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Marco Antonio Martínez Negrete
     
               
               
Lo nuclear en el cine se ha tratado en sus dos aspectos,
militar y civil, en sendas películas estadounidenses que han causado gran impacto en la sociedad. En lo militar The day after (El día después), dirigida por Nicholas Meyer y estrenada en 1983, describe el hipotético caso de una guerra nuclear entre la hoy extinta Unión Soviética y los Estados Unidos de una manera tan realista que, sin duda, influyó en los pueblos y gobiernos estadounidense y soviético al punto que afectó los tratados de reducción de armas nucleares que se estaban tratando de alcanzar por aquellos tiempos.

Afortunadamente la situación que se describe no se ha presentado hasta ahora, aunque la existencia de los arsenales nucleares que se mantienen en estado de alerta en Rusia y Estados Unidos aún representa el peligro de un intercambio nuclear, a pesar de que la llamada Guerra Fría mantenida entre las dos potencias se desvaneció tras el colapso de la Unión Soviética en 1989. Las tensiones no han desaparecido del todo, por lo que dicha película mantiene todavía su carácter premonitorio inicial. Para justificar este juicio basta con acceder a las noticias en los medios masivos de comunicación, referentes a la inquietud que los rusos expresan en relación con el asedio militar de los estadounidenses, según ellos a ritmo creciente.

En otra película también relacionada con lo nuclear militar y su estrecha vinculación con lo nuclear civil, que trata acerca de una planta productora de combustible nuclear a base de plutonio, se narran los sucesos que conducen a la muerte de Karen Silkwood, una valiente mujer empleada de la planta, quien muere en un accidente automovilístico cuando se dirigía a una entrevista en la que documentaría los malos manejos de la compañía Kerr-McGee, asociados al maltrato de los trabajadores y la contaminación de la población y el ambiente circundantes por plutonio. El caso Silkwood, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Meryl Streep, fue estrenada en 1983.

Pero ha sido en el terreno de la llamada utilización civil de la energía nuclear en donde la premonición y los hechos se han encontrado en una cita por demás precisa. Es el caso de la película The China syndrome (El síndrome de China), dirigida por James Bridges y estrenada al inicio de 1979, contando en su reparto con Jane Fonda, Jack Lemmon y Michael Douglas, entre otros actores famosos. A diferencia del caso nuclear militar, esta película trata de eventos en una planta nucleoeléctrica que pueden conducir a un accidente nuclear severo, pero lo interesante es que, apenas a doce días de estrenada —en la madrugada del 28 de marzo de 1979—, ocurrió el accidente de la planta nuclear de la Isla de las Tres Millas (Three Mile Island), siguiendo una secuencia muy parecida a la planteada en esa cinta.

Cabe señalar que, en los días iniciales de su exhibición, la película fue considerada como poco creíble pero, después de dicho accidente, capturó enormemente la atención y fue vista por millones de estadounidenses, seguramente por su carácter premonitorio y porque en aquel tiempo la gente sabía bastante sobre la inseguridad de las plantas nucleares, al punto que la preocupación por su operación era ya una constante social en Estados Unidos.

La premonición encontró su correlato real quizá porque la trama se basó en la amplia información sobre la operación de las plantas nucleares que ya existía en ese momento, el historial de accidentes ya ocurridos y las posibilidades de mal funcionamiento. Circulaban excelentes libros, como el escrito por Olson, que trataban de satisfacer la demanda social de conocimiento de millones de personas que vivían cerca de nucleoeléctricas, ya que entonces estaba en marcha un amplio y agresivo plan nuclear en Estados Unidos que preveía que para el año 2000 la mitad de la generación de electricidad sería satisfecha por plantas nucleares —en un corto tiempo el número de nucleoeléctricas había subido de veinte a ochenta. Sin embargo, el agresivo plan se encontró con un movimiento antinuclear de amplia base social que, junto con otros factores negativos, principalmente el económico, lograron frenar el programa nuclear, por lo que en 2000 apenas había unas cien plantas construidas en el vecino país del norte, en vez de las cerca de mil que se había proyectado. Desde 1978 no había pedidos de nuevas construcciones y todas las plantas ordenadas después del año 1973, alrededor de cien, habían sido canceladas. Esto no solamente ocurrió en Estados Unidos, sino en el mundo entero. La Agencia Internacional de Energía Atómica preveía al inicio de los setentas que unos 4 500 reactores, de mil megawatts cada uno, estarían operando en el año 2000 en todo el mundo. Sin embargo, en ese mismo año la cantidad total llegaba apenas a poco más de 400.

