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César Carrillo Trueba |
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A causa de su inconciencia este país perdió quizás por siglos su libertad
¿y ustedes gritan que son inocentes? ¿Cómo pueden seguir mirando a su alrededor sin sentir terror? ¿Son capaces de ver? Si tienen ojos deberían [como lo hizo Edipo] sacárselos y partir de Tebas.
Milan Kundera,
La insoportable levedad del ser
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Primavera en algún lugar del otro lado de la cortina de hierro.
Policía en gris con abrigo y gorro de piel (¿Boris?).
—Akaba de ocurrir una desgracia, camarrada. El núkleo de uno de los reactores de la Central Nuklear de …pííí… sufrió una fusión y produjo una cantidad de radiactividad que haría morir de envidia al mismo ensayo nuclear que hicieron los amerikanos en Hiroshima. ¿Qué hacemos?
— A-cor-donen la zona e impidan el paso de cualquier periodista—, respondió la voz en el auricular. —A-quí, no ha pasado nada.
Desafortunadamente la información y la radiactividad son llevadas por los vientos y el azar hacia el otro lado del muro, causando conmoción entre la población de los países del Mundo Libre. Los recuerdos de la última Gran Guerra brotan de labios de los viejos y los memoriosos. Parte del territorio de la vieja Europa es bañado por lluvia radiactiva, contaminando cultivos, pastos, bosques, ríos y mares, con Cesio 137, Estroncio 90 y otros elementos radiactivos. El pánico cunde.
Los medios de información alertan al público. —El Cesio 137 es asimilado por el tejido vegetal de los cultivos y pastos y, por medio del suelo, en la raíz— afirma un locutor con cara de consternación. —Esto puede provocar que la contaminación de los pastos dure más de un año. Las vacas que se alimentan del pasto producen leche cuya concentración de Cesio 137 es mayor a la que contienen su misma carne o las frutas y verduras expuestas a la radiactividad. La leche es el alimento de consumo humano que mayor concentración de elementos radiactivos puede vehicular— concluye.
—Al ser ingerida la leche contaminada, el Cesio 137 es absorbido por tejidos suaves, como el intestino, músculos y huesos del organismo humano— se escucha en la radio. —En mujeres embarazadas es trasmisible directamente al feto, afectándolo con la misma intensidad que a la madre debido a que la placenta es incapaz de impedir su paso. A dosis altas se produce cáncer en los órganos que absorben el Cesio 137— afirma la voz con solemnidad.
La alarma sonó en toda Europa y el miedo a la ingestión de cualquier alimento susceptible de estar contaminado se apoderó de sus habitantes. Toneladas de productos tuvieron que ser destruidos. No obstante, en ese mar revuelto, algunos buscaban obtener provecho comprando productos a un ínfimo precio con la idea de colocarlos en países lejanos, ajenos a la psicosis, no informados: el llamado Tercer Mundo.
Oficina de una empresa en una pequeña isla que todavía se niega a ser parte de un imperio que ya no existe. En la puerta se lee I… Dairy Board y An Board Baine Coop Ltd. La cabeza de alguien que abre la puerta tapa parte de la primera palabra. Un tipo hace una llamada.
—¿Aló? ¿Sí? Sr. Director de compras. Sí. Como le digo, tenemos los mejores precios de todo el mercado en leche en polvo y mantequilla. Cualquier cantidad. ¿Radiactividad? Bueno, un poco más de lo permitido. Usted sabe, el accidente aquél. ¿No? Bueno, ni hablar. Adiós.
Voltea hacia el personaje que entró. —Los brasileños se niegan a comprar una onza. ¡Bah! Y los filipinos dijeron lo mismo.
—Yo tampoco tengo muy buenas noticias, boss— contesta el otro. Los venezolanos dijeron que nos fuéramos mucho a no sé donde. No entiendo muy bien su inglés.
—Parece que no va a ser fácil. En un acto humanitario, alguien intentó regalarla a Ghana, y, no te lo puedes imaginar, ¡muy dignamente dijeron que no! ¡Que se sigan muriendo de hambre!
