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Carmen Huxley y Jorge Servín |
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Con frecuencia los citadinos al usar la palabra “coyote”,
nos referimos a ese sector de la sociedad que al tener la necesidad de realizar transacciones de compra-venta encuentran en nuestras pertenencias todos los defectos posibles y… en el momento en que corresponde al “coyote” ser el vendedor, el artículo recupera sus cualidades, apareciéndole otras nuevas que, por supuesto, elevan su costo, como sucede en los tianguis de automóviles o afuera del Nacional Monte de Piedad. En el norte de nuestro país se les llama “coyotes”, a aquellos que introducen de manera ilegal a individuos a Estados Unidos. En Nuevo México, coyote es una persona cuyas raíces ancestrales son diversas.
Los mitos
Al parecer, la actitud ventajosa con la que funcionan esos coyotes se heredó de los silvestres cánidos de los que tomaron su nombre. Esa es una cara de la moneda, la otra se remonta a varios siglos atrás, cuando los españoles llegaron a Mesoamérica en el siglo XVI y encontraron que el coyote formaba parte del arte religioso azteca. También era usual que el nombre de algunos emperadores y gobernantes se formara con el vocablo coyotl, de la misma manera que aparece en los de algunos dioses; así Coyotlinautl era una deidad benevolente con el hombre; Huehuecóyotl, un dios conflictivo y Coyolxauhqui, era la deidad lunar hermana del dios Huitzilopochtli. Coyotl fue traducido a coyote por los conquistadores españoles. Los coyotes contaban también con cierta mala reputación, ya que Fray Bernardino de Sahagún, en 1560, reporta: “un animal de este país llamado coyotl, es muy sagaz; cuando desea atacar, lanza primero bao sobre sus víctimas para paralizarlas… diabólica sin duda esta criatura”.
Numerosas tribus del Oeste americano colocaron al coyote en un lugar especial dentro de sus mitos y religiones. Los navajo lo llamaron “Perro de Dios” y sus leyendas cuentan cómo el coyote creó el Río Columbia, entregó el fuego al hombre y le enseñó a sembrar. Los indios cuervo lo llamaron el “Primer Trabajador” y le atribuían ser el creador de la Tierra y la vida, incluyendo a los seres humanos. Por otro lado, los comanche creían saber el lenguaje del coyote, aprendido a través de un niño criado por estos animales. La tribu seri considera al coyote como un amigo y ayudante sabio, poderoso, aunque a veces orgulloso y en ocasiones hasta ingenuo; uno de sus mitos sostiene que fue el coyote el que le enseñó a la tribu cómo quitar las espinas del fruto del cacto para poder comerlo. En regiones áridas del norte de México el coyote consume importantes cantidades de tunas, durante los periodos en que éstas se encuentran disponibles. De acuerdo con los indios zuni, el coyote enseñó al hombre a cazar. Los sioux conocieron el uso de las plantas medicinales gracias a las bondades del coyote. Una versión oral de los indios kutenay dice que el coyote dividió el día en periodos de luz y oscuridad. Los indios del Pacífico norte aseguran que el coyote colocó al salmón en sus ríos e inventó las trampas para peces. Los cantos de las tribus indias al rodear sus tiendas o tipis, con frecuencia iban acompañados de coros de “ai-ai”, sonido tomado de los aullidos de los coyotes.
Una leyenda india cuenta cómo el coyote sacaba sus ojos de las órbitas, los enviaba a los alrededores y por todo el mundo, para poder tomar ventaja. Un día, los ojos fueron atrapados y quedó ciego, por lo que tomó resina sólida de un árbol y llenó sus cuencas, de ahí el color amarillo de éstos. Otra leyenda sioux le atribuye al coyote la acción de proveer alimento al hombre: “En un principio, el bisonte tenía una vista aguda, de modo que era imposible acercarse a él con arco y flecha para cazarlo, la gente moría de hambre y llegó el coyote al rescate, lanzó arena a los ojos del bisonte, desde entonces quedó corto de vista, siendo esta una gran ventaja para que el hombre lo pudiera atrapar”.
Posiblemente el regalo mayor que le dio el coyote a la humanidad, según las creencias indias, fue la capacidad de pensar, a lo que posteriormente agregó la ayuda para establecer costumbres y religiones; gracias a todo ello el género humano prosperó y fue entonces cuando el coyote se dio cuenta de que, en poco tiempo, no habría suficiente comida para alimentar a toda la gente, por esta razón tuvo que introducir la muerte en el mundo.
Los mitos, leyendas y relatos sobre estos cánidos son numerosos, en ellos el coyote aparece como benefactor, en ocasiones como aprovechado y hasta como inocente.
