revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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León Olivé Morett (1950-2017).
in memoriam
 
124B07Foto: Universidad Veracruzana  
   
Matemático egresado de la Facultad de Ciencias
de la UNAM, León Olivé orientó su formación hacia la filosofía de la ciencia, área en la que fue pionero en el país y en donde llegó a ocupar un lugar prominente como miembro del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la unam. Quizá por el ambiente familiar —su padre fue un reconocido antropólogo— y su cercanía con Luis Villoro, León se interesó en la dimensión intercultural que tiene el conocimiento en una sociedad pluricultural como la nuestra e incluso abordó el asunto de la justicia desde tal perspectiva. Su pertenencia a la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (uccs) es muestra de la relevancia que para él tenían todos esos aspectos del quehacer científico, de la indispensable crítica que se debe ejercer desde la academia contra ciertas orientaciones del desarrollo tecnológico. Pero, además, siempre consideró la comunicación de la ciencia como un asunto importante, necesario, por lo que fue un colaborador constante y cercano, un miembro fundamental del Consejo Editorial de Ciencias. Lamentamos profundamente su muerte.

Artículos de León Olivé publicados en la revista Ciencias:


Qué hace y qué hacer en la Filosofía de la Ciencia
revista Ciencias número 19.

El progreso científico y el cambio conceptual en las ciencias
revista Ciencias número 26.

La muerte. Algunos problemas filosóficos
revista Ciencias número 38.

Razón y sociedad
revista Ciencias número 43.

La comunicación científica y la filosofía

revista Ciencias número 46.


Thomas S. Kuhn y el estudio de la ciencia
revista Ciencias número 50.

Políticas científicas y tecnológicas: guerras, ética y participación pública
revista Ciencias número 66.

El maíz en México: problemas ético-políticos
revista Ciencias número 92-93.

 

     
Los editores
Revista Ciencias, Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autómoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Los editores. 2017. León Olivé (1950-2017), in memoriam. Ciencias, núm. 124, abril-junio, pp. 78. [En línea].
     

 

 

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Historias que brotan de las rocas. Experiencias sobre el pedregal de San Ángel y su reserva ecológica.
124B06  
 
 
 
Luis Zambrano y Zenón Cano Santana (comps.).
UNAM-CONABIO, México. 2016.
 
                     
La protección de los ecosistemas naturales es una
necesidad que surgió para enfrentar la compleja problemática ambiental del planeta. La destrucción de la naturaleza es inevitable ante el acelerado crecimiento de las poblaciones humanas y el inadecuado modo de consumo de sus recursos naturales. El derrame de lava provocado por la erupción del volcán Xitle y sus conos adyacentes, ocurrido hace alrededor de dos milenios, creó un paisaje particular y fascinante, conocido como Pedregal de San Ángel, precisamente al sur de la hermosa cuenca del Valle de México. Sin embargo, su vecindad con la populosa Ciudad de México provocó que ésta engullera con sus fauces las ecosistemas que este paisaje albergó.
 
Entre las primeras construcciones realizadas sobre las rocas basálticas del Pedregal de San Ángel se encuentran las del campus de Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, las cuales crecieron a una velocidad menor que los asentamientos humanos a su alrededor. Esto permitió que los universitarios de la segunda mitad del siglo xx estudiaran y trabajaran en contacto estrecho con el paisaje del Pedregal de San Ángel. En la década de 1980 surgió un conflicto provocado por las necesidades de modernización de los servicios y comunicaciones que tenía la Ciudad Universitaria y el genuino interés de académicos y estudiantes por preservar el paisaje original de este campus. Así, se generó en el país un movimiento ecologista que clamaba por proteger este ecosistema; afortunadamente, este clamor fue escuchado y atendido por las autoridades universitarias.
 
El propósito de este libro, apreciable lector, es compartir con usted las emociones, los recuerdos y vivencias humanas de quienes han estado en contacto con el Pedregal de San Ángel, así como los complejos problemas de una reserva ecológica durante su creación, crecimiento y mantenimiento. Para esta obra se invitó a pobladores, vecinos de la zona, a sus primeros estudiosos, a académicos que participaron durante su gestión y a quienes eran estudiantes y concurrieron a las movilizaciones y asambleas. Además, se encontrará la perspectiva de las autoridades universitarias, presentes en los tensos momentos de negociación, así como la de todos los académicos responsables de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de Ciudad Universitaria (repsa), la de quienes actualmente trabajan para la Secretaría Ejecutiva de la repsa y la de los miembros de sus diferentes comités técnicos.
 
