revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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La agricultura orgánica:
¿una respuesta a la sustentabilidad
en nuestro país?
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Agustín Quiroz Flores
 y Guadalupe Miranda Arce
   
                     
La revolución industrial del siglo XVIII, produjo un
cambio sustancial en todos los sectores relacionados con las actividades productivas, sobre todo en el sector agropecuario, donde la denominada modernización de la agricultura promovió un gran aumento en la producción agropecuaria, basada en un uso intensivo de insumos industrializados. Sin embargo, aunque por una parte existía una razonable concordancia entre producción agropecuaria y explosión demográfica, por otra surgieron, de manera colateral, conflictos no deseados, que han llegado a ser alarmantes en la actualidad. Entre ellos cabe destacar el uso irracional de las reservas naturales no renovables, la contaminación de los alimentos por el uso indiscriminado de agroquímicos, la degradación ambiental y, por último, la desconsideración del beneficio social frente al beneficio económico.
 
La problemática desencadenada por los factores anteriormente mencionados, motivó en todo el mundo la búsqueda de tecnologías alternativas que abarcaran todas las fases de la producción agrícola y que, además, garantizaran el uso racional de los recursos naturales, el abaratamiento de los costos, el desarrollo económico y social de las zonas rurales y la obtención de alimentos no contaminados con agroquímicos.
 
En la década de los veinte, surgió en Japón una propuesta denominada “Nueva agricultura”, cuyo principal postulado era el de no usar agroquímicos, sustituyéndolos con materiales naturales. Ya para el año de 1936, el concepto inicial había madurado, y considerando que el suelo recibía compuestos naturales (abonos). La denominación del estilo de agricultura propuesto cambió a “Agricultura natural”, como actualmente se le conoce. En 1985, bajo la supervisión del Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca del Japón, se crea la Fundación Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de la Agricultura Natural.
 
En los años cuarenta, en los Estados Unidos, aparecieron publicadas en la revista Horticultura Orgánica, las experiencias de J. I. Rodale, quien proponía: “Necesitamos promover, fomentar y alentar el uso del humus y otras materias orgánicas, con el fin de mantener y mejorar la fertilidad del suelo, prevenir la erosión y mejorar la salud del hombre”. En 1974 se fundó el Instituto Rodale en donde se generó el concepto de “Agricultura orgánica” y cuya principal meta es mantener la fertilidad del suelo, prevenir la erosión y mejorar la salud humana, mediante la promoción de un manejo adecuado de la materia orgánica en la tierra.
 
En octubre de 1990 se reunieron en la isla de Maui, Hawai, procedentes de varios países, agricultores, científicos y diseñadores de políticas que estaban interesados en lo que se denomina “Agricultura sustentable”. El producto de las deliberaciones llevadas a cabo en esta reunión cristalizaron un año más tarde con la creación de la "Asociación Mundial para la Agricultura Sustentable" (World Sustainable Agriculture Association), con sede en Honolulu, Hawai.
 
Actualmente la WSAA cuenta con quince centros de investigación, y granjas experimentales en Japón, Estados Unidos, Taiwán, Portugal, Tailandia, Holanda, Zaire, Argentina, Brasil, Perú y México. En todos estos países se examinan e investigan los métodos propuestos por la agricultura orgánica o natural, entre los que cabe destacar la rotación de cultivos, la producción y uso de diferentes abonos, y la efectividad de la coexistencia de cultivos con plantas repelentes de insectos.
 
En México, la agricultura orgánica ha sido acogida por los productores de manera limitada, ya que si bien no podemos negar que este sistema agrícola contempla la sustentabilidad/regeneración del área sujeta a explotación agropecuaria, tampoco podemos negar que presenta algunas barreras (sobre todo aquellas de índole económica) insalvables para la mayoría de los productores nacionales; un ejemplo de ello es la alta dependencia del mercado extranjero que existe tanto para la compra como para la continua certificación de la calidad de sus productos.
 
También, a modo de ejemplo, habría que ver que, para que este sistema de producción gane adeptos en nuestro país, se requiere, en todo caso, del concurso de los productores a nivel de cooperativas y su interacción con la iniciativa privada, aunado a incentivos fiscales para que se estimule la creación de laboratorios de certificación nacionales con reconocimiento mundial, así como del apoyo de las instituciones de educación superior y gubernamentales dedicadas a la investigación agropecuaria.
__________________________________      
Agustín Quiroz Flores
Centro de Ecología, Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Guadalupe Miranda Arce                                                            
Departamento de Hidrobiología, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
     
 
_________________________________________________
     
cómo citar este artículo
 
Quiroz Flores, Agustín y Miranda Arce, Guadalupe. 1994. La agricultura orgánica: ¿una respuesta a la sustentabilidad en nuestro país?. Ciencias, núm. 33, enero-marzo, pp. 28-29. [En línea].
     

 

 

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Carlos Larralde, Miguel Rubio e Irma Aguilar      
         
         
¿Por qué no hay una vacuna contra el SIDA?

No es fácil
     Falsa expectativa sobre el poder de la inmunología y sobre el de la ciencia y la tecnología para resolver problemas.
    Inmunología​
No son tantas las vacunas exitosas (difteria, pestussis, tétanos, poliomielitis, tuberculosis y sarampión). No son tampoco igualmente útiles; depende de la estrategia del agente patógeno (difteria y tétanos son ejemplos de estrategias monomoleculares sencillas, mientras que la tuberculosis es multicausal). Las estrategias de contención inmunológicas deben ser congruentes con las de agresión del agente patógeno.

El VIH es un consumado estratega inmunológico.​
  Varia Se esconde Accede al control y causa diversos trastornos
Saber no siempre es poder. (Ej. teoría microbiana e higiene personal). El mismo SIDA es el caso de una enfermedad de la que más se conoce y menos se puede.
Aun cuando parta de una sola estirpe de virus, el VIH pronto cambia en un mismo individuo en cuanto a su velocidad de crecimiento, tropismo celular, sensibilidad a anticuerpos, etc. También hay diferencias en estirpes virales procedentes de distintos sujetos. El ataque inmunológico se pierde ante un blanco móvil.

El VIH se interna en las células y se hace inaccesible al ataque inmune, o bien se localiza en tejidos poco patrullados por el aparato inmune. Un ataque inmune contra las células infectadas lesionaría intereses propios, agravaría la disfunción inmunológica, y no necesariamente dañaría al VIH.

Los genes del VIH y sus productos acceden a los controles del funcionamiento biológico e inducen una red de eventos (autoinmunidad, disfunción, inmunodeficiencia; infecciones, desgaste, neoplasias) que a su vez retroalimentan positivamente la infección del VIH. Un ataque inmunológico a productos usados mutuamente profundizaría el daño orgánico.
 
¿No hay lugar para algo de optimismo?
 
  Si
Alienta pensar en que chimpancés y ratones transgénicos con CD4, aunque se infectan experimentalmente con VIH, no se enferman de SIDA. Tal vez sepan hacer algo que nosotros podamos aprender. También, el que el VIH tarde tanto tiempo en causar enfermedad en el humano, puede interpretarse como indicativo de que, al principio, la estrategia del hospedero contiende satisfactoriamente con la del VIH. Tal vez podamos fortalecerla. 
 
¿Se puede ser más pesimista?
 
Sí. Bastaría pensar que no hay signo alguno de inmunidad natural en el hombre contra el VIH un hallazgo prácticamente esencial para aspirar a una estrategia inmunológica. Pero la perspectiva se ensombrece si consideramos que el VIH invariablemente derrota a todo aquel que infecta, aun cuando éste siempre monte una enérgica respuesta inmune, humoral y celular.
 
Pero, ¿y los portadores sanos?
 
Es difícil imaginar que no enfermarán. Las proyecciones de los modelos epidemiológicos han alargado los periodos asintomáticos, pero condenan a todos los infectados; tarde o temprano, dependiendo de un amplio conjunto de variables, propios del VIH y del huésped infectado.
 
Entonces. ¿qué hacernos?
 
Continuar en búsqueda o inventar una vacuna enfocada hacia:
Minimizar la viremia inicial, con el fin de reducir el número de posiciones intracelulares que toma el VIH, las que, tal vez, determinen el tipo, magnitud y velocidad de la enfermedad. Contener la expansión viral, aun durante la infección, para reducir su velocidad de crecimiento y de patogénesis.
 
