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Problemas
y acertijos
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1. En América del Norte corre el río Mississippi. Si nosotros pudiéramos media la distancia al centro de la Tierra en la desembocadura, encontraríamos que es 20 km mayor a la misma magnitud, pero en su nacimiento. ¿Cómo es posible que el río corra “hacia arriba”, alejándose del centro de la Tierra?
2. Las maneras son provocadas primordialmente por la atracción de la Luna. El agua de los mares y océanos alcanzará su máxima elevación cuando esté en el cenit y eso sólo pasa una vez al día. ¿Por qué entonces hay dos mareas diarias?
3. El griego Pitágoras dio la siguiente definición: dos números son amigables cuando la suma de los dígitos de uno de ellos nos da el otro y viceversa. ¿Podría dar un ejemplo de números amigables?
4. Fijemos la atención en un triángulo rectángulo cuyos catetos son iguales y de longitud de 1 cm. De acuerdo al teorema de Pitágoras la hipotenusa mide √2 cm de largo. Tracemos ahora una quebrada que tenga dos escalones (ver figura). En el siguiente paso construyamos una quebrada con el doble de escalones. Si este proceso se repite, la curva tendrá como límite la hipotenusa del triángulo, La longitud de la línea límite ¿será también √2?
5. ¿Cómo determinar la velocidad de las gotas de lluvia por las rayas que dejan en las ventanas de un tren en movimiento, si no hay viento en el medio exterior?
Pregunta sorpresa:
¿Cómo sabe si está imantada una barra metálica sin usar ningún aparato u otros cuerpos?
Respuestas al número anterior:
1. “Escriba 2 números…”
Fíjese en la columna de las duplicaciones. Sume los términos que correspondan a números impares en la columna de las divisiones. Ese es el producto, En el ejemplo que se dio:
21 17 21 3 17 5 17 1 68 1 272 5 357
10 34 5 68 2 136 1 272 Este método de multiplicación ya lo usaban los egipcios.
2. “Lo invitamos a asistir…”
Una película consiste en una sucesión de tomas. En el intervalo entre una y otra, la llanta del automóvil ha girado más de media vuelta. El resultado es que vemos a la llanta girar en sentido opuesto al real.
3. “Suponga que tiene 8 canicas…”
Dividamos a las canicas en 3 grupos: A, B y C. Los grupos A y B tendrán 3 elementos. C estará formado por los dos restantes. Pongamos A y B en la balanza, cada grupo en un platillo. Pueden ocurrir dos cosas:
a) Que A y B pesen lo mismo.
b) Que los pesos sean desiguales al ser uno de los grupos —A por ejemplo— más ligero. De acuerdo a la hipótesis a), podemos asegurar que la canica más ligera no está en A o B, sino en C. Tomemos por ejemplo las 2 canicas de este grupo y coloquémoslas en la balanza. Con esta segunda pesada podemos determinar cuál es la canica que buscamos. En la segunda hipótesis —A más ligero que B— queda claro que la canica más ligera está en el grupo A, es decir: es una de las 3 canicas del grupo menos pesado. Tomemos entonces dos canicas cualesquiera del agrupo A y dejemos la otra de lado. Pesemos estas dos canicas. Si la balanza queda en equilibrio, la tercera canica —la que dejamos de lado— es la más ligera. Si hubiera desequilibrio, la pesa más ligera está en el platillo que se alza. 4. “Hagamos el siguiente…”
El equilibrio se alcanza no cuando los pesos son iguales, sino los momentos, la parte que pesa más es aquella en que se encuentra la cabeza de la escoba. Usted puede probarlo directamente.
5. “¿Cómo mediaría…” Enrolle el hilo alrededor del alambre y cuente cuántas vueltas puede hacer. Cada vuelta tiene una longitud aproximada a la del perímetro del alambre. Se denotamos por el número de vueltas se tiene que:
Longitud del hilo 5 n 3 perímetro 5 n 3 2p 3 radio, es posible determinar cuánto vale el radio.
Pregunta sorpresa:
En los polos convergen todos los meridianos y en ese sentido no se puede decir qué hora es en el sentido usual. Sin embargo, el tiempo transcurre. Podemos elegir en forma arbitraria un inicio de tiempo y contar las horas a partir de ahí; sin embargo, le elección es al gusto.
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Nota de los editores
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Los tres electropaladines
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Stanislaw Lern
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Una vea vivía un gran constructor-inventor que ideaba incesantemente instalaciones extraordinarias y creaba los aparatos más asombrosos. Había construido una máquina diminuta que cantaba muy bien y a la que bautizó con el nombre de pajarón. Sellaba sus obras con un corazón atrevido y cada átomo que salía de sus manos llevaba esta señal, que después asombraba a los sabios al concentrar corazoncitos oscilantes en los espectros atómicos. Construyó muchas máquinas útiles, grandes y pequeñas, hasta que un día se le ocurrió la idea insólita de unir en un todo la vida con la muerte y así lograr lo imposible.
