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            B06
La paradoja delamor.
Una reflexión actual sobre
las pasiones.
 
 
Pascal Bruckner.
Tusquets, Barcelona,
2011, 256 p.
   
   
     
                     
                     
Amamos tanto
como los hombres
pueden amar, es decir,
imperfectamente.
 
El amor sigue llenando espacios en las librerías, y al lado
de las grandes novelas y la poesía, están además los libros de autoayuda que intentan encontrar causas, efectos y soluciones alrededor del sentimiento amoroso.
 
La ciencia irrumpió apenas recientemente en la búsqueda de explicaciones para el amor y la pasión. Así, en distintas universidades y centros de investigación se habla de sustancias químicas en el cerebro, de generación y balance de hormonas, de estímulos visuales y olfativos. Se usan escáners para registrar respuestas cerebrales y al mismo tiempo se hacen estudios en grupos de mamíferos escalando los resultados a los humanos. Igualmente se realizan análisis de grupos grandes o pequeños de personas para revisar sus comportamientos, y se generan hipótesis desde la psicología clásica o la psicología evolutiva contemporánea. Todo para adentrarse en este elusivo tema que ocupa nuestra mente una buena parte de la vida.
 
Y aunque recibimos con gran interés los descubrimientos científicos sobre el amor, sabemos que este sentimiento y las pasiones que origina van mas allá de los genes y las respuestas biológicas. Como en muchas otras conductas humanas, las explicaciones tienen que conjuntar biología y ambiente social. El amor corresponde en mucho a la cultura en que nos desarrollamos y al momento que nos toca vivir, y cambia a lo largo de la existencia de acuerdo con la experiencia sexual y social, por lo que todo ensayo que busque revelar nuevas perspectivas es siempre bienvenido. Más aún si se trata de un brillante filósofo y novelista como Pascal Bruckner.
 
En La paradoja del amor, Bruckner hace un recuento de las ideas y concepciones sobre el amor heredadas de mediados del siglo xix, transitando por Europa y algunos de sus más ilustres personajes que se han expresado con respecto del matrimonio, el adulterio, el sexo y la liberación personal, para llegar a los años sesentas del siglo xx, la “revolución sexual” y su lucha contra el orden establecido, que dejó para las futuras generaciones la herencia de vernos sometidos, hombres y mujeres, a una contradicción fundamental: amar apasionadamente y ser autónomos. El ensayo bien puede enmarcarse como la continuación de un libro de historia del amor coordinado por Dominique Simonnet, cuya estructura, en forma de preguntas a un grupo de historiadores, es también altamente recomendable.
 
¿Cómo el amor que apega puede acomodarse a la libertad que separa? es la pregunta central de La paradoja del amor, interesante, entretenido y a ratos hasta divertido libro que está dividido en cuatro partes: a) “Un gran sueño de redención”, b) “El idilio y la discordia”, c) “Las maravillas de la carne” y d) “La ideología del amor”.
 
Acompañado de una serie de cuadros que tienen títulos tan sugestivos como “¿Qué es un ex?”; “Hombres/mujeres: el fracaso de los clichés”; “¿Prohibir la prostitución?” y “¿Politizar el lecho conyugal?”, el libro, con múltiples referencias a una diversidad de autores, sobre todo franceses, puede leerse de un tirón. Bruckner nos dice que éste es “un libro escrito para aquellos que se niegan al chantaje, que no quieren abandonar el viejo teatro de las pasiones sin renegar de los cambios acontecidos”.
 
Esperemos que en el futuro, con base en el avance de los grupos de investigación científica dedicados a tratar el tema del amor, lleguemos a conjuntar una visión más completa de este sentimiento, y que se imbrique con lo humanístico.
 
Mientras tanto, es válido retomar el epílogo “¡No os avergoncéis!”, donde el autor nos llama a defender un amor que no está enfermo y por lo tanto no requiere cura, sino que sigue siendo esa parte de la existencia que no controlamos, sobre todo refractaria a las ideologías, para terminar afirmando que aunque sigue siendo grande la tentación de anexionar, como en el siglo xviii, este sentimiento al círculo de la razón, del sentido o de la ética, el amor se defiende muy por él mismo y siempre formará parte del ámbito de la sorpresa.
  articulos  
Referencias bibliográficas

Dominique Simonnet. 2004. La más bella historia del amor. Fondo de Cultura Económica, México.

     
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Patricia Magaña Rueda
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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como citar este artículo

Magaña Rueda, Patricia y Autor: Pascal Bruchner. (2011). La paradoja del amor. Una reflexión actual sobre las pasiones. Ciencias 104, octubre-diciembre, 78-79. [En línea]

     
de la lengua
       
 
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El lenguaje y la
vida social en
el México antiguo
César Carrillo Trueba
   
   
     
                     
                     
Los conceptos nahuas en su formación social.
El proceso de nombrar
Víctor M. Castillo Farreras
unam, México, 2010. 143 p.
 
 
La lengua que hablamos es quizá el objeto de estudio más
paradójico que existe; la facilidad con que se aprende y se maneja en todos sus matices y situaciones específicas contrasta drásticamente con la enorme dificultad de su estudio, de la comprensión de su relación con el pensamiento, con los diferentes contextos de la vida social. Dicha dificultad se acrecienta cuando se trata de una lengua que nos es ajena, ya que desconocemos el contexto cultural en que se desenvuelve, y todavía más si es de otra época a la cual sólo tenemos acceso por medio de fuentes históricas.
 