En suma, usted descubrirá en esta obra que las reservas ecológicas no son impersonales, están llenas de experiencias humanas en donde se mezclan el placer, la nostalgia, el valor, la inteligencia y, a veces, la tristeza de los testigos de su destrucción. Este trabajo nos permitió reconocer la trascendencia de las ideas de académicos de distintas áreas del conocimiento, revalorar sus puntos de vista y reeducar la visión limitada que algunas personas tienen por usar únicamente su visión de las cosas. Se reconstruyeron historias para compartirlas y evitar que quedaran archivadas en los recuerdos personales de sus autores. Sacarlas de allí para el conocimiento colectivo ha sido un ejercicio que ha resultado muy interesante y placentero para nosotros, sus compiladores.
 
La obra está organizada en cuatro unidades. En la primera (“El principio”) se exponen las ideas de quienes visitaron y conocieron el Pedregal en su estado prístino o casi prístino, en las décadas de 1950 y 1960, y el vínculo de la reserva con las culturas prehispánicas. En la segunda unidad se enfatizan las experiencias vividas por distintos actores durante el proceso de elaboración del proyecto de creación de una reserva ecológica en Ciudad Universitaria y las negociaciones realizadas entre estudiantes y autoridades universitarias que culminaron con la creación de la repsa. En la tercera unidad, por su parte, el hincapié está en las vivencias de quienes se enfrentaron a la problemática cotidiana relacionada con una reserva ecológica, quienes tuvieron que lidiar con las necesidades de crecimiento de cu, el impacto de los humanos sobre el ecosistema natural y la necesidad y deseo de los visitantes y universitarios por estar cerca de espacios agradables a los sentidos, lo cual llega a dañar a gran variedad de seres vivos. Finalmente, en la cuarta unidad se encuentran las reflexiones y las historias personales y profesionales de cuatro académicos universitarios que han estado ligados estrechamente a la repsa.
 
Ojalá, al leer esta obra usted sienta el mismo placer que nosotros experimentamos al realizarla. Estas historias brotadas de las rocas del Pedregal y escritas por sus protagonistas tienen los propósitos de conmover a los lectores y contribuir a que valoren, en su justa dimensión, el papel vital de la protección de todos los ecosistemas naturales del planeta
 
     
(Fragmentos de la Introducción).      

     
Luis Zambrano y Zenón Cano Santana
Compiladores
     

     
 
cómo citar este artículo

Zambrano, Luis y Zenon Cano Santana. 2017. Historias que brotan de las rocas. Experiencias sobre el pedregal de San Ángel y su reserva ecológica. Ciencias, núm. 124, abril-junio, pp. 68-69. [En línea].
     

 

 

de la escuela
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Ciencia y saberes comunitarios en la escuela un diálogo simétrico para el cuidado del ambiente
124B04  
 
 
 
Rogelio Cayetano Andrés
 
                     
“La ciencia en la escuela y los saberes comunitarios,
un diálogo simétrico para el cuidado del medio ambiente”, así se llama uno de nuestros proyectos educativos enmarcados en el contexto de la propuesta “La ciencia en la escuela”, una experiencia que hemos y estamos viviendo en la secundaria técnica número 183 de la comunidad de Encinal Colorado, perteneciente al municipio de San Juan Guichicovi, Oaxaca.

Ubicada en la zona norte del istmo de Tehuantepec y parte del territorio que ocupa el pueblo mixe —ayuuk nos llamamos nosotros—, en esta comunidad la mayoría de los habitantes se ocupa en las labores del campo, y las mujeres se dedican también a la elaboración de totopos, que son tortillas tostadas en un horno que se calienta con brasas de encino.

Quien llega a Encinal, en su visita se refresca aquí y allá con el verde profundo. A lo lejos se pueden ver las montañas que se extienden cual alfombras verdes, de donde bajan todavía arroyos y ríos. Lamentablemente, en la actualidad los garrapaticidas, herbicidas, abonos y demás químicos que ahora aplican los ganaderos, principalmente, van a desembocar en esas corrientes.

La escuela, inserta en este contexto, no puede cerrar sus ojos ante tan evidentes consecuencias. Se pensó entonces que en ella se podía promover una cultura de preservación y cuidado del ambiente, generar conciencia ecológica a partir del estudio científico del mismo y del rescate de los saberes comunitarios y, con estas dos categorías, generar verdaderas experiencias de aprendizaje tanto para los alumnos como para los docentes. Ambiente, comunalidad y experiencias de aprendizaje son los conceptos que cimientan el proyecto educativo con los cuales se han diseñado acciones para diferentes ámbitos.