Decidió construir seres dotadas de razón, a base de agua, pero no del modo horrible en el que pensarán al instante. No, la idea de cuerpos blandos y húmedos le era ajena, le repugnaba como a cada uno de nosotros. Se proponía construir con agua seres auténticamente bellos e inteligentes, esto es, cristalinos. Escogió entonces un planeta muy distante de todos los soles, de su océano helado cortó montañas de hielo y en ellas, como en cristal de roca, talló a los crionidas. Se llamaban así porque podían existir solamente en un frío espantoso y un desierto sin sol. No tardaron en construirse ciudades y palacios de hielo y, como cualquier clase de calor podía causar su pérdida, capturaron las auroras polares en grandes recipientes transparentes que les servían para alumbrar sus residencias.
Cuanto más poderoso era uno de ellos, tantas más auroras polares color de limón y de plata poseía. Vivían felices y, como además de la luz amaban las piedras preciosas, eran famosos por sus joyas. Estas eran de gases helados, cortados y cincelados. Daban colorido a su noche eterna en la que, cual espíritus aprisionadas, ardían las tenues auroras polares, parecidas a nebulosas encantadas en bloques de cristal. Más de un conquistador cósmico ambicionaba apoderarse de estas riquezas, pues toda la Crionia era visible desde las mayores distancias, centelleante como una joya que gira paulatinamente sobre un fondo de terciopelo negro. Volaban, pues, aventureros a Crionia para probar su suerte en la guerra. Llegó allí el electropaladín de Cobre que marchaba haciendo un ruido de campana, pero, apenas puso el pie en los hielos, éstos se derritieran y se hundió en el abismo del océano helado. Las aguas se cerraron sobre él y, como un insecto en el ámbar, descansa hasta el día del juicio, cubierto por una montaña de hielo en el fondo de las océanos crionianos.
La suerte del electropaladín de Cobre no desalentó a otros audaces. Tras él llegó el de Hierro, que había tragado helio líquido hasta que éste borbolleara en su interior de acero y la escarcha que se formaba en su coraza le asemejara a un muñeco de nieve. Pero al volar hacia la superficie del planeta se calentó con la fricción atmosférica, el helio liquido se evaporó silbando, y él, brillante y enrojecido, cayó en las montañas de hielo, que se abrieron en el acto. Emergió despidiendo vapor, parecido a un géiser humeante, pero todo lo que tocaba se convertía en una nube blanca de la que caía nieve. Se sentó, pues, y esperó a enfriarse. Y cuando las estrellitas de nieve dejaron de derretirse en sus hombreras blindadas, quiso levantarse e ir al combate, pero el lubricante se habla cuajado en sus articulaciones y no pudo ni enderezar la espalda. Hasta el día de hoy sigue sentado así y la nieve que cae ha hecho de él un monte blanco del que sale sólo la punta de su casco. Lo llaman el monte de Hierro y en sus órbitas brilla una mirada vítrea.
El tercer electropaladín, de Cuarzo, que de día no era visto más que como una lente pulida, y de noche como un reflejo de las estrellas, había oído hablar de la suerte de sus predecesores. No temía que el aceite se cuajara en sus miembros porque no lo tenía, ni que los hielos se abrieran bajo sus pies, ya que podía quedarse frío a voluntad. Tan sólo tenía que evitar una cosa: pensar obstinadamente, pues entonces se calentaba su cerebro de cuarzo y ello podía perderlo. Pero decidió salvar la vida con su irreflexión y alcanzar la victoria sobre los crionidas. Llegó al planeta y estaba tan heladlo por su largo viaje a través de la eterna noche galáctica, que los meteoritos que rozaban su pecho durante el vuelo saltaban hechos trizas, sonando como el vidrio.
Se sentó en las blancas nieves de Crionida; bajo su cielo negro como un jarro lleno de estrellas y parecido a un espejo transparente, quiso reflexionar sobre lo que debía hacer; pero la nieve ennegreció en torno suyo y empezó a evaporarse.
—¡Oh!— se dijo el electropaladín de Cuarzo— ¡Malo! Nada de eso, no hay que pensar en absoluto y todo irá bien.
Y decidió repetir esta frase, pasara lo que pasara, pues no precisaba esfuerzo mental y, gracias a ello, no se calentaba. El electropaladín de Cuarzo se puso, pues, en marcha a través del desierto blanco sin pensar en lo que fuera, con tal de conservar el frío. Y así fue hasta llegar a Frígida, la capital de los crionidas. Tomó impulso, golpeó con la cabeza en las murallas, pero nada consiguió.