Que las lenguas se hallan estrechamente vinculadas con la manera de pensar y de actuar de quienes las hablan es un hecho ya establecido. Basta tomar un ejemplo de nuestra propia formación cultural —la llamada occidental en contraposición al resto de las culturas del mundo—, como podría ser el concepto de tiempo, ligado entre nosotros de manera total y absoluta al dinero, lo que hace común escuchar frases como: “estás perdiendo tu tiempo. / Ese aditamento te ahorrará horas […] Esa llanta ponchada me costó una hora. / He invertido mucho tiempo en ella […] Tienes que administrar tu tiempo […] ¿Te sobra tiempo?”. Como bien lo explican George Lakoff y Mark Johnson, “el tiempo en nuestra cultura es una mercancía valiosa. Es un recurso limitado que usamos para lograr nuestros propósitos. Esto se debe a la manera como el concepto de trabajo se ha desarrollado en la cultura occidental moderna, en donde el trabajo está típicamente asociado con el tiempo que implica, el tiempo es cuantificado con precisión, y se ha vuelto costumbre pagar a la gente por hora, semana o año. En nuestra cultura el tiempo es dinero en muchas formas”.
 
Los verbos que se emplean para designar la relación que tenemos con el tiempo, como se puede apreciar en las frases citadas, dan cuenta de dicha concepción y orientan nuestra actividad al mantenernos en conciencia permanente de que no debemos “perder el tiempo” ni “malgastarlo”, lo cual modifica severamente las relaciones humanas, los valores, e imprime a nuestras vidas un ritmo particular. Es obvio que en aquellas sociedades donde no existe tal concepto del tiempo la relación con éste será otra y por lo tanto el trato entre las personas se verá influido por esto —no tendrían la sensación de que transcurre el tiempo cuando se sientan fuera de su casa a tallar una maderita o a conversar, por ejemplo, no sentirán que pierden algo al hacerlo—, por lo que en sus lenguas los verbos que marquen tal relación serán otros o quizá ni siquiera exista dicha entidad. Es así como, grosso modo, lenguaje, pensamiento y vida social se articulan.
 
Una lengua, por tanto, no es sólo un medio para enunciar y comunicar, es la esencia misma del pensamiento, pues en ella va implícita una lógica, valores, símbolos, historia, relaciones sociales, interacciones con el medio, etcétera. Como lo explica Benjamin Lee Whorf, “el sistema lingüístico de fondo de cada lengua (en otras palabras, la gramática) no es meramente el instrumento reproductivo para dar voz a las ideas, es más bien el que da forma a las ideas, el programa y guía para la actividad mental del individuo, para el análisis de sus impresiones, para la síntesis de su repertorio mental en movimiento. La formulación de ideas no es un proceso independiente, estrictamente racional en el sentido antiguo, sino que es parte de una gramática particular, y difiere, desde ligeramente hasta enormemente, entre gramáticas diferentes”.
 
El estudio de la gramática es así un hilo que nos puede llevar al corazón de una cultura. Es desde esta perspectiva que el acucioso estudioso y traductor del nahuatl Víctor M. Castillo Farreras aborda el nahuatl antiguo en su más reciente libro Los conceptos nahuas en su formación social. El proceso de nombrar. La dificultad mencionada al principio se ve acrecentada en este caso por el hecho de que la escritura de los pueblos mesoamericanos era de otra naturaleza, más bien pictografía —aunque al respecto hay mucho debate—, y al llegar los españoles, la necesidad de comunicarse los llevó a crear grupos de estudiosos dedicados al aprendizaje de las lenguas y a buscar la manera de escribirlas. Por ser una lengua que era conocida entre buena parte de los pueblos, el nahuatl recibió mayor atención.
 
La empresa no era fácil, pero bajo el imperativo de alejarlos de la idolatría y convencerlos de las bondades del catolicismo, de controlar pueblos y territorio, se elaboraron numerosos textos, bilingües varios de ellos, se hicieron léxicos y vocabularios que aportaron elementos suficientes para lograr la comunicación deseada. No obstante, los mismos autores se daban cuenta de las insuficiencias de su labor, de las dificultades que subsistían a pesar de tanto esfuerzo. El principal problema, a decir de Alonso de Molina, el autor del libro más usado como diccionario españolnahuatlespañol, era la traducción de las “muchas cosas que ellos no conocían ni alcanzaban y para éstas no tenían ni tienen vocablos propios; y por el contrario, las cosas que ellos tenían de que nosotros carecíamos, en nuestra lengua no se pueden bien dar a entender por vocablos preciosos y particulares, y por esto, así para entender sus vocablos como para declarar los nuestros son menester algunas veces largos circunloquios y rodeos”. Además de la gramática, ya que en el nahuatl se agrega una o varias partículas antes y después de un nombre, dándole un sentido distinto, modificando las relaciones entre los sujetos y los objetos, algo que parecía a los españoles, como lo formulara Olmos, “tan extraña lengua y tan abundosa en su manera y intrincada”.
 
Así, por ejemplo, miztli se tradujo como león y ocelotl como tigre, lo cual luego cambió a puma, una palabra quechua, y a jaguar, guaraní; chicatl, en un principio algodón, sirvió también para designar a la oveja, que llegó a América con los europeos; xochitl, flor, quedó como la especie más representativa: la rosa; y como bruja, hechicero o nigromántico fue traducido nahualli. “En suma —dice Víctor Castillo—, por el simple hecho de haber tomado los frailes una cosa por otra, los nahuas se vieron obligados a soportar, no sólo en su conciencia sino en sus cuerpos, las novedosas acepciones impuestas a su lenguaje, mientras que nosotros nos vemos obligados a la difícil e ingrata, pero también necesaria, tarea de deshacer el embrollo para poder entenderlos”.
 