El síndrome de China desempeñó, indudablemente, un papel importante en el fracaso de los ambiciosos planes pro nucleares, como parte central del imaginario antinuclear que se extendió en su país de origen y por el resto del mundo. Es seguro que este documento fílmico y su encuentro con lo real pudieron haber sido tomados en cuenta por quienes operaban plantas nucleares de diseños “occidentales” como un valioso testimonio capaz de prevenir los accidentes posteriores de Fukushima. Pero es también una eficaz advertencia para prevenir accidentes que genérica y particularmente pueden ocurrir en las plantas nucleares de tecnología estadounidense, sean de General Electric o Westinghouse, como es el caso de la planta nuclear de Angra en Brasil o Laguna Verde en México.
 
La ficción y la realidad
 
En la película, los actores Jane Fonda, Michael Douglas y un ayudante forman parte del equipo de una televisora que va a elaborar un programa sobre la planta nuclear de Ventana, perteneciente a la compañía Valle Electricidad de California. Supuestamente la planta nuclear tenía una potencia nominal de 800 MW (1 MW es un millón de watts de potencia, como punto de comparación, la planta de Laguna Verde cuenta con dos reactores de 635 mw cada uno), una antigüedad de cinco años y se había empleado más de dos años en su construcción.

Lo insólito de los datos anteriores no son la potencia ni los años de operación, sino que se hubiese tardado apenas dos años en su construcción. En realidad los récords mundiales son algunas plantas nucleares en Finlandia y Francia, en donde cinco años ha sido el tiempo máximo de construcción. En el otro extremo México seguramente se lleva la palma, pues el tiempo transcurrido desde que se ordenó iniciar los estudios en 1966 hasta el año de la operación del primer reactor en 1990, transcurrieron 24 años. En general, los tiempos de construcción oscilan alrededor de los diez años, lo que contribuye sustancialmente a la elevación de los costos de la electricidad nuclear.

El que la planta nuclear Ventana se situara ficticiamente en el estado de California no era gratuito, puesto que hubo controversia sobre la pertinencia del sitio en que la Pacific Gas and Electric Company pretendía construir la planta nuclear de Bodega Head (a unos cien kilómetros al norte de San Francisco). Las personas que vivían en su vecindad argumentaban que se asentaría a unos cuantos metros de una falla geológica que, previsiblemente, en su reacomodo provocaría movimientos de suelo capaces de producir sismos que indudablemente afectarían la operación segura de la nucleoeléctrica. La insistencia de la compañía propietaria suscitó una decidida protesta social, al grado que se fue consolidando un fuerte movimiento antinuclear que se extendió por otras partes de los Estados Unidos, como lo menciona Olson.

Desde la perspectiva de 2012, a casi un año de ocurrido el accidente de Fukushima, no puede dejar de notarse para este caso también el aspecto premonitorio de la película. Es casi seguro que en Japón hubo personas que, alrededor de 1974, alertaron a las compañías y al gobierno de que no se instalaran en Fukushima reactores nucleares, puesto que la zona era reconocidamente de alta sismicidad. Se piensa que, antes de la llegada del tsunami, el terremoto ya había afectado severamente los sistemas de seguridad de los reactores accidentados en Fukushima.

Otro aspecto muy inquietante sobre el origen de la película, la motivación para filmarla, aparte de la inquietud ya generada por el fallido intento de construir Bodega Head, es si quienes la realizaron estaban al tanto de los memorandos internos de los organismos nucleares del gobierno norteamericano referentes a la seguridad de las plantas nucleares del tipo de las construidas en Fukushima.