¡Probemos de otro modo! —pensó, y se puso a reflexionar cuánto sería dos por dos. Pero cuando estaba cavilando sobre esto, su cabeza se calentó un poco. Atacó, pues, por segunda vez las murallas centelleantes, pero hizo sólo un pequeño agujero.
—Era poco— se dijo—. Probemos algo más difícil. Tres por cinco.
Esto vez rodeó su cabeza una nube silbante ya que, al contacto con un pensamiento tan impetuoso, la nieve se ponía a hervir al instante. El electropaladín de Cuarzo dio unos pasos atrás; tomó impulso, embistió, atravesó la muralla y tras ella dos palacios y tres casas de señores glaciales menos importantes, llegó a una gran escalinata y se asió a la balaustrada de estalactitas; pero los escalones eran ya un patiñero. Se alzó rápidamente, pues todo se derretía en torno suyo y de este modo podía atravesar en profundidad toda la ciudad y desplomarse en el abismo helado, donde habría de congelarse para siempre.
—¡Nada de eso! No hay que pensar en absoluto y todo irá bien— se dijo, y en efecto, inmediatamente se enfrió.
Salió del túnel de hielo que había cavado y se encontró en una gran plaza alumbrada desde todos los lados por auroras polares que centelleaban como esmeraldas y plata en las columnas cristalinas.
Salió a su encuentro un enorme caballero que brillaba como las estrellas. Era Boreal, el jefe de los crionidas. El electropaladín de Cuarzo hizo acopio de fuerzas y se lanzó al ataque. Chocaron y se produjo el mismo estruendo que si hubieran chocado dos icebergs en medio del océano glacial ártico. Se partió la brillante mano derecha de Boreal, cortada en su base, pero el valiente no se intimidó sino que se volvió para presentar su pecho, ancho como un velero, al que era su enemigo, éste tomó impulso por segunda vez y volvió a embestirlo terriblemente. El cuarzo era más duro y consistente que el hielo. Boreal se partió, pues, con estrépito, como si un alud hubiera descendido por las vertientes rocosas, y se quedó estrellado a la luz de las auroras polares que contemplaban su derrota. —Las cosas van bien. ¡Sigamos¡ dijo el electropaladín de Cuarzo. Y despojó al vencido de joyas de una belleza maravillosa: sortijas, con hidrógeno engarzado, bordados y botones parecidos a diamantes, pero tallados en tres gases nobles: argón, criptón y xenón. Pero cuando estaba admirándolo todo, se calentó de emoción y los diamantes y zafiros se evaporaron silbando al tocarlos, quedándose sólo unas gotas de rocío que también se volatizaron en seguida.
—¡Ah! Entonces tampoco se puede admirar. Está bien. No hay que pensar en absoluto —se dijo, y se adentró en la ciudad conquistada. Distinguió en la lejanía una enorme silueta que se acercaba. Era Albucido el Blanco, general mineral, cuyo ancho pecho estaba cubierto de hileras de condecoraciones y la gran estrella de La Escarcha con cinta glacial. Este guardián del tesoro real cerraba el paso al electropaladín de Cuarzo, que se abalanzó sobre él como un huracán y lo estrelló en medio de un estruendo horrible. En auxilio de Albucido acudió el duque Astronor, señor de los hielos negros; esta vez el electropaladín no pudo derribarlo, por tener el duque una preciosa coraza de nitrógeno templado en helio. Se desprendía de ella tanto frío que quitó ímpetu al electropaladín y sus movimientos se debilitaron. Las auroras polares palidecieron por el soplo del Cero Absoluto, que se extendía en torno suyo. El electropaladín de Cuarzo se asombró —¡Hola! ¿Qué pasa aquí? —y, debido a su gran extrañeza, el cerebro se calentó. El Cero Absoluto devino templado ante sus ojos Astronor se empezó a desintegrar con estrépito de campanas que hacía eco a su agonía, hasta quedar reducido a un montón de hielo negro, bañado de agua como si fueran lágrimas que formaban un charco en el campo de batalla.
—¡Está bien!— se dijo el electropaladín de Cuarzo—. No hay que pensar en absoluto y si hace falta, entonces pensaré. De uno u otro modo, tengo que vencer.