Los elementos para el desarrollo del proyecto son: un jardín botánico, la producción de abono orgánico —composta y lombricomposta—, un huerto biointensivo para el cultivo de hortalizas, la construcción de terrazas, la recuperación de nacederos, una estación meteorológica, la clasificación y el tratamiento de la basura, la identificación de fauna y el establecimiento de un vivero; además de la zona de reserva que hemos establecido en la escuela, en la que estamos generando de manera natural la reforestación con árboles y plantas propias de la zona.

De todos estos elementos se desprenden las proyectos didácticos de investigación, que son el medio para concretar el proyecto educativo en el aula. La idea rectora de nuestra metodología es primero generar y vivenciar la experiencia en la escuela con los alumnos para posteriormente divulgar e impulsarla en la comunidad. Así sucedió con el horno ecológico, que se propuso como una alternativa, una solución al uso exagerado de la leña que requiere el horno tradicional, ya que se produce demasiado humo y pérdida de calor en el proceso de elaboración del totopo, además de que gran parte del calor y el humo es absorbida por las personas que elaboran este alimento básico, provocándoles enfermedades pulmonares y respiratorias.

En este ciclo escolar hemos elaborado un interesantísimo proyecto didáctico para trabajar una zona de microcuenca que se localiza al lado de la escuela, cuyo propósito central es establecer una estación científica para estudiar el manto acuífero y la biodiversidad que allí existe y, con esto, rescatar y dar vida a ese nacedero para después construir una minipresa que permita abastecer de agua a la escuela en épocas de sequía y regar nuestras plantas y hortalizas.

Además de preservar la belleza del lugar pues, como lo han dicho sorprendidas las personas que han visitado la escuela: “¡Es hermoso!”, así exclamó una maestra cuando, desde arriba, vio el arroyito que serpentea bajo los árboles.
Todas las asignaturas aportarán su trabajo: español elaborará una monografía, una narración y descripción del proceso de construcción de la minirrepresa; biología hará un inventario de la biodiversidad; química un estudio de las características del agua; matemáticas diseñará la microcuenca y hará cálculos para el volumen de captación; física estudiará las diferentes técnicas de bombeo del agua; en la llamada asignatura estatal se sembrarán plantas nativas y propias de la microcuenca; historia se encargará de la historia oral de los pozos; contabilidad se dedicará a un proyecto comunitario de conservación del agua; geografía estudiará y obtendrá datos del área que cubrirá el centro de investigación; computación sistematizará el proyecto mediante videos; educación artística se concentrará en un diseño estético de la microcuenca; inglés describirá el paisaje lacustre; y formación cívica y ética efectuará censos de los mantos acuíferos en la comunidad.

Pero a la par de todo esto, los principales de la comunidad, los que más saben sobre estos temas, así como las autoridades tradicionales de la localidad, participarán con la comunidad escolar para compartir sus conocimientos y experiencias sobre el cuidado y uso que se le debe dar al agua y a la tierra, sin dejar de lado las creencias ni el significado de los ritos que aún se conservan. Es así como la construcción de estos proyectos nos ha permitido integrar contenidos tanto locales como universales, integrar todas las asignaturas en una forma de trabajo interdisciplinario. Es así como la ciencia y los saberes comunitarios se unen en un diálogo simétrico para el cuidado del ambiente.
     
Referencias bibliográficas

Carrillo Trueba, César. 2013. Pluriverso, un ensayo sobre el conocimiento indígena contemporáneo. UNAM, México.
Hidalgo Guzmán, Juan Luis. 2011. Una escuela para educar en la vida. Comprender y ayudar a los estudiantes en su situación. Oaxaca-IEEPO, Oaxaca.
     

     
Rogelio Cayetano Andrés
Director de la Escuela Secundaria Técnica 183,
San Juan Guichicovi, Oaxaca.
     

     
 
cómo citar este artículo

Cayetano Andrés, Rogelio. 2017. Ciencia y saberes comunitarios en la escuela, un diálogo simétrico para el cuidado del ambiente. Ciencias, núm. 124, abril-junio, pp. 44-46. [En línea].
     

