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Ernesto Vicente Vega Peña      
               
               
El origen de los dragones es un tema que causa polémica.
Existen diversas interpretaciones que corresponden tanto a diferentes escuelas de pensamiento como a etapas particulares en el desarrollo de alguna de estas corrientes. Una somera revisión bibliográfica saca a relucir seis hipótesis generales acerca del origen de los dragones (Karovsky, 1985).
 
1. La teoría teológica ortodoxa concibe a los dragones como seres creados por Satanás, escapados del infierno. Son intrínsecamente malévolos, por lo que deben ser destruidos.
 
2. La teoría teológica revisionista propone que se trata de animales antediluvianos, uno de los primeros intentos de Dios para poblar al mundo. Por razones desconocidas tornáronse malos, consecuentemente debieron desaparecer en el diluvio, pero no lo hicieron. Criatura del señor al fin y al cabo, no son intrínsecamente malos, pero si es conveniente eliminarlos.
 
3. La teoría metaevolutiva indica que se trata de un dinosaurio muy especializado. La adquisición de sus capacidades es algo no aclarado aún, pues no ha ocurrido en ningún otro grupo de seres vivos. 
 
4. La hipótesis exobiológica, como su nombre lo indica, sugiere un origen extraterreno de estos organismos. 
 
5. La teoría paleofaunística propone que se trata de seres sobrevivientes de la fauna mítica que originalmente pobló la tierra, como unicornios, pegasos, catobleps, borametzes y fauna similar. Posiblemente hayan sido contemporáneos de los “dioses arquetípicos” descritos por el historiador Lovecraft. Por lo menos sí parece seguro que convivieron con enanos, elfos y hobbits durante la Tercera Edad (Tolkien, 1959). Tampoco se sabe si hay relación filogenética con el paladín japonés de los años cincuenta: Godzilla. 
 
6. La concepción del universo como un equilibrio de fuerzas otorga a los dragones un lugar propio. Son los contrapesos de la bondad, representada tal vez por pegasos y unicornios. Su presencia es perturbadora, pero no por eso deben ser aniquilados.
 
Existen varias descripciones de estos animales, pero en general coinciden con la siguiente: “una lagartija de muy buen tamaño, de ojos rojos, uñas afiladas, con alas en el dorso, capaz de echar humo y fuego por la boca. Muy mañoso, además (Karovsky, 1985). Se desconoce su ubicación taxonómica precisa, pero se le supone emparentado con el Dracosaurus sp., por lo que se agrega su clasificación (Tabla 1).    
 
CLASE: REPTILIA
SUBCLASE: DIAPSIDA
INFRACLASE: LEPIDOSAUROMORPHA
SUPERORDEN: SAUROPTERIGIA
ORDEN: NOTHOSAURA
FAMILIA: NOTHOSAURIDAE
GENERO: Dracosaurus
GENERO: Draco (?)
Tabla 1. Clasificación taxonómica de Dracosaurus sp.
  
No se tienen muchas referencias acerca de su anatomía. El esquema del esqueleto que se presenta (Figura 1) es la reinterpretación actualizada del dibujo hecho por Hoken (citado en Delval, 1902), simbolizando al “Lindwurm” destruido por Sigfrido. Salvo por las alas, que surgen de una cintura escapular “doble” (única en los vertebrados), no se encontró nada novedoso.    
 
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Figura 1. Esqueleto del “Lindwurm” (Tomado de Delval, 1902). Por simplicidad sólo se representa una de las alas.
   
En general son terrestres, aunque los hay marinos, prefieren las cavernas o las montañas, cercanas a bosques lúgubres y sombríos. Tienen una muy amplia distribución: se ha reportado su presencia en Asia, Europa y Mesoamérica. Como son animales voladores no es fácil localizar su centro de diversificación.
 
