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Cuando la naturaleza imita al arte
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César Carrillo Trueba
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Desde sus orígenes la fotografía ha sido víctima de un debate en el que se disputan su paternidad las bellas artes y la ciencia. Hoy día, el empleo y la difusión de nuevas tecnologías ha reavivado esta ancestral discusión. La digitalización y manipulación de imágenes ha llevado incluso a algunos a proponer una legislación que obligue la mención del uso de estas técnicas en la publicación de una imagen fotográfica. Por su parte, quienes ven en estos medios un mundo a explorar, un espacio de creación, los defienden a capa y espada en ocasiones en nombre del tan deteriorado “progreso”.
Al igual que las de varios autores, las fotografías de Art Wolf realizadas con estas técnicas viven en medio de la polémica. Este connotado fotógrafo de naturaleza ha puesto en circulación, junto con su tradicional trabajo de gran calidad, una serie de imágenes creadas en la computadora con base en fotografías tomadas por él mismo. En muchas de ellas su fuente de inspiración ha sido el trabajo del artista holandés M. C. Escher. Clásica es ya aquella en donde las líneas de los cuerpos de un grupo de cebras se entremezclan de tal manera que resulta casi imposible delimitar sus contornos.
La dificultad para detectar la manipulación de las imágenes ha provocado el enojo de quienes defienden la supuesta “pureza” del documento fotográfico; mas su belleza ha sido suficiente argumento para enfrentar los cuestionamientos. Además, como lo señala Joan Fontcuberta, en cada paso de la creación de una fotografía existe una dosis de manipulación. “Encuadrar es una manipulación, enfocar es una manipulación, seleccionar el momento del disparo es una manipulación... La suma de todos estos pasos se concreta en la imagen resultante, una ‘manipulación’ sin paliativos”. En síntesis, la manipulación es “una condición sine qua non de la creación”.
Quizá el revuelo que han causado las imágenes de Art Wolf se deba a que la fotografía de naturaleza ha mantenido un estilo bastante clásico, lejos de las vanguardias que brotan constantemente en la llamada fotografía artística. Sin embargo, al igual que en esta última, la práctica de una serie de manipulaciones es algo común, desde amarrar con un mecatito a un animal para que no se mueva, hasta las imágenes obtenidas por medio de sofisticados dispositivos que se accionan con el movimiento de un animal colocado en un espacio diseñado ex-profeso, pasando por el juego de óptica y encuadre que permite dar la impresión de que un animal en cautiverio se encuentra en su medio natural.
La conclusión de Joan Fontcuberta en torno a esta cuestión es interesante. La manipulación de una imagen no puede ser condenada en sí, ya que toda fotografía es producto de cierta manipulación; “lo que sí está sujeto al juicio moral son los criterios o las intenciones que se aplican a la manipulación”. Estigmatizar una imagen digitalizada y manipulada resulta un tanto absurdo, sobre todo si se trata de fotografías que por su efecto logran despertar interés en cuestiones sociales, políticas, ambientales, etcétera.
Como bien lo dice el fotógrafo indú, Shahidul Alam, “si podemos pintar con luz, podemos pintar con sueños, podemos crear la neblina de la mañana o el resplandor del atardecer. ¿Acaso es falso? De ninguna manera. En nuestra tenue existencia, cualquier cosa puede ser falsa, menos la imaginación. Todo lo que valoramos y luchamos por defender, todo lo que nos da fuerza, está hecho de sueños. Por eso debemos continuar soñando. Y si los pixeles son el vehículo para realizar nuestros sueños, que así sea”.
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Carrillo Trueba, César. (1998). Cuando la naturaleza imita al arte. Ciencias 51, julio-septiembre, 36-37. [En línea]
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