 

 

de la academia
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El camino del investigador
124B05  
 
 
 
Zorba J. Hernández, Aldo H. Romero y Jorge Serrano
 
                     
En este nuevo milenio, cuando la ciencia y la tecnología
generan el desarrollo y crecimiento de los países, y por ende pro­gre­so a sus pobladores, son los países del Grupo de los ocho los que más apoyan la investi­ga­ción científica y tecnológica, creando grandes institutos y centros de investigación, además de ser los que proporcionan más recursos a las universidades. Por otro lado está el es­fuerzo de los gobiernos para que los nuevos descubrimientos sean integrados a la produc­ción industrial. Como consecuencia de esto, se tiene la ne­cesidad de formar recursos humanos tan­to para la investigación como para la operación y seguimiento de nuevas tecnologías y descu­brimientos; y es aquí donde el “prin­cipiante de inves­tigador” o estu­diante de último año de ca­rrera, maes­tría o doc­torado, tiene que emprender y ceñirse a lo que implica el cami­no del investigador.
 
Etimológicamente hablando, la palabra investigar provie­ne del latín in (en) y vestigare (ha­llar, inquirir, indagar, seguir vestigios), lo que conduce al concepto más elemental de des­cubrir o averiguar alguna cosa, seguir la huella de algo, explorar. De esta manera se po­dría considerar que un in­ves­tigador es aquella persona que se dedica a alguna actividad de búsqueda, independien­temen­te de su metodología, propósi­to e importancia. Como el ser huma­no tiene una tendencia na­tural a buscar el sen­tido de las cosas, se deduce que exis­ten diversos tipos de investi­ga­ciones, desde las más ele­men­tales y co­ti­dia­nas con las cuales se busca am­pliar el hori­zonte de los obje­tos conocidos, has­ta la inves­ti­gación científica con caracterís­ticas propias de eficacia superior.
 
Para que alguien pueda lle­gar a ser un buen investigador pensamos que se deben tener las siguientes actitudes: entusiasmo, curiosidad, concentración y disciplina. El entusiasmo lo podemos entender como la capacidad de ilusionarse por los detalles y las imágenes glo­bales de la naturaleza, el gusto por saber, por aprender cosas nuevas todos los días. Sólo las personas entusiastas son capa­ces de vencer los desafíos de lo cotidiano y pasar a una nue­va situación. Una persona entu­siasta habla de retos y descono­ce lo que son los problemas.
 
La curiosidad es cuestionar las cosas que uno observa; ¿có­mo funcionan las cosas?, ¿qué propicia los eventos? Albert Einstein dijo: “no tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso”. Por otro lado, la concentración es enfocarse en un tema hasta ha­cer de ello una obsesión, lo que nos lleva a crear un gran nú­mero de preguntas retóricas; como dijo Théophile Gautier: “para reducir lo infinito a lo finito, lo inasequible a lo humanamente real, no hay más que un camino: la concentración”.
 
La disciplina nos lleva a construir y a depurar hábitos que nos servirán de mecanismos de protección ante per­tur­baciones; es el hábito íntimamente asociado al auto­control. A largo plazo, el trabajo cons­tan­te nos lleva a conseguir un objetivo, llámese descubrimien­to, innovación tecnológica, nue­va aplicación, etcétera.
 
La disciplina es útil para en­trar en el estado mental ade­cua­do según la situación y el momento, sirve para poder detectar y moldear nuestro estado de ánimo, contar con ella ayuda a saber cuándo esforzarnos has­ta la saciedad o incluso rede­finir el rumbo. También es cier­to que cuando nos encontramos en situaciones di­fíciles, continuar trabajando dis­cipli­na­da­men­te nos ayuda a salir ade­lan­te. Tra­bajar siempre por obje­tivos, si­guiendo nuestra mo­tivación más profunda, nos conducirá a tener logros constantemente, los cua­les nos mo­tivarán a su vez a se­guir ade­lan­te mejoran­do la autoestima. La constancia nos lleva a seguir aprendiendo y esto nos ayuda­rá a alcanzar nuestras metas. Además, tener la disciplina de realizar un traba­jo ordenado y sistematizado nos permitirá ob­tener más rápido los resultados deseados o in­clu­so saber que vamos en una dirección equi­vo­cada para lo que estamos buscando.
 
También es importante tener claridad en cuáles son nues­tros objetivos, saber qué tema de in­vestigación queremos desarro­llar, cuáles son las razones por las que se quiere hacer. Resol­ver esto nos proporciona moti­vación.
 