Y siguió su carrera. Sus pasos resonaban como si alguien golpeara los cristales con un martillo. Retumbaba corriendo por las calles de Frígia y los habitantes lo miraban desde sus cobertizos blancos con desesperanza en sus corazones. Siguió su carrera como un meteoro en la Vía Láctea hasta que vislumbró una silueta solitaria y pequeña en la lejanía. Era Barión, llamado Boca del Pueblo, el mayor sabio de las crionidas. El electropaladín de Cuarzo se abalanzó sobre él para aplastarlo, pero se hizo a un lado y le mostró dos dedos levantados. El electropaladín no sabía lo que esto quería decir. Se volvió y se arrojó de nuevo sobre su adversario; pero Barión se apartó otra vez un paso y le mostró un dedo. El electropaladín de Cuarzo se asombró un poco y aflojó la marcha, aunque acababa de volverse y se aprestaba de nuevo a tomar impulso. Se quedó pensativo y el agua empezó a fluir de las casas vecinas, pero él no lo veía, al mostrarle Barión un anillo formado con sus dedos, dentro del cual movía rápidamente el pulgar de su otra mano. El electropaladín de Cuarzo pensaba y pensaba qué podían significar aquellos gestos mudos y el vacío se abrió debajo de sus pies; brotó de él agua negra y el electropaladín se hundió en el abismo como una piedra. Antes de que tuviera tiempo de decir: “Nada de eso. No hay que pensar en absoluto”, había dejado de existir. Los crionidas, salvados, preguntaron después a Barión, llenos de agradecimiento por su socorro, qué quería decir con los signas que había mostrado al terrible electropaladín errante.
—Es muy sencillo— contestó el sabio. Las dos dedos significaban que éramos dos, él y yo. Uno, que en seguida quedaría yo sólo. Después mostré el anillo en signo de que el abismo se abriría en torno suyo y el abismo negro del océano lo tragaría para siempre. No entendió lo primero, ni tampoco lo segundo, ni lo tercero.
—¡Qué gran sabio!— exclamaron los crionidas asombrados— ¿Cómo podías hacer tales signos al terrible agresor? Piensa en lo que habría pasado si te hubiera comprendido y dejado de extrañarse. Entonces no se le habría calentado el cerebro, ni caído en el abismo sin fin…
—¡Ah! Eso no lo temía en absoluto— dijo con fría sonrisa Barión, Boca del Pueblo—. Sabía de antemano que no comprendería nada. Si hubiera tenido una pizca de inteligencia, no habría venido aquí. ¿Qué provecho pueden tener para un ser que habita bajo el sol las joyas de gas y de estrellas plateadas de hielo?
Volvieron a asombrarse de la gran sabiduría del sabio y se marcharon tranquilizados a sus casas, donde les esperaba un agradable frío. Desde entonces nadie intentó agredir a Crionida, ya que faltaron necios en todo el cosmos, aunque algunos dicen que hay todavía bastantes, pero no conocen el camino. * Tomado de Misterio y Galaxia, Edición Gente Nueva, La Habana, 1982.
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Stanislaw Lern
Autor polaco contemporáneo de Ciencia Ficción, conocido por su obra Solaris |
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WYSIWYG
o lo que es lo mismo LQVELQO
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Elisa Viso Gurovich
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Una de las herramientas que más ha influido en los métodos
y hábitos de trabajo en general son los editores de texto (formateadores, procesadores de palabra) y todos los auxiliares surgidos en base a las microcomputadoras que cada vez están más al alcance de todo mundo.
Empecemos por aclarar varios de los términos recién utilizados. Un texto es una sucesión de caracteres letras, dígitos, caracteres especiales) entre los cuales aparecen frecuentemente espacios. Los espacios (a quienes en adelante llamaremos blancos) son también un caracter muy espacial y juegan diversos papeles: indica el fin de una palabra, se insertan uno o más para lograr que los márgenes queden alineados, etc. En cuanto se refiere a la computadora, tienen una representación interna especial y ocupen un lugar físico en el texto.
El destino del texto puede ser muy variado: una carta de amor, un programa de computadora, un libro, una tarea, un artículo. Dependiendo del destino del texto, lo querremos de distintas formas. Por ejemplo, una carta debe estar organizada por párrafos; un libro por capítulos y secciones, un programa de computadora por líneas. Cualquiera que sea el destino del texto, para poder ser manejado en una computadora, éste se coloca en un archivo que no es más que una colección de caracteres grabados en un diskette, cinta magnética, colección de tarjetas perforadas, etc. En lo que sigue usaremos indistintamente el término texto y archivo para referirnos a la sucesión completa de caracteres grabados en algún medio como el diskette.
Editor es el nombre genérico que se le da a un programa cuya versatilidad permite manipular texto. El modo como lo hace depende mucho de si se está trabajando en una pantalla o no. Hasta hace pocos años, los editores estaban pensados para trabajar casi únicamente con programas de computadoras y el trabajo se hacía principalmente en pantallas “poco inteligentes” o en teletipo. Lo poco “inteligente” de la pantalla reside en que trabaja como si fuera teletipo: no puede regresar a un renglón anterior y, en general, no puede brincar a posiciones arbitrarias de la misma. Ya sea que se trabaje con teletipo o con pantalla (tonta o inteligente) debemos saber siempre en qué punto del archivo nos encontramos. Si el editor es de pantalla, nos muestra en la pantalla un pequeño cuadro blanco, conocido como el cursor que todo el tiempo está frente a la posición (caracter) disponible en ese momento. Si se está trabajando en un teletipo (lo que es cada vez menos frecuente), el cursor, no es visible sólo que en un momento dado pidamos esa información, entonces el sistema imprime la línea frente a la cual está el cursor.