Pero si denominar las cosas era ya fuente de tal conflicto, la manera de conceptualizar las relaciones sociales, tan ajenas y tan poco merecedoras de respeto, terminó por tornarlas nebulosas a lo largo del tiempo. El caso del verbo namaca y sus derivaciones tetlanamalquiltia y tetlanamaquilia son ilustrativos al respecto, sobre todo, por la confusión que se ha mantenido desde el siglo xvi hasta hoy. “Lo que en primer término llama la atención en estas voces es que la versión de ‘vender algo’, dada por Olmos y Molina para tlanamaca, continuó utilizándose sin importar que para fray Andrés tlenamaca significó ‘incensar’ y no ‘vender fuego’, y que para fray Alonso xuchitlenamactli resultó ser un ‘perfume compuesto’ pero no ‘vendido’, y tlanamacoyan el lugar ‘donde venden y compran’ y no sólo ‘dónde se venden’ cosas”. Víctor Castillo analiza cada una de estas construcciones, desmenuza sus componentes, dilucidando las relaciones que se hallan cristalizadas en ellas, y concluye: “es innegable que namaca y sus derivaciones determinan una relación de intercambio de productos de toda índole. Fue así como entendieron los frailes este concepto, es decir, asignándole el sentido de ‘vender’, condicionándolo veladamente con el de ‘comprar’ y dejando como supuesto un intercambio de ‘mercancías’ por cualquier medio de cambio, fuese éste ‘dinero o moneda’”.
 
El problema es que la manera como se efectuaban los intercambios en ambas sociedades era muy distinta, pues “mientras los europeos practicaban de manera generalizada la ‘venta’ (o cambio de dinero por mercancías), los nahuas intercambiaban sus propios productos por los de otros conviniendo también una relación de valores”. Es decir, que tratando de dar cuenta, desde su perspectiva, de lo que acontecía aquí, crearon una confusión “que surgió en el momento en que los primeros frailes equipararon la forma singular o particular del valor en el intercambio indígena, contenida en tlanamaca, con la forma ya generalizada en sus tierras de origen, la misma que incluía conceptos como los de ‘vender’ y ‘comprar’, entre otros consagrados en sus obras”, y que se mantuvo a lo largo del tiempo hasta llegar a nuestros días.
 
Algo similar ocurre con la manera como se abordó la cuestión del trabajo, pues Molina consigna para tequitl: “tributo, o obra de trabajo”, “obra, el trabajo que allí se pone”, “oficio propio del hombre”. Como explica Víctor Castillo, “debe reconocerse el genio de Molina para desentrañar el concepto de trabajo contenido en tequitl. El primer sentido que da, el más socorrido desde la conquista, sigue teniendo validez porque si, además de la prestación de servicios o trabajos de diversa índole, el ‘tributo’ incluyó determinadas cosas ya hechas, tanto la ‘obra’ de éstas como la ejecución de aquéllos constituyeron, tal como lo registra, ‘el trabajo que allí se pone’. Dicho en otras palabras, lo que ‘se pone’ en los productos y en los servicios es fuerza humana de trabajo orientada a tales fines, sea el trabajo para adherirse a un objeto y transformarlo, sea un servicio para el disfrute inmediato de la persona que lo exige […] Sin embargo, lo que resulta del análisis de tequitl es sólo aquello que está relacionado con el impulso de ‘cortar’ (tequi), pero también de labrar (tlatecqui), sorber (iltequi), tundir o tusar (ixtequi), es decir, a pesar de que ciertamente denota los impulsos particulares para ejecutar las acciones enunciadas, no expresa la forma general de la fuerza de trabajo implícita en la interpretación de Molina. Por lo tanto, para hallar algo más es preciso recurrir al análisis de otros términos compuestos con el verbo tequi en los cuales, al concordar por su formación similar con el de teca y a pesar de los sentidos que éste tiene de ‘asentar, poner, acomodar, apartar, echar o escanciar’, los significados de uno y otro se presentan imbricados en varias ocasiones”.
 
Tras analizar algunos términos que implican la acción de separar, de cortar, el autor concluye: “puede afirmarse que el contenido de tequitl no es únicamente lo relacionado con el impulso de quien corta sino con el de quien toma lo que cortó o separó de la naturaleza. Y aunque esta definición no refleja a cabalidad la noción universal del trabajo sí acentúa, en cambio, la importancia que tuvo el proceso de extracción de materiales tanto para el consumo individual como para el consumo productivo de los nahuas”.
 
Aunque no es el propósito del autor, en muchos de los casos expuestos en el libro se puede apreciar la relación de la lengua con la visión del mundo que tenían los antiguos nahuas. Mucho se podría decir de la relación existente entre naturaleza y cultura a partir del análisis del término tequitl, o de otros aspectos de aquella a partir de términos como atl (agua), nahua, nahui, nauh (de donde deriva el vocablo de nahuas) y varios más de los que presenta a lo largo de su trabajo. El caso de nextli, ceniza, es particularmente interesante al respecto. “Se relaciona (li) con el impulso de la acción ya consumada de ‘descubrirse o aparecer ante otros’ (necic) y que, bajo tal supuesto, es algo que ha quedado al descubierto y se ha hecho visible”. De él se deriva tenextli, la cal, y da la impresión de que la ceniza y la cal estuvieran emparentadas. Sin embargo, “para la descripción de la ceniza, la cal o la caliza parece haber importado, más que sus componentes, la razón por la que una y otras se tornan evidentes y que, justamente por esto, no puede ser más que su capacidad de reflejar la luz o de emitirla por sí para ‘descubrirse o aparecer ante otros’”.
 
Pero analizando otros términos relacionados, como nextamalli, que era la forma de cocer el grano de maíz sobre una olla de ceniza, o tenextamalli, en donde se colocaba una porción de maíz y otra de cal o caliza, esto es, similar a la actual nixtamalización —el proceso por el cual se separa la cutícula de los granos de maíz y se liberan compuestos que lo hacen más nutritivo—, se puede decir “que quienes concibieron la ceniza, la cal, el agua y el fuego como elementos primordiales para la preparación de la masa de maíz, sabiendo ya de cada una de sus cualidades, las aprovecharon en la práctica cotidiana. Y si por los análisis de nextli y tenextli, apoyados por el de tlanextli, pudo determinarse que la cal y la ceniza tienen la virtud de manifestarse al reflejar la luz recibida o de emitirla no sólo para alumbrar y revelar lo invisible sino para aclarar, razonar y descubrir nuevas cosas (tlanextilli), dada la experiencia de los nahuas puede afirmarse que una y otra tenían para ellos la virtud de generar calor en contacto con el agua y de transferirlo a los granos de maíz con el fin de reventar la cascarilla y aglutinar su contenido”.
 