Desde 1974 era conocido, tanto por los técnicos nucleares del gobierno como por los de las compañías constructoras de plantas nucleares, que los mecanismos diseñados para enfrentar la pérdida de refrigerante del núcleo de los reactores era defectuoso y que, por tanto, debía suspenderse la subsecuente instalación de tal tipo de plantas, así como desmantelarse las que ya estaban en operación. Estos juicios, expresados en memorandos internos de los organismos de seguridad nuclear fueron, sin embargo, desestimados por las autoridades superiores gubernamentales y privadas, de manera que una consecuencia es que en varios países hay instaladas plantas nucleares que presentan un enorme riesgo.

Con base en lo anterior los críticos argumentábamos alrededor de 1986 que su tecnología era obsoleta y anticuada, a lo que los técnicos a favor de Laguna Verde respondieron que no podía ser así, dado que precisamente los japoneses habían escogido esa tecnología, la de General Electric, en varias plantas nucleares como la de Fukushima. Y los japoneses, antes y ahora, son el prototipo de un país altamente tecnificado.

¿Sabían las compañías privadas y el gobierno japonés que en Fukushima se estaban instalando plantas nucleares de diseño oficialmente calificado de defectuoso? Posiblemente no, al menos a juzgar por la experiencia norteamericana, ya que fue diez años después que la compañía General Electric recibió una demanda por parte de una compañía eléctrica a la que había vendido tales plantas con diseño defectuoso, la cual quería que General Electric pagara los enormes sobrecostos derivados de las inversiones adicionales en equipo, requeridas por la Comisión reguladora de lo nuclear del gobierno, a fin de compensar la inseguridad inherente a los diseños originales. Durante el juicio, en 1987, la compañía eléctrica argumentaba que General Electric era la que debía pagar los cientos de millones de dólares que costaban los parches de seguridad, dado que le había vendido un equipo defectuoso, a sabiendas.

No obstante, en la película no se da a entender explícitamente que sus productores tuvieran un conocimiento de los memorandos de referencia. Sin duda, de haber sido difundidos, los japoneses no habrían equipado la planta de Fukushima con tecnología de General Electric. Mas en el caso mexicano hay una pregunta que debe contestarse, pues el primer reactor nuclear de Laguna Verde entró en operación en 1989, dos años después de los juicios contra General Electric, cuando la información ya era pública.

Por otra parte, vale mencionar que las críticas de los técnicos nucleares del gobierno estadounidense respecto de los diseños defectuosos de los sistemas de reducción de la presión, no sólo se hacían a los de General Electric, también a los de Westinghouse y otros más parecidos, como el de Tres Millas. Es importante mencionar esto porque en América Latina hay otras plantas nucleares con diseños de tales compañías operando, como la de Angra dos Reis en Brasil. Así pues, lo premonitorio de Tres Millas y Fukushima debe ser preventivo en Laguna Verde y Angra.
 
Cámara, acción…
 
La trama empieza cuando el equipo de Jane Fonda se presenta en la planta y, como de costumbre, es recibido por un guía muy seguro de sí y de lo que dice, quien se encarga de hacer una introducción a las maravillas del uranio como combustible, explicando que en una pastilla de uranio hay el equivalente energético de una tonelada de carbón. Desde luego, omite que es precisamente esa altísima concentración energética la que crea un problema de seguridad imposible de resolver.

El problema central radica en que los núcleos de los átomos de uranio presentes en las pastillas de combustible, al romperse en partes menores por la incidencia de neutrones provenientes de rupturas anteriores, tienen que mantenerse concentrados a fin de que las sucesivas rupturas o fisiones, que son las que generan la energía, no se interrumpan y el reactor pueda operar con una potencia estable. Para que las fisiones se mantengan en régimen estable, el aglomerado de pastillas en el llamado núcleo del reactor no debe de sobrepasar en demasía un cierto tamaño crítico. O sea, el núcleo del reactor debe de tener un tamaño crítico, de lo contrario los neutrones escaparían al ambiente sin producir más fisiones y el reactor no podría generar potencia. Y en este tamaño crítico está la contradicción irresoluble, pues es tanta la potencia que se genera, que se necesitan ciertos mecanismos de extracción pronta y expedita de energía para que el reactor no explote. Hasta la fecha no hay un diseño que pueda garantizar la seguridad plena de los reactores nucleares; ningún diseño logra la estabilidad de la altísima generación de energía en un espacio que debe mantenerse necesariamente reducido.

