequeñas franjas, en islas de vegetación y como árboles aislados. Los sistemas de cactáceas columnares mantienen 122 especies de plantas y, en promedio, 59% de la riqueza de plantas nativas en comparación con sus contrapartes silvestres. En un estudio de caso realizado en la comunidad de San Luis Atolotitlán, Puebla, los autores encontraron que en el sistema de milpa y chichipera 75% de las especies localizadas son útiles, principalmente con uso forrajero, combustible y alimenticio, 52% son manejadas a partir de prácticas in situ y ex situ y 26% tienen valor comercial o de intercambio y proporciona 75% de los requerimientos de frijol y maíz criollo y 50% del maíz requerido para el forraje en la comunidad.


La utilidad de las especies, los valores y las reglas de uso favorecen el mantenimiento de los sistemas de cactáceas columnares en el valle de Tehuacán y de la biodiversidad de plantas. Además, son importantes espacios donde actualmente se desarrollan procesos de domesticación de especies de cactáceas columnares como P. chichipe, P. chende, Stenocereus stellatus, S. pruinosus, E. chiotilla y Myrtillocactus schenckii, además de ser capaces de mantener altos porcentajes de la diversidad genética que existe en las poblaciones silvestres. Asimismo, algunos trabajos han documentado la alta capacidad de regeneración de ciertas poblaciones de especies dominantes en los sistemas naturales originales y que son manejadas bajo este sistema.


No obstante las ventajas para la conservación de la diversidad biológica y de las estrategias de manejo, se ha documentado que en dichos sistemas se están desarrollando procesos tales como la disminución de la precipitación, que aunada al impacto de las políticas públicas destinadas a incrementar el área agrícola, las transformaciones en las prácticas de manejo del ganado, el incremento del área arable de las parcelas agrícolas, la disminución de los ciclos de descanso y la fragmentación de las parcelas agrícolas, forman un conjunto destinado a incrementar la productividad agrícola en este medio ambiente tan cambiante, poniendo en riesgo la diversidad biológica y biocultural presente en tales sistemas, así como la satisfacción de las necesidades locales.


De los valles aluviales. En la parte más baja del valle de Tehuacán se encuentran las tierras más propicias para la agricultura, ya que su pendiente es mínima y los afluentes de los ríos permiten el riego de suelos ricos en nutrimentos; por tales razones es en esta zona donde se desarrolla la agricultura más intensiva de todo el valle. La vegetación dominante son los mezquitales, donde dominan los árboles conocidos como mezquites (Prosopis laevigata) y se pueden distinguir algunos relictos de selva baja. Las comunidades que habitan la región son nahuas, cuicatecas, mixtecas y mestizas, en donde la agricultura es una de las actividades más importantes, principalmente destinada a cañaverales y huertas extensas de frutas tropicales (mango, limón, aguacate), pero también se mantiene la siembra de milpa dirigida al autoconsumo.
Las tierras dedicadas a milpa son trabajadas con yunta o maquinaría, usan fertilizantes químicos y cuentan con riego. Por lo general son cultivadas dos veces al año con un breve descanso de tres meses entre cada ciclo. Aunados a la milpa se mantienen árboles y arbustos en un sistema agroforestal con un arreglo espacial particular, ya que las parcelas presentan un patrón general de terrazas y las especies perennes son mantenidas en los bancales.


En los sistemas agroforestales de estos sitios, en una primera aproximación se documentaron 53 especies de árboles y arbustos, de las cuales 81% son nativas; de dichas especies presentes en estos sistemas, 66% son toleradas, 20% protegidas, 11% cultivadas y 6% trasplantadas de los bosques silvestres. Las especies cultivadas son principalmente frutales como mango y limón, pero también leguminosas como el guaje (Leucaena esculenta) y el tamarindo. Dependiendo de la comunidad pueden tener más importancia las especies comerciales o nativas; por ejemplo, en la comunidad de Zapotitlán de las Salinas hay sistemas con mayor presencia de especies nativas y de abundancia de individuos por parcela.


En esta región, el principal factor de riesgo para los sistemas agroforestales es la intensificación, pero a diferencia de las zonas altas y los bosques de cactáceas columnares, no existe tanta presión para eliminar tales elementos, incluso en algunas parcelas se cultivan más árboles; pero la presión se puede dar por la introducción de especies exóticas y la eliminación de las nativas.

Conclusiones

Los sistemas agroforestales tradicionales de México, en general, y los del valle de Tehuacán, en particular, tienen un importante lugar en la continuidad biocultural y la defensa de los pueblos de México e incluso en la identidad y la seguridad alimentaria nacional y mesoamericana. Tales formas de manejo son importantes espacios para el mantenimiento y desarrollo de la diversidad biocultural, que incluye la diversidad nativa e introducida y que, como se mencionó anteriormente, proporciona numerosos beneficios a los seres humanos y ayuda a la resolución de la problemática ambiental a partir de proporcionar soluciones y por su papel como laboratorios de experimentación para el manejo y la domesticación.


