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 Patricia Ávila García      
       
Vulnerabilidad y seguridad hídrica son dos conceptos
estrechamente rela­cionados. La vulnerabilidad mide el ries­go y daño que los procesos biofísi­cos y sociales pueden ocasionar a la po­blación y los ecosistemas. La seguridad hídrica muestra la capacidad de una sociedad para satisfacer sus nece­sidades básicas de agua, la conservación y el uso sustentable de los ecosis­temas acuáticos y terrestres; así como la capacidad para producir alimentos sin atentar contra la calidad y cantidad de los recursos hídricos disponibles, y los mecanismos y regulaciones so­cia­les para reducir y manejar los con­flic­tos o disputas por el agua.

La vulnerabilidad es un estado en el que se puede ser herido o lesionado física o moralmente. Para que el daño ocurra deben presentarse las siguientes condiciones: a) un hecho potencial­mente adverso (un riesgo endógeno o exógeno); b) una incapacidad de respuesta frente a esa contingencia; y c) una inhabilidad para adaptarse al nue­vo escenario generado por la materialización del riesgo.
 
La vulnerabilidad constituye la in­terfase de la exposición a amenazas al bienestar humano y la capacidad de las personas y comunidades para enfrentarlas. Las amenazas pueden surgir de una combinación de procesos bio­físicos y sociales. Así, en la vulne­ra­bilidad humana se integran muchos pro­blemas ambientales que tienen una dimensión social, económica y eco­lógica.

Por tal razón, defino la vulnerabili­dad como el proceso por el cual la po­blación humana y los ecosistemas es­tán sujetos a riesgo de sufrir daños o amenazas ocasionadas por factores bio­físicos y sociales. Esto conduce a una situación de limitada o nula capacidad de respuesta frente a tal contingencia y grandes dificultades para adaptarse al nuevo escenario generado por la ma­terialización del riesgo.
 
La vulnerabilidad socioambiental…
 
Con el fin de conocer las diferentes di­mensiones de la problemática del agua es importante establecer el concepto de vulnerabilidad socioambiental, el cual defino como el proceso que conlleva a situaciones críticas e irreversi­bles en torno a la calidad y cantidad de los recursos hídricos que ponen en riesgo el desarrollo humano y el funcionamiento de los ecosistemas. La vul­nerabilidad socioambiental que un país o región experimenta puede ser un indicador de la seguridad hídrica, es decir, de la capacidad de la sociedad para garantizar: a) una adecuada can­tidad y calidad de agua para el funcio­namiento de los ecosistemas, b) la pro­ducción y autosuficiencia alimentaria, c) la satisfacción de las necesidades básicas de la población, d) la reducción y el manejo adecuado de los conflictos y disputas por el agua; y e) la capa­cidad para prevenir y enfrentar desastres como sequías, inundaciones y epidemias asociadas con enfermedades hídricas como el cólera. En este sen­tido, se puede inferir que existe una relación inversamente proporcio­nal entre vulnerabilidad socioambien­tal y seguridad hídrica.
 
Para el caso específico de México, la vulnerabilidad se evaluó de manera cualitativa e indicativa sobre la base de una serie de variables físicas, cli­má­ticas, ecológicas, sociales, políticas, de­mográficas y económicas. Esto fue con la idea de analizar las tendencias actuales que conducen a una situación de mayor vulnerabilidad y menor seguridad hídrica en el país; y a partir de ello poder proyectar escenarios alter­nativos.
 
Como referente territorial para eva­luar la vulnerabilidad socioambiental en México se consideró la regionaliza­ción hidrológico-administrativa pro­pues­ta por la Comisión Nacional del Agua, instancia federal encargada de normar y regular la gestión de los recursos hídricos. El principio rector es la cuenca hidrológica como unidad de manejo del agua, y el municipio como la unidad política-administrativa a es­cala local.
 
