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Archipielago Malayo
R049B04  
 
 
 
Alfred Russel Wallace
Cien del Mundo, CNCA,
México, 1997
 
                     
El Archipiélago malayo fue escrito por Wallace
después de un viaje de exploración que realizo entre 1854 y 1862. Esta obra constituye una pieza importante en la historia de la teoría de la evolución y de la biología moderna, de ahí la relevancia de la presente edición que es la primera que se hace en lengua española. Archipiélago malayo nos ofrece además un acceso privilegiado al episodio singular motivo de variadas controversias, y que se refiere a la relación entre Wallace y Darwin y la paternidad de la teoría de la selección natural y el origen de las especies, pues fue precisamente Ternate, capital de la Isla Halmahera (Gilolo) en las Malucas, el lugar desde donde Wallace envío a Darwin el 12 de marzo de 1858 un pequeño ensayo y una carta en donde resumía su interpretación de la teoría de la selección natural y la evolución de las especies casi dos años antes de que Darwin publicara El origen de las especies. El 18 de junio de 1858, cuando Darwin ha leído ya la carta y el ensayo de Wallace, el naturista del Beagle hace partícipe de su asombro y, en cierta medida, desasosiego a Charles Lyell, el autor de los Principios de geología. Lyell había recomendado a Darwin en diferentes ocasiones la pertinencia de publicar un resumen de sus teorías antes de dar a conocer la monumental obra que pensaba escribir. Esto es lo que explica el tono y ciertas frases con las que el autor de La descendencia del hombre y la selección sexual se dirige a Lyell. “Sus palabras —escribe resignadamente Darwin— se han cumplido con creces: debería haberme anticipado. Eso dijo usted cuando le expliqué aquí mi teoría de que la selección natural depende de la lucha por la existencia.” Pero Darwin había hecho de la paciencia el sustento de su método de trabajo y desde su regreso del viaje a bordo del Beagle en 1836 dedicó buena parte de su tiempo al estudio comparativo de millares de especies diferentes, así como a la realización de minuciosos estudios que si bien anundaban sus experiencias de observador y teórico de la naturaleza, no abordaban de manera directa el estudio de la evolución.
 
Darwin había publicado otros libros antes de escribir El origen de las especies en 1859. Veinte años antes las librerías de Londres exhibieron en sus escaparates la primera edición del célebre Diario de las Investigaciones sobre la geología y la historia natural de los países visitados durante el viaje H.M.S. Beagle, bajo el mando del capitán FitzRoy de 1832 y 1836. Los cinco volúmenes de su Zoología aparecieron entre 1840 y 1843 y los tres volúmenes de las Observaciones geológicas hechas sobre el Beagle salieron de la imprenta de 1842 a 1846. Tras ocho años de investigaciones, Darwin presentó la monografía sobre los Cirrípedos en cuatro volúmenes que fueron editados de 1851 a 1854. Cuando la carta de Wallace llegó en 1858 a Down, en el condado de Kent, Darwin había ocupado ya varios años en el estudio de la selección natural y la evolución de las especies. “Nunca he visto una coincidencia más sorprendente —confesará a Lyell— ¡Si Wallace tuviera la copia de mi esquema hecha en 1842 no podría haberlo resumido mejor! Sus mismos términos son ahora los títulos de mis capítulos”.
 
No exagera Darwin cuando califica de asombrosa la coincidencia de sus ideas con las de Wallace pues no sólo los razonamientos sobre los procesos de la naturaleza eran semejantes sino también las palabras con las que se referían a ellos. Wallace había publicado en Annals and Magazine of Natural History en 1855 un ensayo titulado “Sobre la ley que ha regido la introducción de nuevas especies”. Darwin leyó con interés dicho trabajo y dirigió al propio Wallace algunos comentarios en una carta fechada en Moor Park, el 1° de mayo de 1857. Darwin inicia su misiva agradeciendo a Wallace las líneas que éste le había escrito desde las Célebes el 10 de octubre del año anterior. 
 
     
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Fragmento de la introducción de Hugo Diego Blanco      
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cómo citar este artículo 
 
Russel Wallace, Alfred. 1998. Archipiélago Malayo. Ciencias, núm. 49, enero-marzo, pp. 70-71. [En línea].
     

 

 

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