cuento |
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El orden |
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Nada Gadjanski
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César soñó que se le había caído el librero, la única forma cuyo contenido valioso tiene orden. Cuatro mil libros arreglados por materias, antropología, ciencias naturales, economía, crítica literaria, antropología, historia, novelas… Las materias subdividas en divisiones de submaterias. Dentro de cada una de ellas los libros estaban arreglados por orden alfabético. Se despertó mojado de sudor, buscó sus lentes, se los puso y vio el librero. Ahí estaba, intacto. Suspiró aliviado. Con los ojos trataba de encontrar algo en su recámara que se saliera de esta armonía, algo que tal vez causó la pesadilla. Y estaban ahí, enfrente de la cama. Sintió un estremecimiento por todo el cuerpo al ver las pastas rojas. Se levantó y lentamente tomó los dos últimos tomos de la enciclopedia. Era imposible acomodarlos. Si los pusiera entre los otros libros, el librero perdería su orden. Trató de empujar los libros de la izquierda y luego los de la derecha. No pudo. Con la mano se quitó el sudor de la frente. “Imposible acomodar estos dos”. Se fue pensativo a la cocina, se preparó un café y regresó al librero. Se sentó en el piso volteando ambos tomos, mirándolos y midiendo a la vez el librero con la vista. Tomó un poco de café, se levantó. Una hora después todos los libros estaban en el suelo. Otra vez empezó con la antropología, física… Sentimiento raro… sensación extraña… Muy seguido tengo la impresión de que en mi vientre hay algo que se está moviendo, plegando, como si quisiera serpentear hacia la luz… como si en mi propio cuerpo tuviera un prisionero, un enfermo mental, lleno de polvo, arrugado… Como si hubiese estado ahí durante siglos, desde un principio… De repente hago movimientos extraños que no son míos. Los produce este enajenado que está buscando el canal por donde sacudirse de la oscuridad y la humedad de mi vientre. Para tranquilizarlo me pongo a cortar unas figuras de la cartulina negra sin reconocer la forma de éstas, o simplemente no dejo de golpetear sobre la máquina de escribir, como lo estoy haciendo ahora. Hay veces en que me domina completamente. Cuando no puedo más, cuando siento que me está venciendo y me encuentro en el suelo en una convulsión desesperada, y pienso: ¡me quiere salir por la cabeza, por las orejas! Los gritos lanzados al vacío, a la atmósfera a insensible a ellos me serenan… Mis propios gritos y aquellos que lanza esto que no soy yo, sino la materialización de esta fuerza fuera de mis poderes, relámpagos, truenos, los dibujos luminosos y reflejos de miles de colores que me (o… nos) impresionan y calman. Mi prisionero se duerme entonces, iguala una criatura, contento, beato. Se agita suavemente en mi interior como en una cuna de líquido. Yo no soy creador, soy perceptor y transmisor de la agitación y convulsión de mi criatura… y para liberarme… ¡tanto quisiera poder darle luz! |
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Nada Gadjanski |
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