PDF→
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Lucrecia Maupomé |
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El cielo de la noche gira en Teotihuacán y encanta; las constelaciones indígenas se suceden alternándose en el transcurso del año revelando el contenido astronómico de algunos de los mitos. El Taladrador del Fuego —Mamalhuaztli—, que fuera dibujado en el firmamento con las estrellas que nosotros conocemos como la Espada y el Cinto de Orión, señala hoy desde el Ecuador Celeste, que se ha llegado ya al final de la era cronológica actual. La luz de la luna, cuando es casi llena, en las madrugadas ilumina con extraños tonos los rostros de Quetzalcóatl en la escalinata de su pirámide en La Ciudadela. ¿Qué miran en el oeste con esa expresión sobrecogedora, indescriptible, estas obras maestras del arte universal? ¿Qué mira Itzamná desde el Templo de los Frescos en Tulúm? La Osa Mayor —Tezcatlipoca—, señorea las noches de primavera y de verano. La constelación Citlalxonecuilli, que es el Cetro de Quetzalcóatl, resplandece en el otoño y en el invierno: son Quetzalcóatl, con su cetro de estrellas y Tezcatlipoca, que en el cielo y en el mito están en eterna rivalidad. Cuando uno vence, el otro es vencido; cuando uno es visible, el otro se oculta bajo el horizonte. Poco antes del amanecer, Venus reaparece en el horizonte oriental, aún entre los rayos deslumbrantes del Sol del alba vuelve a verse en la región del Negro y del Rojo. Es el Señor de la Aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, de nuevo visible después de su desaparición en la conjunción inferior con el Sol.
Las suaves pendientes de la pirámide de la Luna parecen adquirir movimiento bajo la luz del amanecer. La sombra de la pirámide del Sol, se extiende por la Ciudad de los Dioses, señalando hacia distintos palacios en distintas fechas del año. En agosto de 1983, el día del ortohelíaco de Venus, se dirigía hacia Yayahuala y Zacuala. Quizá exista una relación entre fechas de eventos de Venus y la distribución espacial de los edificios dentro del centro ceremonial. Las figuras 1 y 2 muestran algunos de los instantes de estas observaciones astronómicas en Teotihuacán. Observada desde su base, la línea de visual que asciende por la escalinata de la pirámide del Sol, se continúa en el Ecuador Celeste, indicado por la estrella delta Orionis, la estrella superior del Cinto de Orión, que es actualmente casi ecuatorial.
Esta primera observación astronómica, sugirió observar al Sol en los equinoccios, cuando se encuentra en el Ecuador Celeste.
En los equinoccios, el Sol surge desde el centro de la parte superior de su pirámide (figuras 4a y 4b). Su luz, en un haz discreto, ilumina solamente la escalinata por la que desciende. Traza el glifo del Tiempo; es el Tiempo hecho de luz que desciende a la Tierra.
Este delicado espectáculo no habla sido descrito antes. Las configuraciones de astros y construcciones en fechas de gran importancia dibujan glifos con elementos de luz y de detalles arquitectónicos. Constituyen un lenguaje jeroglífico efímero, periódico y predecible. Son un discurso comprensible, que puede ser contemplado desde los majestuosos espacios abiertos.
Observadas desde la distancia, las estrellas más brillantes del cielo del final del otoño, parecen surgir todas desde la Pirámide del Sol: Capella, alfa Tauri, las Pléyades, las Híadas, Orión, los Gemelos, el Can Menor, Sirio, Canopus. Estas estrellas, de acuerdo a la evidencia etnoastronómica, forman el Gran Hexágono que todavía dicta el trazo de las plantas habitacionales en algunas regiones de Colombia. La estrella superior del Cinta, delta Orionis, está en el centro de este grupo estelar tan notable. Al final de esta era, ha llegado a pocos minutos del Ecuador Celeste, debido al movimiento de procesión del eje terrestre (figura 5a). Se calculó su posición para el principio de la era. Hacia el año –3113, correlacionado con la Fecha inicial Maya, delta Orionis surgía 17°.35 al sur del este, en dirección de la orientación peculiar de uno de los ejes de Teotihuacán. La Espada y el Cinto de Orión habían sido identificados con la constelación indígena Mamalhuaztli, el Taladrador del Fuego. Las imágenes de esta constelación indígena y la de Orión, surgiendo de las pirámides de Quetzalcóatl y del Sol en Teotihuacán confirman observacionalmente su identificación. El Taladrador del Fuego tenía su propio cielo en el Códice Vaticano A. Su diseño en el Códice Florentino, en la figura 5b, es el de los maderos que servían para encender el fuego; este dibujo se grababa en el puño de los difuntos como protección en el viaje hacia la muerte. Las