Hay factores técnicos que pueden alterar irremisiblemente la estabilidad en el funcionamiento seguro de un reactor nuclear como, por ejemplo, el más peligroso: las fallas en el sistema de refrigeración del núcleo del reactor. De producirse, el reactor se fundiría y el metal caliente penetraría todas las barreras de contención, produciendo explosiones a su paso, liberando peligrosas sustancias radiactivas en el trayecto, hasta llegar eventualmente a grandes profundidades (exageradamente, hasta China, circunstancia de la cual toma su nombre la película).

Desde el inicio de su concepción, la discusión sobre la seguridad de las plantas nucleares ha sido una constante, esto es, si los reactores y los demás equipos que la integran son capaces de aprovechar la energía obtenida para generar electricidad en condiciones de estabilidad. Es principalmente debido a esto que hay una gran variedad de diseños y todos claman ser la solución adecuada. Pero los análisis críticos revelan que es imposible llegar a un diseño “intrínsecamente seguro”, aunque sea solamente por causa del factor humano, es decir, debido a los errores que inevitablemente van asociados al comportamiento de las personas frente a una máquina.

Adicionalmente, otros factores que no son técnicos, pero que interactúan eficazmente con ellos, pueden afectar negativamente la seguridad en la operación de la planta nuclear. Tal es el caso de las presiones para continuar con el funcionamiento forzado de la planta, a pesar de que previamente algún técnico haya podido detectar la posibilidad de una falla técnica de gravedad si no se detiene a fin de realizar las reparaciones pertinentes.

Las consideraciones anteriores tienen su contraparte en la película, de forma bastante parecida. En un momento determinado, las explicaciones del guía son sustituidas por una grabación, en la que de pronto se vierte la opinión de que, aunque las plantas nucleares están diseñadas para enfrentar cualquier tipo de accidente, las fallas en el sistema de refrigeración podrían conducir al reactor a experimentar una fundición (“el síndrome de China”, exclama en un susurro Jane Fonda, abriendo más, si cabe, sus insondables ojos azules), lo que ocasionaría enormes pérdidas en vidas humanas y económicas, contaminando radiactivamente una superficie del tamaño del estado de Pensilvania.

La grabación se refiere a las estimaciones actualizadas al año de 1965 del reporte de daños posibles por un accidente nuclear grave, efectuadas previamente en el estudio oficial conocido como wash740. De haber una fuga masiva de material radiactivo en una planta de 300 mw (recuérdese que Ventana tenía 800 mw, en tanto que Three Miles Island2 contaba con 900 mw) podrían morir 45 000 personas, 100 000 quedarían heridas y los daños a la propiedad serían de alrededor de 17 000 millones de dólares (de 1965). Como lo explican Gyorgy y colaboradores, la radiación, en la dirección del viento, podría contaminar una superficie del tamaño del estado de Pensilvania.