De hábitos nocturnos y crepusculares, estos animales han sido descritos como inteligentes, mañosos y perezosos. Odian a los unicornios y cuando pueden, roban cuantiosos tesoros para después cuidarlos celosamente (aparte de terapia ocupacional, no se sabe si los emplean para otra cosa). Son solitarios, con un periodo de vida desconocido (la creencia general es que son inmortales, si no se les mata). Tampoco se sabe gran cosa sobre sus hábitos reproductivos y ciclo de vida, aunque se sospecha que son hemimetábolos (Ávila, comunicaciones personales). Se desconocen sus costumbres previas a la aparición del hombre, pero desde que éste apareció los dragones disfrutan mucho, aparentemente, al destruir villorrios y pueblos, amén de tener en gran estima a los individuos humanos de sexo femenino no iniciados en actividades sexuales (a quien llamaremos Ihsfnias de aquí en adelante). Por todo lo anterior, estos seres (los dragones) tienen importancia económica, que se discutirá más adelante.
 
Interacción hombre-dragón
Antecedentes
 
Los dragones han estado vinculados a diferentes grupos humanos desde hace mucho tiempo, tanto que se incorporaron a los acervos culturales de cada civilización involucrada. De este modo, hay varias maneras de entender el mismo fenómeno, al menos una por cada grupo humano que tuvo la fortuna de entrar en contacto con estos animales.
 
Algunas mitologías mesoamericanas (mayas y mexicas) hacen referencia a seres que pueden clasificarse como dragones. Arellano, H., (1992) sugirió una identificación del dragón con el cocodrilo en la mitología maya. El “dragón-cocodrilo”, corresponde a una deidad vinculada a la fertilidad, a la Tierra y también al inframundo. “Ha simbolizado y representado al cosmos, cabal y viviente”, señaló. Uno de los nombres mayas de este dios es Hun itzam na, “madre 1 lagarto” (cipactli en su equivalente mexica). Este autor comentó también acerca de algunas referencias olmecas sobre la tierra, que involucran al cocodrilo o caimán (y consecuentemente al dragón). Conviene señalar que ciertas representaciones de Quetzalcóatl hacen recordar a un dragón.
 
La presencia del dragón no ha pasado desapercibida en Asia, especialmente en China, donde le fueron otorgados diversos significados: acuático, terreno y celeste a la vez. El posible sentido de lo anterior es que se trata de representaciones de diferentes aspectos del principio único, K’ien, origen del cielo y productor de la lluvia. Como consecuencia representa actividad celeste (lluvia y trueno). Al unir tierra y agua se convierte en símbolo de fertilidad, de vegetación, de vida y de renovación cíclica. Su cabeza, cola y cuernos corresponden a los nódulos de la luna, lugares donde ocurren los eclipses (tal vez por eso los árabes tenían por sitio tenebroso a la cola del dragón). En el equinoccio de primavera el dragón se eleva por los cielos (simbolizándose por la estrella kio o espiga de la virgen) y desciende en el equinoccio de otoño (representado con ta-kio o arcturus).
 
El poder del dragón es la unión de los contrarios, la imagen del yin y del yang. Es yang porque representa al trueno, a la primavera, a la actividad de los cielos, al caballo y al león. Es yin porque domina las regiones acuáticas, y por lo tanto es la metamorfosis del pez; también por su identificación con la serpiente.
 
Seres inmortales, los dragones han representado al emperador, a su poder y sabiduría, la cara del dragón es la del emperador; su paso, el del dragón, la perla del dragón es la palabra y pensamiento del emperador. Brillante, perfecto e inobjetable. Se cree también que la perla, objeto precioso, es custodiada por un dragón con los ojos siempre abiertos; al morir, el emperador, sube a los cielos montado en un dragón volador.
  
En la India se le identifica con el principio, con agni o prajapati. El dragón produce el soma, elixir de la inmortalidad. Aquel que pueda matar al dragón (según este tipo de creencias) se hace uno con el poder divino. (Chevalier & Gheerbrandt, 1983).
 
En occidente, los primeros registros fueron hechos (como es costumbre en estas partes del planeta) por los griegos. Uno de los diez trabajos de Heracles consistió precisamente en matar al dragón que custodiaba el jardín de las hespérides. También es conocido lo que hicieron Cadmos y Jasón con los dientes de un dragón: los sembraron y de ellos nacieron los hombres (Garibay, 1986).
 
