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            R200B04 

Hongos mexicanos comestibles

Joaquín Cifuentes B.

   
   
     
                     

“El hongo policromo es la sombrilla de un sapo japonista”

J. Tablada

 

José Juan Tablada (1871-1945) fue un poeta mexicano
que, de acuerdo con el preliminar de Andrea Martínez, gradualmente fue quedando cautivado por la naturaleza y sus diversos seres, desde insectos, sapos y pájaros hasta culminar con los hongos, sobre todo después de su etapa adolescente de poeta modernista, al adoptar y practicar la filosofía teosófica, hecho que influye incluso en el modelo de su poesía. Después de su último libro de poesía, La Feria, pasó buena parte de su tiempo en una casa en las montañas Castkill cercanas a Nueva York, conviviendo con su entorno natural. Igualmente quiso ser pintor y captar visualmente lo que sentía y escribía. Su estilo pictórico también parece estar influido por el zen y la teosofía y al mismo tiempo pretende ser realista; se dice que en este libro de hongos es donde más se manifiesta este realismo, que ya había practicado en sus aficiones ornitológicas. En sus ilustraciones sigue el ejemplo y las normas de su tío Pancho, pintor amateur, fidelidad y recreación artística, pero simultáneamente se aleja un tanto de la tradición pictórica botánica y su estilo es cercano al impresionismo.     

Los hongos mexicanos ya aparecen mencionados e ilustrados en los códices de la colonia. Han sido parte de la cultura, de la vida humana en general. Con las primeras exploraciones científicas a fines del siglo XVIII y principios del XIX se inicia su estudio sistemático, por extranjeros. El primero que publica en esta tradición es Kunth en 1822 según Bandala-Muñoz et al., (1988). Casi durante 50 años los estudian solamente extranjeros. Herrera es el primer mexicano que aborda su estudio científico.      

Hasta los años treinta de este siglo son pocos los estudios y apenas se habían catalogado unas 500 especies de un total estimado, para México, de más de 15000 hongos macroscópicos. Todavía hoy las especies estudiadas por los micólogos no son más de 3000.   

Es en los treinta que Tablada escribe este libro sobre los hongos comestibles mexicanos; las ilustraciones las realiza desde 1923, pero la mayoría entre 1933-1938. Coincide con la formación escolar del primer micólogo mexicano propiamente dicho, el Dr. Teófilo Herrera Suárez. Es realmente sorprendente que el primer libro sobre hongos mexicanos sea escrito por un poeta, pintor y naturalista en el momento mismo en que está por iniciarse apenas la micología mexicana. Este hecho recuerda la influencia de los hongos en el desarrollo cultural de las diferentes etnias de nuestro país y por tanto inseparable del propio desarrollo científico. Pero el libro de Tablada permaneció inédito hasta 1983. Se perdió así la oportunidad de observar la influencia que hubiese tenido en el desarrollo del interés por los hongos, pues el primer libro científico para la identificación de hongos mexicanos, del Dr. Gastón Guzmán Huerta, no se publicó sino hasta 1978. Sin embargo, el libro de Tablada a pesar de su aparición tardía, ha sorprendido por su calidad y precisión. La mayoría de las ilustraciones están inspiradas en hongos frescos y sólo unas pocas de ellas fueron copiadas, al parecer, de libros. Aunque no se trata estrictamente de un texto científico, la fidelidad de las reproducciones permitió que el Dr. Teófilo Herrera Suárez (casi 50 años después) y la M. en C. Elvira Aguirre Acosta identificaran el nombre científico de la mayoría de los hongos incluidos.     

Por otra parte la información descriptiva es en términos generales acertada y no se encuentran realmente errores. La diversidad de los grupos de hongos está balanceada, e incluye especies raras como el Chilnanácatl (hongo chile, Fistulina hepatica), lo que demuestra que este libro no es solamente una cuidadosa recopilación, sino que contiene valiosas observaciones propias del autor.  

Resalta todavía más que en los capítulos dedicados a conceptos erróneos populares sobre los hongos, Tablada estuvo consciente de los riesgos del consumo equivocado de los hongos, sobre todo si se basa en supuestas reglas o recetas para distinguir cuáles hongos son venenosos. El poeta y pintor indica con sabiduría que sólo la identificación correcta de las especies, basada en el conocimiento que se tiene de ellas, permite separar las tóxicas de las comestibles. Vuelve a quedar de manifiesto el profundo saber que respalda esta obra.   

El libro no sólo constituye una delicia por sus ilustraciones y prosa, sino que puede ser, sin complejos, un excelente complemento de otras guías micológicas, más técnicas, porque su contenido educa íntegramente, uniendo el saber científico con el empírico y estético.

 

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 Referencias Bibliográficas

Micología económica, José Juan Tablada, Fondo de Cultura Económica, 1983.

     
       
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Joaquín Cifuentes B.                                                                                       Herbario, Facultad de Ciencias, UNAM.
 
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