Momentos después, el grupo accede a un cuarto con un gran ventanal desde el cual se tiene una vista completa del cuarto de control de la planta nuclear. Ahí se ve a Jack Lemmon, en su papel de supervisor de la nucleoeléctrica de Ventana, atento a las indicaciones de los medidores que tapizan el panel que tiene enfrente. De pronto, el edificio donde se encuentran empieza a vibrar, como si hubiera un terremoto en la zona. Lemmon se agita y dirige su atención preocupadamente a uno de los medidores, al cual le da un golpe con los dedos. El equipo de Fonda expresa su consternación, pero al mismo tiempo se dispone a grabar lo que está sucediendo. De esto se da cuenta el guía y les prohíbe hacerlo pero, pese a la prohibición, Michael prosigue en su propósito con éxito.
Lemmon llama a su segundo de a bordo y empiezan a discutir lo que está sucediendo. Por un lado, las vibraciones necesitan explicación, así como las lecturas del medidor del nivel de agua en el reactor. Al parecer, la lectura del medidor indica que el nivel de agua en el reactor está excedido y, a causa de ello, deciden suspender el flujo de agua de enfriamiento. Pero esto se contradice con las vibraciones que son interpretadas correctamente por Lemmon como resultado de una corriente de vapor en las válvulas y tuberías, en donde normalmente debería circular líquido. Para cerciorarse de su hipótesis, éste sacude en repetidas ocasiones el medidor del nivel de agua que, después de varios golpes, registra finalmente el nivel correcto que revela que falta agua y el reactor se ha sobrecalentado, produciendo vapor, por lo que deciden de inmediato meter más agua.

Es así como se dan cuenta de que el núcleo del reactor quedó descubierto de líquido, sin agua refrigerante, por unos momentos que pudieron ser críticos. De no haber reestablecido justo a tiempo el nivel del agua del reactor se habría llegado al síndrome de China. Lemmon se percata de que las vibraciones pudieron romper las juntas de las tuberías con las válvulas, lo que habría provocado una catastrófica pérdida de refrigerante en el reactor y, para evitar esta posibilidad, se da a la tarea de revisar la calidad de las soldaduras de las tuberías, interrogando a su segundo sobre dicha cuestión vital, así como al técnico encargado de la revisión de las soldaduras.

Hasta aquí, el planteamiento es puramente técnico, pero al cuestionar al responsable revisor de las soldaduras y ante su respuesta, el incidente nuclear muestra su faceta de interacción con lo económico; el técnico solamente revisó una pequeña parte de ellas. Lemmon monta en cólera y amenaza con ir a denunciar la falta a la Comisión reguladora de lo nuclear del gobierno, pero el técnico, en vez de hacerle caso, le explica que no es posible revisar todas las soldaduras porque eso obligaría a detener el funcionamiento de la nucleoeléctrica, lo que implicaría pérdidas diarias de medio millón de dólares para la compañía Valle Electricidad de California y comprometería mil millones de dólares, pues estaba por terminar el trámite de licitación de otra planta nuclear en la zona de la misma compañía. Mas ante la decisión irrevocable de informar de la falta a la autoridad nuclear, el técnico de las soldaduras lo amenaza con denunciarlo ante la compañía eléctrica. Con esta ruptura empieza el calvario de Lemmon, que terminará con la pérdida de su vida.

Entretanto, el equipo de prensa decide acudir a las oficinas de la empresa de televisión con el fin de mostrar su valioso material en el noticiero siguiente, pero se encuentran con la confluencia de intereses económicos entre la compañía eléctrica y la empresa de televisión, que hacen todo para impedir que las escenas del cuarto de control pasen al público.
Inevitablemente se van a encontrar Lemmon y el equipo de Fonda, pues ni el primero acepta callar la verdad, cuya consecuencia sería lo descrito en el wash740, ni el segundo dejaría ir tamaña noticia. El núcleo de su encuentro, no obstante, es el sentido de honestidad en la vida, que hace que la humanidad progrese y no se quede estancada en lo mezquino. Así, se entrevistan y Lemmon se compromete a entregarles el material de las soldaduras y presentarlo, junto con la película, en una de las audiencias públicas que los ciudadanos preocupados habían logrado obtener como parte del proceso de licitación de la segunda planta nuclear.

Es de notar que, en uno de los primeros intercambios entre Lemmon y el equipo de Fonda, ella pregunta si la población estuvo en peligro a causa del accidente sucedido en la planta nuclear y, en particular, en el cuarto de control. Lemmon responde que “accidente no hubo”, que solamente fue un incidente respecto del cual la “defensa en profundidad” hubiera impedido cualquier avance hacia un curso peor, como la fundición del núcleo del reactor.