La conjunción de ambos ele­men­tos es lo que conduce a la ca­racte­ri­zación de trece regiones hidroló­gico-administrativas en el país: Penínsu­la de Baja California, Noroeste, Pacífico Norte, Balsas, Pacífico Sur, Río Bravo, Cuencas Centrales del Norte, Lerma Santiago Pacífico, Golfo Norte, Golfo Cen­tro, Frontera Sur, Península de Yu­catán y Valle de México.
 
La obtención de datos se apoyó en diferentes fuentes, como el censo de po­blación de todos los municipios (cer­ca de 2 500 en todo el país) que integran las regiones hidrológicas y las es­tadísticas existentes en materia de agua. Otras fuentes fueron los estudios nacionales sobre pobreza y marginación social, diversidad biológica, desas­tres naturales y con­flictos.
 
Una vez compiladas las estadísticas y bases de datos respectivas, se pro­cesó la información por municipio y regiones hidrológicas-administrativas. La idea era obtener un panorama de la situación del agua en México en el año 2000. Sin embargo, es clara la limitación que varias de las fuentes disponi­bles presentan, como es el caso de los conflictos por agua y los desastres por factores antrópicos y naturales.
 
…y sus indicadores
 
Como la vulnerabilidad socioambiental debida al agua es un proceso complejo donde intervienen desde aspec­tos ecológicos hasta sociopolíticos, se desarrolló una propuesta metodoló­gica. Esta consistió en construir una se­rie de indicadores —formas de vul­ne­ra­bilidad— de tipo cualitativo y cuan­ti­tativo con el fin de evaluar la vul­nera­bilidad en un espacio y tiempo determinado: vulnerabilidad ecológica, climática por sequías e inundacio­nes, por disponibilidad de agua, por pre­­sión hídrica, por explotación de acuí­feros, por contaminación del agua, agrícola, urbana, por marginación so­cial, económica y política. El grado de vulnerabilidad para cada indicador se determinó con base en los valores máximos y mínimos que había en las regiones hidrológico-administrativas. De dicho intervalo se obtuvieron tres niveles de vulnerabilidad: alta, media y baja.
 
Vulnerabilidad ecológica
 
Se considera aquellas zonas hidrológi­cas con alta biodiversidad que están amenazadas. El grado de vulnerabilidad se determina con base en el núme­ro de zonas hidrológicas prioritarias amenazadas en cada región hidrológi­ca-administrativa. Se encontró así que la mayor parte de las regiones tienen un nivel de alta vulnerabilidad (nueve de trece). Las regiones de Lerma, Pánuco y Frontera Sur, respectivamen­te, tienen regular vul­ne­rabilidad. Úni­camente la región de la Península de Baja California pre­sentó un nivel ­bajo.
 
Vulnerabilidad climática
 
Son los cambios en el patrón de preci­pitación que conllevan sequías e inun­­daciones en determinadas regio­nes del país. El grado de vulnerabilidad se obtuvo a partir de la frecuencia registrada de fenómenos extraordina­rios como sequías (periodo 1948-1996) y hu­racanes (periodo 1980-2000).
 
De acuerdo con la información dis­ponible y consultada, hasta ahora las re­gio­nes más vulnerables por sequía son las del norte del país (I,II,III, VI, VII, IX) y el Valle de México; en un ni­vel in­termedio están las de Lerma y Balsas; y en uno bajo, el sur y sur­es­te, que corresponde a las regiones del Pa­cí­fico Sur, Golfo Centro, Frontera Sur y Pe­nínsula de Yuca­tán.
 
De igual mane­ra, se observa que las regiones vulnera­bles a huraca­nes, son aquellas donde estos han en­trado directamente a sus costas, como en el Pacífico Norte, y las pe­nín­su­las de Baja California y Yu­catán.
 
Vulnerabilidad por disponibilidad
 
El volumen de agua superficial y sub­terránea potencialmente aprovechable con respecto al total de la población es lo que se llama disponibilidad. La vul­ne­rabilidad se mide por los niveles de disponibilidad per cápita.
 
A partir de es­ta información podemos identificar que hay seis re­gio­nes hidrológicas que se encuentran en una situación realmente crítica: la Península de Baja California, Balsas, Río Bra­vo, Cuencas Centrales, Ler­ma y Valle de México.
 