Controlar las conductas que exponen a riesgo de infección:
Sexo seguro (condón, monogamia u oligogamia y promover la certificación de salud entre parejas); No compartir instrumentos contaminados con sangre y células ajenas. (Ej. jeringas, navajas de rasurar, etc.) Control de productos sanguíneos de sustitución (sangre, inmunoglobulinas, factores de coagulación, etc.).
 
De todas las conductas de riesgo, tal vez la práctica promiscua heterosexual sin protección sea la que termine difundiendo más ampliamente el VIH. ¿Cómo controlamos esto?
 
Ciertamente el amor heterosexual terminará siendo el principal mecanismo de transmisión epidemiológica: es una práctica realizada frecuente placenteramente, por la mayoría de los adultos, sin mayor miramiento de clase o posición social. Desafortunadamente, puede preverse que tenderá a concentrar al VIH en la población más incapacitada para controlar su conducta: los entusiastas jóvenes y los desprovistos de información o motivación para cuidar de su salud —la enorme mayoría de marginados en el tercer mundo. El diseño de tecnología que promueva el recio a la salud en este sector y fomente la práctica de sexo seguro podrían ser las estrategias claves para vencer las poderosas maniobras biológicas y epidemiológicas del VIH. ¿Habrá qué emplear a fondo el privilegiado sistema nervioso de la especie humana y acceder al control de la mente sobre el cuerpo en tan delicado y letal problema que nos plantea el VIH? ¿Realmente, tendremos que esforzarnos un poco más allá el diseño de la vacuna que todos imaginamos de inmediato?
 
  articulos  
Referencias bibliografícas
 
Weis, Robin, A., “How does HIV cause AIDS?” Science, Vol. 260, 28 de mayo de 1993, pp. 1273-78.
Sheppard, Haynes W., & Ascher, Michael S., “The natural history and pathogenesis of HIV infection”, Annual Review of Microbiology, Vol. 46, 1992, pp. 533-64.
Temin, Howard, M. & Bolognesi, Daniel O., “Where has HIV been hiding”, Nature, Vol. 362, pp. 292-3.
Berman, Phillip, W. et al., “Human immunodeficiency virus type 1 challenge of chimpanzees immunized with recombinant envelope glyco-protein gp120”, Proc. Natl. Acad. Sci. USA, Vol. 85, julio 1988, pp. 5200-5204.
Destoiries et al., “Vaccine protection against simian immunodeficiency virus infection”, Biol., Vol. 86, agosto 1989, pp. 6353-6357.
Nixon, Douglas, F., and McMichael, Andrew, J., “Cytotxic T-cell recognition of HIV proteins and peptides”, AIDS, Vol. 5, No. 9, 1991.
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Carlos Larralde, Miguel Rubio e Irma Aguilar
Instituto de Investigaciones Biomédicas,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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cómo citar este artículo
Larralde, Carlos; Rubio, Miguel y Aguilar, Irma. 1994. ¿Por qué no hay todavía una vacuna contra el SIDA?. Ciencias, núm. 33, enero-marzo, pp. 64-67. [En línea].
     

 

 

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Jonathan M. Mann      
               
               
Vivimos un tiempo crítico en la historia de nuestra lucha
contra el SIDA a nivel mundial. Hoy en día, frente a una pandemia en expansión, podemos ver más claramente que antes los límites de nuestra respuesta, tanto a nivel nacional como internacional. Ahora es posible reconocer la dolorosa realidad que significa el que los esfuerzos cotidianos, por muy notables que algunos de ellos hayan sido, en sí mismos no son suficientes como para detener la pandemia. La brecha existente entre el acelerado avance de la pandemia y el retraso de la respuesta nacional y mundial, está creciendo rápida y peligrosamente, y la vulnerabilidad mundial ante el SIDA aumenta constantemente.
 
Para avanzar contra el SIDA, con fuerza y confianza en el futuro, debemos transformar por completo nuestra forma de entender y abordar este problema. Pero primero debemos ser claros: el hecho de reconocer con realismo y honestidad los límites del trabajo realizado hasta ahora, así como las dificultades que vienen, no significa que debamos perder la esperanza, pues en nuestra cabeza y en nuestro corazón, sabemos que podemos controlar el SIDA y cuidar de aquellos que han sido afectados por esta pandemia. Así pues, para decidir lo que se requerirá en la prevención y control del SIDA, hay que considerar antes que nada la situación actual de la pandemia y en qué punto se encuentra nuestra respuesta a nivel mundial.
 
Una pandemia volátil
 
En 1980 se estimaba que en el mundo había cerca de 100000 personas infectadas con el VIH. Durante esta década este número aumentó en cien veces ya que actualmente es de más de trece millones (doce adultos y un millón niños). Aproximadamente ocho de los doce millones de adultos infectados viven en África, más de un millón en el continente americano, casi otro millón en Asia y más de 500000 en Europa. De todos ellos, siete millones son hombres y casi cinco millones son mujeres, aunque la proporción de mujeres ha aumentado de manera muy significativa.
 
La pandemia sigue siendo muy dinámica y volátil. El VIH continúa dispersándose en todas aquellas comunidades y países a los que ya entró. En los Estados Unidos se calcula que en los próximos tres años se presentarán entre 120000 y 240000 nuevas infecciones por VIH, mientras que en Europa se estima que ocurrieron cerca de 75000 el año pasado, y hay que considerar que no existe un solo país al que no haya llegado la epidemia de VIH.
 
Así las cosas, el VIH, además de seguir dispersándose por todas las áreas ya afectadas, se está diseminando, en ocasiones muy rápidamente, por las comunidades y países que hasta ahora se consideraban como muy poco afectados. Por ejemplo, Nigeria, ubicada entre los epicentros de África occidental y África central, estaba considerada como área de mínima actividad del VIH, pero ahora se estima que hay, por lo menos, 500000 personas infectadas. Reportes de Paraguay, Groenlandia y de algunos países de las islas del Pacífico, ilustran la constante penetración y dispersión geográfica del VIH. Sin embargo, es en el sureste asiático, en India, Burma y Tailandia, en donde la volatilidad de la pandemia se aprecia de manera más dramática. En India la sero-prevalencia entre prostitutas ha sufrido una verdadera explosión, al pasar de un dos por ciento en 1988, a más de un 40% en 1991, mientras que en Burma se reporta una seroprevalencia de más de 60% entre los consumidores de drogas intravenosas, y la epidemia en Tailandia se ha seguido expandiendo, hasta llegar a ser diez veces más grande que en la Gran Bretaña.
 
Las proyecciones hacia el futuro son solo estimaciones. La Coalición para una Política Mundial contra el SIDA, un grupo internacional de investigación, cuya base es la Escuela de Salud Pública de Harvard, calcula que para 1995 en el mundo habrán cerca de veinte millones de personas infectadas de VIH, y entre 40 y 110 millones de adultos para el año 2000 —sumados a los casi diez millones de niños afectados que existirán para esas fechas.
 
El segundo hecho de relevancia acerca de la pandemia es que su mayor impacto no se ha hecho sentir aún. Desde el 1 de julio de este año se han reportado a WHO más de 500000 casos de SIDA, y una reciente estimación más realista calcula que más de dos millones de adultos y 600000 niños han desarrollado SIDA, desde que se inició la pandemia. Se calcula que para 1995 serán 3.8 millones de personas que habrán desarrollado el SIDA; es decir, que el número de gente que va a presentar el SIDA, en los próximos tres años, será mayor al número total de los casos reportados a lo largo de toda la historia de la pandemia hasta la fecha. Esto significa también que el número de niños que quedarán huérfanos por causa del SIDA se habrá doblado en los próximos tres años; esto quiere decir que la cifra del millón ochocientos, que se calcula actualmente, se elevará a casi 3.7 para 1995.
 
Desde cualquier punto que se le vea —ya sea número de personas infectadas por VIH o número de hombres, mujeres y niños, o de niños huérfanos, o de la presión sobre las instituciones de salud a nivel mundial—, la década que viene será mucho más difícil que la ya de por sí muy difícil década pasada. Un ejemplo dramático basta para ilustrar esto: en Tailandia el número de personas con SIDA es de 150 casos, y todos se presentaron durante los últimos cinco años; pero esta cifra aumentará a más de 80000 en los cinco años que vienen.
Tres fases de la pandemia y tres elementos para combatirla
 
Sin embargo, un análisis de la pandemia no es suficiente por sí mismo, ya que el factor determinante de esta epidemia planetaria es la respuesta individual y colectiva. Al examinar la respuesta mundial hacia el SIDA, es posible distinguir varias fases.
 