De una de las puertas que comunican a otras oficinas, sale una mujer. —¡Lo tengo! Una compañía estatal de… pííí… está interesada en la compra. El país de la dictadura perfecta, como le llaman (ojo, falla cronológica. Este apelativo es posterior a la caída del muro. Buscar otro). Consa o algo así se llama. Su director dice que no habrá problema alguno. Que incluso nadie hará caso al embajador de su país en Brasil, quien ya envió un aviso para prevenirlos de que con certeza tocaríamos a su puerta ofreciendo el producto. El big boss de la compañía estatal, Cona no sé qué, es un hombre muy influyente, es algo de alguien cercano al presidente.
—¡Esto amerita un trago!— dice el jefe sacando una botella de whisky del cajón de su escritorio.
Invierno del mismo año. Paisaje de palmeras borrachas de sol. En camisa de mangas dos personajes platican.
—Tenemos problemas. Se ha corrido la voz de que el cargamento de leche que nos recomendaron está muy contaminado. De radiactivida’, dicen. Parece que una de las compañías comercializadoras de leche se enteró y mandó hacer análisis.
—¿Qué no era para los desayunos escolares? Nadie se habría dado cuenta así.
—No. Parece que la vendieron a precio normal y le sacaron mucha lana. Aunque después fue a parar a algunas escuelas, como la naval, que está cerca de aquí.
—A mí me dijeron que llegarían otros cargamentos y que habría más chamba. Ya veremos…
Centro de la gran urbe. Oficinas de lujo. Detrás de un escritorio un hombre vestido de traje gris habla por teléfono.
—Ya salió el peine. Me acaba de llegar el reporte de la compañía… pííí… que compró parte del lote contaminado. Ya lo mandaron a analizar y parece que sí esta grueso. Dicen que tiene más de 700 beque-re-lios. No sé que será, pero parece que es grave. Con razón estaba tan barata. Hay que ver cómo lo resolvemos. Mantén alejada a la prensa. Por lo pronto, aquí no ha pasado nada.
Días después. Mismo sitio. Varios hombres de gris discuten acaloradamente.
—La cosa no está fácil— explica uno de ellos. La Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguarda tomó muestras al azar en los supermercados y las analizó. Yogurts, leche y queso de diferentes compañías están llenos de radiactividad. Después analizaron el cargamento que está en nuestras bodegas y resulta que está muy contaminado.
—También inspeccionaron las bodegas de las compañías que nos compraron de ese lote de leche— comenta otro. Por suerte ya habían comercializado una buena cantidad.
—Acabo de hablar con el jefe y me dijo que él va a parar todo esto— afirma con determinación el que convocó la reunión en su oficina. —Parece que el acuerdo será que no se distribuya y que no se difunda nada en los medios. Aun así, el cargamento es una fuerte evidencia que nos puede reventar en las manos en cualquier momento. No se puede quedar allí.
—No se preocupe, jefe. Las bodegas no son caja fuerte y ellos no saben exactamente cuánta leche queda en total— comenta con tranquilidad otro de los presentes. —Ya habrá manera de hacerlos circular.
—Eso no me preocupa tanto— contesta el jefe. —El problema es que ya hay una alerta y todavía faltan cargamentos por llegar. Necesitamos mucha discreción y todo el apoyo de arriba. Que no nos vayan a dejar colgados.
Hojas de almanaque que se desprenden.
Junio 3.
Imagen de un barco en el puerto. Procedente de… pííí… llega el barco Adventure con 5569 toneladas de leche en polvo y 138890 kg de mantequilla.
Junio 13.
Del buque Tenacious desembarcan 5569 toneladas de leche en polvo y 56550 kg de mantequilla procedente del mismo país.
Titulares de periódico se acercan girando a la cámara y se fijan llenando el cuadro.
Julio 1. Leche radiactiva. La Asociación de Estudios para la Defensa del Consumidor denuncia su comercialización en el país.
Julio 6. México mantiene un estricto control sanitario, afirma el secretario de Agricultura acerca de la supuesta comercialización de leche radiactiva.
Hoja de almanaque que se desprende.
Noviembre 1. El barco Rmija llega con 5820 toneladas de leche radiactiva y 56550 kg de mantequilla a través de la misma compañía.
Diciembre del mismo año. Ambiente navideño en un bar de la capital. El mismo grupo de hombres de traje gris parece celebrar algo. En el centro de la mesa una botella de Presidente.
—¡Lo logramos!— dice uno de ellos levantando su cuba. Nos ganamos una buena lana. Miles de toneladas de leche facturadas casi al precio normal. Y sin un solo periodicazo. ¡Todo un éxito!
