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La rebelión
de los borregos
R044B04   
 
 
 
Héctor G. Riveros
 
                     
A Lucía
 
Hace muchos años, cuando todavía el concepto
de nacionalidad estaba muy arraigado y no existían las ciudades autosuficientes, comenzó la transformación en las formas de gobierno. En esos tiempos se pensaba que la democracia era el gobierno ideal, sin percatarse que las mayorías pueden oprimir a las minorías en formas insoportables. Tomó mucho tiempo el distinguir entre decisiones por votación o por consenso. En esa época había tanto petróleo que las mercancías se llevaban de un lado a otro del planeta.
 
El cambio comenzó en un país, ni chico ni grande, de gran estabilidad política, gobernado por un partido oficial que “ganaba” siempre las elecciones. Había líderes que se ufanaban de tener control completo sobre sus representados y los llevaban como borregos a los actos oficiales. Pero los largos años de promesas incumplidas decepcionaron a la población, la que buscó maneras de manifestar su inconformidad.
 
La primera muestra de inconformidad pareció muy inocente. Los burócratas llevados a un acto público, se pusieron a “balar” al pasar bajo el balcón presidencial. Con esto se redujo notablemente la organización de estos actos. Como el descontento popular se hacía cada vez más evidente, se llegó hasta suspender el desfile tradicional del día del trabajo, por temor a disturbios inoportunos.
 
Sin embargo, el acto que realmente acabó con las reuniones multitudinarias forzadas fue propiciado por una cándida idea del encargado de Relaciones Públicas de la Presidencia. Se le ocurrió repartir espejos de 20 x 20 cm para recibir en una enorme pista luminosa, al mandatario que regresaba de un viaje al extranjero. Además, propuso que aterrizara en helicóptero en medio de una multitud de 100000 asistentes, a las 12 del día en la plaza principal de la ciudad.
 
El día previsto el helicóptero empezó su lento descenso sobre un círculo de 10 metros de diámetro, abierto en el centro de la muchedumbre. Cuando estaba a 10 metros de altura, se pidió por altavoces enfocar los rayos del sol sobre el helicóptero en descenso. El negro helicóptero adquirió un hermoso brillo al ser iluminado por los espejos. Parecía la llegada de un profeta, sin embargo, algo raro sucedía, los primeros síntomas fueron la observación de que el brillo parecía de espejo y la aparición de un vapor extraño en la parte baja del helicóptero. Súbitamente, una nube de fuego lo envolvió. Los restos cayeron lentamente en medio de la muchedumbre estupefacta. El incendio y explosión fueron tan rápidos, que los asistentes no supieron si habían cometido un asesinato manteniendo fijo el reflejo o si el espectáculo del helicóptero en llamas los distrajo de las consecuencias.
 
A partir de entonces se suspendieron ese tipo de actos, pero las multitudes aprendieron que la desobediencia civil hace que los gobiernos respeten a sus gobernados. Es más, se llegó al extremo opuesto; pequeños grupos que se sentían afectados en sus intereses paralizaban las ciudades impidiendo el flujo de vehículos en los cruces de las calles más importantes. Así las ciudades grandes comenzaron a despoblarse, tanto por ser ingobernables como por el costo energético del transporte de la gran cantidad de mercancías necesarias para su sustento.
 
Con el tiempo se descubrió que los gobernantes de las ciudades en que se respetaba el voto, podían gobernar porque contaban con la cooperación de sus electores. El otrora poderoso gobierno federal perdió capacidad para imponer sus deseos, los gobernadores de las provincias se negaban a pedir “licencia” aunque los amenazaran con la desaparición de poderes. Lo caro del petróleo hacía inconveniente su desperdicio en el traslado de tropas de otras regiones. Las tropas de la misma región se negaban a disparar contra sus paisanos. De modo que la desaparición del autoritarismo fue una necesidad.
 
El flujo de información ha hecho del planeta un solo país, los descubrimientos acerca del uso racional de la energía y del reciclado de materiales se comparten vía las redes de comunicación. Lo escaso del petróleo hizo desaparecer los aviones, las pocas mercancías que se transportan lo hacen a vela. Siendo la energía solar la mayor fuente de energía, la contaminación se mantiene en niveles tolerables. Las grandes compañías se fraccionaron, no hay acumulación de riquezas, lo que hace innecesarios los ejércitos de agresión. Como cada región es autosuficiente, no hay grandes riquezas que almacenar. Como la población es constante, los empleos están previstos. Los puestos de gobierno no generan riqueza, y la posibilidad de convertirse en cenizas ha hecho que sean raros los casos de abuso del poder.
 
Si el lector tiene interés en la observancia de las leyes de la Física puede interesarle el cálculo físico de los efectos:
 
El Sol a mediodía tiene una intensidad cercana a 1000 watts por metro cuadrado = 0.1 watts por centímetro cuadrado. Cada espejo tiene 400 cm2 de área por lo que cada espejo refleja 40 watts. Habiendo repartido 100000 espejos la potencia acumulada es de 4000000 watts = 1000000 cal/seg. Suponiendo 500 kg de masa en las paredes de la cabina del helicóptero y el tanque de combustible, con un calor específico promedio de = .1 cal/(°C/gramo) para las aleaciones metálicas; la capacidad calorífica de las paredes externas (incluyendo el tanque de combustible) es 50000 cal/°C.
 
1. Dividiendo la potencia disponible entre la capacidad calorífica obtenemos una velocidad de calentamiento de 20 gradosC/segundo. En 10 segundos las paredes se calientan a 200°C lo que vaporiza parte de la gasolina escapando por los orificios de ventilación del depósito de gasolina. Aunque la temperatura promedio de la gasolina es menor, la presión de vapor la controla la gasolina líquida en contacto con la lámina caliente del tanque. Pero como los vapores de gasolina y aire se inflaman a una temperatura de 270°C, 5 segundos después las paredes metálicas a 300°C inflaman la gasolina evaporada incrementando súbitamente la presión del tanque de gasolina haciéndolo explotar.
  articulos  
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Héctor G. Riveros
     
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cómo citar este artículo
 
Riveros, Héctor G. 1996. La rebelión de los borregos. Ciencias, núm. 44, octubre-diciembre, pp. 64-65. [En línea].
     

 

 

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