La primera fue silenciosa, y mostró claramente que el mundo de hoy en día también es vulnerable a agentes infecciosos. Durante la segunda fase, de 1981 a 1985, la respuesta al SIDA tuvo lugar principalmente en el interior de las comunidades, y su expresión fue la organización de éstas en diversas formas. Pocos países e instituciones internacionales respondieron.
 
Entre 1986 y 1990 presenciamos un extraordinario periodo de movilización planetaria. Se desarrolló una estrategia mundial contra el SIDA, las Naciones Unidas y diversas agencias oficiales de asistencia se activaron; casi todos los países crearon su propio programa contra el SIDA, y las organizaciones comunitarias y no gubernamentales intensificaron su actividad y aumentaron su número. Así, durante esta fase de gran movilización, el avance de los programas de prevención y tratamiento fue rápido, por lo que se redujo la brecha que existía entre la expansión de la pandemia y los esfuerzos para combatirla.
 
A nivel comunitario se obtuvieron muy notables éxitos en cuanto a la prevención de la transmisión del VIH, se puede decir que el análisis que hemos hecho de los diversos programas que se han estructurado en distintas partes del planeta, y que van desde los destinados a hombres homosexuales, a consumidores de drogas intravenosas, a hombres y mujeres dedicados a la prostitución, hasta a adolescentes en general, demuestra que para lograr una prevención exitosa se necesita contar con tres ingredientes primordiales, que deben estar siempre presentes, aunque deban adaptarse a la cultura y a las condiciones locales.
 
Lo primero que se necesita es información y educación. La forma en que esto se lleve a cabo es muy importante, pero lo es más la participación activa de la gente a la que se quiere llegar con los programas, lo que representa un severo problema, sobre todo con aquellos enfocados hacia los jóvenes, porque tal parece que olvidamos que el ser ex-jóvenes no nos hace expertos en la forma de pensar y reaccionar de la juventud actual. La información y la educación son imprescindibles, pero es obvio que no resultan suficientes.
 
El segundo ingrediente clave es el que las diversas instituciones y servicios de salud de cada localidad, se coordinen articuladamente al emitir con los mensajes informativos. Si el mensaje es usar condones, entonces, obviamente, deben existir en el mercado condones de buena calidad disponibles y a precio accesible. Es sorprendente con qué frecuencia las campañas de información se realizan sin tomar en cuenta las medidas específicas y concretas con que los servicios e instituciones locales deben apoyarlas.
 
El tercero, más complejo pero tan importante como los otros dos, es la necesidad imprescindible de contar con un medio social que brinde el apoyo adecuado a la situación; es decir, que la gente reciba ayuda y que no sea coercionada. Para ello, es necesario que se realicen acciones que prevengan la discriminación y que defiendan la dignidad y los derechos humanos.
 
Cuando estos tres elementos se combinan, como lo han logrado en forma creativa, innovadora y valiente, muchas organizaciones comunitarias en diferentes partes del mundo, la transmisión del VIH disminuye. Si uno de ellos falta en una campaña, entonces podemos afirmar que ahí no se están dando las condiciones para que la labor de prevención pueda avanzar.
 
La cuarta fase: morosidad y retroceso
 
Lamentablemente, desde 1990 se ha presentado a nivel mundial una nueva fase del problema; estamos pasando un periodo de estancamiento en lo que respecta a las respuestas nacionales y mundiales, lo que provoca un muy escaso avance ante el incesante crecimiento de la pandemia. La movilización que existía frente al SIDA, ha sido reemplazada por una extraña complacencia y una falta de coordinación y estrategia nacional, aunado a la ausencia de un liderazgo internacional. Esto da como resultado que exista un creciente sentimiento de torpeza y confusión en cuanto a la mejor manera de proceder; además, se ha perdido la visión planetaria que había llegado a tenerse del problema del SIDA y a cambio ha sido reemplazada por una concepción más estrecha, en la cual el SIDA es algo que concierne a unos cuantos y no a todos —lo cual se debe al abismo cada vez mayor que existe entre países ricos y pobres, y entre ricos y pobres de un mismo país—; también nos enfrentamos a problemas como la falta de una ética mundial para el tratamiento del SIDA, a la burocratización de los esfuerzos nacionales e internacionales, y al hecho de que ningún país, o líder político de ningún país, haya hecho del SIDA, hasta ahora, una prioridad nacional. Todo ello ha contribuido al rápido crecimiento de la brecha existente entre el avance de la pandemia y los esfuerzos por detenerla.
 
Hechos y evidencias del retroceso
 
Veamos ahora algunas de las evidencias de este “estancamiento” de la respuesta mundial, así como algunos de sus problemas fundamentales:
 
• Entre 1985 y 1991, los países industrializados invirtieron en la prevención y tratamiento del SIDA en países en vías de desarrollo, 780 millones de dólares; esta cantidad, gastada durante un periodo de siete años, es menor al total gastado en el estado de Nueva York en 1990.   
• En 1991, por primera vez disminuyeron los recursos disponibles para la labor mundial contra el SIDA de la WHO. Los recursos para SIDA se están estancando, e incluso han disminuido en algunos países, lo que provoca un gran rezago ante el avance de la pandemia.      
Además, nuestro análisis revela una profunda desigualdad en la prevención y tratamiento del SIDA a nivel mundial:
 • De los 1500 millones de dólares gastados en prevención durante 1991, sólo el seis por ciento se destinó al Tercer Mundo, en donde se encuentra más del 80% de los infectados con VIH. Ese año, mientras que en los Estados Unidos se gastaron 2.70 dólares por persona, en el sur del Sahara africano sólo se gastaron siete centavos de dólar por persona y tres centavos en América Latina.
• Los gastos para tratamiento corrieron la misma suerte, ya que casi el 90% del presupuesto mundial se gastó en menos del 30% de la población mundial con SIDA que vive en los Estados Unidos y Europa.
Existe también una falta de dirección y de pensamiento estratégico:     
• Las naciones industrializadas paulatinamente se están alejando de los esfuerzos coordinados y multilaterales, para irse inclinando cada vez más hacia la preferencia por el trabajo independiente, o bilateral con países seleccionados. Así, un país “popular” como Kenia o Uganda, puede contar con cinco o más países deseosos de ayudarlos, mientras que otros sólo tienen un “amigo rico” o, en ocasiones, ninguno.
• Las principales organizaciones internacionales con responsabilidad y capacidad para realizar acciones a nivel mundial, se están enfrentando a múltiples dificultades para lograr acuerdos, para designar responsabilidades y para coordinar sus esfuerzos.
• A nivel nacional, un tercio de los dirigentes de Estado no han hablado del SIDA con los pueblos a los que gobiernan.
• Persiste la actitud de negar los efectos y la importancia que tiene esta pandemia sobre la población femenina; así los esfuerzos de prevención, tratamiento e investigación a nivel mundial, siguen menospreciando a las mujeres y no llevan a cabo un mayor trabajo con ellas.
• Los derechos de las personas infectadas con VIH, con SIDA, o que realizan prácticas de alto riesgo, son pisoteados todavía. Los esfuerzos internacionales para modificar y para revertir la legislación discriminatoria, se han estancado.
 
Algo está podrido en el planeta
 
¿Qué está fallando aquí? ¿Por qué los esfuerzos sustanciales realizados hasta ahora no han tenido un efecto significativo sobre la pandemia? Y en cuanto a la prevención del VIH, ¿por qué no se ha hecho en todo el mundo lo que ya se sabe que hay que hacer? ¿Por qué, a pesar del entusiasmo, la pasión y la dedicación de muchos individuos y comunidades, la respuesta social y política se ha tambaleado? ¿Cómo explicar la paradoja que constituye el estancamiento de los recursos y de la dedicación, en un momento en el que la pandemia se expande e intensifica a nivel mundial?
 
Para responder a estas preguntas hay que abordar el problema del SIDA desde una perspectiva social, no biomédica, ya que el SIDA es solamente en parte un virus. El SIDA es fundamentalmente humano, es profundamente social. Un análisis en este sentido sugiere que el enfoque más común a nivel mundial, no solo subestima el alcance y el impacto de la pandemia, sino que también desdeña lo que se tiene que hacer para enfrentarla.
 