No cabe duda que este tipo de análisis abre numerosas puertas para adentrarse en la cultura de los pueblos mesoamericanos que nos lleven a conocer mejor la forma de vida de esa época, la manera de pensar y relacionar los elementos del mundo que les rodeaba, tanto visible como invisible, de orientar la imaginación y la indagación del cosmos desde su propia perspectiva. Si como lo menciona el autor, este libro es el inicio de un proyecto de mayor envergadura, quiere decir que aún le queda un trecho por andar entre los laberintos de dicha lengua, en esa ardua y apasionante labor de restituir, lenta y pacientemente, el entramado que sostenía el pensamiento y la vida social de entonces.
 
 
 
  articulos
 
Calli: “casa, o tenazuelas de palo o de caña para comer maíz tostado en el rescoldo, o cuervo”
A pesar de las diferencias notables entre los tres significados otorgados a calli, su análisis señala que cualquiera de ellos se relaciona (li) como relativo (l) de la acción de estar, hacer u ocupar un lugar (ca) y que bajo su forma relativa (cal) alude, de manera general, a un medio de estar o de hacerse de un lugar para adecuarlo a fines específicos.
 
De manera concreta, cualquier “casa” constituyó, en cuanto calli, un lugar hecho o adecuado para vivir o morar, aunque por las particularidades de sus moradores se crearon muchos y variados medios de estar (calli): muy elaborados para los dioses (teocalli) o los gobernantes (tecpancalli), de hechura pétrea (tecalli) para algunos, o endeble (xacalli) para los demás. Pero a partir de eso surge un grave problema cuando se observa que una barca (acalli), un sepulcro (tepetlacalli), la cabellera (tzoncalli) o el alba (tlahuizcalli) sin ser “casas”, moradas o viviendas, fueron sin lugar a dudas también medios de estar (calli), hechos en el agua o en tepetate, para el cabello o la luz matinal.
 
Dada esta circunstancia, se revela que la identificación tradicional entre calli y “casa” ha sido tan constante y poderosa que, cuando no se encuentra correspondencia alguna entre el concepto y la realidad, suele recurrirse a rebuscadas analogías para insistir en que la barca es una casa en el agua o que la cabellera es la habitación del cabello. Asimismo, en algunas otras ocasiones se recurre al viejo y complejo problema de la duración vocálica y de los acentos de esta lengua, aunque en no pocas veces dé la impresión de haberse acogido sólo como palanca para salvar escollos y con ello concluir, ignorando por completo en este caso al “cuervo”, que cálli (1a breve) es la casa” y “calli (1a larga) las tenazuelas”.
 
Es claro que por la simple observación de las diversas palabras que se integran con la forma relativa (cal) se descubre de inmediato que los significados alternos al de “casa” (calli) no son sólo las “tenazuelas” (calli o cacalotl) y el “cuervo” (calli, cacalotl o cacalli), sino otros más como los comentados. Pero también es posible advertir, con un poco más de atención, que el hecho de que cosas tan distintas se relacionen entre sí sólo por contener uno y el mismo elemento implica, de forma indispensable, que éste no es más que la expresión de algo formalmente diferente a tales cosas, aunque común a todas ellas en cuanto al concepto.
 
Puesto que el sentido de la forma relativa (cal) es el de un medio de estar cualquiera, construido o adecuado en sitios diversos, con formas y materiales distintos y con el fin de dar cabida a cosas diferentes, resulta entonces que el nombre calli ciertamente puede aludir a cualquier forma que se relacione con tal medio, casa o habitación para los seres vivos o imaginarios, pero también a formas diferentes que se relacionen como tenazuelas o cuervos.
 
En efecto, si las “tenazuelas” fueron nombradas calli es porque también se les consideró un lugar o medio de estar que, bajo la forma de pinzas hechas de “palo o caña”, se usaron para contener los granos de maíz que se toman del rescoldo y se dejan en la boca de alguno. Y por si hubiera dudas, este mismo proceso lo corrobora la forma verbal ninocalhuia, que a la letra dice: pongo en acción (huia) el medio de estar (cal) para mí (no), aunque Molina lo interpretara como: “comer maíz tostado en el rescoldo con tenazuelas de palo o caña”, y en su primer Vocabulario lo redujera a “tostar maíz en el rescoldo”, es decir, tomando los posibles objetivos en vez del simple accionar con el medio.
 
El hecho de que también el “cuervo” compartiera el nombre calli parece haber sido resultado de la observación y comparación no sólo de las “tenazuelas”, en tanto instrumento humano que prolonga las manos para tomar y comer los granos de maíz tostados, sino del “cuervo” en tanto que utiliza su propio pico como medio para hacer lo mismo que aquéllas.
 
Pero si además de considerarse como calli, el cuervo fue conocido como cacalli, es simplemente porque este nombre implica lo mismo que el otro pero de manera reiterada, esto es, que por mediación de su pico el ave crea y compone no sólo uno sino varios lugares para ser ocupados. Fue así como los nahuas percibieron al cuervo, con un plumaje negro y reluciente, una alimentación muy variada de maíz seco en mazorca, o de tunas, de peces o de carne, pero sobre todo “con la facultad de esconder el maíz seco. En el interior de un palo acopla y acomoda hasta el borde el maíz seco de la mazorca”.
 
En suma, cualquier calli, se trate de una vivienda, de unas pinzas o un cuervo, constituye la condición o el medio de estar para cosas y finalidades muy distintas. Pero si aún persistiera alguna suspicacia sobre la identidad conceptual entre calli y cuervo, debe insistirse en que el ave es, ella misma, el medio de hacer lugar a todo cuanto satisfaga su propia alimentación y a su peculiar modo de vivir.
 