Entre las funciones con que debe contar un editor podemos listar:
– Encontrar una cadena dentro del texto.
– Reemplazar una cadena por otra dentro del texto. – Hacer búsquedas y reemplazos globales. – Insertar cadenas en cualquier posición del texto. – Remover (quitar o desaparecer) cualquier subcadena. Para llevar a cabo estas funciones, los editoras pueden funcionar en dos modalidades: por pantalla o por línea. Un editor de pantalla es aquél que trabaja sobre toda la pantalla. En cada momento la pantalla se llena con una porción del archivo. El editor permite al usuario moverse dentro de la pantalla en cualquier dirección. En cuanto se lleva a cabo una de las acciones arriba mencionadas, la pantalla muestra inmediatamente el cambio.
Otro concepto importante cuando estamos trabajando con un editor de pantalla es la resolución de la misma. La resolución de una pantalla se refiere al número de puntos que utiliza la misma para “armar” o mostrar cada uno de los caracteres. Estos puntos están organizados en una pequeña matriz y cada caracter se forma eligiendo combinaciones de puntos. @@@ . . . .
@ . . . . . . @ . . . . . . @ . . . . . . @@@ . . . . (aparecen con @ los puntos utilizadas y con . los que no).
Para que el editor pueda mostrar todo tipo de caracteres y combinaciones necesita una resolución mínima. Las primeras microcomputadoras venían con monitores de baja resolución y eso las obligaba a utilizar solamente 40 columnas por renglón para desplegar el texto. Cada vez la resolución de las pantallas es mejor y esto ha permitido que se pueda observar más detalle tanto en las gráficas como en caracteres. Moraleja: mientras más alta sea la resolución de un monitor (o pantalla), más detalle y mejor calidad de imagen tenemos (la calidad y el detalle aumentan paralelamente al precio).
En un editor de línea se trabaja con cada una de las líneas presentes en el texto, esta forma era típica de los editores pensados para trabajar con programas. Generalmente las líneas vienen numeradas y las acciones se realizan sobre una línea particular, identificada por su número de línea, o bien porque es una línea que en ese momento se encuentra frente al cursor. No siempre se puede ver el efecto de una cierta acción y se pierde mucho tiempo sólo tratando de verificar la posición del cursor.
Moraleja: es más fácil trabajar con editores de pantalla que con editores de línea.
Otro parámetro de qué tan bueno es un editor, radica en si el uso de estas funciones es claro, sencillo y recuperable. Que sea recuperable querría decir que si nos arrepentimos de alguna de las acciones arriba mencionadas, exista la forma de regresar al estado inmediato anterior del cambio. Para satisfacer esto, muchos editores cuentan con un menú de ayuda que aparece o bien durante toda la utilización del editor o cuando es invocado mediante alguna tecla especial.
Moraleja: es más fácil trabajar con un editor que muestra cómo utilizarlo que con uno que lo oculta.
Para proporcionar al usuario la posibilidad de arrepentirse de cambios hechos durante la sesión, la mayoría de los editores trabajan en realidad con una copia del archivo que se desea editar, porque al empezar la edición, el programa hace una copia del texto a editar y tiene una opción que permite al usuario, abortar en cualquier momento la sesión; esto es, dar una orden al editor de que abandone la copia del archivo con la que está trabajando y así tener otra vez como punto de partida el texto original anterior a la edición. Si no se opta por abortar la edición, el editar sustituye (le cambia los nombres) al archivo original por el que se acaba de editar. La mayoría de este tipo de programas guarda la versión recién editada (antes de editarse) y generalmente con el nombre que lleva una extensión .bak, lo cual se refiere a que ese archivo es un respaldo (“backup”).
Moraleja: mientras no haya problemas de espacio en el disco, deben conservarse nuestros archivos de respaldo por si hay daño accidental o cambios de opinión.