estrellas que formaban Mamalhuaztli, aparecieron en el espejo que portaba un ave, en uno de los presagios que a Moctezuma II le anunciaron la destrucción de su imperio. Esta imagen se representa en la figura 5c. El Taladrador del Fuego, y las estrellas que hoy surgen del centro constituido por la pirámide del Sol, al inicio de la era, hace 5100 años surgían de otro centro, el de la dirección en el horizonte hacia la que está orientado el eje menor de la traza urbanística de Teotihuacán, traza que es rectora de la de tantas ciudades antiguas del territorio mesoamericano (figura 6). Debido a los efectos del movimiento de precesión del eje terrestre, el Taladrador del Fuego durante la era cronológica, ha cambiado su posición con respecto al horizonte, desde la dirección de la orientación de Teotihuacán, hasta el Ecuador. Se acepta que la era cronológica actual, tiene una duración de 5200 años de 360 días (5125.366 años trópicos). Esta era se inició, según la correlación más aceptada, el 12 de agosto del año 3113 antes de nuestra era (contando el año cero), la era terminará en el Solsticio de Invierno del próximo año 2012. Ésta es la 5a. era, postulando que las cuatro eras cronológicas anteriores hayan tenido la misma duración; en total las 5 eras representan 26000 años (de 360 días). Esta es, en primera aproximación, la duración del movimiento de precesión del eje terrestre. Al final de la era en la que vivimos, que es la última quinta parte de una precesión, la estrella delta Orionis, roza el Ecuador Celeste, (figura 5a). El Cinto de Orión no cruza el Ecuador hacia el norte, el corrimiento debido a la precesión, lo lleva desde el Ecuador hasta 248°.5 y de nuevo al Ecuador, el Taladrador del Fuego pertenece al Hemisferio Sur Celeste. Actualmente, al final de las cinco eras, marca el final de un giro del eje terrestre al llegar al Ecuador. Como si fuera una procesión acotada, con principio y fin, de un lapso que dura casi 26000 años.
En un proyector de Planetario actual, es precisamente delta Orionis la estrella con la que se fija el movimiento de precesión.1 Se han discutido aquí las relaciones astronómicas encontradas entre la orientación de Teotihuacán, las posiciones del Taladrador del Fuego, el inicio y el final de las eras cronológicas y la precesión del eje de la Tierra. Aún no es posible establecer sus implicaciones. Se acepta que Teotihuacán se construyó hacia el siglo II d. C., época en la que las Pléyades se ocultaban en la dirección de la orientación de Teotihuacán. Se ha observado, desde la pirámide del Sol, que el Sol surge en esa dirección el 8 de febrero. De acuerdo con un estudio etnográfico, todavía en 1966 se iniciaba el año el 8 de febrero entre algunos grupos mayas. Es muy interesante subrayar que la posición del Sol el 8 de febrero del calendario actual (gregoriano) corresponde a la del 28 de enero del calendario juliano, en la época del último Fuego Nuevo histórico. Sahagún refiere que el año de 360 días terminaba el 27 de enero (del calendario juliano). Lo seguían los cinco días aciagos, nemontemi, del 28 de enero al 1o. de febrero. El año antes de la conquista se iniciaba el 2 de febrero del calendario juliano, que es el 12 de febrero actual. El Sol surge en Teotihuacán, al inicio de los días nemontemi, en la dirección de la orientación de esta ciudad. Venus surgió de esa misma dirección la noche de la celebración del último Fuego Nuevo en 1507. La Calzada de los Muertos es el eje principal de la traza urbanística de Teotihuacán, la dirección perpendicular a ella en los horizontes oriental y occidental, es la que se ha discutido aquí.
Sahagún recogió de sus informantes la descripción de cinco constelaciones indígenas. El gran cronista, da el dibujo y la identificación precisa de las Pléyades; Tianquitli en su nombre en náhuatl, Tzab en maya y lacandón. Se tomaba por cierta la identificación de otra de las constelaciones, el Citlalcólotl, con el Escorpión y se desconocían las estrellas que formaban el Citlalxonecuilli y el Citlaltlachtli. El llevar a cabo estas observaciones astronómicas, ha permitido proponer la identificación en el cielo de dos de los dibujos indígenas de estas constelaciones. A principios de febrero de 1985, desde la Ciudadela, las estrellas más brillantes de Auriga, β Tauri, ɛ y β Perseus dibujaban en el cielo noroeste, un espléndido diseño estelar del Cetro de Quetzalcóatl. Este trazo celeste es también el dibujo de la constelación Citlalxonecuilli. Se muestran en las figuras 7a, 7b y 7c. Ambos glifos están hechos de estrellas en el cielo y en la iconografía. La deidad porta como cetro la constelación Citlalxonecuilli.