Víctor M. Castillo Farreras
     
Referencias bibliográficas
 
Lakoff, Georges y Mark Johnson. 1980. Metaphors We Live By. The University of Chicago Press, Chicago.
Whorf, Benjamín Lee. 1940. “Science and Linguistics”, en Language, Thought and Reality, Selected Writings of B. L. Whorf, John B. Carroll (ed.). The MIT Press, Cambridge, pp. 212-213
     
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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como citar este artículo

Carrillo Trueba, César. (2011). El lenguaje y la vida social en el México antiguo. Ciencias 104, octubre-diciembre, 64-69. [En línea]
     

 

 

       
 
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            Ecosta
Las reservas celulares
forestales respuestas
campesinas en Oaxaca
a problemas globales
 
Heladio Reyes Cruz y
Gloria Lara Millán
   
   
     
                     
Existe un enorme problema de deforestación a nivel
mundial. En innumerabl es reportes se hallan referencias a incendios y tala inmoderada, pero también se encuentra  con mucha frecuencia que uno actores responsables de derribar selvas y bosques es el campesino, algo que dista mucho de la realidad. Existen una gran cantidad de experiencias que muestran al campesino como generador de propuestas y acciones para mantener los bosques, como es el caso de la colaboración establecida entre la organización Ecosta Yutu Cuii y un grupo de campesinos de la costa de Oaxaca.

Desde hace siete años Ecosta impulsa un proyecto llamado “Reservas celulares forestales” en esa región, el cual pretende mantener las zonas de recarga de los mantos acuíferos y la salud hídrica de toda la cuenca. Este proyecto quiere ser un modelo de conservación de los bosques a largo plazo, y su sostén principal es el interés de las familias campesinas para salvaguardar y aprovechar sus recursos. La conservación y el aprovechamiento de los recursos pone en juego el conocimiento biótico y las habilidades que son producto de un aprendizaje social familiar y comunitario. En este sentido se plantea que las familias sean los promotores de la conservación de sus recursos.

Una reserva celular forestal implica hacer un ejercicio participativo en el que cada productor es responsable de la planeación del uso de su terreno según sus necesidades y su capacidad productiva. Se emplea el término “celular” debido a que se trata de espacios protegidos pequeños (aproximadamente de media hectárea) que albergan pequeñas células verdes. De esta manera se asigna una parte del terreno para las siembras, otra para la crianza de ganado y una más para el bosque. El espacio reservado para el bosque constituye su pequeña reserva, en ella preservan la madera que usarán para su casa, la leña para su cocina, bejucos que sirven de cuerda, plantas medicinales y alimenticias, postes para su cerco y los animales que sirven como “carne de monte”. En estas pequeñas reservas es frecuente que haya un manantial de agua o un arroyo, lo cual contribuye a la recarga de los acuíferos en toda la zona. Además en ellas se refugian una gran cantidad de animales del bosque, los cuales hallan espacios para vivir, y algunos de ellos forman parte de la dieta campesina. De esta manera el agricultor combina los procesos agrícolas y ganaderos con la protección del bosque, el suelo y el agua.

En el ejercicio de planeación, los campesinos definen cuánto terreno van a dedicar a las diferentes labores; es así que encontramos reservas celulares para la conservación, muy pequeñas (de media hectárea), y otras con mayor superficie (de hasta 300 hectáreas). Estas reservas en ocasiones se hallan en espacios continuos, lo que posibilita mantener extensiones de terrenos que forman extensiones considerables de bosque. En otros casos se observa que hay pocas reservas, apareciendo en y se notan como pequeñas “islas verdes”, y en ocasiones suelen ser los únicos refugios para flora y fauna en varios kilómetros a la redonda. En estos lugares el paisaje se compone en mayor medida de pastizales y de agricultura.

Los esfuerzos de las familias campesinas en el cuidado de estas pequeñas reservas han posibilitado reflexiones en cuanto al valor del bosque, en el sentido de aportar esfuerzos ante la deforestación, la pérdida de recursos nativos (especies de flora y fauna), la aportación de oxígeno al ambiente, y la conservación de una reserva económica de recursos naturales para su reproducción social.

Por otra parte, la participación en el proyecto ha incentivado la regularización de la posesión legal de los terrenos, de manera que cada vez más mujeres y hombres han legalizado a su nombre la posesión de las reservas. A la entrada de cada reserva se puede identificar un letrero que lo indica, que además es una señal del esfuerzo conjunto de varias familias campesinas.

 

La colaboración

 

El proyecto nació en 1998, con 17 participantes de la comunidad de Santa Rosa de Lima; en ese tiempo se contaba con una reserva de 51 hectáreas de bosque. La preocupación colectiva era la enorme deforestación en la zona y la necesidad de emprender acciones de conservación de los recursos. Actualmente participan más de 800 agricultores de 20 comunidades, ubicadas en su mayoría en el municipio de Tututepec, en la costa de Oaxaca, cuyas reservas suman más de 5 000 hectáreas. Las participantes en las comunidades son pobladores mestizos, afrodescendientes e indígenas mixtecos y chatinos, de los cuales 30% son mujeres que cuentan con la posesión legal de sus parcelas.

La labor de acompañamiento de Ecosta involucra la realización de talleres de capacitación en aspectos de educación ambiental y de ejercicios de planeación que llevan a reflexionar sobre el uso de sus recursos. Tales acciones pretenden animar a los campesinos sobre la importancia del bosque y todos sus productos, entre ellos el agua y el oxígeno.

 

Sobre las reservas

 

La importancia biológica en el establecimiento de reservas celulares es de suma importancia; se ha identificado reservas con bosque de pantano en las partes más bajas de la cuenca, selvas medianas, selvas altas, bosque mesófilo y bosque de pino y encino, y se ha inventariado más de 400 especies de árboless; además, se ha encontrado especies de animales que se consideraban extintos en la región, tales como el pájaro pico real, la martucha, el oso hormiguero y el tapir o danta burro.