El concepto de “defensa en profundidad” es un término que la industria nuclear maneja con exagerada autocomplacencia, indicando con ello que es nula la posibilidad de que el material radiactivo dentro de la planta pueda llegar a la gente y el ambiente. Se basa en las siete “barreras” que encapsulan el material radiactivo, empezando por las pastillas de combustible, las barras de zircaloy que las contienen, el núcleo del reactor, la vasija de contención del núcleo del reactor, el contenedor primario, el contenedor secundario y, finalmente, el sistema de refrigeración de emergencia. Sin embargo, en una situación crítica, como cuando por alguna de las múltiples posibilidades falla la refrigeración del núcleo del reactor, las barreras de contención se convierten en lo contrario, en magnificadoras del evento y, por su acción en la situación crítica, pueden provocar un grave accidente en que el material radiactivo escape al ambiente masivamente. Así, cuando el zircaloy que cubre las pastillas se calienta a más de mil grados centígrados, se descompone la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno, formándose una nube de gas inflamable (¿recuerdan el incendio del dirigible “Hindenburg”?) que puede explotar, como efectivamente sucedió en los tres peores accidentes nucleares: Tres Millas, Chernobil y Fukushima.

El combustible fundido también genera vapor a alta presión que puede hacer explotar la vasija o fundirla y seguir su camino sobre el concreto del contenedor primario, generando dióxido de carbono y otros gases que harían explotar el contenedor secundario. Los reactores como los de Fukushima o Laguna Verde disponen, además, de una alberca situada entre la vasija y el contenedor primario, con el objeto de derivar hacia ahí el vapor producido y eventualmente escapado del núcleo; pero, obviamente, la interacción del núcleo fundido con el agua de la alberca generaría inmensas cantidades de vapor a alta presión que contribuirían a la ruptura de los contenedores con más facilidad. En resumen, el vaso de la seguridad que los diseñadores ven medio lleno, en realidad está medio vacío.

El lector interesado puede consultar en la red los detalles técnicos de lo que sucedió en Tres Millas y darse cuenta de que las correspondencias entre lo que allí ocurrió y lo que pasa en Ventana son sorprendentes, pero al mismo tiempo predecibles dada la información existente en el momento de producción de la película. Lo que no podía contener ésta es el hecho de que la limpieza de Tres Millas2 duró más de diez años (de agosto de 1979 a diciembre de 1993) y tuvo un costo directo de 975 millones de dólares y otros indirectos muy superiores —solamente contando la electricidad sustitutiva que tuvo que comprarse para satisfacer la demanda de electricidad contratada con los usuarios, etcétera.

El reactor de Tres Millas2 inició operaciones en diciembre de 1978 y se accidentó a apenas noventa días de operación. Entre 1985 y 1990 se eliminó del sitio casi 100 toneladas de combustible radiactivo. El accidente fue de nivel 5 en la escala INES (7, el máximo, es para Chernobil y Fukushima). Las emisiones radiactivas fueron estimadas en 10 MCI (1 mci es un millón de Curies) por la Comisión reguladora de lo nuclear de los Estados Unidos y en diez veces más por el investigador S. Wing, quien calcula que las emisiones radiactivas causaron aumentos de entre cuatro y seis veces en los casos de cáncer pulmonar en la zona a favor del viento, respecto de otras áreas, y aumentos de dos a diez veces en leucemia en adultos. Se registró también daño cromosómico en flora y fauna.

De acuerdo con M. Cooper, los costos de construcción de plantas nucleares completadas después de Tres Millas y antes de Chernobil aumentaron en 95%, y en ese periodo aumentó el costo de la generación de electricidad en 40% en comparación con el de antes del accidente. De igual manera el costo de construcción de los reactores completados después de Chernobil se incrementó en 89% respecto de dicho periodo, y el costo de la generación de electricidad en 42% por kwh nuclear.
En resumen, hay al menos dos tipos de correspondencia casi exactos entre la película y Tres Millas. El primero entre los detalles técnicos que pueden originar un accidente nuclear de graves proporciones en una planta nuclear; el segundo, en el comportamiento de los actores involucrados, y no me refiero aquí a Jack Lemmon o a la bella pelirroja Jane Fonda, no, sino a la conducta que siguen los medios de comunicación —como la televisión—, los funcionarios, los dueños de la planta nuclear, el personal técnico de la misma y otros personajes involucrados en la operación cotidiana de una instalación técnica tan compleja.