Vulnerabilidad por presión hídrica
 
La relación entre disponibilidad de agua superficial y subterránea con res­pecto a los diferentes usos humano, agrí­cola e industrial es lo que se co­no­ce como presión o estrés hídrico. El gra­do de presión se determina a partir de la clasificación propuesta por el Pro­grama Hidrológico Internacional de la unesco. De acuerdo con ella, en el año 2000 las regiones más críticas fueron la Península de Baja California, Nor­oes­te, Río Bravo, Cuencas Cen­trales y Valle de México.
 
Vulnerabilidad de aguas subterráneas
 
Los acuíferos que se encuentran en una relación de desequilibrio entre la extracción y recarga de agua se consi­deran sobreexplotados. En consecuen­cia, la vulnerabilidad se determina de acuerdo con el número y extensión de acuíferos sujetos a condiciones de alta sobreexplotación. Entre las regio­nes más críticas del país están el Nor­oeste, Cuencas Centrales y Lerma.
 
Vulnerabilidad por contaminación
 
Los cuerpos de agua (ríos, lagos) que tie­nen un bajo índice de calidad de agua (ica) se consideran contaminados. La vulnerabilidad se determinó con base en aquellos que experimenta­ron altos niveles de contaminación por región hidrológica. Con base en ello, se tiene que la mayor parte de las re­gio­nes presentan niveles altos de con­taminación; y sólo la región Noroeste no muestra problemas serios de ca­li­dad de agua.
 
Vulnerabilidad agrícola
 
Las áreas agrícolas sujetas a irrigación por agua superficial y subterránea son dependientes de las variaciones en la precipitación (sequías, inundaciones), y de la disponibilidad y los niveles de calidad de agua. La vulnerabilidad se mide por el alto porcentaje de agua uti­lizada para riego respecto del total na­cional, el grado de sobreexplotación de los acuíferos, la alta contaminación del agua superficial y la ocurrencia de se­quías y huracanes.
 
Las regiones que mayores porcen­tajes de agua utilizan para riego se ubi­can en el norte del país, que justamen­te son las más crí­ti­cas en cuanto a disponibilidad de agua. No obstante, una vez que se con­jugan todas las variables, se advierte que la mayor parte del país se encuen­tra en niveles al­tos de vulnerabilidad agrícola, con excep­ción de las regiones Pacífico Sur, Golfo Centro, Fron­te­ra Sur y Península de Yuca­tán.
 
Vulnerabilidad urbana
 
Las ciudades con más de cien mil ha­bi­tantes que se encuentran en una si­tuación de baja disponibilidad de agua y elevadas tasas de crecimiento demo­gráfico o pobreza se consideraron como vulnerables. Entre las ciudades del país que presentan una situación críti­ca en cuanto a disponibilidad de agua y que además experimentan elevadas tasas de crecimiento poblacional, desta­can las de la frontera norte, como Ti­jua­na, Nogales, Hermosillo, Juárez, Acu­ña, Nuevo Laredo, Reynosa, Mata­moros (regiones i, ii y v). También hay varias ciudades del centro del país que presentan un panorama similar, como Pachuca, Querétaro, Cuernavaca y Chil­pancingo (regiones IV, VIII, IX). Por otra parte, están las que tienen baja dis­ponibilidad de agua y sus niveles de pobreza son altos, como Tlaxcala, Pue­bla, Zamora, Uruapan, Toluca y Cuau­tla (regiones IV y VIII).
 
FIG1
 

Vulnerabilidad económica
 
El grado de desarrollo económico se pue­de medir de manera indirecta por medio del Producto Interno Bruto (pib) generado por persona. La vulnerabili­dad se determina a partir de los bajos niveles del pib que conllevan una limi­tada capacidad económica para resol­ver los problemas de abastecimiento y saneamiento del agua. Las regiones más críticas en cuanto a pib están en el Golfo (IX, X), sur (IV, V, XI) y Pacífico Nor­te (III).
 