Aunque no ha sido posible identificar taxonómicamente todas estas especies, se han hecho colectas y levantamientos de información para establecer inventarios de flora y fauna con el fin de aportar nuevos conocimientos sobre la biodiversidad regional al mismo tiempo que un rescate del conocimiento tradicional.

 

Las posibilidades

 

El principal objetivo de las reservas celulares forestales es la conservación de los recursos naturales; sin embargo, es necesario contemplar la necesidad de ingresos económicos que apoyen la economía familiar. Actualmente se realizan planes de manejo que buscan opciones productivas que permitan mantener el bosque sin afectación, tales como la apicultura, el ecoturismo, el cultivo de café, vainilla y cacao, la extracción regulada de madera, leña, bejucos, plantas medicinales, frutos y semillas. Asimismo, se considera el cobro por servicios ambientales por la generación de agua, la captura de bióxido de carbono y el amortiguamiento del calentamiento global. Todas estas son posibilidades que se están vislumbrando y en las que el proyecto se plantea trabajar en el futuro.

 

Los asuntos legales

 

La instauración y consolidación del proyecto ha sido un proceso lento debido a la complejidad de los conflictos agrarios y de tenencia de la tierra en toda la región. A pesar de ello, cada reserva está regularizando su terreno con el fin de contar con un reconocimiento por parte de las autoridades agrarias y las autoridades ambientales. La voluntad de estos últimos es relevante para lograr que el sistema oficial reconozca dichas áreas naturales protegidas. De esta manera, el trabajo se vincula también con las instituciones gubernamentales y autoridades agrarias.

El proyecto tiene un enorme potencial, ya que un importante número de campesinos de toda la región ha manifestado su interés en participar, y ha demostrado el enorme potencial de la acción campesina y la factibilidad de un modelo de conservación en situaciones en donde hay una amplia fragmentación de la vegetación, una gran parcelación del suelo y en donde ya no existen grandes superficies de bosque que conservar.

Esta situación es común en muchas partes del país y el mundo, por lo que la réplica de esta experiencia podría constituir una posibilidad de aportar soluciones a los problemas de calentamiento global y pérdida de la biodiversidad, a la par que permitiría que el campesino mantenga su reserva de satisfactores del bosque, el suelo y el agua para sus cultivos.
  articulos  
Nota: para saber más de la organización se puede consultar www.ecosta.org.
     
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Heladio Reyes Cruz
Organización Ecosta Yutu Cuii.
 
Gloria Lara Millán
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
     
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como citar este artículo

Reyes Cruz, Heladio y Lara Millán, Gloria. (2011). Las reservas celulares forestales, respuestas campesinas en Oaxaca a problemas globales. Ciencias 104, octubre-diciembre, 36-38. [En línea]

     

 

 

de flujos y reflujos        
 
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            B04104
 
El átomo un
enteborroso
Ramón Peralta y Fabi
   
   
     
                     
Estamos tan acostumbrados a escuchar y hablar
de los átomos,  acabamos reflexionando poco sobre el proceso que llevó confirmar su existencia y construir una imagen de ellos, más allá de la especulación filosófica. La teoría atómica es la columna vertebral de la física, como la teoría de la evolución lo es de la biología. Richard Feynman (19181988), un físico inolvidable, decía que si le pidieran conservar una sola oración de toda la física conocida, escogería “existen los átomos”. El paralelo en la biología es “existe la evolución”. En ambos casos existe —además— una teoría, que paulatinamente vamos mejorando, pero está el incontrovertible hecho en cada caso.

¿De qué estamos hechos? De átomos, es la respuesta simple; un niño puede preguntar entonces qué son los átomos y cerramos el ciclo diciendo que es de lo que están hechas todas las cosas. Ampliando más, con el riesgo de perder la atención del interlocutor, aclaramos que, hasta donde sabemos, en el universo sólo hay 92 tipos de átomos o elementos distintos; casi veinte más han sido creados en laboratorios especializados del mundo y no parecen existir en el resto del universo. Lo sorprendente es que toda la materia está hecha de esos bloques básicos. Cómo son, cuántos y cómo se combinan para dar pie a la vastísima diversidad que observamos en todos lados, son algunas de las preguntas que se antoja responder, y que plantean un reto para el resto de la historia. Es decir, explicar cómo estos átomos constituyentes pueden dar lugar a un material cerámico aislante, a un pensamiento noble, a una flor, o a los nenúfares de Monet.

Es fascinante el problema de explicar la conciencia o la vida sabiendo que hay átomos y sólo eso. La tarea es inacabable por su complejidad, pero los beneficios del éxito son tales, que bien vale la pena intentarlo. El esfuerzo científico ha producido una faceta prometedora de la civilización moderna, y basta ver nuestro entorno y cuánto más cómoda es ahora la vida cotidiana, comparada con lo que era hace cien años o hace mil. Por supuesto que el disparejo desarrollo social (global), a la zaga, muestra la cara más lamentable de lo que hacemos.

Cada quien tiene una imagen de lo que es un átomo, pero… ¿cuál es la correcta?

Hace un siglo, en febrero de 1911, Ernest Rutherford, explorando el átomo, dio a conocer sus resultados experimentales —por los que recibió el premio Nobel— y los interpretó por medio de un modelo “planetario” propuesto en 1904 por Hintoiro Nagaoka. Así, los imaginaron formados por electrones (e) que se mueven circundando al núcleo, y que en éste se hallaba concentrada la carga positiva y la mayor parte de la masa. Hoy sabemos que en el núcleo hay protones (p) y neutrones (n); los últimos son eléctricamente neutros, de ahí su nombre, y los otros tienen carga negativa (e) o positiva (p). La excepción es el hidrógeno, el más sencillo de los átomos, que tiene un electrón y su núcleo consiste en un protón. Hasta aquí parecería que cada átomo es una versión pequeña del sistema solar. Este último es mucho mayor que nosotros, y mide miles de millones de veces el tamaño de un zapato. Los átomos en cambio, “sólo” miden milmillonésimas de zapato. No hay remedio, somos antropocéntricos.