Distribución
A partir del Pleistoceno, los coyotes se distribuyeron básicamente en las planicies y pastizales del oeste de Norteamérica, al norte desde el Valle de Mississippi, desde el este de Wisconsin hasta California, teniendo como punto más sureño de distribución a México. Sin embargo, en la actualidad se encuentran desde el norte de Alaska hasta Costa Rica en Centroamérica y de la costa Atlántica a la del Pacífico. Aunque el coyote es un mamífero estrictamente americano y que originalmente era exclusivo de Norteamérica (Olsen, 1985; Young y Jackson, 1951), se dispersó con relativa sencillez, debido a que por naturaleza son animales curiosos que además viajan varios kilómetros en una sola noche, principalmente si andan en busca de alimento. El hombre contribuyó también a tal dispersión, cuando al recorrer las distintas rutas utilizadas por los pioneros hacia el Oeste, lo hacían con ganado que moría o era sacrificado por distintas circunstancias. Por ello era frecuente ver coyotes viajando detrás de las caravanas, a sabiendas de que en algún momento obtendrían carroña. Durante la fiebre del oro en 1898, los gambusinos sobrecargaban de material a sus mulas y caballos de tal manera, que con frecuencia éstos morían en los trayectos; los coyotes, al seguirlos, se fueron introduciendo cada vez más hacia la zona norte, donde se extendieron y dispersaron para ocupar el espacio que iba dejando un depredador más grande, el lobo (Canis lupus) quien ha sido severamente castigado por el hombre hasta llegar casi a extinguirse.
Clasificación
En 1819, el gobierno de Estados Unidos organizó un viaje de exploración al Oeste, en el que participó Thomas Say, uno de los científicos que observó más detenidamente la vida de los coyotes, (entonces llamados “lobos de las praderas”), en esas hostiles tierras. A su regreso los describió detalladamente y les dio el nombre científico de Canis latrans (Say, 1823), que significa perro ladrador.
Estos animales pertenecen al Orden Carnívora, cuyos representantes básicamente son depredadores terrestres que sustituyeron a los Creodontos (carnívoros primitivos del Paleoceno), a comienzos del Terciario. A partir de entonces, los carnívoros se desarrollaron como un grupo muy numeroso y diversificado.
Los coyotes (Canis latrans) pertenecen a la familia Canidae al igual que los chacales, zorros, lobos y perros domésticos. Los zoólogos han podido clasificar 19 subespecies de coyotes, algunas de las cuales ocupan rangos muy amplios como Canis latrans incolatus, que se encuentra distribuido en casi todo el territorio de Alaska y el noroeste de Canadá; aunque también hay otros, como C. latrans jamesi, que sólo se localiza en la Isla Tiburón, sobre la costa noroeste de México. El tipo de hábitat que ocupan los coyotes da origen a ciertas variaciones físicas entre las subespecies; así, los coyotes nativos de regiones boscosas y frías tienden a tener piel más oscura y pelo más largo y grueso. En cambio, los coyotes del desierto se confunden con el color de la arena y poseen un pelo corto y menos denso. Los coyotes pueden tener parches negros en las patas delanteras, así como en el dorso y base y punta de la cola. El color del vientre y la garganta son más pálidos que el resto del cuerpo y, por lo general, mudan de pelo una vez al año.
Sus rostros son alargados y angostos alojando una amplia cámara basal. Tienen 42 piezas dentales, cuya fórmula dentaria es: 3/3, 1/1, 4/4, 2/3; los caninos son generalmente muy largos y macizos; los últimos premolares superiores y el primer molar inferior, son especialmente fuertes, rematados con bordes cortantes, y se denominan carnasiales; los dientes postcarnasiales tienen superficies machacantes, lo que indica el consumo de una dieta más flexible. El coyote es considerado un depredador oportunista, lo que evidencia en buena medida la prosperidad de este grupo, mientras que para otros autores es un forrajeador óptimo. El coyote tiene una dieta muy variada, ya que explota los recursos disponibles en su hábitat, aunque generalmente su principal alimento son los roedores y los lagomorfos (conejos y liebres). Por los estudios que se han realizado al respecto, se sabe que el coyote pocas veces se alimenta de ganado, animales de caza o aves de corral, a no ser que se encuentren en forma de carroña, o sean ya animales enfermos, débiles o viejos. Mantienen además reguladas las poblaciones de aquellos roedores que se podrían convertir en plagas.
Desarrollo
Los coyotes son de mediano tamaño, ya que en los machos, el peso va de 7 a 20 kg y la longitud del cuerpo varía entre 1 y 1.35 m. Las hembras son más pequeñas.