Vulnerabilidad política
 
El grado de conflictividad es una ex­pre­sión de los problemas asociados a la gestión y gobernanza del agua. Es de­cir, en la forma como se decide el acce­so, uso y distribución del agua, los acto­res sociales y políticos son involucrados o excluidos de la toma de decisiones y el manejo y resolución de los conflictos hídricos. Así, la vulnerabilidad po­lítica se expresa en el número de con­flic­tos y disputas por el agua registrados en las regiones hidrológicas.
 
El tipo de demandas y objetivos en cuestión son una forma de matizar los conflictos. Es decir, hay demandas por tierras (expropiación para obras hidráulicas, in­vasiones en zonas federales) y deterio­ro ambiental (por contaminación), así como problemas relacionados con la gestión de agua de riego y la distribución de agua desde el ámbito local has­ta el internacional. Con base en la in­formación consultada se observa que las regiones con mayor número de con­flictos re­gis­trados fueron Río Bravo, Lerma, Gol­fo Norte y Va­lle de México, justamente las que presentan altos problemas de disponi­bilidad y presión hídrica.
 
La vulnerabilidad ecológica
 
Más que la determinación cuantitativa de un índice de vulnerabilidad socioam­biental por el agua, la idea fue in­te­grar las variables o indicadores de vul­ne­ra­bilidad ecológica, hidrológica, climá­tica, económica, social y política. Esto fue con el fin de mostrar su recu­rrencia en las diferentes regiones hidro­lógicas y así evaluar el grado de vulne­rabilidad.
 
De manera más específica, se cons­truyó una matriz de vulnerabilidad so­cioambiental en la que se consideró el con­junto de indicadores mencionados para cada región. El análisis cualita­tivo consistió en marcar sólo los casos don­de el grado de vulnerabilidad era alto por indicador (cuadro 1).
 
FIG2
 

 
Con base en el cuadro 1, se tiene que las regiones con niveles altos de vul­nerabilidad fueron la Península de Baja California, Noroeste, Pa­cífico Norte, Balsas, Río Bravo, Cuencas Cen­trales del Norte, Lerma, Golfo Norte y Valle de México. Es decir, nueve de tre­ce regiones. Únicamente tres regiones tuvieron niveles de vulnerabilidad in­termedia: Pacífico Sur, Golfo Centro y Península de Yucatán; y sólo la región Frontera Sur fue ­baja.
 
A pesar de que la mayor parte del país se encuentra en una situación crí­tica, hay diferencias entre las regiones en cuanto a los factores que contribu­yen a la vulnerabilidad. Veamos algu­nos ejemplos: la región de las Cuencas Centrales del Norte es altamente vulne­rable a nueve de doce indicadores, ya que presenta deterioro ecológico, fre­cuen­tes sequías, baja disponibilidad de agua, contaminación en la mayoría de sus cuerpos de agua, sobreex­plo­ta­ción de aguas subterráneas, alta pre­sión y competencia por el agua, pro­blemas en la agricultura de riego, ciu­dades con escasez de agua, y bajos ni­veles de pib para financiar obras de abastecimiento de agua e irrigación. En cambio, no es vulnerable a las inun­daciones por hu­racanes, no tiene ele­vados niveles de marginación social ni registra un nú­mero importante de conflictos por el agua.
 
La región Río Bravo es altamente vul­nerable a ocho de doce indicadores. Comparte varios indicadores con la re­gión vii, pero difiere en que no presen­ta altos niveles de sobreexplotación de acuíferos ni bajos niveles de pib. Además tiene niveles altos de conflictividad por el agua. Por su parte, la región Noroeste es vulnerable a lo ecológico, la sequía, explotación de acuíferos, es­trés hí­drico, agrícola y urbano y la re­gión Gol­fo Norte es vulnerable a la se­quía, estrés hídrico, agrícola, bajos ni­veles de pib, mar­ginación y conflictos. Si bien ambos tie­nen el mis­mo número de in­dicado­res (seis) sólo comparten la mi­tad de ellos (sequía, estrés, agrícola) y difieren en el resto.
 
