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Palos de ciego |
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Una reseña, glosa e ilustración del libro de V. Nabokov Laughter in the Dark (New Directions Papperbook Penguin Books Canada, Ltd., 7a. ed., 1978), como si fuera una metáfora del procedimiento científico para comprender la realidad externa a base de cuatro sentidos, instrumentos, raciocinio y azar. Por Carlos Larralde, Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM. “Había una vez, en Alemania, un hombre llamado Albinus. Era rico, respetable, feliz; un día abandonó a su esposa por una joven amante; amó, no fue amado y su vida terminó en desastre. “Ésta es toda la historia, y ahí la dejaríamos si no hubiera beneficio y placer en contarla; y aunque hay espacio suficiente en una lápida para contener, envuelta en musgo, la versión resumida de la vida de un hombre, el detalle es siempre bienvenido” (V. Nabokov). En el proceso Albinus queda ciego y es trasladado a un cottage en las montañas de Suiza. Ahí vive con su bella Margot y una cocinera, quien no puede hablarle ni siquiera verle, del miedo que él le infunde. Rex, el amante de Margot, también vive con ellos —en el piso más amplio y soleado— pero en secreto. La pareja disfruta del dinero de Albinus, y de su ceguera, presentándole a firmar cheques de gastos corrientes por cifras exorbitantes, y amándose en sesiones de tormentosos silencios. Se regocijan realizando ante su presencia acciones cotidianas que la repetición vuelve casi imperceptibles en condiciones normales, pero que el obligatorio silencio subraya y las vuelve deliciosas. Albinus progresa en la definición del mundo que le rodea a través de combinaciones sensoriales insospechadas por los videntes —pausas seguidas de olores, ruidos a deshoras, boca de Margot silenciada a espasmos, cosquilleos de labios y de piel sin el acompañamiento habitual de los zumbidos— hasta que Albinus formula la hipótesis de que con ellos convive otra persona. Cuando su cuñado Paul se lo confirma al visitarlo sin previo aviso, —sorprendiendo a Rex desnudo estimulando con una pajilla la cara del ciego, por divertirse con sus gestos para espantar silenciosos insectos de su delicada piel —Albinus, desolado, grita una solicitud de negación “…Paul do say I am alone… I implore you… I am quite blind”, no del todo diferente al temor reverencia! (“awe”, en Inglés) que siente el científico al descubrir otro más de los designios divinos en el acontecer natural. |
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