Algunas preguntas fundamentales para elegir el tema de investigación son: ¿qué vamos hacer?, ¿qué temas vamos a ele­gir?, ¿por qué escogemos es­tos temas?, ¿cuál es nuestra mo­tivación en ello?, ¿cuál tema es el más viable con los recursos que tenemos o podemos conseguir?, ¿cómo vamos a es­tructurar la investigación?, ¿cómo la vamos a llevar a cabo?, ¿cómo obtendremos el fi­nan­cia­miento?, ¿cuándo realizaremos las actividades programadas?, ¿en dónde las vamos a realizar?, ¿dónde vamos a elaborar los ma­teriales?, ¿en dónde vamos a realizar las me­dicio­nes y para qué?, ¿cuál es la finalidad prác­tica de nuestra investigación?, ¿a quien le va a servir?, ¿qué nos va a aportar? Una vez teniendo claro hacia dónde se de­ben dirigir los esfuerzos, es mo­mento de comenzar.
 
Elegir supervisor
 
Es muy importante decidir quién va a dirigir nuestro trabajo, pues debe ayudarnos a escoger el tema y sugerirnos posibles soluciones en situaciones difíciles. Debemos buscar a aquel cien­tí­fico que pueda apor­tar a nues­tra investigación conocimien­to, experiencia y recur­sos mate­ria­les. Una manera de evaluar el potencial de dicho in­vestigador para el proyecto que tenemos en mente es conocer su capa­ci­dad docente, pues de­berá trans­mi­tir­nos cómo realizar el trabajo, ade­más de dominar el tema en cuestión. Del mis­mo modo, hay que conocer su capacidad como investigador para establecer co­laboraciones y así poder enri­que­cer el trabajo. Lo más conveniente es que la persona que va dirigir nuestro trabajo tenga recono­ci­miento en el tema en cuestión.
 
En nuestro desarrollo como investigadores tenemos que cru­zar varias etapas en las que la interacción con nuestro direc­tor de tesis es de vital impor­tan­cia, por lo tanto, somos nosotros los que tenemos que evaluar al investigador antes de tomar la de­cisión de parti­cipar en su proyecto de investigación. Para lo anterior hay diferentes puntos que debemos con­side­rar.
 
En el caso de una investi­ga­ción de ciencia básica, uno de los rubros importantes a tomar en cuenta es su número de pu­blicaciones, tanto en el país como en el extran­jero. De manera estimativa: si tiene maestría, uno o dos artícu­los por año; si cuenta con doctorado o post­doctorado, dos o tres artículos cada año. Para evaluar su ex­ce­lencia investiga­dora se reco­mienda conocer su trabajo in­di­vidual, es decir, el nú­mero de publicaciones como primer au­tor y el número de citas, así como su trabajo colec­ti­vo en co­labo­raciones, su parti­ci­pa­ción en congresos y seminarios.
 
Otro punto a evaluar es la docencia; se recomienda poner atención en cuántos cursos ha impartido y la calidad de éstos, conocer las tesis que ha dirigido y de qué nivel (licenciatura, maestría y doctorado) así como el éxito de los egresados de su grupo de trabajo.
 
Finalmente, se debe evaluar su acceso a grandes ins­ta­laciones (laboratorios, equipo de computo de gran capacidad, así como equipo especializado, etcétera). Si es posible, conocer cómo hace la gestión de recur­sos, es decir, cómo administra los apoyos a la investigación; esto nos dará también un buen panorama de su movilidad institucional.
 
Tipo de profesional
 
Un profesional en la industria es la persona que aplica los co­no­cimientos existentes a las ne­ce­sidades prácticas de la socie­dad. Si alguien quiere desarrollarse así, necesita tener un sólido fun­damento científico y ser capaz de usar la tecnología contemporánea. La industria buscará emplear a quien tenga la mayor cantidad de aportaciones a la ciencia y tecnología, enfatiza­rá en las colaboraciones y en la capacidad de gestión de proyectos del investigador.
 
Un docente es la persona que se dedica a la formación de recursos huma­nos y será evaluado por la facilidad que tenga para enseñar, por la cantidad de cursos impartidos, de publicaciones, de congresos, conferen­cias y semi­narios a los que ha sido invitado.
 
Un científico es la persona que por convicción se dedi­ca a la tarea de cre­ar nuevos cono­ci­mientos en su dis­cipli­na cien­tí­fica con el fin de aumentar el sa­ber del cual dispo­ne la huma­nidad, para encon­trar soluciones a las demandas de ésta y satisfacer sus nece­si­dades, por decir algo. Para poder trabajar en un centro de investigación se le evaluará por el número de pu­blicaciones y la calidad de és­tas, las aportaciones que ha rea­liza­do al conocimiento, la cola­bo­ra­ción y la gestión de proyectos.
 