En los tres accidentes más graves de la historia —Tres Millas, Chernobil y Fukushima—, las autoridades civiles y gubernamentales han tratado de ocultar, en primer lugar, la existencia del accidente, y en segundo, su gravedad. La película se hace eco anticipadamente de esta conducta inmoral, aunque el caso de Bodega Head había ya creado una brecha de credibilidad en ambos tipos de autoridad que, en vez de cerrarse con el paso del tiempo, sigue en aumento.

Jack Lemmon cierra su destino cuando se da cuenta que la empresa no va a ceder en sus pretensiones de seguir con la operación de Ventana, a pesar del riesgo de seguir operándola en condiciones precarias de seguridad, y toma la decisión heroica de apoderarse del cuarto de control, pistola en mano. Antes de este suceso la empresa ya había asesinado al ayudante que llevaba la película tomada por Douglas a la audiencia pública que se efectuaba en ese momento, de lo cual Lemmon se dio cuenta y que recuerda con exactitud el comportamiento de la empresa fabricante de plutonio KerrMcGee en contra de la empleada Karen Silkwood, quien el 13 de noviembre de 1974, cuando llevaba las pruebas de la corrupción de la empresa a su abogado, fue lanzada por otro auto hacia un barranco, en donde muere y las pruebas que llevaba desaparecen.

Como colofón de las irracionalidades de la industria nuclear, y una prueba de que para ella importa más las ganancias que la salud de los humanos y el ambiente, vale mencionar que, en 1985, la empresa reinició las actividades del otro reactor Tres Millas1 y en octubre de 2009 se anunció que operará hasta 2034, mediante una extensión de su licencia de operación. Ni la película ni el accidente de Tres Millas pudieron hacer entrar en razón a los propietarios de la planta; tal es la influencia de la economía y la ambición por sobre el sentido común y las normas éticas más elementales.
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El síndrome de China
 
 
 
The-China-Syndrome-1979-cartel
Título original: The China Syndrome
Dirección: James Bridges
Guión: Mike Gray, T. S. Cook, James Bridges
Reparto: Jack Lemmon, Jane Fonda, Michael Douglas, Scott Brady, James Hampton, Peter Donat, Richard Herd, Wilford Brimley
Fotografía: James Crabe
Música: Jim Henrikson, Francesca Emerson, Dan Wallin
Producción: Michael Douglas
Género: intriga, periodismo, catástrofes, holocausto nuclear
País y año: Estados Unidos, 1979
Duración: 122 minutos.

Sinopsis: Al hacer un reportaje rutinario sobre el funcionamiento de una central nuclear, una reportera de televisión y su fotógrafo descubren un posible accidente que puede poner en peligro la seguridad de la planta y de la ciudad de Los Ángeles.

 
 
 
 
     
Referencias bibliográficas
 
Cooper, M. (en la red en “ncyt Amazings”).
Gyorgy, A. & Friends. 1980. No Nukes. Everyone’s guide to nuclear power. South End Press.
Martínez Negrete, M. A. 2011. “Los accidentes nucleares de Fukushima. Lecciones y advertencias para México”, en Ciencias, núm. 103, Facultad de Ciencias, unam, México.
Olson, M. C. 1976. Unacceptable risk. The nuclear power controversy. Bantam.
     
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Marco Antonio Martínez Negrete
Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Cursó la licenciatura, la maestría y el doctorado en Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM y es profesor del Departamento de Física de la misma. Sus temas de investigación se centran en los fundamentos de la física, la energética, termodinámica, didáctica de la física y desarme nuclear.
 
como citar este artículo
Martínez Negrete, Marco Antonio. (2012). Lo nuclear en el cine: El síndrome de China. Ciencias 105, enero-junio, 112-120. [En línea]
     

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