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del mar  
Los piojos y las pulgas de los can­grejos ermitaños
 
 
José G. Palacios Vargas
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Todos los seres vivos estamos vinculados con otros organismos, en la naturaleza nada ­está aislado. Las asociaciones biológicas fueron detectadas des­­de los principios de la historia humana, Aristóteles decía que su perro tenía garrapa­tas, pero éstas a su vez tenían otras más pequeñas que las mordían, las cuales también tenían otras ga­rrapatas, así ad infinitum.
 
Los mismos ancestros de Homo sapiens tenían una nu­­merosa fauna asociada en su ca­sa y en su cuerpo; por ejem­plo, las pulgas y los piojos. Todos conocen las pulgas de los gatos y los perros, pero po­cos saben que existen otros parásitos de nuestros animales domésticos, y son menos conocidos los de animales sil­ves­tres como los murciélagos, los pericos o las lagartijas, por men­cionar algunos.

Posiblemente el parasitismo es una de las asociaciones bio­lógicas más interesantes da­da la existencia de una amplia gama que va desde los que son muy especializados, só­lo en un huésped, hasta los que son capaces de parasitar por igual en una vaca que en un hu­mano.
Algunos parásitos actúan como tales solamente en una épo­ca, y la otra la pasan como organismos de vida libre. Los que son parásitos sólo cuando juveniles se les llama protelianos —como algunos ácaros que se encuentran sobre in­sec­tos— y los que de juveniles son de vida libre —como las pulgas—, y cuando son adul­tos ac­túan como parásitos, se denominan imaginales —de ima­go o adulto.
 
El proceso hacia el parasitismo essin duda uno de los fe­nómenos más interesantes de la evolución, ya que todos los ancestros de los parásitos alguna vez fueron de vida libre. Es­tos pequeños animales vivían junto a otro más gran­de, en sus nidos o madrigueras, alimentándose de sus de­sechos. Pasado un tiempo, probaron los tejidos de su hués­ped, mordiéndolo o picán­dolo. Luego, tomar su sangre fue una imperiosa ne­cesidad para obtener no sólo alimento, sino también ciertas hormonas que rigen su ciclo de vida. El parásito se volvió dependien­te de su huésped.

Pocos podrían imaginar que los cangrejos ermitaños tie­nen diversas formas pará­si­tas en su cuerpo, y que son simi­la­res, o comparables con las pul­gas y los piojos. Es, qui­zás, uno de los casos más interesantes de parasitismo, por­que los huéspedes tienen que so­por­tar tremendos cambios de pre­sión osmótica, ade­más de hu­medad y cantidad de oxígeno disponible.
 
Se han observado varias es­­pecies de ácaros asociados a los cangrejos ermitaños de la es­pecie Coenobita clypeatus (Crus­tacea), que logran ubi­­car­se en las sedas de las patas o del cuerpo, como los miem­bros de la familia Ewingidae, gracias a modificaciones en sus patas iii y iv para sujetarse al huésped. Lo interesan­te es que las larvas, que solamente tienen tres pares de pa­tas, desde que nacen presentan el último par modificado para sujetarse de los pelos y así no perderse en el agua.

Por su forma, estos ácaros parecen, en un microscopio clí­nico, una ladilla o piojo del pubis humano. En realidad la si­mi­litud únicamente es por la adaptación a la vida parasitaria, ya que necesitan fijarse fuerte­mente al huésped. Los ácaros de la familia Ewingidae tienen ocho patas, carecen de mandíbulas y son más cercanos a las arañas que a los in­sec­tos. Por su parte, las ladillas solamente tienen seis pa­tas —tí­pi­co de insectos—, el cuerpo aplanado y sus partes buca­les están adaptadas para picar y chupar.

Por otro lado, se han loca­lizado colémbolos —antes in­sec­tos apterigotos— en los cangre­jos de la misma especie (Coenobita clypeatus), pero en los que viven en conchas de Citarium pica (Molusca: Trochidae).

Los colémbolos se carac­te­rizan porque presentan seis patas —como los piojos, que son insectos ápteros—, antenas y además una fúrcula o apén­di­ce abdominal que les permite brincar. Los machos tienen las antenas modificadas, que les sirven para sujetar a la hembra durante la trans­ferencia de espermato­zoi­des, pese las variables con­di­cio­nes del ambiente donde ­vive.

Aunque como las pulgas, los colémbolos tienen la ca­paci­dad de brincar, son comple­tamente diferentes, porque lo ha­cen mediante un par de apén­dices de su abdomen. Mien­tras que las pulgas brin­can con las patas que tienen en el tórax. Por otro lado, las pie­zas bu­cales de los colémbolos son in­ternas, dentro de una ca­vi­dad bucal, en tanto que las mandíbulas y maxilas de las pul­gas se han modifi­cado en estiletes, lo que les permiten picar a sus húespedes, sean gatos, pe­rros o humanos. La única similitud real entre los colémbolos y las pulgas es que ambos tienen seis patas y pueden brincar, ya que pertenecen a grupos muy lejanos sin parentesco.

Posiblemente estos pe­que­­ños artrópodos —como piojos y pulgas— viven en los cangrejos ermitaños en una asociación en la que el comensal se instala en el cuerpo de un hués­ped y se beneficia alimentándo­se de sus residuos o de sus de­sechos, sin causarle da­ño o beneficio alguno, mientras que el huésped permanece indiferente.

Sin embargo, esta asociación es obligada porque los ácaros no pueden vivir en otro ambiente que no sea el que pro­porcionan los cangrejos ermi­ta­ños. Los ácaros y los co­lém­bo­los parecen tener una aso­ciación de parafagia, ya que am­bos deben alimentarse de desechos del cuerpo de los can­grejos ermitaños.
José G. Palacios Vargas
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo

Palacios Vargas, José G. (2007). Los piojos y las pulgas de los cangrejos ermitaños. Ciencias 85, enero-marzo, 38-39. [En línea]
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