Con el uso de un editor se crea un texto cuyo destino, como ya dijimos, puede ser muy variado. Cada vez más gente utiliza las microcomputadoras para preparar textos de libros, artículos, cartas, etc. Para lograr en el documento la forma final que se quiere existen dos métodos: el primero es mediante un formateador aplicado a un texto ya editado, y el segundo es mediante un editor/formateador que vaya formateando conforme va editando. Cuando los editores que se manejaban eran editores de línea, se utilizaban mucho los formateadores para combinar las líneas de una cierta manera. En este tipo de editor/formateador se mezclan con el texto líneas (o secuencias especiales de caracteres) que tienen un significado especial y que van dirigidas al editor/formateador. Estas líneas se conocen como comandos y a las secuencias especiales como caracteres de control de la impresión). Se elabora el texto con sus líneas de comandos entremezcladas y posteriormente se utiliza al formateador para ver cuál es el resultado final de nuestro texto.
Cuando se utiliza un formateador con líneas o caracteres de control, es difícil ver cuál es el resultado final de nuestro texto, pues lo que aparece en pantalla es el texto en sí junto con las líneas o comandos de impresión. Aunque los comandos vengan especialmente identificados (con fondo blanco en lugar de negro, subrayados, etc.) muchas veces no sabemos cuál va a ser, por ejemplo, la posición final de nuestro texto o el tipo de letra con el que se va a imprimir. Para superar esta dificultad, algunos editores/formateadores cuentan con otro programa, de preview, que despliega en una pantalla el texto ya formateado. Estos preanálisis del texto ayudan mucho para detectar problemas, aunque en la mayoría de los casos no son capaces de distinguir tipos o tamaños de letras. El uso del preanálisis nos ahorra, en el peor de los casos, grandes cantidades de papel. Moraleja: Siempre es conveniente poder ver el texto tal cual va a quedar antes de hacer la impresión definitiva.
Entre las funciones de un formateador podemos listar:
– Justificación. Se refiere a si el editor debe o no agregar blancos al texto para que todos los renglones empiecen y acaben en la misma columna. También incluye la identificación de párrafos y la justificación de la primera línea de los mismos.
– Posibilidades para numerar y partir el texto en páginas de tamaño arbitrario y con renglones también de una dimensión arbitraria. – Posibilidades para escribir con formato de tablas (tabuladores). – Posibilidades para utilizar la gama de caracteres que tiene la impresora. – Posibilidades para importar o exportar textos completos desde otros archivos. Puede ser deseable utilizar un programa editor/formateador cuando se esté trabajando en una pantalla que no corresponda a la imagen de una página, pues este tipo de paquetes permiten genera textos de formatos muy variados.
Entre los editores/formateadores que conozco se encuentran SUPERTEXT, un editor/formateador para la APPLE (cuando todavía se usaba con pantalla de 40 columnas y poca resolución) y el famosísimo TEX. Ambos cuentan con funciones de preanálisis. Hoy en día y gracias a las microcomputadoras, están integradas las dos funciones. A estos paquetes se les conoce con el nombre genérico de procesadores de palabra. En estos paquetes lo que ves en la pantalla es el texto ya formateado. El procesador tiene un ambiente declarado que incluye el tamaño de las páginas, la sangría, el tipo de letra, el ancho de renglón, etc., y conforme se va tecleando el texto va acomodándose. Para establecer el ambiente de un formateador puro de este tipo, se invoca en un momento dado al módulo que lo hace. Un ejemplo de este tipo de paquete es el Apple Writer y el PfsWrite, en ambos se adolece de falta de flexibilidad respecto al uso de distintos juegos y tamaños de caracteres. Muchas veces los procesadores de palabra son híbridos en cuanto a qué parte de sus opciones las manejan por ambiente y parte por comandos. Cuando además de ambiente se cuenta con comandos, las posibilidades de edición son mayores pues se puede recurrir a facilidades externas al editor. En ese tipo de paquetes el usuario ve casi la forma final de texto excepto posiblemente, por caracteres especiales a la impresora. Además, el ambiente puede ser reemplazado por uno nuevo, también mediante secuencias de control y por secciones, volviéndose al ambiente general (por omisión) cuando así se desee. WordStar cae dentro de esta categoría de paquetes. Por último, tenemos los paquetes que en todo momento va mostrando en la pantalla la forma final que va a tomar el texto, conforme va editándose, inclusive los caracteres y tamaños especiales. Para ello se requiere no sólo de que el paquete sea lo suficientemente “inteligente” para poder hacerlo, sino también que la pantalla tenga una buena resolución. Si quien utiliza un editor es un principiante sería preferible que el editor cuente con la posibilidad de ir armando sobre la marcha el texto final. A esto se refiere el título del artículo, pues a este tipo de editores se les conoce con el nombre genérico en inglés de WYSIWYG (What You See Is What You Get) o dicho en castellano, Lo Que Ves Es Lo Que Obtienes. Entre los procesadores híbridos tenemos al muy famoso WordStar. Su gran generalización se debe, fundamentalmente, a que cuenta con un menú de ayuda para que se puedan utilizar todos las comandos, tanto de ambiente como de comando. Word es también un procesador muy popular que cuenta además con facilidades para la numeración de capítulos y un chequeo automático de índice, además de contar con un menú muy compacto y presente todo el tiempo. Para el manejo de simbología matemática, un editor muy popular es CHI WRITER que permite la edición de caracteres especiales, mostrando en la pantalla la forma final del documento. Por supuesto que mientras más facilidades ofrece un editor/formateador, más inteligente debe ser el paquete y más grandes los programas. Ello hace que algunos de estos paquetes tengan versiones más simples y que no contemplan todas las facilidades y que pueden ser utilizadas en una microcomputadora únicamente con unidad de disco flexible, mientras que el conjunto completo sólo puede ser utilizado si se coloca un disco duro, de mucha mayor capacidad. En general, un paquete de este tipo que cuenta con subconjuntos resulta muy práctico, pues toda vez que se cuente con el disco duro, se puede optar por las sofisticaciones del paquete. Moraleja: de ser posible —y si así se desea— es preferible optar por un paquete que esté diseñado modularmente, para poder trabajar indistintamente en cualquier microcomputadora.
