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Industria animalium |
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Ramón Aureliano Alarcón
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¿Cuántos volúmenes harían falta para incluir únicamente los términos con los cuales designaríamos las colecciones distintas de fenómenos, si estos fueran conocidos? ¿Cuándo estará completa, la lengua filosófica? Y aunque estuviera completa, ¿quién, de entre los hombres, podría conocerla?DiderotEs conocida la opinión que atribuye a las plantas sentimientos, conocimiento y apetito, al igual que a los animales, siendo éstos sensitivos, como los cuatro elementos de que constan.Acaso el temperamento sea la verdadera alma, quizás haya un principio de todas nuestras acciones en el acuerdo armónico de los órganos corpóreos. Ya algunos sabios antiguos se inclinaban por negarles sentimientos a los animales o brutos, otros les concedieron discurso, y varios más los niegan y les otorgan sólo sentimiento.Tengo referidos varios casos de los cuales mencionaré algunos. Remito a quien esto leyere a la Carta anterior donde se describen varias de las virtudes de los animales como el elefante; y en los comentarios que siguen me acojo como siempre a la benevo-lencia del amable lector.Si mencionamos nuevamente al elefante, es porque el ilustre Feijóo en su Teatro Crítico Universal, al verter su opinión sobre la sagacidad e industria de este animal nos dice: “Los Elefantes hacen en esta representación el primer papel, con noticias de Plinio, Eliano, Mayolo, Alberto Magno, Nieremberg, Acosta, [Pedro Mexía], y otros antiguos, y modernos, que nos los muestran capaces, casi sin excepción, de todo género de disciplina. Unos aprendiendo el idioma humano, y aun el uso de la Escritura; como aquel que con la trompa formó sobre la arena en caracteres Griegos esta sentencia: Yo mismo escribí estas cosas [...] Otros [son] dotados de pericia militar, gobernando en toda forma los escuadrones de su especie. Llégase a esto la imitación de los efectos humanos, la venganza, el agradecimiento, la vergüenza, y el apetito de gloria [...] Tras de los Elefantes vienen los Perros, los Zorros, los Monos, los Cercopitecos, los Ca-ballos, las Abejas, las Hormigas, etcétera”.Sin que nos detengamos a juzgar más sobre el asunto y abandonando la tesis de Descartes, que les niega sentimiento —y para quien los animales son sólo “estatuas inanimadas”, cuyos movimientos dependen únicamente de su figura y la disposición orgánica de sus partes, según la variada determinación que les da la unión de los objetos que los circundan— Feijóo dirige sus disputas en contra de aquellos que les dan sólo cualidades sensitivas, o niegan lo discursivo a los brutos.Reproducimos un ejemplo más: “¿Quién pensaría que aquel menudo, y aborrecido insecto llamado Polilla tiene un mérito sobresaliente para ocupar un lugar distinguido entre los brutos más racionales? Ello es así. Este despreciado animalejo da acaso más motivo a la admiración que otros que se hallan celebrados por su sagacidad, y providencia. Todos los brutos tienen industria para procurarse el alimento necesario; todos cuidan, y todos aciertan con la conservación de la especie, muchos con más o menos arte se fabrican domicilio; muchos saben defenderse, y ofender a sus enemigos. Pero quien tenga arte para abrigar su cuerpo contra las injurias del aire, fabricando, y ajustándose vestido acomodado, no hay otros sino la Polilla, y solo la Polilla imita al hombre en esto. Pondérase en la Araña la fábrica de sus telas: la Polilla es tejedor, y Sastre en un tomo”.Con relación a las plantas habla del caso del árbol que llaman Árbol Sensitivo, como también del Púdico; porque llegando cualquiera a tocarle, retira con rapidez hojas, ramas, como simulando fuga y sentimiento ante la ofensa. Agrega que en el Istmo que divide la América Septentrional de la Meridional, entre Nombre de Dios y Panamá hay una selva entera de esos árboles. Dice el padre Regnault que en Abisinia hay un árbol denominado Enseté, de quien los naturales del país dicen que arroja suspiros cuando le cortan; “y es frase suya cuando van a cortarle, que van a matarle”. Hasta aquí algunos casos de la Racionalidad de los brutos de Benito Feijóo. Por último, juzgo, en esta carta, conveniente repetir la opinión de que los brutos obran, no por inteligencia, sino por instinto. Discurre que la voz “Instinto” no presenta significación fija y determinada, o por lo menos no se le ha dado hasta ahora; y así, usar de ella en esta cuestión no es más que trampear el argumento con una voz sin concepto que no entiende ni el que defiende, ni el que arguye. Concluimos esta carta convencidos de que para descubrir lo posible en lo aparentemente imposible es menester una luz extraordinaria.
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Ramón Aureliano Alarcón
Instituto Mora.
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como citar este artículo → Aureliano Alarcón, Ramón. (2002). Industria Animalium. Ciencias 66, abril-junio, 58-59. [En línea] |
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