En primer lugar, tenemos que reconocer que la dispersión planetaria del SIDA se ve afectada por la situación mundial. Por ejemplo, la recesión económica internacional de principios de esta década está contribuyendo a la aceleración de la dispersión del VIH. La recesión no solo produce reducciones en la información, educación, asesorías, servicios sociales y de salud necesarios para prevenir la infección por VIH, sino que, además, aumenta el desempleo, principalmente entre los jóvenes y las minorías. Los disturbios sociales y políticos también contribuyen al deterioro de la prevención del VIH, como es el caso de la reciente revuelta civil ocurrida en Zaire, que acabó con uno de los mejores programas para incrementar el uso del condón en África, lo que abrió el camino a una nueva explosión de contagio de VIH, en un país de por sí ya afectado por el virus. La vulnerabilidad de la antigua URSS a una fuerte dispersión de VIH nunca ha sido tan grande, debido a los rápidos cambios en las condiciones sociales, económicas, y políticas.
 
Estamos obligados a aceptar que los esfuerzos cotidianos para la prevención y tratamiento de esta pandemia son los necesarios pero no son suficientes. El SIDA requiere que se enfrente lo que hasta ahora hemos evitado: los problemas claves, preexistentes, profundamente enraizados en las condiciones de vida de las sociedades de todo el planeta, y que aumentan la dispersión del VIH. La pandemia de SIDA está explotando las debilidades sociales y las principales fallas, avanza de la mano con la desigualdad, la injusticia y la discriminación, y no en abstracto, sino en manifestaciones concretas y específicas. La herida central de la sociedad, la responsable de la enfermedad que aqueja al mundo, es la discriminación y, por lo tanto, ella se encuentra en todas sus facetas, en el corazón del SIDA.
 
Por ejemplo, el papel y la situación de la mujer en el mundo es fundamental para la prevención de la transmisión del VIH. Las mujeres todavía no pueden decir “no” a las relaciones sexuales indeseadas o sin protección, a menos que tengan el poder económico y social para decirlo. En varios estudios realizados en África, se vio que las mujeres casadas en forma monógama con un hombre que tiene múltiples parejas sexuales, han sido infectadas; estas mujeres no tienen otro factor de riesgo que su impotencia ante la conducta del marido. Por ello, la reforma de las leyes estatales que rigen la distribución de las propiedades y del divorcio pueden ser mucho más importantes en la prevención de la transmisión del VIH, que un aumento en la distribución de folletos y condones. Un análisis de las relaciones entre género y SIDA y una mirada más amplia al género y la salud, incluyendo la moral materna, la violencia sexual, las enfermedades transmitidas sexualmente y los fracasos de la planeación familiar, muestran claramente que las sociedades dominadas por hombres constituyen una grave amenaza mundial. De igual manera, la pertenencia a un grupo social marginal o estigmatizado genera un mayor riesgo de infección por VIH. Esto se debe a que la escasez de recursos, la falta de información y de apoyo social, se traducen en un aumento del riesgo de contagio de VIH, o en una disminución de la capacidad de poner en práctica los contenidos de los mensajes de prevención. En suma, quienes están en posesión plena de sus derechos humanos y de su dignidad, están mejor equipados para contribuir con la prevención de la transmisión del VIH.
 
Desde esta perspectiva, la vulnerabilidad individual, social y planetaria a la dispersión del VIH, es un microcosmos de vulnerabilidad ante la enfermedad, la incapacidad y la muerte prematura. El análisis de otros problemas mundiales, como la mortalidad materna, los niños de la calle, las enfermedades transmitidas sexualmente, el cáncer, las injusticias, muestra que, al igual que el SIDA, todos ellos se encuentran indisolublemente ligados a la falta de respeto de los derechos humanos.
 
Los derechos humanos son un punto indispensable en el análisis y la comprensión de las causas subyacentes al problema de salud-enfermedad, a nivel mundial. El descubrimiento y la exploración de manera profunda de estos nexos indisolubles que existen entre los derechos humanos y la salud, constituye un gran avance en la historia de la salud y la sociedad.
 
Basándose en estos factores que hacen que una sociedad sea vulnerable a la dispersión del VIH, la Coalición para una Política Mundial contra el SIDA ha determinado que hay 57 países definidos como de “alto riesgo” en cuanto a una gran epidemia de VIH; entre ellos se incluyen algunos que hasta la fecha habían escapado al ataque de la pandemia, como Indonesia, Egipto, Pakistán y Bangladesh. La misma organización enlista a otro grupo de 39 países, considerados como de “riesgo sustancial” a sufrir una gran epidemia, en el cual China, Cuba, México y Arabia Saudita. La vulnerabilidad mundial a la dispersión de la pandemia de VIH/SIDA está aumentando.
 
¿Qué hacer?
 
¿Qué es lo que debemos hacer? Es evidente que lo que necesitamos es una dirección y una nueva estrategia a nivel mundial, a fin de seguir construyendo sobre lo que ya hemos hecho y avanzar más allá de la movilización mundial que logramos entre 1986 y 1990. La antigua visión que del SIDA se tenía, como un problema de salud aislado, único y separado, se ha vuelto obsoleta. Actualmente, reconociendo con realismo y honestidad los límites de nuestra forma común de abordar el problema, es posible empezar a delinear una nueva manera de acercarse a él, que se base en las lecciones obtenidas por medio de las experiencias directas, el conocimiento, la verdad y que tome en cuenta las vidas de los habitantes del mundo entero.
 
Debemos lanzar una ofensiva directa contra los problemas básicos, principalmente contra las condiciones sociales que crean esta vulnerabilidad al SIDA. Debemos enfrentar todas las formas de discriminación, ya sean de género, raza, religión, étnicas, de preferencia sexual o clase social. En suma, se trata de una estrategia de salud a nivel de comunidad, nación y del mundo entero.
 
Hay algo con lo que me he topado al hablar con gente de diferentes países y que me ha impresionado mucho: la existencia de un acuerdo ampliamente compartido acerca de la importancia fundamental de los derechos humanos y de la necesidad de un cambio social para poder controlar la pandemia y mejorar la salud de los pueblos. Aunque es cierto que con frecuencia existe un sentimiento de desesperación, de ser desbordado por la magnitud del problema, lo que en ocasiones llega a ser paralizante.
 
Y aquí enfrentamos dos paradojas. En todos los países la gente está profundamente preocupada por su salud y, obviamente, por la de sus familias e hijos. Si la salud es realmente una preocupación de toda la gente. ¿por qué no se ha convertido en una preocupación central, en un propósito local, nacional y mundial? ¿Por qué los gobiernos tiemblan cuando la tasa de inflación o el precio de la gasolina suben, y no se inmutan ante la mortalidad infantil, los bajos niveles de inmunidad biológica, o las violentas muertes entre los adolescentes? ¿Por qué la vergüenza nacional por los numerosos “sin casa”, o las muertes por tabaquismo llevan a demandas de cambio en la dirección política de los gobiernos?
 
Paradójicamente, nosotros, los trabajadores de la salud, hemos contribuido a este problema. Nos hemos acostumbrado a desempeñar un papel secundario, pasivo, un papel menor dentro de la vida de la comunidad, del país y del mundo en general. Nos hemos habituado a estar a la expectativa y a aceptar una atención política de segunda clase para los problemas de salud.
 
Además, la inmensa disparidad entre la salud que la gente quiere, y lo que recibe, la impotencia política por la atención que se obtiene y las aspiraciones de salud que se tienen, se deben seguramente al hecho de que, a lo largo de la historia, la gente ha vivido el problema de la salud como una tragedia personal causada por la enfermedad, la incapacidad y la muerte. Mientras que, por ejemplo, cuando actualmente alguien pierde su empleo en los Estados Unidos, inmediatamente reconoce la conexión que este hecho tiene con las políticas nacionales y la economía mundial; pero en cuanto a salud, la gente apenas comienza a darse cuenta de la existencia de las mismas conexiones, esto es: que las tragedias individuales, causadas por enfermedades que se pueden prever, así como la incapacidad y la muerte prematura, también se encuentran ligadas a la indiferencia, la incompetencia o la intolerancia comunitaria, nacional y mundial. Solamente cuando lo personal está unido a lo social es posible proyectar la cuestión de la salud, de manera activa, en el campo de lo político.
 
Esta es la esencia de un fenómeno que comienza: la creciente y clara brecha que existe entre las necesidades y aspiraciones de la gente, y las opciones, direcciones y programas que ofrecen los sistemas e instituciones de salud. La inmensa disparidad entre lo que la gente busca y lo que recibe, la atención política de segunda clase que se proporciona a la salud y a las aspiraciones de salud, no se limita al caso del SIDA. Este no es un problema que podamos permitirnos atribuir simplemente a otros, a los llamados “tomadores de decisiones” o a los políticos. Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad al dar voz a los deseos básicos de la gente que busca un mejor sistema de salud.
 