La hembra presenta un periodo estral al año, entre enero y marzo, con una duración de dos a cinco días. La cópula dura entre cinco y 25 minutos, y por lo general son monógamos, la misma pareja puede aparearse en la misma región durante largos periodos de tiempo. El número de hembras que se reproducen por año varía de 33% a 90% dependiendo de las condiciones locales y la gestación dura aproximadamente 63 días. La proporción de sexos es 1:1 y la camada promedio es de cinco cachorros, que nacen con los ojos cerrados y pesando 250 g en promedio, la cría se realiza en las madrigueras excavadas en laderas, troncos huecos, despeñaderos o salientes, algunas veces comparten éstas con otras hembras y en ocasiones las utilizan año con año. Los cachorros necesitan ser alimentados, estimulados para orinar y defecar, ser mantenidos calientes y cambiados de madriguera cuando ésta ha sido visitada o infestada por ectoparásitos, y ser protegidos de depredadores. La madre los amamanta hasta la quinta o séptima semana, pero ya en la tercera comen alimentos semisólidos regurgitados por el padre, quien contribuye de esta manera al desarrollo de los cachorros. Las crías emergen de la madriguera a la tercera semana; se vuelven independientes aproximadamente a los cuatro meses de edad. Son muy activos e incrementan sus viajes entre las ocho y diez semanas de edad y pueden o no dispersarse desde los 6 meses.
Son capaces de subsistir y reproducirse en hábitats diversos y extremos, desde el nivel del mar hasta los 3000 msnm (metros sobre el nivel del mar), incluyendo desiertos, praderas, bosques talados o densos y ciudades pobladas como Los Ángeles, California.
Los coyotes en México
En México, se encuentran en todo el territorio excepto en la península de Yucatán y parte del estado de Tabasco. De las 19 subespecies determinadas para Norteamérica, 10 habitan en nuestro país, sin embargo, la investigación dedicada para conocer la biología y ecología de este depredador en México ha sido escasa, y sólo recientemente en el Norte de México se han iniciado estudios para recopilar información básica de este cánido. Tal labor se desarrolla en la Universidad de Chihuahua, en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro de Coahuila, en las reservas de la biósfera de Manatlán en Jalisco y en la Michilía, Durango, esta última, perteneciente al Instituto de Ecología A. C., a partir de 1985. Recientemente hemos contado con el apoyo del Conacyt para continuar este proyecto de investigación en los bosques de la Sierra Madre Occidental.
En Estados Unidos el coyote ha sido objeto de campañas de exterminio muy intensas, sin éxito. Un ejemplo de esto se ha observado en áreas controladas, donde al aplicarse las campañas para desaparecerlos se tiene como respuesta la gestación de camadas numerosas en comparación a las zonas donde el hombre no interviene directamente, como son las áreas protegidas, los parques nacionales y las reservas ecológicas (Andelt, 1985; Bekof y Wells, 1980; Bowen, 1982).
En México se considera al coyote como un depredador fuerte en regiones donde se crían ovejas, aves de corral y ganado vacuno, pero no se tienen estadísticas reales que cuantifiquen y verifiquen las pérdidas que el coyote causa a la ganadería, sólo se cuenta con información cualitativa de las “grandes pérdidas” ocasionadas en los ranchos. En cambio, en Estados Unidos hay datos y existe una identificación de las áreas conflictivas por la presencia de coyotes y ganado ovino. El manejo y explotación de ganado difiere en ambos países, así como las relaciones de los depredadores y sus presas.
El proyecto de La Michilía
En La Michilía desde hace algunos años hemos estudiado la ecología y comportamiento del coyote en un área de uso ganadero. Para ello los capturamos con cepos de acero forrados con hule, a fin de evitar dañarles las patas. A los animales se les anestesia, mide, pesa y coloca un collar con un radio transmisor que emite una señal intermitente en cierta longitud de onda. Un receptor capta esta señal para conocer los lugares donde realizan sus actividades cotidianas y así conocer el área donde habitan durante el año; sus movimientos, actividad diaria, estacional y anual; sitios donde se resguardan o descansan; las horas en las que se desplazan; quiénes andan juntos o quiénes forman un grupo familiar, y cuáles individuos se reproducen. Cada radio identifica a un solo individuo y no existen posibilidades de confundirlos.