En este sentido, el análisis de la vul­nerabilidad socioambiental muestra los factores cuantitativos y cualitati­vos, en qué las regiones son similares y di­ferentes, y lleva a la necesidad de rea­lizar estudios regionales como una for­ma de entender las especificidades de cada una de ellas.
 
Seguridad hídrica y escenarios de crisis
 
Entre los elementos a incorporar en el análisis de vulnerabilidad socioam­bien­tal en México están los factores que actualmente conducen a un esce­nario de mayor riesgo y que afectan la seguridad hídrica. Como se observa, la mayor parte del país se encuen­tra en una situación crítica. Las ten­den­cias parecen no estar cambiando y otras incluso se agudizarán. Entre los prin­cipales factores de riesgo y pérdi­da de la seguridad hídrica para el país están el cambio climático y las varia­cio­nes en el patrón de precipitación; la reducción de la disponibilidad de agua y la mayor presión hídrica; la es­casez de agua en ciudades medias y grandes; la contaminación y el deterio­ro de la ca­lidad del agua; los conflictos y dispu­tas por el agua; y el aumento de los ni­veles de pobreza y desigualdad social.
 
Cambio climático y precipitación
 
El cambio climático que experimenta­rá el país en las próximas décadas es difícil de evaluar; sin embargo, la ma­yor parte de los estudios e informes su­gieren que en México aparecerá re­lacionado con variaciones en el patrón de precipitación, el cual depende del fe­nómeno de El Niño.
 
Así, la frecuen­cia de fenómenos cli­máticos, como se­quías y huracanes, en las diferentes regiones hidrológicas del país será ma­yor pero errática. Por ejemplo, las re­gio­nes áridas tenderán a la sequía, pe­ro durante el año podrán ocurrir fe­nómenos extraordinarios, como la pre­sencia de lluvias e incluso inundacio­nes en periodos nunca antes registrados (como los ca­sos de inundaciones en Chi­huahua y Tamaulipas en 2004). Tal situación afectará, sin duda, a la pobla­ción que vive en las zonas con propen­sión a se­quías e inundaciones, así ­como las ac­tividades agropecuarias y pes­que­ras que dependen de las condicio­nes cli­má­ticas asociadas con la precipi­ta­ción y temperatura.
 
Reducción en la disponibilidad
 
Si consideramos las mismas tendencias de crecimiento demográfico y los niveles de cantidad de agua hasta el año 2000, tenemos que la situación del país se tornará crítica para 2025.
 
De acuer­do con los resultados obte­nidos, resulta que dos terceras partes del país estarán en niveles críticos o ba­jo fuer­te presión hídrica, como las re­giones de Península de Baja Califor­nia, Nor­oeste, Pacífico Norte, Río Bra­vo, Cuen­cas Centrales del Norte, Lerma y Valle de México. En menor me­dida, pero también estarán bajo presión las regio­nes Golfo Norte y Balsas. El resto de las regiones (v, x, xi y xii) no ten­drán problemas en este sentido.
 
En consecuencia, en los próximos años el país tenderá hacia la pér­dida de la seguridad hídrica, la cual afec­ta­rá a la población y conllevará una ma­yor presión por los diferentes usos que se le dará al agua superficial y subterrá­nea. Sin duda, esto tam­bién generará situaciones críticas en los eco­sis­te­mas, al haber desvío de agua de ríos y lagos para usos urbanos y produc­ti­vos, o al ser extraída más agua subte­rrá­nea de la que es posible aprovechar.
 
Escasez en ciudades medias y grandes
 
El incesante proceso de urbanización en México no cejará en las pró­ximas dé­cadas; incluso se reforzará ante el in­cremento de los problemas socioambientales y productivos en el medio ru­ral. El patrón de crecimiento de las grandes ciudades se mantendrá; sin em­bargo, varios estudios sugieren que el mayor dinamismo se experimenta­rá en las ciudades medias, con más de cien mil habitantes.
 