Estos sistemas se mantienen a partir de procesos culturales y sociales como la cosmovisión, los conocimientos, las prácticas y la normatividad de la que son depositarios numerosos pueblos originarios de nuestro país. No obstante que estos sistemas se encuentran amenazados por numerosos procesos políticos, económicos y sociales, existen pueblos y organizaciones campesinas e instituciones académicas interesadas en mantenerlos por la importancia biocultural, ecológica y económica descrita aquí.


Se puede aportar a la reflexión lo que consideramos como las acciones urgentes para favorecer tales esfuerzos: a) desarrollar investigación sobre el estado actual de los sistemas agroforestales tradicionales, precisando su ubicación y extensión en el país, inventariando su flora y fauna, sus transformaciones y la problemática particular que tiene cada uno de ellos actualmente, además de difundir esta información ampliamente en las comunidades depositarias de tales sistemas; b) capacitar a profesionistas comprometidos, profesionistas locales y miembros de organizaciones campesinas y no gubernamentales que impulsen proyectos en sitios de alta diversidad biocultural y donde exista el interés de la permanencia de tales sistemas; c) fortalecer las instituciones expresadas como reglas de uso de los recursos o valoraciones sagradas alrededor de ello; y d) poner en las discusiones académicas y políticas el tema del manejo de estos sistemas en particular y de los recursos forestales en general para influir en el desarrollo de políticas más coherentes con el contexto y la riqueza biocultural nacional.

     
Agradecimientos
Agradecemos la hospitalidad y generosidad de los habitantes del valle de Tehuacán Cuicatlán para la realización de estas investigaciones apoyadas por el programa unam-dgapa-papiit ia2032132 “Caracterización de sistemas agroforestales tradicionales de México desde un enfoque biocultural” papiit in205111-3 y conacyt, Proyecto cb-2008-01-103551
     
Referencias bibliográficas
Blancas, José, et al. 2010. “Plant Management in the Tehuacán-Cuicatlán Valley, Mexico”, en Economic Botany, vol. 64, pp. 287-302.
Casas, Alejandro, et al. 2008. “In situ management and conservation of plant resources in the Tehuacán-Cuicatlán Valley, México: an ethnobotanical and ecological approach”, en Current topics in Ethnobotany, Ulysses Paulino de Albuquerque y Marcelo Alves Ramos (eds.) Research Signpost, Kerala, India.
Cuevas-Reyes, Pablo. 2010. “Importancia de la resiliencia biológica como posible indicador del estado de conservación de los ecosistemas: implicaciones en los planes de manejo y conservación de la biodiversidad”, en Biológicas, vol. 12, núm. 1, pp. 1–7.
Dávila, Patricia, et al. 2002. “Biological diversity in the Tehuacán-Cuicatlán Valley, Mexico”, en Biodiversity and Conservation, vol. 11, pp. 421-442.
Moreno-Calles A., V. Toledo y A. Casas. 2013. “Los sistemas agroforestales tradicionales de México: una aproximación biocultural”, en Botanical Sciences, vol. 91, núm. 4, pp. 1-24.
__________, et al. 2012. “Traditional agroforestry systems of multi-crop ‘‘milpa’’ and ‘‘chichipera’’ cactus forest in the arid Tehuacán Valley, Mexico: their management and role in people’s subsistence”, en Agroforestry Systems, vol. 84, pp. 207-226.
__________, et al. 2010. “Agroforestry systems and biodiversity conservation in arid zones: the case of the Tehuacán-Cuicatlán Valley, Central México”, en Agroforest Systems, vol. 80, pp. 315-331.
Valiente-Banuet, Alfonso, et al. 2009. La vegetación del Valle de Tehuacán-Cuicatlán. unam, conabio, Fundación Cuicatlán, México.
     
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Ana Isabel Moreno Calles
Escuela Nacional de Estudios Superiores,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Estudió ingeniería agrícola en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, UNAM y se doctoró en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas también de la UNAM. Actualmente es profesora en la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Morelia, UNAM. Sus principales investigaciones están relacionadas con los sistemas agroforestales tradicionales en México.
 
Mariana Vallejo Ramos

Centro de Investigaciones en Ecosistemas,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Es bióloga y maestra en ciencias por la Facultad de Ciencias, UNAM. Actualmente estudia el doctorado en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM. Su línea de investigación son los sistemas agroforestales de los bosques templados y zonas templadas del valle de Tehuacán.

Alejandro Casas Fernández
Centro de Investigaciones en Ecosistemas,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Realizó la licenciatura en biología y la maestría en ciencias en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Es doctor por la School of Plant Sciences, en la Universidad de Reading, Inglaterra. Dentro del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM, dirige el Laboratorio de Ecología y Evolución de Recursos Vegetales.
 
José Juan Blancas Vásquez
Centro de Investigaciones en Ecosistemas,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Es biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Es doctor en ciencias por el Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM. Su especialidad está relacionada con la etnobotánica y el manejo de recursos vegetales
     
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como citar este artículo
Moreno Calles, Ana Isabel; Mariana Vallejo Ramos, Alejandro Casas y José Juan Blancas. (2014). Los sistemas agroforestales tradicionales del valle de Tehuacán y su diversidad biocultural. Ciencias 111-112, octubre 2013-marzo 2014, 42-49. [En línea]
     

 

 

 

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