El prudente Ulises se enfrentó, exitosamente hay que reconocer, a una variante marina y bicéfala, Caribdis y Escila —conviene insistir en la falsedad de la interpretación que convierte a este dragón bicéfalo en un par de remolinos escondidos tras unas aburridas rocas, perdidas en el Egeo—. (Homero).
 
Pero también hubo dragones entre los hombres de la Grecia antigua. Así, cuando en Atenas gobernaban los alcmeónidas, alrededor del siglo VI a. C., por razones que no vienen al caso, Cilón (noble y jugador olímpico) organizó con campesinos y artesanos una revuelta, sitiando la acrópolis. El entonces arconte, Megacles, reprimió esta insurrección con brutalidad innecesaria; como además les cayó la peste y perdieron el control de una ciudad por una guerra en la que los derrotaron, los alcmeonidas vieron mermado su prestigio como gobernantes. Entonces fue designado otro arconte no alcmeónida, llamado Dracón. Este tuvo la ocurrencia de grabar en piedra las disposiciones jurídicas con la finalidad de impedir las arbitrariedades de los jueces, parciales en favor de los nobles, imponiendo castigos muy severos (draconianos) a los que no las cumplían. Con todo, sus esfuerzos no pacificaron a Atenas. Fue Sólon quien logró este objetivo (Nack y Wägner, 1959).
 
Los dragones adquirieron la fama que tienen actualmente, gracias a su interacción con un grupo humano en particular: los cristianos. En su esquema clásico del bien y del mal, los dragones se han identificado con la sierpe, el diablo. La representación de Cristo caminando sobre serpientes indica la victoria del bien sobre el mal. Un par de campeones de la cristiandad trataron con este tipo de fauna. San Jorge salvó a la hija del rey de Libia cuando un dragón estaba a punto de devorarla. Santa Martha se enfrentó con otro de estos animales, de nombre “tarasque”, que asolaba las regiones de Avignon y Arles. La estrategia de esta santa consistió en rociarle agua bendita, volviéndolo dócil. De este modo pudo amarrarlo para que después llegaran los pobladores (no se sabe de dónde) y lo mataran. Todavía se recuerda la hazaña en la Villa de Tarrascón, donde se hacen procesiones anuales, empleando figuras de dragones (Larousse Encyclopédique, 1963).
 
Las tradiciones alquímicas interpretan al dragón como la neutralización de las tendencias opuestas, como las de azufre y las del mercurio. Significa también la naturaleza latente, no expresada: el ouroboros, serpiente (o dragón) que se muerde la cola (esta significación puede variar, quedando como el ser que se genera a sí mismo, que surge de su propia boca).
 
Otros contactos de los hombres con los dragones están consignados en diversas obras históricas. Ya se hizo referencia al “Nibelungenlied”, donde Sigfrido mata al “Lindwurm”, celoso vigilante del oro del Rhin (parte de las capacidades de Sigfrido se originan por bañarse en la sangre de su víctima). El gran héroe Don Quijote también enfrentó dragones y peligros mucho mayores.
 
Interpretaciones contemporáneas
 
La interacción hombre-dragón (HD de aquí en adelante), debido a sus múltiples facetas, puede abordarse de varios modos. Consecuentemente es difícil desarrollar una teoría general y única sobre este fenómeno. No es el propósito de este trabajo hacer una revisión exhaustiva sobre los distintos enfoques y sobre la polémica existente. Sólo se comentarán brevemente dos de los enfoques más conocidos y sus posibles aplicaciones para ejercer un manejo de estos animales que sea conveniente a los intereses de la sociedad en su conjunto.
 
