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Anillos Planetarios | ||||||||||
Julieta Fierro | ||||||||||
Los anillos de Saturno fueron descubiertos por Galileo Galilei en 1610 y durante más de tres siglos se pensó que eran únicos en e l Sistema Solar. Ahora sabemos que Júpiter, Urano y Neptuno también tienen anillos.
Los anillos están constituidos por fragmentos de hielo y roca que se mueven en forma independiente alrededor del planeta, como si fueran satélites diminutos. Las dimensiones de los fragmentos varían entre décimas de micras (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro) y cientos de metros.
Los de Saturno pueden observarse fácilmente desde la Tierra, no así los de los otros planetas. Esto se debe a que los fragmentos que las forman están compuestos principalmente por hielos de agua y amoniaco, materiales que reflejan gran parte de la luz solar que reciben. En el caso de los anillos de Urano y Neptuno, los fragmentos que los constituyen son de un material rocoso y opaco, son cuerpos oscuros difíciles de detectar. Finalmente, el de Júpiter es de polvo. La teoría más aceptada en la actualidad sobre el origen de los anillos fue propuesta originalmente por el matemático francés Laplace en el siglo XVIII. De acuerdo con esa teoría, los anillos provienen de la misma nube que dio origen al Sistema Solar. La nube estaba compuesta de gas y polvo y se hallaba en rotación; a lo largo del tiempo, en diversas zonas de ésta el material fue condensándose para formar el Sol, los planetas y, más tarde, los satélites. Sin embargo, los fragmentos de material que quedaron cerca de los planetas no siguieron ese proceso, permaneciendo dispersos sin constituir cuerpos más grandes debido a la gravedad de los planetas. La acción de la gravedad depende de la distancia; mientras más cerca se encuentra el objeto atraído del cuerpo que lo atrae, más fuertemente sufrirá la atracción gravitatoria. Ahora bien, la gravedad no actúa exactamente igual en todas las partes del objeto atraído. Por ejemplo, la parte de la Luna que está más cerca de la Tierra siente con más fuerza su atracción; de igual manera, nuestros pies son atraídos más fuertemente que la cabeza. Este efecto es mínimo si el objeto atraído es pequeño, por eso no se nos separan las piernas del tronco. Para los cuerpos grandes, como un satélite, la situación es diferente; si se encuentran demasiado cerca de un planeta se parten. Por lo anterior, los fragmentos de material que rodeas a los planetas no se condensan para constituir cuerpos de mayor tamaño; en el caso de que se unieran muchos fragmentos y formaran un cuerpo grande, éste se rompería. El resultado es que los fragmentos de material permanecen separados girando alrededor de los planetas y constituyen lo que conocemos como anillos. En la estructura de los anillos intervienen otros factores además de la gravedad del planeta. Muestra de ello es que en los anillos de Saturno hay un “hueco”, una región vacía llamada división de Cassini. Hasta ahora no se ha encontrado una explicación satisfactoria para ese fenómeno, aunque es posible que se deba a perturbaciones provocadas por los propios satélites de Saturno. Aún hay mucho que investigar sobre los anillos planetarios. Seguramente lo que aprendamos de ellos va a contribuir en forma importante al conocimiento del Sistema Solar.
Nota aparecida en el Boletín Orión del Instituto de Astronomía, UNAM, mayo-junio de 1986. |
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Julieta Fierro
Instituto de Astronomía, Universidad Nacional Autónoma de México.
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