Una nueva visión
 
El movimiento ecologista ha creado movimientos políticos y partidos verdes, para llevar adelante sus propuestas ambientales. ¿Habrá llegado el momento para que surja un movimiento político por la salud, a fin de poder conseguir un nivel más alto de influencia política y social?
 
Ahora es el momento de audacia y confianza para una renovación creativa, para la elaboración de una nueva manera de abordar la prevención y el control del SIDA, que retome todo lo que hemos aprendido de la ciencia, de la experiencia mundial, de la comprensión de los lazos existentes entre el SIDA, los derechos humanos, la salud y la sociedad. Una nueva forma de enfocar el problema del SIDA podrá ser nada menos que la llave que nos permita controlar la pandemia en el futuro.
 
El SIDA constituye la primera crisis mundial de salud, o más bien, la primera crisis de salud que ha sido vista, entendida y sentida como mundial. Nuestra nueva estrategia planetaria contra el SIDA va más allá que simplemente un enfoque sobre cómo enfrentarlo; tiene que ver con la respuesta que se dé a la demanda fundamental de salud por parte de la gente, si ésta se volverá o no central, si se convertirá en un principio básico que guíe las políticas nacionales e internacionales.
 
En todo el mundo el SIDA ha forjado gente que no tiene miedo a echarse a cuesta el trabajo más difícil. La renovación creativa del esfuerzo contra el SIDA, del que depende nuestro futuro, empieza dentro de cada uno de nosotros. La educación acerca del SIDA nos ha ensenado que la información, por sí misma, no es suficiente para cambiar la conducta: esto también se aplica a nosotros. A nivel intelectual y conceptual actualmente estamos conscientes de los límites y capacidades del trabajo de hoy en día, de la capacidad restringida de una sola disciplina, del trabajo individual o de un solo grupo, y de los peligros del aislamiento y la fragmentación.
 
Así, hemos llegado a un umbral personal y colectivo, al momento de transición en que nuestras ideas y conocimientos están listos para realizar cambios en nuestra conducta y en la manera de trabajar contra el SIDA, como individuos, en nuestras comunidades y países, y a nivel de todo el planeta.
 
Las dicotomías no son prácticas. No existe una dicotomía entre los esfuerzos locales, para la prevención y tratamiento del SIDA, y las cuestiones sociales más amplias. No estamos obligados a escoger entre una u otra. Más bien, podemos avanzar en ambas. Debemos seguir haciendo lo que ya sabemos que funciona en la prevención de la transmisión del VIH y en el tratamiento del SIDA, pero también debemos atacar, junto con muchos otros, los problemas fundamentales. No estamos limitados por las restricciones, límites y fronteras de las instituciones existentes, y nos negarnos a estar limitados —¿por qué lo estaríamos?—. Aquí somos cientos, en Ámsterdam éramos miles y todos juntos somos millones. Nuestras acciones locales, basadas en una visión global, serán el principio de un movimiento imparable hacia la tan esperada revolución mundial de la salud.
 
La Conferencia sobre SIDA de Ámsterdam fue una conferencia de esperanza, no de desaliento. Enviamos al mundo entero un mensaje de vida y esperanza, un mensaje de solidaridad y nuestra confianza ante el peligro. Está en nuestras manos, pues en este giro de la historia del SIDA, ha recaído en nosotros la creación de una nueva visión global de la salud, que esté basada en nuestros conocimientos, nuestras vivencias, nuestra experiencia, nuestra intachable honestidad y nuestros sueños. Cuando la historia del SIDA se llegue a escribir, se verá que ésta es la contribución más preciada que pudimos haber hecho: una visión de salud, solidaridad, derechos y paz. Hagamos de ella una visión suficientemente sólida, suficientemente sabia y suficientemente humana para proteger y asegurar el futuro de nuestro planeta.
 articulos
Nota
 
Conferencia presentada el 30 de septiembre de 1993 en la Ciudad
de México.
 
Traducción de César Carrillo Trueba
     
 _________________________________      
Jonathan M. Mann
Profesor de Epidemiología y Salud Internacional en la Escuela de Salud Pública de Harvard, y Director del Centro Internacional de SIDA del Instituto de Harvard, Mass.
 
Fue director del Programa de SIDA de la Organización Mundial de la Salud hasta 1992. Ciencias ha publicado de él: El SIDA en África, Ciencias no. 11, 1987, y El SIDA en el mundo: revolución, paradigma y solidaridad, Ciencias no. 21, enero-marzo de 1991.
     
__________________________________________________      
cómo citar este artículo
Mann, Jonathan. 1994. El SIDA en los noventas. Ciencias, núm. 33, enero-marzo, pp. 68-75. [En línea].
     

 

 

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Lo falso de los falsos coralillos R033B01   
 
   
   
Héctor Gómez de Silva Garza
   
                     
Si tiene bandas negras seguidas de bandas amarillas,
se trata de una serpiente coralillo (venenosa). Si tiene las bandas negras seguidas de bandas rojas, se trata de una imitación inofensiva, un falso coralillo.
 
¡Falso!
 
Esto es lo que dicen los libros que nos llegan de los Estados Unidos. Pero no es correcto permitir la desinformación de tal manera. Con las escasas especies que existen en Estados Unidos, la regla de las bandas de color es válida, pero para la enorme biodiversidad que caracteriza a México y Centro y Sudamérica, no lo es. Hay catorce especies de verdaderas serpientes coralillo en México, casi cada una con su imitadora. Las coralillos son especies de los géneros Micruroides y Micrurus y las imitadoras pertenecen a otros géneros.
 
Para empezar, en el norte de México y en Yucatán hay imitadoras que copian perfectamente el diseño de su modelo: negro-amarillo-rojo-amarillo-negro-amarillo-rojo, etcétera. Pero aquí no hay mucho peligro para el observador de la naturaleza o para el curioso que conoce la regla; en general él evita a las especies con negro seguido de amarillo (aunque en algunos casos sean inofensivas).
 
Cerca de Acapulco, Cuernavaca y toda la selva baja intermedia hay una especie de coralillo, Micrurus laticollaris, que tiene algunas bandas negras seguidas de amarillo pero otras seguidas de rojo. La diferencia mencionada en los libros ya no es tajante. En la región de Los Tuxtlas y en Catemaco, Veracruz, hay coralillos que no tienen bandas amarillas y que a veces tampoco tienen bandas negras, excepto una en la nuca (M. limbatus). En la región del Amazonas, existe una especie que no tiene rojo, sólo bandas negras y blancas (M. langsdorffi) y en Los Tuxtlas, norte de Oaxaca, Chiapas y centro de Guatemala hay una especie que tiene franjas gruesas café anaranjado y franjas angostas blancas y negras (M. elegans). Para mayor información sobre éstas y otras serpientes venenosas, el lector puede consultar el libro de Campbell y Lamar.
 
Lo más curioso es que cada especie tiene, en la región donde vive, una imitadora casi perfecta. Esto habla de una coevolución continua a través de mimetismo.
 
Por lo tanto, la coloración no es el elemento confiable para saber si una serpiente de este tipo es venenosa o inofensiva. En general, la franja amarilla de la nuca (cuando existe) es recta en las falsas y en las coralillo es más ancha a los lados que en la línea media del cuerpo. Pero las únicas diferencias confiables son presencia/ausencia de colmillos (no es recomendable comprobarlo), cabeza chata o puntiaguda (chata en Micrurus) y ojos diminutos o de proporción normal (diminutos en Micrurus).
 
Así que, los que no estén seguros de poder diferenciarlas, manténgase lejos de cualquier sospechoso.
 
¿Las falsas coralillo en realidad son imitadoras de las coralillo? Se trata en realidad de coloración aposemática (o sea que señala que hay peligro). Las coralillo tienen un veneno tan mortal que difícilmente algún depredador que los atacara pudiera aprender que la coloración tan característica señala peligro. Se han propuesto otras explicaciones, pero aunque todavía no se ha resuelto el problema de la ventaja adaptativa de esta coloración y del mimetismo, la hipótesis mejor apoyada sigue siendo que se trata de coloración aposemática.
 
Agradezco a Carlos Balderas Valdivia la información que inspiró esta nota.
 