De esta manera sabemos que el área promedio necesaria para que viva un coyote, en los bosques de Durango, es de 10 km2. Las hembras requieren 7 km2 mientras que los machos necesitan 11.4 km2; estas estimaciones son promedios obtenidos de los coyotes adultos residentes. Hay variaciones estacionales, más acentuadas en las hembras que en los machos (Cuadro 1), ya que los machos comparten con sus vecinos, aproximadamente el 35% de sus áreas, mientras que las hembras en edad reproductiva no lo hacen y mantienen espacios exclusivos.
Diariamente los coyotes recorren en promedio 14.8 km, durante periodos de 24 h, los machos recorren distancias mayores (15.6 km) que las hembras, las cuales recorren 12.3 km. Al igual que el ámbito hogareño, las distancias recorridas varían estacionalmente más en las hembras que en los machos. Esto se debe a que en el periodo de gestación y nacimiento de las crías, las hembras restringen sus desplazamientos a los alrededores de la madriguera, siendo los machos los responsables de aportar la mayor parte del alimento a las crías y a la madre; de ahí que sus movimientos sean mayores (Cuadro 2).
Al amanecer y al anochecer les gusta desplazarse de su lugar de descanso al lugar elegido para capturar a sus presas; por ello se les conoce como depredadores de “actividad crepuscular” (figura 1). Presentan actividad en la noche cuando forrajean intensivamente en sitios abiertos y en pequeñas áreas donde las presas se concentran. Durante el día, usualmente tienen actividad de tipo social con sus compañeros de grupo o familia.
En ocasiones salen de sus áreas y se dedican a explorar las de sus vecinos, así como hay coyotes que deciden dejar el lugar donde nacieron y buscar nuevos sitios para establecerse. Se tienen registros, gracias a los radiotransmisores, de coyotes que han llegado a viajar hasta 544 km, una verdadera migración (Carbyn y Paquet, 1986).
La dieta anual básica de este carnívoro en el área de estudio, consta de pequeños roedores y frutos; rara vez ganado en forma de carroña, y aves, reptiles e insectos, en bajísimos porcentajes (figura 2). Hemos encontrado que consumen en proporciones importantes a la rata del maíz (Sigmodon sp.) y a la rata algodonera (Neotoma sp.), estas dos son las causantes de grandes pérdidas en los sembradíos de maíz y frijol, así que el papel del coyote, de ser un depredador conflictivo, se convierte en un beneficio para los agricultores de la región, al controlar las poblaciones de roedores que afectan la producción de granos. En el invierno y la primavera se incrementa el consumo de estas y otras presas, debido al alto aporte proteínico necesario para los eventos reproductivos; tal incremento es más notorio en las hembras por sus requerimientos para la gestación y lactancia de los cachorros en las primeras semanas de vida.
En la época húmeda (verano), los coyotes visitan los bosques de cedro (Juniperus deppeana), donde forrajean intensivamente los frutos maduros que han caído de estos árboles, los que se convierten en hasta el 90% de su alimentación durante este periodo. Encontramos que además de frugívoro, funciona como dispersor de las semillas del cedro, que luego de pasar por su tracto digestivo, salen escarificadas y, si son depositadas en un lugar apropiado, germinan; es decir, contribuye a reforestar el bosque, lo que es muy benéfico para los habitantes de la zona, ya que el cedro es utilizado para la postería que limita los potreros y agostaderos.
Durante el día prefieren los bosques de pino-encino densos, que les brindan cobijo y protección, pero en la noche salen a los pastizales para procurarse su alimento, que consiste básicamente de los roedores que habitan en dicho lugar. En el periodo de gestación y lactancia las hembras buscan refugio en lugares aislados como cañadas y paredes rocosas para hacer allí su madriguera.
La edad, sexo, condición reproductiva, necesidades metabólicas y la disponibilidad de alimento, son factores muy importantes para determinar el tamaño del área en la que viven los coyotes, así como para establecer sus patrones de actividad o desplazamiento durante el día y la noche, y la utilización del hábitat y su alimentación.
Los coyotes viven en una estructura social flexible, por demás interesante, que también determina su distribución espacial como grupo, unido a una serie de factores y características de la población.
El Canis latrans no solo es parte del arte, la religión, las leyendas y los mitos o del desagrado del ranchero, es un carnívoro que ha tenido tal eficiencia para vivir y reproducirse, lo mismo que para extenderse en hábitats muy diversos, lo que convierte al coyote en una especie que ha ganado su lugar en donde quiera que se le encuentre.
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Referencias Bibliográficas
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Carmen Huxley y Jorge Servín |
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cómo citar este artículo →
Huxley, Carmen y Jorge Servín. 1992. ¡De coyotes... a coyotes!. Ciencias núm. 25, enero-marzo, pp. 37-40. [En línea].
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