Gracias a los trabajos de Lotka-Volterra fue posible matematizar adecuadamente la interacción HD. El modelo general propuesto para estos autores es el siguiente (Begon, Harper y Townsend, 1986):
 
dN/dt = RN − A’CN
 
Ecuación de la presa
 
dC/dt = FA’CN − QN
 
Ecuación del depredador
donde
N = número de presas (ihsfnias)
R = tasa de crecimiento de las presas
A’ = Eficiencia de búsqueda o tasa de ataque del depredador
C = Número de depredadores
F = Eficiencia del depredador en transformar su presa en descendencia del depredador
Q = Tasa de mortalidad del depredador
 
Algunos autores han propuesto presas diferentes, como por ejemplo los tesoros (Peraloca, 1983). Sin embargo, el tipo de presa representado tiene mayor interés para el grueso de la población.
 
Partiendo del modelo propuesto sólo restaría encontrar los valores adecuados para detectar algún tipo de óptimo en esta interacción. En términos operativos, los parámetros más adecuados para explorar la dinámica de esta interacción son R y A’ (otros como Q y F suponen un conocimiento de la biología de este ser, que aún no se tiene). Sin embargo, la naturaleza del fenómeno no permite hacer extrapolaciones tan simples. Existe un componente social de enorme peso que le otorga a la interacción HD nuevas propiedades, no contempladas en el modelo previo.
 
Hay otra manera de interpretar esta interacción. Su núcleo es la gran importancia de los ihsfnias en varias sociedades. La aplicación de este enfoque, por lo tanto, se restringe en gran medida a los grupos humanos “conservadores”.
 
La interacción HD puede ser inestable. El curso que siga esta interacción depende de diversos factores, tanto biológicos como sociales. Uno de los primeros intentos por representar todas las posibles rutas de esta interacción es el hecho por Castillo (1981), quien descubrió patrones cíclicos en los comportamientos de las poblaciones estudiadas en la región de Canocabamba. Este autor propuso un diagrama de flujo, que si bien no explica muchos otros casos, si puede dar una idea general de lo diversa y compleja que puede ser esta interacción (Figura 2).
 
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Figura 2. Respuestas sociales concatenadas en la región de Canacabamba (Tomado de Castillo, 1981).
   
Posteriormente se han realizado otros estudios, que han descubierto una cantidad insospechada de respuestas sociales ante la presencia del dragón. Chardin (1988) resumió varias de ellas en su libro (clásico del tema): The meaning of dracons… La tabla 2 se extrajo de dicha obra. De ella se concluye básicamente que los dragones reducen los tamaños poblacionales de las sociedades con las que interactúan, mediante mecanismos a veces insólitos. Pero no es ésta la única respuesta. Puede suceder (y de hecho así ocurre) que aumente el flujo génico entre poblaciones. Y aunque resulte antagónica, otra respuesta general es el aumento del entrecruzamiento en una misma población.
 
Una revisión de las respuestas de la tabla 2 pone al descubierto relaciones sucesionales entre ellas. Como ejemplo, tómense las respuestas 7, 9 y 10: una puede llevar a la otra sin mucha dificultad. Otro conjunto de respuestas estrechamente ligado es el que se forma con 8, 4, 6 y 1. De este modo surge la vieja interrogante acerca del determinismo y la predictibilidad en los procesos sociales.
 
La evidencia acumulada hasta el momento sugiere que los dragones otorgan a las sociedades cierto elemento, no definido aún, capaz de modificar cualitativamente su comportamiento. Esta alteración hace que la dinámica social sea predecible, asunto tratado por varios autores, entre ellos Asimov (1984).
 
Tabla 2. Diversas respuestas sociales ante la presencia del dragón. (Tomado de Chardin, 1988).
1. Iniciación sexual temprana de IHSFNIAS. Formación de grupos especializados en la actividad.
2. Emigraciones masivas de IHSFNIAS y de mujeres en general.
3. Emigraciones masivas de hombres.
4. “Liberalización” de las relaciones de pareja. Pierde importancia la virginidad.
5. Se produce resistencia activa contra el dragón, surgen grupos especializados.
6. Disminuye la tasa de matrimonios.
7. Desarrollo de sociedades especializadas en producir IHSFNIAS. Aparece un comercio de estos “bienes” sociales.
8. Aumento de la prostitución.
9. Guerras económicas por la posesión de IHSFNIAS.
10. Cultivo de dragones como medios de presión política.
11. Socialización de IHSFNIAS. Surge un nuevo grupo de poder, el de las IHSFNIAS y las gentes a ellas vinculadas.
 