A partir del análisis de la proporción de población urbana en el año 2000 para las ciudades de más de cien mil habitantes ubicadas en las trece re­giones hidrológico-administrativas del país, así como sus tenden­cias de­mo­gráficas para el año 2025 (ta­sas de cre­cimiento poblacional del último de­cenio), se encontró que las regiones Península de Baja California, Noroeste, Río Bravo, Lerma Santiago y Valle de Mé­xico tenían los niveles más altos de urbanización del país. Las tres pri­me­ras están ubicadas en el norte y las dos segundas en el centro del país. La mayoría presenta una tendencia a aumen­tar la proporción de población urbana para 2025 como, por ejemplo, la región Península de Baja Califor­nia, en donde ésta llegará a 86%, y a 91% la región Río Bravo.
 
La seguridad hídrica en las ciudades tenderá a ser más crítica, ya que tan sólo en el año 2000 más de 75% de la población urbana habitaba zonas de baja y muy baja disponibilidad y de alto estrés hídrico. De allí que el prin­cipal reto para el país será garanti­zar el abastecimiento de agua para la población que vivirá en esas ciudades, y en especial en los asentamientos po­pu­lares, que experimentan mayores pro­blemas de escasez.
 
Contaminación y deterioro
 
En el año 2000, más de 90% de la po­bla­ción del país vivía en regiones hidrológicas con problemas severos de contaminación del agua. Sin embargo, este dato fue obtenido a partir de un ín­dice de calidad del agua en el país, que no refleja el grado de contaminación del agua por residuos peligrosos (me­tales pesados, sustancias radioactivas).
 
Las principales fuentes de con­ta­minación y deterioro de la calidad del agua son las descargas industriales y urbanas, pero también las descargas de la agricultura, debido al uso de pla­guicidas, insecticidas y fertilizantes químicos.
 
La medición en sí misma de la cali­dad del agua es difícil a causa de la va­riedad de formas en que se emiten las descargas, sobre todo de tipo agrícola (fuentes difusas) o por la lixiviación de sustancias peligrosas (industriales) en los acuíferos. Estudios como los de Eugenio Barrios muestran las dificulta­des para tener una red de monitoreo a nivel nacional; y los trabajos de Ramiro Rodríguez y Teodoro Silva son un ejemplo del panorama crítico en que se encuentra el país en materia de con­taminación de agua subterránea, como lo muestran las altas concentraciones de arsénico en el valle de Zimapán, de azufre en el valle de Puebla, de cromo en la cuenca del río Turbio en León, de fluoruros en el valle de Aguascalientes, de hidrocarburos en la cuenca de Mé­xico, y de compuestos nitrogenados en Mérida.
 
En este sentido, la enorme cantidad de desechos contaminantes vertidos sin tratamiento en los cuerpos de agua o infiltrados en el subsuelo, así co­mo la laxitud de las regulaciones en materia de calidad del agua, que ponen poco énfasis en la contaminación por sustancias peligrosas, son un factor que está contribuyendo al rápido deterioro de la calidad del agua en el país. El panorama incluso puede ser más crítico que el sugerido por las es­tadísticas oficiales de la Comisión Na­cional del Agua.
 
Conflictos y disputas por el agua
 
El panorama de la pérdida de seguri­dad hídrica en el país va ligado con el mayor número de problemas y dispu­tas por el agua. Es claro que al haber menor disponibilidad y mayor estrés hídrico la competencia por el agua aumentará, la escasez de agua en las ciudades y los problemas para abaste­cerlas afectarán la gestión del servicio y la calidad de vida de la población. La demanda de apoyos e inversión en zo­nas de alta siniestrabilidad por sequías e inundaciones será un factor de pre­sión social y política; y los problemas de contaminación serán un factor de constante tensión y movilización social. Por ello se prevé un escenario de mayor conflictividad y complejidad en las relaciones entre agua, sociedad y medio ambiente.
 
Entender el origen y desarrollo de los conflictos es mate­ria de una in­ves­tigación más amplia; no obstante, es po­sible, a partir de la in­formación disponible, mostrar un bre­ve panorama sobre el tipo de conflictos por el agua en el país.
 