—Me acuerdo de esa reunión en que se discutió el análisis que realizaron los laboratorios de nuestra única y gloriosa central nuclear, que dictaminaba muy pomposamente que la leche contenía grandes cantidades de Cesio 137 y Estroncio 90 —ríe otro de ellos. Todo eso se tuvieron que guardar. Hasta el sector salud tuvo que cerrar la boca. Ja, ja, ja…
—Un año más y nuevo gobierno sentenció el jefe. Todo habrá quedado atrás y aquí no pasó nada. ¡Salud! —¡Salud!— respondieron a coro.
Titulares de periódicos se acercan girando a la cámara y se fijan llenando el cuadro.
Enero 22. Grupo de ciudadanos alerta sobre la leche radiactiva. 3700 toneladas se encuentran en las bodegas de El puerto.
Enero 26. El secretario de Salud acepta que hay leche contaminada en el país. 3000 de las 11000 que entraron, estarían contaminadas.
Enero 29. Robo hormiga de 1000 toneladas de leche radiactiva. Se presume que se ha comercializado.
Febrero del siguiente año. Presidencia Nacional. Reunión del presidente con la parte del gabinete involucrado en el asunto y el gobernador del estado en que se encuentra la H.H.H. ciudad en donde desembarcaron los cargamentos y la única central-nuclear-orgullo-del-país. El presidente todo en gris; su traje, su cabello, su rostro, su actitud. El vocero de la Presidencia da lectura a los acuerdos de la reunión.
—La leche que se compró a… pííí… se encuentra en su mayoría dentro de las normas internacionales. Pero, en virtud de la intranquilidad que se ha manifestado en un amplio sector de la sociedad, se ha decidido que la totalidad de la leche en cuestión sea devuelta al país de origen.
—Aquí no ha pasado nada— dice el presidente al oído de uno de sus secretarios de economía.
Seis + 1 año después. Titulares de periódicos se acercan girando a la cámara y se fijan llenando el cuadro.
Diciembre 12. Ciudadanos piden investigación a fondo acerca del caso de leche radiactiva. El Congreso debe abrir el dossier.
Enero. Se crea una comisión en el Congreso para investigar el caso de la leche radiactiva. Podría involucrar a funcionarios de la antigua administración.
3 de julio. Confirmado: la leche importada estaba contaminada. Conclusión de la comisión de la cámara.
Septiembre 26. En un café del centro de la gran ciudad. El antiguo jefe y uno de sus compinches están sentados en una mesa —unos kilos de más y cabello y bigote ya canosos. El jefe tiene el periódico abierto. Se cierra el caso de la leche radiactiva, reza el encabezado de la primera plana.
—Creo que ahora sí la libramos— dice a su compinche.
—Qué lástima que nuestro querido… pííí… haya caído en prisión— contesta el otro. —Seguro que no va a durar mucho. Con tanto poder que tiene su hermano.
—Quién sabe. La vida es una ruleta.
Pero por lo pronto a nosotros ya nos la pelaron —afirma moviendo los brazos hacia atrás con las dos manos cerradas. —Podrán hacer mucho escándalo, pero en el Congreso nos la pelan. Ja, ja, ja ... ¡Señorita!, la cuenta por favor.
THE END
Epílogo en dos tiempos
La realidad
Como mucho se ha dicho, la realidad rebasa la ficción con gran frecuencia. El accidente nuclear que da origen a esta historia es el que ocurrió en la central nuclear de Chernobyl el 26 de abril de 1986, y que emitió una cantidad de radiactividad 200 veces superior a la producida por las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas. La nube que produjo fue detectada por los suecos el 28 de abril y el 3 de mayo cubrió parte del territorio de Inglaterra y casi todo Irlanda. Las compañías irlandesas que estuvieron tratando de colocar leche y mantequilla radiactiva Irish Dairy Board y An Board Baine Coop Ltd. tienen su sede en Dublín y su representante en México era Eduardo Cavazos. El embajador de México en Brasil que alertó al gobierno de los intentos de estas compañías por vender leche contaminada fue Antonio González de León. La paraestatal que compró la leche fue Conasupo por medio de Liconsa.