 
Comentarios finales
 
La importancia de los dragones en las sociedades occidentales está relacionada directamente con los ihsfnias e indirectamente con el matrimonio, la familia y la sociedad en su conjunto. Los dragones, al chocar abiertamente con la posesión de tesoros e ihsfnias, ponen de manifiesto lo restringido y absurdo de ciertas “premisas” o supuestos “principios naturales” sobre los que se estructuran algunos edificios sociales. Consecuentemente, los grupos humanos que ven afectados sus intereses tratan de eliminarlos. Para lograr sus objetivos no vacilan en recurrir al asesinato y a la mentira histórica.
 
La presencia del dragón hace visible la contradicción de nuestras sociedades poniendo en evidencia su carácter distintivo, volver mercancía todo lo que entre en contacto con ellas: mujeres, hombres, costumbres y dragones. De igual modo, en la escala del individuo surgen las contradicciones cuando el dragón enfrenta las escalas de valores vigentes.
 
El dragón, entidad no humana, le otorga al hombre propiedades humanas cuando lo enfrenta (como la contradicción y el cambio constante). Es curioso que en el oriente se haya desarrollado una concepción tan distinta del mismo ser. En occidente, las clases poderosas le temen; en oriente, se identifican con él. Esto puede ser una prueba más de las esencias contradictorias del dragón y del hombre, junto con todas sus creaciones.
 
 articulos
Referencias Bibliográficas
 
Arellano-Hernández, 1992, Notas sobre un dragón maya, Ciencias, 28:41-45, México.
Asimov, I., 1984, Foundation and Empire, Panther Granada Publishing, EUA, 240 pp.
Begon, M, J. Harper, y C. R. Townsend, 1986, Ecology. Individuals, populations and communities, Harper and Row, EUA.
Castillo, F., 1981, Cyclical dynamics in dracon-stressed Societies, Annals of Fantastic Anthropology, (12):62-107, Gran Bretaña.
Chardin, O., 1988, The meaning of dracons in occidental Societies: a general survey, Annals of Fantastic Anthropology, (62): 677-752.
Chevalier, T. y A. Gheerbrandt, 1988, Diccionario de los símbolos, Ed. Herder, Barcelona, 1107 pp.
Delval, P., 1902, Traite des Animaux Fabuleux et Imaginaires, Ernest Flammarion, Editeur, Paris, France.
Garibay, A., 1986, Mitología Griega. Dioses y héroes, Ed. Porrúa, Colección “Sepan cuántos…”, México 260 pp.
Karovsky, I., 1985, About dracon’s genesis, Journal of Theoretical Metabiology, (227):5017-5060, Miskatonic, EUA.
Lovercraft, H. P., 1980, Los mitos de Cthulhu, El libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid.
Nack, E. y W. Wagner, 1959, Grecia. El país y pueblo de los antiguos helenos, Ed. Labor, Barcelona, España, 468 pp.
Peraloca, C., 1990, Treasures as an alternative prey for dracons: some economical implications, McPato’s Society Bulletin for Science and Wealth Improvement, (39):220-267, USA.
Tolkien, J., 1959, The Hobbit, London Unwin Paperback, Great Britain.
     
 ____________________________________      
Ernesto Vicente Vega Peña
Profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Ocultas y Lenguas Muertas,
Universidad Nacional Autónoma de Kafkatlán, UNAK.
     
________________________________________________________      
cómo citar este artículo
 
Vega Peña, Ernesto Vicente. 1993. Breves comentarios a la interacción del hombre y el dragón. Ciencias, núm. 32, octubre-diciembre, pp. 50-55. [En línea].
     

 

 

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