Se puede decir que el principal fac­tor que conduce a conflictos por el agua son aquellas disputas que están relacionadas con tierras (46% casos re­gistrados), es decir, con la indemniza­ción de propiedades expropiadas para la construcción de obras hidráulicas o por la invasión en zonas federales (cer­ca de cauces y lagos). En proporción si­milar (15%) se encuentran aquellos relacionados con problemas ambienta­les (contaminación y sobreexplotación del agua) y por uso, control y aprovechamiento de este recurso. Luego siguen los asociados con la gestión del agua de riego (12%), que muestran los problemas de gobernabilidad (políticas de transferencia de los distritos, for­mas de control político). Por último, se tienen aquellos ligados con la distribución del agua al interior del país (7%) y fronterizos (5%), como ocurre con Estados Unidos.
 
Conclusiones
 
Es fundamental, con base en la diver­sidad de factores que llevan a un esce­nario de vulnerabilidad y pérdida de la seguridad hídrica, mostrar un pa­no­rama global de la situación del agua en México y sus tendencias en los pró­xi­mos años.
 
La complejidad que emerge al estu­diar estos factores es lo que llevó al de­sarrollo de una propuesta metodológi­ca que integró aspectos cuantitativos y cualitativos en el análisis. Es claro que el estudio fue de ca­rác­ter indicati­vo y por tanto fue un diag­nós­tico ge­ne­ral para ver dónde es­tamos y hacia dónde vamos. Pero se recono­ce que las propias fuentes consultadas fueron una limitación, ya que no se ge­ne­ra­ron con los mismos supuestos me­to­do­lógicos. Además, éstas no refle­jan el efec­to de factores antrópicos (co­mo la construcción y operación de pre­sas, desecamiento de manglares y pantanos, la destrucción de selvas) que pue­­den estar alterando el funcionamiento hidrológico y climático local y regional, y exponiendo a la población a si­tua­cio­nes de mayor riesgo y vulnerabi­li­dad, como las inundaciones de Tabasco en 2007 y las sequías de 2005.
 
De allí que, más que encontrar un índice numérico de la vulnerabilidad socioambiental, se privilegió estudiar los aspectos cualitativos. En este sen­ti­do, es necesario un nivel de análisis más profundo y detallado a escala regional a fin de entender cada una de las dimensiones que están asociadas al problema del agua en el país. Sin embargo, la visión global del problema es un eje analítico que no debe perderse.
 
Es importante señalar que entre los hallazgos de la investigación estuvo el hecho de que el país es cada vez más vulnerable y tiene menor seguri­dad hí­drica. Esto se debe a una multi­plicidad de factores socioambientales. Una de las principales contribuciones de este trabajo fue entender cuáles fac­tores es­tán influyendo, así como la ma­nera en que afectan las diferentes regiones.
Referencias bibliográficas
 
Ávila, Patricia. 2003. Cambio global y recursos hídricos en México: la hidropolítica y los conflictos contem­poráneos por el agua en México, Reporte de investiga­ción, Instituto Nacional de Ecología, México.
Barrios, Eugenio. 2003. “Proyecto de rediseño del pro­grama nacional de monitoreo” en Patricia Avila (ed.), Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo xxi: Mé­xico desde una perspectiva global y regional, El Colegio de Michoacán, México.
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Consejo Nacional de Población (Conapo). 2001. Indice de marginación 2000, México.
     
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Patricia Ávila García
Centro de investigaciones en ecosistemas,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Es investigadora responsable del área de Ecología Política y Sociedad en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM, Campus Morelia. Doctora en Ciencias sociales con postdoctorado en agua y Cambio Global. Premio nacional en Ciencias Sociales por la Academia Mexicana de Ciencias.
     
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como citar este artículo
 
Ávila García, Patricia. 2008. Vulnerabilidad sociambiental, seguridad hídrica y escenarios de crisis por el agua en México. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 46-57. [En línea].
     

 

 

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