Los tres perfiles a veces tien­den a unificarse en la figu­ra de un investigador de exce­lencia que contribuye al de­sarrollo de la sociedad, tanto des­de la perspectiva de acumular y trans­mitir conocimientos, como desde un enfoque práctico; esto es, que atiende las necesida­des sociales, en la medida de lo posible, en la rama del saber que le ocupa.
 
     
Referencias bibliográficas

Allègre, Claude. 2003. La derrota de Platón o la ciencia en el siglo xx. Fondo de Cultura Económica, México.
Zubizarreta, Armando. 1986. La aventura del trabajo intelectual: cómo estudiar e investigar. Addison Wesley, México.
     

     
Zorba J. Hernández
Aldo H. Romero

Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados-Querétaro,
Instituto Politécnico Nacional.

Jorge Serrano
Departamento de Física Aplicada,
Universidad Politécnica de Cataluña.
     

     
 
cómo citar este artículo

Hernández, Zorba J., Aldo H. Romero y Jorge Serrano. 2017. El camino del investigador. Ciencias, núm. 124, abril-junio, pp. 56-58. [En línea].
     

 

 

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Las infinitas maneras
de ensamblar el cosmos
124B03  
 
 
 
César Carrillo Trueba
 
                     
La tajante división instaurada en el pensamiento
occidental, y por ende en la ciencia, entre lo que es naturaleza y lo que es cultura, sociedad, es quizá uno de los mayores obstáculos para la comprensión del conocimiento generado en diferentes culturas, de lo que es real y no, de lo que se considera posible, lo verdadero. Las relaciones que las diferentes sociedades —pasadas y presentes— mantienen con los elementos de la naturaleza configuran de una manera particular su cultura, su cosmovisión, y constituyen el universo de lo posible, de lo real, su propia ontología, orientando su pensamiento y la forma como en la vida social cotidiana se relacionan con ellos, así como entre los mismos integrantes de la sociedad y de aquellas que les rodean. Es al interior de este marco conceptual que debemos tratar de comprender las formas de conocimiento desarrolladas en otras culturas, pasadas y presentes. Como bien dice Anthony Aveni: “todos buscamos la unidad, pero la forma como la gente crea orden en el mundo que le rodea parece depender fuertemente de su agenda social —lo que necesitan para funcionar en su día a día—, pues es su cultura la que confiere estructura a la naturaleza. Los lazos ocultos que se establecen entre la manera como sopla el viento, cómo se mueven las estrellas, cómo amanece, difieren claramente a lo ancho del mundo, y este proceso de unir así partes del entorno en que se vive no es compartido por toda la gente, salvo en su nivel más elemental. Lo que sucede por encima de todo es que no existe un conjunto de principios culturales abstractos que sean entendidos de la misma forma por toda la gente en toda época. Somos demasiado diversos para eso”.

Las representaciones del cielo elaboradas por las diferentes culturas que aquí presentamos son claro ejemplo de dicha diversidad.

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Decoración astronómica de tumba egipcia en Tebas, ca. 1473 a. C.  Leonard King, Planisferio de Nínive, 1912.
   
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Liber floridus, s. XIII; Abd Al-Rahman Al-Sufí, Libro de las constelaciones de las estrellas fijas, s. XIV
   
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Abd Al-Rahman Al-Sufí, Libro de las constelaciones de las estrellas fijas, s. XIV.  Grabado del período seléucida, s. II a. C.


La mirada arrogante que aún prevalece en la ciencia poco puede aportar a la irrecusable necesidad de simetría en las relaciones entre distintas sociedades en el mundo pluricultural en que vivimos; esto sólo pueden ser viable si tales relaciones se hallan cimentadas, desde el punto de vista ontológico, en una igualdad de las diferentes formas de conocimiento que existen, es decir, en el pleno respeto a las diversas realidades que constituyen, en palabras del mismo Aveni, “las infinitas maneras de ensamblar el conjunto del cosmos”.
     
Referencias bibliográficas

Aveni, Anthony. 1992. Conversing whit the Planets: how science and Myth Invented the Cosmos. Times Books, Nueva York.
     

     
César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autómoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Carrillo Trueba, César. 2017. Las infinitas maneras de ensamblar el cosmos. Ciencias, núm. 124, abril-junio, pp. 36-37. [En línea].
     

 

 

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