Sahagún describe el atavío de Quetzalcóatl: “…en la mano derecha tenía un cetro a manera de báculo de obispo: en lo alto era enroscado como báculo; parecía por donde se tenía como empuñadura de espada”… (figura 7b, tomada de la lámina 2p 378; VII de los Primeros Memoriales). Y en las páginas 31-32 del Libro XII, lo describe también al mencionar los presentes que el emperador envió al conquistador: “…otros ornamentos que llevaban, eran del mismo Quetzalcóatl… un báculo labrado de mosaico de turquesas, y en la vuelta de arriba puestas unas piedras ricas o perlas eminentes…” Los presentes aparecen en la lámina 5 p. 226; entre ellos pudiera distinguirse el Cetro de Quetzalcóatl; enviado porque según su cálculo (de Moctezuma) ya era llegada la época de su vuelta. Moctezuma II era Tezcatlipoca, al enviarle al conquistador el atavío mismo de Quetzalcóatl, le estaba otorgando simbólicamente la más alta investidura “mesoamericana (figura 8).
Seler describe los detalles del traje de Quetzalcóatl, habla del báculo en la mano de la deidad, enroscado en uno de sus extremos y pintado “con pintura de estrellas”, Cicitlallo, es decir, con círculos blancos sobre fondo negro, como aparece en el Códice Magliabecchi (figura 9).
En el Códice Borbónico, y en muchos otros códices, aparece en profusión el Cetro de Quetzalcóatl; hecho de estrellas, con la forma del Citlalxonecuilli. Sahagún describe la constelación: “…Píntanla a manera de una S, revueltas 7 estrellas; que están por sí apartadas de las otras y que son resplandecientes…” (figura 7a). En el cielo, la voluta del Cetro y del Citlalxonecuilli, está formada por Capella, β, ι, ο, η, ɛ Auriga y b Tauri. La empuñadura, por ɛ y β Perseo, Algol, la estrella demonio de los árabes. Se muestran en la figura 7c. La importancia de Capella, alfa Auriga, ha sido ya demostrada: el edificio J de Montealbán, fue orientado hacia el punto del horizonte en el cual surgía Capella en la época en que fue construido, 250 años antes de nuestra era. Al estudiar la iconografía, sorprende la semejanza entre el dibujo de la constelación Citlalxonecuilli en el Códice Florentino y la estilización de la nariz de Chac, omnipresente en el área maya (figura 10). Ambos tienen la misma forma y están diseñados los dos por estrellas. ¿Podría pensarse que esta constelación es un atributo de ambas deidades? En el Códice Borbónico aparecen Quetzalcóatl y Tezcatlipoca como rivales en el Juego de Pelota divino. La constelación que llamamos Osa Mayor, se identificaba con Tezcatlipoca, el dios del fuego. Porta en los códices, como cetro, el Tlachialoni,2 “…el instrumento para mirar”. Tezcatlipoca, la Osa Mayor, pertenece al norte, ya que fue arrojado fuera del cielo y por eso no está en la Vía Láctea. La constelación que porta Quetzalcóatl como cetro, dibujada por estrellas en el cielo, ya es visible en las madrugadas de agosto; este grande y hermoso diseño estelar, el Citlalxonecuilli-Cetro, domina cada vez más el cielo durante el otoño y el invierno, ya que culmina a principios de diciembre. Sin embargo en esta época el triunfador es Quetzalcóatl. Empieza a declinar en abril y desaparece en mayo. La Osa Mayor Tezcatlipoca empezará a verse ya completa en febrero y permanecerá dominando el cielo hasta julio. Esta sucesión interminable, parecería estar representada en una página del Códice Borgia: en un camino sin fin ni principio, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca van siempre uno siguiendo al otro, ninguno es vencedor definitivo, ninguno pierde definitivamente. Temprano, en los amaneceres cercanos al equinoccio de primavera y hasta los atardeceres cercanos, al inicio del otoño, la constelación Citlalcólotl aparece dibujada espléndidamente en el cielo del sur. En el dibujo de la constelación indígena Citlalcólotl que aparece en el Códice Florentino, la constelación del Escorpión que conocemos, formaría sólo su mitad derecha. En el cielo, las estrellas del Sagitario completan la otra mitad del trazo, que le fue comunicado a Sahagún. Se muestra en la figura 11. Es muy impresionante observar en el cielo estos diseños: Mamalhuaztli el Taladrador, claramente distinguible en la región central de Orión, conteniendo en la espada a la Gran Nebulosa, que todavía hoy marca el sitio del cielo donde el Taladrador del Fuego enseñó a los hombres a encenderlo, con esos dos maderos celestes.
