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Susana Biro
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Gould es un niño genio de trece años, que va a la universidad y estudia un pos-grado. Desde su graduación, de la licenciatura en física, todos piensan que muy pronto recibirá el Premio Nobel. Gould es el personaje principal de City, el libro más reciente de Alessandro Baricco. Siempre es interesante cuando la ciencia o los científicos aparecen en la literatura, pues nos da una visión de cómo la ciencia es vista por la gente ajena a esta actividad; y esta novela no es la excepción.
El Premio Nobel —con sus seis categorías— acaba de cumplir el primer centenario y deja mucho que pensar, especialmente en el área de las “ciencias exactas.” Alfred Nobel en su testamento —que tomó tres años descifrar— pidió que se apoyara a quienes hubieran “aportado los mayores servicios a la humanidad” y citó explícitamente a la química, la física y la medicina. Su selección refleja la visión que se tenía sobre la ciencia a finales del siglo xix, y excluye áreas desde entonces existentes, que tuvieron un gran desarrollo en el siglo xx, como la astrofísica, la biología y el estudio de la mente.
En ciencia los Nobel son premios que se otorgan por un “destello” y no por el desempeño a lo largo de toda una carrera. Bajo este criterio, se han premiado a lo largo de los años todo tipo de cosas: desde la fotografía a color (Lippmann, 1908), el efecto fotoeléctrico (Einstein, 1921), la estructura del sistema nervioso (Golgi y Ramón y Cajal, 1906) hasta la lobotomía (Moniz, 1949).
Asimismo, las teorías y descubrimientos que no lo han recibido dicen mucho acerca de éste. Freud murió esperando un Nobel que nunca llegó, ya que el psicoanálisis no se considera, hasta la fecha, parte de la medicina. Wegener, de quien tanto se rieron sus colegas, murió sin que su trabajo fuera reconocido; sin embargo, su teoría de la deriva continental es ahora el eje de los estudios en su rama. El descubrimiento de Hubble, del Universo en expansión, cambió radicalmente la cosmología, pero no fue reconocido debido a la estrecha definición de las categorías.
Entre las múltiples celebraciones con motivo del centésimo aniversario de los premios Nobel, se inauguró un museo electrónico en el sitio oficial de esta fundación http://www.nobel.se/ Como es de esperarse, la página es sobria, pero atractiva, y contiene una cantidad apabullante de información; ésta consta de una sección dedicada a la historia del premio y su fundador, y otra para cada una de las seis categorías a las que se otorga el premio.
Cada una, a su vez, tiene tres espacios diferentes. En uno se enlista a todos los laureados desde 1901 e incluye, por lo menos, una biografía. También aparecen transcripciones de las conferencias que los laureados dieron en la ceremonia. Además, resulta interesante conocer quiénes, dentro de este círculo, se preocupan por transmitir lo que hacen a un público lego. La ponencia de Alexander Fleming titulada sencillamente Penicillin es un buen ejemplo, ya que explica brevemente, con detalle y claridad, la historia del descubrimiento accidental de la penicilina.
Otro de los espacios contiene tanto artículos sobre el premio mismo, como sobre los temas de ciencia que han sido premiados a lo largo de un siglo. En el de física, por ejemplo, Eric Karlsson (miembro del Swedish Royal Academy of Sciences y del comité para el Nobel en Física) hace un repaso de los inventos y descubrimientos de los ciento sesenta laureados hasta la fecha, y concluye que “la mayoría de las aspectos esenciales en este fascinante viaje hacia la comprensión del mundo en que vivimos han sido cubiertas por el Premio Nobel en física”.
Por último, y no podía faltar dada la moda actual, hay un espacio educativo en el que aparecen hipertextos sobre algunos temas de ciencia; los resultados premiados están presentados en forma de cartel y hay un juego para cada categoría de ciencia que ha sido premiada.
La revista Science del 12 de octubre de 2001 dedica su sección “News Focus” al centenario y hace un análisis del efecto que tiene el premio sobre las vidas de los laureados. Hay desde los que se regresan tranquilamente a su laboratorio a seguir haciendo lo mismo, hasta los que se lanzan de lleno a una vida pública, ya sea de negocios, política o divulgación.
Decirles que Gould escoge un camino que no lleva al Nobel, sino a la felicidad, no arruina la lectura del libro recomendado, pero en cambio, dice mucho acerca de la visión de lo que éste implica.
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Susana Biro
Dirección General de Divulgación de la Ciencia,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Biro, Susana. (2002). e-museo Nobel. Ciencias 66, abril-junio, 74-75. [En línea] |
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