 
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Referencias Bibliográficas
 
Campbell, J. A. & W. W. Lamar, 1989, The Venomous Reptiles of Latin America, Cornell University.
Flores-Villela, O., 1993, Herpetofauna mexicana, Special Publ. No. 17, Carnegie Museum of Natural History, Pittsburgh.
Greene, H. W. & R. W. McDiarmid, 1981, Coral Snake Mimicry: does it occur?, Science 213 (4513): 1207-1212.
Sánchez, H. O. y F. Eccardi A., ¿Qué haga si me muerde una serpiente, Instituto de Historia Natural, Chiapas.
Smith, S. M. & A. M. Mostrom, 1985, Coral snake rings: are they helpful in foraging? Copeia 1985 (2): 384-387.
__________________________________      
Héctor Gómez de Silva Garza      

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cómo citar este artículo
 
Gómez de Silva Garza, Héctor. 1994. Lo falso de los falsos coralillos. Ciencias, núm. 33, enero-marzo, pp. 76-77. [En línea].
     

 

 

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Patricia Uribe Zúñiga      
               
               
Cada año se presentan en el mundo 250 millones de casos
nuevos de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y diariamente 6000 personas se infectan por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), según estimaciones de la Organización Mundial para la Salud (OMS). Este escenario es aún más pesimista cuando se observa lo que está sucediendo a las mujeres y los niños, ya que actualmente los casos de SIDA están aumentando más rápidamente en estos grupos de la población, así como en hombres heterosexuales. El 80% de los casos de mujeres afectadas se encuentra en los países en vías de desarrollo, al grado que, en este momento, existen regiones en África donde la proporción de mujeres afectadas es mayor a la de los varones. La OMS estima que para el año 2000, en todo el mundo, existirán entre seis y ocho millones de mujeres infectadas por el VIH y diez millones de niños. En México, hasta el 30 de junio de 1993, se reportaba que el 13.7% de los casos de SIDA lo padecían mujeres adultas, y de éstas el 40.5% se infectó por relaciones sexuales con su pareja masculina.
 
De acuerdo con algunos investigadores, para que cualquier medida de prevención de enfermedades de transmisión sexual sea eficaz, se requiere que existan una serie de condiciones previas como son:
 
— Una relativa equidad sexual entre mujeres y hombres.
— La posibilidad de que otras parejas sexuales puedan ser informadas, sin que signifique una amenaza seria para la relación de pareja.
— Opciones, diferentes a la maternidad, para que la mujer valore su autoestima.
— Relaciones sexuales dentro de la prostitución basadas en un intercambio explícito.
 
Pero gran parte de estas precondiciones no están dadas en la mayoría de las culturas y grupos sociales. Las posibilidades que tiene la mujer de tomar decisiones por sí misma, o de actuar autónomamente, son muy reducidas, debido, en gran medida, a los diversos obstáculos de orden psicosocial, cultural y jurídico con los que tiene que luchar a diario, así como a las escasas opciones económicas que se le ofrecen, lo que consecuentemente, le provoca una situación de dependencia de la pareja masculina, sobre todo en los países en vías de desarrollo. La mayoría de las mujeres en nuestro país se encuentran en una posición de franca desventaja en relación con el hombre, que las lleva, frecuentemente, a ni siquiera poder expresar su opinión en relación a su sexualidad o a la manera de ejercerla; es más, su pareja sexual tiene relaciones íntimas con ellas sin consultarlas. Ante esto, se entenderá la dificultad a la que se enfrentan para negociar el uso del condón.
 
En un estudio cualitativo se observó que muchas mujeres “ponen su vida en las manos del hombre”, con una idea romántica de la relación de pareja, asumiendo con ello un rol fundamentalmente pasivo. En el mismo estudio se vio que otras mujeres argumentan que ellas no tienen por qué responsabilizarse de la conducta sexual de sus maridos o parejas, por lo que el protegerse o usar condón es una responsabilidad de los hombres, dado que las esposas no mantienen prácticas de riesgo. Por otro lado, aunque un alto porcentaje de mujeres reconoce que sus parejas tienen relaciones extramaritales, la mayoría se niega a entender que ellas están expuestas a la posibilidad de infectarse. De un estudio que se realizó en Estados Unidos se desprende que aunque el 33% de los esposos tiene relaciones sexuales con mujeres dedicadas a la prostitución, y el 82% de las mujeres y el 87% de los varones acepta esta conducta, solo el 47% de estas mujeres entendía que estaba en situación de adquirir VIH/SIDA con sus maridos.
 
La participación de la mujer en el cuidado de su salud es fundamental, lo que ha quedado ampliamente demostrado con la experiencia de los programas de planificación familiar, cuyo éxito se debe, en parte, a que la mujer asumió la responsabilidad sobre su reproducción y a que los principales métodos de planificación familiar utilizados no interferían con las relaciones sexuales; esto ha logrado incidir en las tasas de natalidad de varios países.
 
En su año 3, No. 8 de 1992, la revista francesa Marie Claire proporcionó a algunas de sus colaboradoras condones femeninos, con el fin de realizar una pequeña encuesta sobre los pros y contras del Femidom. Reproducimos en los recuadros parte de ella, como un extracto de la historia de tan ingenioso artefacto.
 
Así pues, sería importante para la mujer adoptar un sistema de protección que, además de no interferir con su vida sexual, no se notara ni provocara molestias a la mujer ni a la pareja y, por lo tanto, no requiriera de una difícil negociación para su uso; con ello la mujer podría utilizarlo en el momento en que lo considerara pertinente.
 
La aparición del condón femenino
 
El condón femenino —sin ser el método ideal— surgió como una opción más para la mujer que se encuentra en riesgo, pero no como un sustituto del condón masculino.
 
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Se han diseñado al menos tres versiones de condones femeninos: dos fabricados de látex que están en fase de prueba y uno de plástico o poliuretano, que ya ha sido probado en varias partes del mundo, al cual en 1992 y 1993 se le otorgó autorización para uso y comercialización en Europa y Estados Unidos, respectivamente.
 
Este condón femenino fue diseñado a mediados de los 80 por un ginecólogo danés y su esposa, y lo desarrollaron un grupo de investigadores y médicos, combinando el modelo del condón masculino y el diafragma. Se trata de una bolsa de poliuretano, de unos 17 cm de largo, con uno de los extremos cerrado, parecido a un condón masculino, pero más ancho y más largo, que se introduce en la vagina. Cuenta con dos anillos flexibles de poliuretano: el mayor (7.5 cm de diámetro) se encuentra en la entrada del condón, y al colocárselo sobresale en la región vulvar, con lo que se ofrece una mayor protección al evitarse así el contacto directo de la vulva con el escroto y la base del pene; el más pequeño de los anillos (6 cm de diámetro), se introduce en la vagina, es de una sola medida y su función es favorecer la inserción en la vagina y el anclaje interno detrás del pubis. El condón femenino ya viene lubricado y su colocación no tiene que ser realizada por personal de salud, ya que no es especial ni complicada, sino que es sencilla y puede hacerla cualquier mujer, siguiendo las instrucciones e imágenes del instructivo que lo acompaña.
 
La historia
Hace más de dos años, en abril de 1990, Erik Gregersen, médico danés, llegaba a París, subía a la tribuna del Primer Congreso de la Sociedad Europea de Anticoncepción, abría su maleta cromada y exhibía ante los ojos de la asistencia, petrificada, un preservativo para las mujeres. Ese invento era el resultado de cuatro años de trabajo de uno de sus compatriotas, el físico Lassy Hesset. Así nació Femidom, que ya está en venta en Suiza, donde las farmacias han vaciado sus existencias, y lo estará dentro de unos meses en Gran Bretaña. La Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos ha dado su aprobación para la comercialización del producto. En Francia, por solicitud del Ministerio de la Salud, el Femidom ha sido probado por el laboratorio nacional de ensayos, y los resultados parecen muy satisfactorios; el plástico utilizado, el poliuretano, no es poroso, las bacterias y los virus no pasan a través de él, y es de una resistencia superior al látex.
 
La idea de un preservativo femenino no data de ayer. A finales del siglo pasado, en Francia, la publicidad vanagloriaba ya en los periódicos los méritos de “preservativos para damas”, protegiendo de enfermedades contagiosas. El mismo principio del Femidom, pero sin la tecnología asociada: caucho espeso y ancho borde. “El incontagioso” o bolsas vaginales se guardaban un año, debían ser lavadas con agua tibia, untadas de vaselina y colocadas dentro de un paño. Hace algunos meses, una francesa, Lucienne Bechet, obtenía una patente para su fórmula anti-SIDA: en látex transparente posee un preservativo para dentro de la vagina que puede ser colocado antes de cualquier relación sexual. Por falta de apoyo, el proyecto no ha alcanzado éxito de momento. En los Estados Unidos, una media docena de preservativos femeninos diferentes esperan ser aprobados. Uno está provisto de un aplicador, el otro compuesto de silicona. Y el más práctico: una cobertura unisex cuyo forro puede colocarse ya sea dentro de la vagina o bien recubriendo el pene. A elección de los enamorados.
 