Finalmente, quisiera hacer hincapié en que la elección del procesador de palabras (o editor) más apropiado va a depender de varias factores entre los que podemos citar:
– Características del texto que se desee elaborar. Si el texto no contiene simbología especial, es mejor inclinarse por un editor sencillo.
– Resolución de la pantalla con la que se trabaja. Si la pantalla no cuenta con la resolución que el editor exige va a ser muy molesto trabajar, pues el texto no va a poder distinguirse claramente. – Cantidad y tipo de disco con que se cuente. Como ya lo mencioné, hay editores que requieren de un mayor espacio en disco para funcionar o bien, dado que la velocidad de la unidad de disco duro es mayor que la de los discos flexibles, el paquete corre terriblemente lento si no se utiliza desde un disco duro. – Tipo de impresora en la que se imprime. Si la impresora que vamos a utilizar no cuenta con facilidades para cambio de tamaño o tipos de caracteres, es inútil todo lo que adornemos el texto original. |
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Elisa Viso G.
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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La mujer:
biología y sociedad
(3a. parte)
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Eréndira Álvarez y
María Cristina Hernández
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La biología ha sido definida como el estudio de los seres
vivos y la interacción que éstos tienen entre sí y con el medio ambiente; el campo de la biología comprende desde aspectos tan concretos y relativamente sencillos como la reproducción de las bacterias, hasta otros infinitamente más complejos como es el caso de la biología humana; cuando se habla de nuestra especie es necesario establecer las especialidades que la distinguen y considerar elementos inexistentes en las demás especies biológicas.
Así vemos que el estudio de la biología humana requiere para su establecimiento no sólo de una teoría que la sustente, sino al mismo tiempo implica una posición filosófica de quienes la generan y una responsabilidad social. Es compromiso de los biólogos estudiar el papel que como sujeto histórico representan al generar y poner en práctica su conocimiento además de delimitar su quehacer científico en tanto que pertenecen a una disciplina de las ciencias naturales. Si pensamos cómo se genera el conocimiento, nos damos cuenta que éste es una interpretación de la realidad permeada por la interiorización de nuestra condición social. Es necesario tener esto presente y asumirlo conscientemente. Los seres humanos somos biológicos y sociales; las características naturales han interactuado paralelamente a las condiciones históricas y la relación entre ellas no es estática, cambia a lo largo de la historia de la humanidad y del tiempo individual que también es histórico y por tanto mutable. La interrelación de diversas disciplinas de conocimiento (sociología, antropología, biología, psicología, etc.) debe enriquecer y favorecer la comprensión de los procesos y características específicamente humanas. Hemos mencionado ya que cada una de estas ciencias tiene su dominio propio, pero existen puntos de convergencia en los cuales deben sintetizar sus conocimientos. Este es el caso de la condición social de la mujer, tema que nos ha ocupado en dos notas precedentes, publicadas en esta misma revista. Si se pretende explicar cuestiones, tales como la condición social de la mujer y ahondar sobre aspectos considerados como conductas y características femeninas, es necesario tomar en cuenta lo biológico retornando la histona, la cual nos muestra que no existen situaciones irremediables, sino por el contrario, las condiciones cambian y los individuos con ellas mostrando así que los seres humanos somos sujetos de la historia. En el devenir histórico observamos que las condiciones sociales determinan en gran medida la forma de ser o estar, de pensar y actuar de los individuos, son los grupos humanos quienes modifican el curso de la historia. Con respecto a la condición social de la mujer, tema a dilucidar en el presente artículo, puntualizaremos algunos aspectos. Dada la especificidad del comportamiento humano en el cual operan la conceptualización, transmisión y acumulación de la experiencia, no son válidas esas comparaciones simplistas respecto a conductas animales y humanas que justifican las diferencias sociales entre los sexos de nuestra especie partiendo de sus diferencias biológicas. Para entender el comportamiento humano no basta con postular “tendencias” o mecanismos cerebrales u hormonales que lo expliquen. Y si estas características o tendencias existen, no son fuentes determinantes de nuestro pensar, decir y