El tamaño de sus constituyentes —e, p y n— es tema delicado; asignarles un tamaño abre problemas que tocan las fibras íntimas de la física. La estrategia es no aludir al tamaño y modificar el lenguaje que se usa para describirlos, empezando a borrarse la “nítida” imagen que podríamos formar. Hay dos razones para esto. La primera es que dichos entes no son algo tan simple como partículas o “bolitas”, aunque a veces se comportan como si lo fueran; en otras circunstancias exhiben claramente una naturaleza difusa y extendida, y les llamamos ondapartículas, en forma intencionalmente confusa. La segunda es que los experimentos realizados hasta la fecha permiten, a lo más, determinar la frecuencia con que tales entes se hacen presentes, emiten luz, colisionan, se mueven, etcétera. Es decir, no repiten su comportamiento, y nos obligan a introducir las herramientas de la probabilidad y la estadística, que parecen ser las más adecuadas para el comportamiento atómico o “cuántico”. Entonces, se habla del valor más probable o esperado de la posición, de la energía o de la velocidad (en la práctica hablamos del “momento”, refiriéndonos a algo que se parece al producto de la velocidad y la masa), aceptando que en esa escala no hay una respuesta unívoca o determinista, no hay una “precisión absoluta”. Otras propiedades mantienen su certidumbre, como la masa, la carga y otras características propias de dichas entidades borrosas.

La diferencia de escalas espaciales es sólo el principio del problema —si hemos de llamar problema a la ausencia de una imagen humanamente cómoda o intuitivamente simple. Otras escalas también son difíciles de imaginar, como la masa, la que miden las balanzas, que también exceden nuestra experiencia. Mientras el Sol tiene poco más de 1030 kg, el electrón tiene poco menos de 1030 kg (recuérdese, por ejemplo, que 104 = 10 000 y 103 = 1/1 000). En las escalas temporales las cosas no mejoran nada. Si uno se pregunta ¿cuántas “vueltas” le da un electrón al núcleo cada segundo?, una estimación es que lo hace 1010 veces y que no se puede detener, bajo ninguna circunstancia posible.

Así, los átomos son objetos reales, pequeñísimos, que todo lo forman al combinarse en distintas proporciones que conocemos muy bien; también, hemos logrado explorar sus fueros íntimos, aprendiendo de qué están formados, qué los mantiene estables y de dónde vienen.

Porque lo vemos y lo medimos, sabemos que muy lejos de nuestro sistema solar la gran mayoría de los átomos (92.3%) es de hidrógeno, y que de helio hay sólo 7.7%, la composición primordial. En el medio interestelar de la vecindad solar, también por número de átomos las proporciones son de 90.8% de hidrógeno, 9.1% de helio y 0.1% de los demás átomos de la tabla periódica. La diferencia viene del enriquecimiento local resultante de los procesos de explosiones estelares, principalmente de supernovas, que dispersan los productos de las reacciones nucleares que ocurren en el interior de las estrellas; es ahí donde se trasmuta hidrógeno en helio y luego en átomos más pesados. Todo lo que vemos en la Tierra, en nuestro derredor, es literalmente polvo de estrellas. La tasa de producción de helio, por decirlo así, es de 1038 átomos por segundo; el Sol lo ha hecho durante los últimos 4 000 millones de años, y lo seguirá haciendo unos miles de millones más, hasta agotar su hidrógeno. En la Tierra, formada hace unos 4 500 millones de años, el último tercio de la edad del universo, las proporciones son distintas al haberse ido los átomos más ligeros y más rápidos, el hidrógeno y el helio.

Según el modelo estándar de cosmología, en algo así como en los tres minutos que siguieron a la gran explosión que originó el universo se produjeron los primeros núcleos atómicos; para cuando el universo había envejecido unos 300 000 años, los protones y los electrones se combinaron para formar los primeros hidrógenos neutros, permitiendo que los fotones empezaran a viajar libremente, ¡es la radiación cósmica de fondo, de microondas, que observamos!

La evidencia obtenida de muy diversos experimentos hace pensar que las ondapartículas que forman el átomo, y el átomo mismo, no pueden ser descritos con el mismo lenguaje que hemos ido construyendo a lo largo de la historia para describirnos, para referirnos a los objetos que nos rodean, estrictamente por medio de los sentidos o para aludir a nuestras emociones, imaginaciones y esperanzas, algunas muy abstractas, como la escatología cristiana, la metempsicosis budista o la metamatemática de Gödel.

Esos átomos que todo lo forman son difíciles de asimilar porque nos empecinamos en darles una cara, como a las peras, en asignarles un comportamiento, como a los erizos de mar, y en forzar sus peculiares propiedades a parecerse a los modelos de armar con los que juegan los químicos y los biólogos moleculares… y los físicos.

No pueden tomarse literales, ni muy en serio, pero qué útiles y sugerentes son. Hacernos una imagen es cosa de imaginación. Hay que contrastarla continuamente con lo que medimos, observamos y registramos, siempre de manera indirecta, para irla afinando, siempre un poco más. El milagro es ir haciendo comprensible el mundo, con nuestro limitado pero extraordinario aparato cerebral, cuyo origen empezamos a entender que, en su delicado y natural proceso evolutivo, rebasa los cándidos e inverosímiles portentos religiosos.
  articulos  

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Ramón Peralta y Fabi
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     

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como citar este artículo
Peralta y Fabi, Ramón. (2011). El átomo un ente borroso. Ciencias 104, octubre-diciembre, 52-54. [En línea]
     

 

 

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Jardines botánicos
más que el edén
Patricia Magaña Rueda
   
   
     
                     
                     
Los jardines botánicos son lugares que tienen muchas
funciones, no sólo estéticas, sino también para la conservación de la biodiversidad. El primer jardín botánico considerado moderno fue establecido en Italia en el siglo xvi. De allí siguió la apertura de varios de ellos en el resto de Europa durante el xvii y el xviii, los cuales recibían plántulas y semillas de sitios distantes con el fin de propagar especies que podían ser útiles. Todavía hoy, algunos lo siguen haciendo, pero con otros fines.
 