El primer embarque con leche radiactiva llegó a México en junio de 1986. A partir de entonces, durante ese año se importaron más de 28000 toneladas de lácteos procedentes de Irlanda. Aun sabiendo que había productos contaminados en busca de mercados, el gobierno mexicano nunca realizó análisis alguno para asegurarse de que no hubiesen entrado al país. Afortunadamente, una empresa que compraba leche a Conasupo hizo análisis de ésta y encontró que poseía una gran cantidad de elementos radiactivos (700 bequerelios por kg cuando la cantidad máxima tolerada internacionalmente es de 375 y la norma nacional fue establecida en 50), e informó a Conasupo acerca de ello. Sin embargo, haciendo caso omiso, el gerente comercial de la paraestatal, Gustavo Luna Garnica, firmó un contrato para otra compra. En 1987 se importaron 39000 toneladas de lácteos procedentes de Irlanda, parte de las cuales llegó en los barcos que se mencionan por sus verdaderos nombres y que atracaron en el puerto de Veracruz.
En marzo de 1987, a petición de Conasupo, la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguarda toma muestras de productos lácteos de venta en tiendas y encuentra que los niveles de radiactividad son muy elevados en algunos, como los pertenecientes a la compañía Weyth Vales, que produce leche maternizada, y que pueden causar daño al consumidor. La información se mantiene a nivel estrictamente confidencial y se decide no comercializarla. Se intenta diluir con leche no radiactiva a fin de disminuir la cantidad de elementos radiactivos, pero no se logra. Ante este fracaso, el área de comercialización distribuye casi toda la leche contaminada y el total de la mantequilla.
Se sabe que en la escuela naval Antón Lizardo, en Veracruz, se encontró que la leche que consumían los alumnos estaba contaminada con Cesio 137 y Estroncio 90. Se comienza a correr el rumor de la existencia de leche contaminada. No obstante, durante el año de 1987 el gobierno logra controlar el flujo de información. Según los anuarios estadísticos de Comercio Exterior, a lo largo de la segunda mitad de 1986 y todo 1987 ingresaron al país más de 50000 toneladas de leche radiactiva y 2000 de mantequilla, aunque de acuerdo con los datos de la Dirección de Servicios Portuarios de Veracruz, fueron 80000 toneladas de leche.
En enero de 1988 el Grupo de los Cien denuncia públicamente la existencia de leche radiactiva. La Secretaría de Salud acepta entonces que 3000 toneladas sí están contaminadas. Los involucrados argumentan que se compró a muy buen precio y que por eso contiene cierta dosis de radiactividad. El precio de una tonelada en los Estados Unidos era de 800 dólares y ellos, dicen, pagaron 790.
En febrero, el gobierno de Miguel de la Madrid da por cerrado el caso declarando que aunque contaminada, la dosis de radiactividad que tiene la leche no rebasa las normas establecidas, pero que la devolverá.
En diciembre de 1995 el Grupo de los Cien y Greenpeace solicitan que se haga una investigación en torno a la importación y comercialización de leche radiactiva y que se castigue a los culpables. Se forma una comisión pluripartidista en la Cámara de Diputados. Tras varias discusiones y una amplia cobertura en la prensa, en septiembre de 1996 los diputados del PRI que participan en la comisión, con apoyo de la mayoría absoluta de que goza este partido en la cámara, deciden cerrar el caso.
La ilusión
Marzo de 1998. Portales del Puerto de Veracruz. Un joven marino, casi sin pelo ni cejas (¿en quimioterapia?), mira los titulares de los periódicos en un puesto. Leche radiactiva: Cayeron los culpables, Impotencia del PRI ante el caso Conasupo, son algunos de los encabezados de los principales diarios. El marino se detiene a leer uno de ellos. A pesar de la oposición del PRI, tras reabrirse el caso en la nueva Cámara de Diputados, se hace un juicio a los participantes en el caso de la leche radiactiva. Dos están prófugos; la PGR les sigue los pasos. Una leve sonrisa se esboza en su rostro. Ahora sí les pasaron la cuenta —dice para sus adentros.
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Referencias Bibliográficas
IPCS, 1983, Selected Radionuclides, World Health Organization.
Fuentes hemerográficas
La Jornada, El Financiero, Proceso.
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Agradecimientos
Agradezco a Alejandro Calvillo, de Greenpeace, la información proporcionada para la elaboración de este texto. Ilustraciones de Saul Steinberg.
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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cómo citar este artículo →
Carrillo Trueba, César. 1997. Leche radiactiva. Historia de una infamia. Ciencias, núm. 47, julio-septiembre, pp. 34-38. [En línea].
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