En las noches de luna llena, solamente se ven las estrellas más brillantes; las que forman la constelación Citlalxonecuilli destacan hermosamente, trazando en el cielo el dibujo del Cetro de Quetzalcóatl. La deidad más importante de la civilización mesoamericana, porta en los códices una constelación como emblema, haciendo evidente una vez más la importancia de la Astronomía en la América Antigua.
Antes de que surjan las Pléyades tras las pirámides o atrás de las crestas de montañas como el Tepozteco, un resplandor azul las anuncia. Así debe haber ocurrido durante la noche de la última ceremonia del histórico Fuego Nuevo, celebrada en noviembre de 1507. La ceremonia del Fuego Nuevo era el bautismo del ciclo de 52 años.
En Mesoamérica las divisiones del tiempo en siglos de 52 y 104 años, fueron estructuradas a partir de las combinaciones de los valores del calendario sagrado de 260 días, el del año y el del periodo sinódico de Venus. No se había establecido la fase de Venus relacionada con el inicio de los otros dos periodos. En este trabajo se estableció que las configuraciones de Venus y las fases de la Luna durante 1505, 1506 y 1507, los años relacionados con el último Fuego Nuevo, fueron semejantes a sus apariencias en el cielo en 1983, 1984 y 1985 (figuras 12ª y 12b). En esta investigación se planteó observar durante 8 años las configuraciones de Venus, para establecer, por medio de observaciones, algunas de las razones a las que pudieran deberse las discrepancias que existen entre los valores de las divisiones del periodo sinódico de Venus, en los Códices de Dresde y Borgia.
Los intervalos durante los que Venus aparece como estrella de la mañana, o como lucero vespertino y sus desapariciones inferior y superior alrededor de sus conjunciones con el Sol, observados desde Teotihuacán, son más semejantes a los que aparecen registrados en el Códice Borgia. Los valores de estas divisiones en el Códice de Dresde, son menos reales que las apariencias del planeta en el cielo. El número de días que duran, ajusta más a 73, 243, 251 y 260, que son números característicamente mesoamericanos. Durante 1990 las apariencias de Venus en el cielo han sido las mismas que fueron registradas en Bonampak. En los dinteles de las habitaciones 1 y 2, se encuentran las fechas de conjunción inferior y orto helíaco de Venus, ocurridas el 17 y 21 de enero del año 735 d. C. Este año ocurrieron el 18 y el 21 de enero y a fines de noviembre próximo, ocurrirá la misma posición de Venus que está registrada en el Petén en los sitios Aguateca y Dos Pozos, en Guatemala (también correspondiente al año 735 d. C.). Estas configuraciones de Venus y el Sol, son las mismas que ocurrieron en 1982; para establecer estas posiciones antiguas puede utilizarse también la conmensurabilidad indígena, implícita en la página 24 del Códice de Dresde. Por una coincidencia, las fases de Venus que observó Galileo cuando por primera vez dirigió el telescopio hacia el cielo, son esas posiciones del planeta que quedaron en Bonampak, en los frescos de la selva. Al revisar registros históricos con el propósito de hallar observaciones similares, se encuentra que en el siglo XIX, el astrónomo Von Zach, predijo que Venus se vería como lucero vespertino y al amanecer del siguiente día, como lucero matutino, y reportó a su vez que Tycho Brahe en 1587, presenció también esa misma configuración (figura 13). Esta geometría tan notable debió ocurrir en marzo de 1507, asociada con el año de la celebración del Fuego Nuevo. Todos los resultados que se han discutido en este trabajo, permiten considerar que la realización de estas observaciones es una herramienta arqueoastronómica poderosa. AGRADECIMIENTOS El Instituto Nacional de Antropología e Historia autorizó la realización de las observaciones astronómicas desde los sitios arqueológicos así como la publicación de los materiales obtenidos. El Consejo de Arqueólogos de dicho Instituto, aprobó este proyecto. La autora agradece al INAH y al personal que trabaja en la Zona Arqueológica de Teotihuacán por su apoyo para esta investigación.
|
|
|
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Refrerencias Bibliográficas 1 Parte de esta investigación se ha realizado también en el Planetario Luis E. Erro, del Instituto Politécnico Nacional. |
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
____________________________________________________________
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Lucrecia Maupomé
como citar este artículo → |