Los jardines botánicos actuales, en un sentido estricto, buscan mantener colecciones vivas de plantas debidamente documentadas y se definen con base en tres funciones básicas: la investigación, la conservación y la difusión, a lo cual muchos de ellos suman la educación. Una serie de artículos en el número 68 nuestra revista da muestra de ello (www.revistas.unam.mx), tratando las complejas relaciones entre los jardines botánicos, la ciencia y la política. Los países, según sus tradiciones e intereses, así como la relevancia que confieren a la actividad científica, dan importancia al establecimiento y funcionamiento de jardines botánicos. Y algunos de ellos han puesto un gran interés en la presentación de sus portales en la red.
 
Missouri Botanical Garden
(www.mobot.org)
 
Fundado en 1859, es el más antiguo de los Estados Unidos de Norteamérica y uno de los centros de investigación en plantas más reconocidos. Con un diseño que refleja su carácter de centro académico más que de difusión, el portal tiene diversas secciones que dan a conocer muchas de las labores que realizan en sus instalaciones y los proyectos que mantienen en distintas regiones de su país y el mundo. Además de tener acceso a una parte de los datos de sus colecciones y sus programas educativos y recreativos, se puede acceder a ligas que nos llevan a una diversidad de temas relativos a las plantas en general.
 
New York Botanical Garden
(www.nybg.org)
 
Es una de las instituciones emblemáticas de la investigación botánica, cuyo bello invernadero estilo victoriano alberga ejemplares de once distintos hábitats, y una de las grandes atracciones del Bronx. Navegando en su portal encontramos una amplia explicación de los grupos de plantas que se pueden observar in situ, haciendo énfasis en las que florecen en distintas estaciones del año. La sección “ciencia vegetal” logra, con un lenguaje no especializado, explicar por qué importa la investigación botánica, al tiempo que nos introduce a los diversos grupos de plantas del mundo con ejemplos muy bien ilustrados. Si se tiene un interés plenamente académico, en varias de sus páginas se exponen los proyectos en los que están involucrados como institución y el grupo de personas que trabaja en ello.
 
Royal Botanic Gardens, Kew
(www.kew.org)
 
Los jardines de Kew en Inglaterra fueron fundados hace más de 250 años y declarados Patrimonio de la Humanidad en 2003. En su bien diseñado portal se muestra, por medio de fotos y videos, la historia y belleza de un lugar que cumple con creces con las funciones más importantes de un jardín botánico. Como un fiel reflejo de su larga y fructífera tradición en investigación, en sus páginas podemos conocer los proyectos de trabajo que alcanzan casi el mundo entero, así como datos, ligas de interés e imágenes, que nos dan la llave de acceso a un acervo de información inmensa. Su portal, además de claramente presentado, refleja su fuerte vocación por el arte, lo cual es incluso un deleite que nos absorbe durante largo tiempo.
 
Real Jardín Botánico de Madrid
(www.rjb.csic.es)
 
Abierto en 1755, este centro de investigación situado junto al Museo Nacional del Prado, y que podría parecer pequeño frente a la extensión de los jardines ya citados, tiene una larga historia y una grandeza que nos tocan de cerca por las expediciones que visitaron, hace varios siglos, el continente americano y que abrieron la puerta a la llegada de muchas plantas nativas nuestras al Viejo Mundo. Por ejemplo, hay una sección donde se pueden admirar los dibujos de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia) encabezada por Celestino Mutis. Además de una página de recursos en línea, con ligas de interés para estudiantes y académicos. Y con el fin de interesar a los niños a visitarlo y darles información sobre cómo funciona una planta, se puede revisar un video bien logrado y de corta duración en: museovirtual.csic.es/web_botanico/index.htm.
 
Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM
(www.ibiologia.unam.mx/jardin/index.html)
 
Nuestro país es el quinto en diversidad biológica en el planeta y tiene el gran reto de conservar y manejar sus recursos, por lo que los jardines botánicos mexicanos tienen un papel central. Desde los jardines de aclimatación prehispánicos y el establecimiento del Real Jardín Botánico durante la época colonial, hemos llegado en la actualidad a más de 30 instituciones de este tipo en el país, entre los que se destaca el de la unam por sus tareas de conservación, propagación, de difusión y educativas, junto con el “Francisco Xavier Clavijero” del Instituto de Ecología de Xalapa, Veracruz (www.jardinbotanicodexalapa.mx). Desgraciadamente, en ambos casos, sus portales no reflejan la gran cantidad de labores que desarrollan ni la belleza de sus colecciones, aunque brindan información útil para poder conocerlos.
 
Quienes han tenido la fortuna de visitar los jardines mexicanos o los de otros países aquí mencionados sabrán que por mejor elaborados que estén sus portales no hay nada como el acercamiento a las plantas en vivo y con todos los sentidos. Pero una probada a través de la red no cae nada mal y se convierte en una buena invitación al disfrute de lo natural.
 
Conocer los jardines botánicos, entender su quehacer en investigación, conservación y su búsqueda de alternativas de uso sustentable de los recursos vale la pena. Quizá con este primer acercamiento a la biodiversidad se pueda empezar a hacer realidad una frase recientemente expresada por José Sarukhán, reconocido ecólogo mexicano: convertirnos en “jardineros del planeta”.
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Vovides, A.P., E. Linares y R. Bye. 2010. Jardines botánicos de México: historia y perspectivas. Secretaría de Educación de Veracruz.
     
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Patricia Magaña Rueda
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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como citar este artículo
Magaña Rueda, Patricia. (2011). Jardines Botánicos, más que el edén. Ciencias 104, octubre-diciembre, 22-24. [En línea]
     

 

 

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