 
¿Qué tan resistente es?
 
La ruptura en este tipo de condón, según los reportes que se tienen, parece producirse más frecuentemente durante la relación sexual que durante la inserción o remoción del mismo. Los estudios clínicos parecen demostrar que el condón femenino de poliuretano es más durable y tiene una tasa de ruptura menor que el de látex. En cuanto a la comparación con el condón masculino, dichos estudios muestran que el femenino ofrece un rango de ruptura de 0-9% contra 0-12%. Un estudio financiado por los fabricantes de “Reality” define esta tasa en un 3% comparado con el 11.6% que se presenta en el condón masculino de látex.
 
PERIODISTA, 42 AÑOS, CASADA 
 
“Para la espontaneidad no sirve. Imposible abrir la bolsita, pues dejo allí mis uñas. Voy a la cocina a buscar unas tijeras. Primer preservativo estropeado: lo he colocado mal, lo he sacado y no he sabido volverlo a poner. Dirección: el cesto de la basura. Va para el segundo. ¡Ay!, dice mi compañero durante nuestras tiernas caricias. El anillo interior ha debido deslizarse a lo largo de la vagina y lo ha molestado un poco. Tercer ensayo: me aseguro de que las tijeras estén listas sobre la mesa de noche. La colocación es más fácil, la sensación bastante suave y ligera, salvo al final cuando siento un pequeño malestar, debido a no sé qué… Encuentro que las sensaciones y el placer están un poco muertos. Mi pareja prefiere el preservativo. La idea de autonomía de la mujer me gusta y más aún porque no se ha encontrado la vacuna contra el SIDA; pero veo mal que las jovencitas usen este preservativo. La colocación es complicada si una no conoce bien su cuerpo”.
 
En una investigación que se realizó para determinar el paso máximo de fluidos doce horas después de su uso, y comparando el condón masculino con el femenino, en 108 parejas, se encontró que el paso era seis veces menor en el primero que en el segundo, o sea, 0.6% vs. 3.5%.
 
En otro estudio se quiso saber el riesgo de derramamiento del semen dentro de la vagina durante el uso del condón femenino y se encontró que fue del 2.7% vs. 8.1% observado con el condón masculino.
 
PERIODISTA, 27 AÑOS, COMPAÑERO RECIENTE 
 
“Leí tres veces el folleto explicativo. Difícil hacer entrar todo el preservativo, pues el anillo exterior se tuerce y permanece visible. No me siento cómoda y no tengo deseos de que mi amigo vea esa cosa bárbara que sobresale, y menos de que toque eso de plástico. Él está sorprendido por el contacto duro del anillo, tampoco siente deseos de tocar. Todos los preliminares, caricias, besos… parecen imposibles, a menos que se coloque el preservativo en el último momento. Pero visto el tiempo que me ha tomado introducirlo, más vale la pena ni soñar con eso. Tengo la impresión de pasar mi pene a través de los barrotes de una prisión, comenta mi compañero. Trato de ayudarlo, pero tampoco yo reconozco mi órgano genital al tocarlo. Me siento repugnante. Paramos enseguida lo que me parece una tortura malsana. Quito con un suspiro de alivio ese instrumento de plástico y me pongo a elogiar los méritos del preservativo masculino”.
 
Así pues, combinando los resultados de varios estudios, la posibilidad de falla del condón femenino está en un rango del 0 al 4.5%.
 
¿Aceptable?
 
Los estudios de aceptabilidad han sido escasos y sin los controles adecuados, realizándose en distintas partes del mundo desde 1988. Para mostrar la eficacia y aceptación de este nuevo método, se ha probado en más de 1500 mujeres, llegándose a monitorear más de 28000 usos en 72 centros de atención.
 
En un estudio que se realizó en Estados Unidos entre parejas casadas y monógamas, las mujeres dijeron que el condón femenino era más aceptable que otros métodos de barrera, como el diafragma o el condón masculino, y más de la mitad de ellas expresaron que seguirían usando este método si fuera accesible y estuviera disponible.
 
PERIODISTA, 40 AÑOS, COMPAÑERO REGULAR 
 
Primera prueba. El objeto es rudo. Demasiado complicado con esos dos anillos de los cuales uno es móvil. No llego a introducir la totalidad del preservativo. Tengo la impresión de que la medida no está adaptada a mi morfología. Renuncio, pues encuentro la situación ridícula. Segunda prueba. En trabajo me explicaron que es normal que el preservativo no entre del todo. Que se coloca en su lugar durante la relación. Pruebo de nuevo. Algunos centímetros de plástico salen al exterior. Felizmente he prevenido a mi amigo que era una experiencia requerida. Él se sorprende, pero acepta. Durante la relación-sexual, noté pocas diferencias de sensación en relación con el preservativo masculino que nosotros usamos. Encuentro incluso su textura más discreta. Por el contrario, el anillo exterior sobresale y no logro olvidar su presencia. Mi amigo es mucho más negativo. Afirma haber sido molestado por el anillo interior. Quizás yo lo coloqué mal. Cuando le dije que todavía me quedaba otro preservativo para la prueba, me contestó: ¡Prefiero la castidad! Está claro. ¿Y… cómo imponérselo al compañero si éste lo rechaza?”.
 
   
Los estudios sobre la aceptación del condón femenino arrojan resultados variables, dependiendo ello del país donde se llevó a cabo, de la población en estudio y del promedio de escolaridad de los individuos estudiados. Sin embargo, en general, más del 40% de las mujeres aceptaron el condón femenino o adoptaron una actitud neutral. El argumento utilizado para rechazarlo, generalmente recayó sobre las molestias físicas que le provocaba a las mujeres, sobre su apariencia o sobre el ruido que hacía durante su uso. Dos estudios reportaron también irritación de los labios y prurito vaginal, en el 5% de las usuarias.
 
Pero para que la aceptación sea real, habría que lograr algo muy importante y es que los hombres no lo rechacen, ya que se ha observado que cuando el varón se opone, tampoco la mujer quiere utilizarlo. En general la actitud masculina al respecto, en los países en vías de desarrollo, es más negativa que en los países desarrollados. En Kenia el 40% de las mujeres dejó de utilizar el condón femenino debido al rechazo del varón hacia este método; y en Tailandia, la mayor parte de las mujeres dedicadas al sexo comercial dejó de usar el condón femenino, debido a las objeciones de su pareja, a pesar de estar ellas a favor del uso de este tipo de condón.
 
MÉDICA, COLABORADORA, 42 AÑOS, CASADA
 
“Para el primer ensayo traté de colocarlo un buen rato antes, para no exponerme al ridículo en el momento de la acción. Yo tenía razón: difícil de mantener plano entre dos dedos, ese anillo que resbala sistemáticamente por el lubricante que tiene. No se trata solamente de sujetarlo, sino que hace falta introducirlo en el lugar debido. Ves allí que se ajusta. No he debido hacerlo bien: un buen pedazo sobresalía con ese ridículo anillo afuera. No pude mantenerlo puesto por más de un cuarto de hora, ya que me irritaba mucho. Al usarlo mi temor era que se saliera. No es nada atractivo y no lo olvidé un instante. Mi marido lo encuentra mejor que un preservativo. Él no tiene que colocárselo y dice que se siente menos apretado. Ignoro si ese aparato permite todas las acrobacias; pero a mí me quitó todo deseo de probar cualquier cosa agradable”.
 
Y es justamente entre estas mujeres que ejercen el sexo comercial, donde mayor aceptación ha tenido el condón femenino, principalmente como una forma de prevención de enfermedades de transmisión sexual más que como anticonceptivo.
 
La evaluación que se realizó en México entre este tipo de mujeres, se llevó a cabo a través de seis grupos focales y los resultados que se obtuvieron fueron los siguientes: una primera impresión negativa al ver el condón femenino debido al aspecto, al tamaño y a la sensación del lubricante; pero al probarlo aceptaron usarlo y reportaron que provocaba muy pocas molestias físicas.
 
Por otro lado, algunas mujeres y hombres han declarado su desagrado por el aspecto que tiene la porción del condón que sobresale de la vagina, y de un 10% a un 15% reportaron que les molestaba el ruido que se producía al entrar en contacto con el condón, durante la relación sexual.
 
