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Áreas naturales protegidas de México
 
 
Óscar Flores Villela
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Áreas naturales protegidas de México en el siglo xx, Carlos Melo Gallegos. Temas
selectos de geografía de México, Instituto de Geografía, unam, México. 156 p.
 
El tema de las áreas naturales protegidas en México se puede tomar como una
mala broma, es como con aquél que sufre de pérdida de cabello y alguien le
dice que conoce una buena forma de conservarlo, poniéndolo en una cajita. Así
parece ser la solución que las autoridades correspondientes han tomado para
tener una muestra representativa de los ecosistemas del país. Para conservar la
naturaleza solamente se han decretado algunas áreas protegidas, sin embargo
no se han promulgado leyes claras, no se han otorgado presupuestos suficientes,
ni se han respetado los decretos, tampoco se ha ubicado la administración de las
áreas naturales protegidas en una entidad descentralizada competente, ni se han
resuelto los problemas de tenencia de la tierra, entre otros.
 
 
Los continuos vaivenes administrativos que se han dado históricamente con
el cambio de secretarias de Estado y departamentos encargados de las áreas
naturales protegidas, así como los presupuestos raquíticos han impedido que se
haga un manejo adecuado de estas entidades y no han servido para inculcar en la
cultura nacional la conservación de la naturaleza.
 
 
Muchos ejemplos de esta situación se pueden mencionar. Tal es el caso del
considerado primer parque nacional de México: El Chico, en el estado de Hidalgo.
Gracias a la lectura de Áreas naturales protegidas de México en el siglo xx me
di cuenta del error en que hemos incurrido por años. Ya sea el parque nacional
El Chico o El Desierto de los Leones, muchas áreas naturales protegidas sufren
una tala inmoderada, invasiones y en casos específicos algunas zonas ya se han
fraccionado.
 
 
Otros desafortunados ejemplos son el del Parque Nacional Cañón del Sumidero,
en el cual se construyó la presa de Chicoasén, y el Parque Estatal Omiltemi, en
Guerrero, que al parecer ha sido desprotegido y actualmente tiene un uso de
la tierra de fines dudosos. Cabe mencionar que el agua que recibe la ciudad de
Chilpancingo proveniente del Omiltemi es la de mejor calidad que tiene la capital
del estado, la cual es el polo de desarrollo de esa región.
 
 
¿Para qué tener áreas protegidas en un país cuyo proyecto de crecimiento
no ha implicado la protección seria y efectiva de sus recursos naturales? La
respuesta a esta pregunta resulta muy desalentadora: ya que se considera más
importante pagar los fraudes bancarios, la deuda externa y los altos salarios de
los funcionarios de los gobiernos federales y locales (cuyo trabajo ha sido muy
cuestionado por la sociedad), para qué invertir en el bienestar de los futuros
mexicanos si ni siquiera han llegado. El libro de Carlos Melo, y así se ha hecho en
otras publicaciones de forma parcial, insiste en que las áreas naturales protegidas
son importantes para el desarrollo sano del país y hay que brindarles mayor
atención y conocerlas mejor. Estas publicaciones son una colección de cabellos en
 
una cajita, que de seguir las mismas políticas gubernamentales, en el mejor de los
casos, algún día servirán para hacer un bisoñé o una peluca.
 
 
La contribución de Carlos Melo es muy significativa, pues hace acopio de una
gran cantidad de información relativa a las áreas naturales protegidas, mucha
de la cual ha estado dispersa en diferentes fuentes o jamás se había publicado, lo
cual representa un gran mérito. Él hace también un análisis histórico de las áreas
naturales protegidas que es muy valioso para recordarnos qué tan accidentada y
contradictoria ha sido esta historia. Actualmente, como lo consigna Carlos Melo
en su libro, se está haciendo un esfuerzo para elaborar planes de manejo de estas
áreas, para dotarlas de vigilancia, descentralizarlas administrativamente e incluso
se ha designado una lista de áreas prioritarias. La pregunta sería: ¿esta vez sí
tendrán efectividad las acciones tomadas? Esperemos que sí por el bien de las
futuras generaciones de mexicanos.
 
 
Sin embargo, además de esto, cada artículo o libro que se escribe contribuye
a la generación de una conciencia conservacionista. Es necesario inculcar el
aprecio por la naturaleza en la sociedad, y una forma universal de conservarlo
es por medio de la creación y respeto a las áreas naturales protegidas. Carlos
Melo Gallegos es un pionero en este campo y quién mejor que él para difundir el
tema. Esperemos que el análisis que hace en su libro tenga un efecto positivo y
contribuya a la conservación de la naturaleza en nuestro querido México.
Óscar Flores Villela
 
Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo

Flores Villela, Óscar. (2004). Áreas naturales protegidas de México. Ciencias 73, enero-marzo, 74-77. [En línea]
 
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