Algunos estudios han mostrado que existe una alta tasa de problemas en el uso del condón femenino, como por ejemplo: el deslizamiento del anillo externo hacia la vagina; la entrada del pene entre el anillo externo y la pared de la vagina, con lo cual se pierde el efecto de barrera del condón; y la salida de la vagina del condón. Estos problemas se reportaron en el 4-10% de los usos, en un estudio que se llevó a cabo en una clínica de planificación familiar de Kenia, mientras que en otro estudio, realizado entre mujeres dedicadas al sexo comercial de Camerún, la cifra se elevó a una tercera parte; por otro lado, el 22-32% de un grupo de voluntarios británicos, experimentaron al menos uno de estos problemas.
 
Hay investigaciones en las que se consigna que este condón provoca molestias durante las relaciones sexuales, sobre todo por el anillo interno. Debido a lo anterior, en un estudio que se realizó en Tailandia, probaron un diseño más pequeño (15 cm de largo); sin embargo, no obstante los cambios, el 80% de las mujeres siguió reportando molestias durante las relaciones sexuales. También los hombres siguieron manifestando esta molestia y más de una quinta parte de ellos señalaron tener dolencia en la punta del pene, al presionar el anillo interno.
 
En otras investigaciones, se ha tratado de determinar cuáles son las alteraciones que se presentan con el uso del condón femenino, en cuanto a la sensibilidad y al disfrute sexual. En un estudio realizado con parejas casadas, el 63% de los hombres y el 79% de las mujeres reportaron que el disfrute sexual con este condón, comparado con el que obtienen al usar el condón masculino, fue igual o mejor. En otro reporte se consigna que un 10% de las mujeres que usaron el condón femenino, experimentaron un mayor placer durante las relaciones sexuales, probablemente debido a la fricción extra del clítoris con el anillo externo.
 
¿Eficaz?
 
En cuanto al uso del condón femenino como método anticonceptivo, existe un estudio multicéntrico que llevó a cabo el Family Health International y Contraceptive Research and Development Program (CONRAD), en nueve centros de Estados Unidos, México y República Dominicana, donde los resultados preliminares, después de un seguimiento de seis meses, muestran una tasa acumulada de embarazos de casi el 13%, comparable al encontrado con el condón masculino y con otros métodos de barrera. La mayoría de estos embarazos ocurrieron en los primeros tres meses de uso, situación que también se presenta al utilizar otros anticonceptivos.
 
En un análisis prospectivo, en el que se utilizó el condón femenino como único método anticonceptivo en ciento seis mujeres, se reportaron siete embarazos durante 437 meses de uso, lo cual significa una tasa de falla, a doce meses, del 15%, y se reportó que cuatro de los siete embarazos se debieron a la utilización inconsistente del condón.
 
En lo que respecta a la eficacia del condón femenino para prevenir enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el SIDA, no puede decirse gran cosa, porque sólo existe un estudio clínico, realizado para demostrar la eficacia en la prevención de la transmisión de Trichomonas vaginalis.
El poliuretano intacto es impermeable a la mayoría de los agentes causantes de enfermedades sexualmente transmisibles, incluyendo el VIH, además es más durable y resistente que el látex. En un estudio se utilizó un modelo experimental que simulaba las condiciones que se dan durante una relación sexual, y se observó que no permitía el paso de VIH y Citomegalovirus. En otros estudios se pudo descubrir que las partículas más pequeñas a las del virus de la Hepatitis B —uno de los agentes de enfermedades de transmisión sexual más pequeños— no traspasaban el poliuretano intacto. Asimismo se ha demostrado que el condón femenino de poliuretano mantiene su impermeabilidad durante la relación sexual y, en un experimento realizado con 521 condones, que fueron utilizados para una sola relación sexual y después probados, sólo menos del 1% indicó algún tipo de paso de partículas.
 
La eficacia de la utilización rutinaria del condón femenino todavía no puede determinarse con exactitud, ya que la mayoría de los estudio clínicos que se han llevado a cabo han sido por periodos limitados de uso.
 
Ventajas y desventajas
 
En síntesis se puede decir que las ventajas del condón femenino son:
 
• Que cubre un área más extensa, protegiendo así a los usuarios de las enfermedades de transmisión sexual que se encuentran en el introito y en la raíz del pene.
• Interfiere menos con la relación sexual, ya que puede colocarse antes de iniciar las relaciones sexuales.
• En comparación con el condón masculino, algunos hombres dicen experimentar un mayor disfrute sexual, probablemente porque el pene se mueve libremente en él.
• El condón elaborado con plástico permite el uso de lubricantes de base oleosa, que no pueden ser utilizados con los de látex.
• El condón femenino es más popular entre mujeres que pertenecen a regiones con alta incidencia o prevalencia del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, donde ellas tienen un mayor poder de decisión; también entre mujeres que tienen la experiencia previa de tocarse sus genitales o de introducirse medicamentos o que usan métodos de planificación familiar que implican su introducción en la vagina.
• El condón de poliuretano es más resistente y duradero que el de látex.
• En ocasiones podría no requerir de la negociación con la pareja, como en el caso del sexo comercial.
• No han sido reportados fenómenos alérgicos al poliuretano, como sucede con el látex.
 
Las desventajas del condón femenino son:
 
• Al igual que el condón masculino, disminuye la espontaneidad y cambia la sensibilidad.
• El aspecto no es agradable, sobre todo debido a que una porción del mismo sobresale de la vagina y se nota en la parte externa de la región vulvar. Además de que es inevitable que se haga la comparación con el condón masculino, que es más pequeño y al que ya se han acostumbrado las parejas.
• Con el condón femenino no se superan los obstáculos establecidos por la falta de poder de decisión de la mujer en diversas sociedades y culturas. Eso se observó claramente con las mujeres dedicadas a la prostitución en Tailandia y Camerún, las que, a pesar de contar con la opción de usar alguno de los dos condones, continúan sin adoptar medidas preventivas, ya que sólo en el 32% de sus relaciones sexuales utilizan el condón femenino, en 35% el condón masculino y el 34% no se protegen. Ellas mismas reportaron que el 40% de los clientes rechazaban el condón femenino y el 50% tenían opiniones ambivalentes al respecto.
• Otra barrera al condón femenino es el precio, ya que en promedio es tres veces mayor que el masculino, por lo que, en países con escasos recursos, tendrían que promoverse importantes donaciones de este tipo de condón, o un sistema de subsidios. Esta barrera podría propiciar el uso repetido de un mismo condón, sobre todo entre las mujeres que se dedican a la prostitución, como se ha reportado en algunos estudios.
 
Un método perfectible
 
Las mujeres que se encuentran en mayor riesgo de adquirir VIH/SIDA o cualquier otra enfermedad de transmisión sexual, son aquellas que tienen menor control y poder de decisión sobre su sexualidad. Esta es una realidad que desgraciadamente parece que no cambiará a corto o mediano plazo, por lo cual su situación seguirá siendo de alto riesgo.
 
Para disminuir las molestias físicas que actualmente provoca el condón femenino, es indispensable que se mejore su diseño, en aspectos tales como: tamaño del condón, medidas y materiales del anillo interno y la fabricación de un aplicador que facilite la colocación del condón, sobre todo para aquellas mujeres que no están acostumbradas a tocar sus genitales.
 
Además del condón femenino se deben buscar otras alternativas de prevención “femeninas” que permitan a la mujer tener mayor poder sobre su sexualidad y su cuerpo, y que interfieran menos con la relación sexual.
 
Por ello habría que realizar más estudios encaminados a determinar la eficacia del condón femenino para cada una de las enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el SIDA.
 
Es de esperarse que gran parte de la eficacia del condón femenino dependa de su uso adecuado y sistemático, como sucede con el condón masculino; por lo cual son necesarias algunas modificaciones que ayuden a una mayor aceptación entre las poblaciones con más riesgo de adquirir enfermedades sexualmente transmisibles y SIDA. Lo ideal sería encontrar un método que el hombre no pudiera ver ni sentir, y que por lo tanto su uso no requiera de negociación.
 articulos
     
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Patricia Uribe Zúñiga
Consejo Nacional para Prevención y Control del SIDA (CONASIDA).
     
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cómo citar este artículo
Uribe Zúñiga, Patricia. 1994. El condón femenino: ¿una nueva alternativa?. Ciencias, núm. 33, enero-marzo, pp. 56-63. [En línea].
     

 

 

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