actuar. los hombres y las mujeres somos a la vez productos y productores sociales. Las limitaciones que la sociedad impone están históricamente determinadas y, por tanto, sujetas al cambio. Es muy claro que existen diferencias entro mujer y hombre, pero no implican la jerarquización superior o inferior de un sexo con respecto al otro. No apelamos a las diferencias entre los sexos sino a la transformación que sufren en condiciones sociales antagónicas para ambos. Sabemos también que dichos antagonismos son una forma particular de contradicción que puede determinar e impulsar el cambio social. Las características estrictamente biológicas que diferencian a los sexos son hechos innegables, pero por sí mismos no explicitan ninguna diferencia en cuanto a preponderancia entre ellos. El significado de estos hechos biológicos está dado desde la perspectiva humana, que si puede ofrecer alguna justificación, es porque tal sentido reviste una serie de valores sociales. En el género humano “lo biológico” no conduce a jerarquizaciones sociales y no existen explicaciones que comprueben lo contrario. EI estudio de la biología humana adquiere un sentido realmente amplio cuando se encauza hacia formas de manejo que nos permitan utilizar nuestra biología y armonizar con ella. Por ejemplo, es urgente encontrar métodos de control en la natalidad, que no provoquen desajustes como los que ahora conocemos. Es evidente que la relevancia y trascendencia de estos estudios está muy por encima del intento de explorar diferencias constitutivas entre el hombre y la mujer, intento que mientras esté inmerso en prejuicios obstaculiza la posibilidad de conocer esta cuestión, la cual sólo puede ser abordada si se buscan conceptos y enfoques que anulen de raíz la pugna artificiosa y estéril entre “lo biológico”, “lo psicológico” y “lo cultural”. La índole social asignada a los sexos es una modalidad particular de las relaciones sociales. La condición social de la mujer constituye un aspecto parcial en la problemática de las relaciones humanas como resultado de una práctica social moldeada por las relaciones de producción, por eso el cuestionamiento de las categorías masculino y femenino debe convertirse en una discusión política ya que el poder también se ejerce cotidianamente y no sólo en las relaciones públicas. El sistema patriarcal, como señala acertadamente Andre Michel, está estrechamente ligado al sistema de acumulación, competencia, culto al crecimiento ilimitado del lucro, sometimiento del ser humano a la técnica. Por tanto, la superestructura ideológica patriarcal sólo podrá destruirse si se transforma la estructura económica sobre la cual reposa la sociedad sexista; al cambiar las condiciones sociales en general se abre la posibilidad de transformar la naturaleza del papel social de los sexos. Es obvio que el cambio de la situación social de los sexos exige para su desarrollo condiciones socioeconómicas concretas. Un análisis del carácter sexista de la sociedad conlleva al imperativo de plantear la necesidad de diseñar operativos para transformar las estructuras de explotación que nos afectan tanto a hombres como a mujeres; Badinter dice: “Al alentar a las mujeres a ser y hacer lo que se considera anormal, las feministas han echado los gérmenes de una situación objetivamente revolucionaria. La contradicción entre los deseos femeninos y los valores dominantes no puede sino engendrar nuevas conductas, que son realmente subversivas para la sociedad más que cualquier posible cambio económico”. Todo esto es cierto, pero ha de quedar muy claro que las nuevas conductas que se van generando al concientizar a los sexos de la necesidad de trascender su condición, no acarrea por sí misma la transformación de la economía ni tampoco conducen hacia el cambio en cuanto a la condición de las sexos, aspecto que no se deduce simplemente de la biología, pero tampoco de la economía. La economía y la ideología tienen una relación simultánea, por tanto ambos cambios: del trabajo y de los sexos, deben plantearse como procesos paralelos. La lucha por las transformaciones en la condición social de la mujer en particular y de los sexos en general, ha de observar un carácter revolucionario. Esta lid contra las estructuras de explotación requiere plantear la necesidad de modificar ideas y modos de vida privativos de la sociedad sexista, innovación sin le cual no sería posible hablar de una sociedad equitativa, es decir, ambas batallas deben ser una sola. La conciencia feminista debe servir como guía, pivote y apoyo al desarrollo de las capacidades humanas y sus expresiones concretas, la creación y transformación de la saciedad, la ciencia, el arte, la personalidad; el progreso social ha de comprender el desenvolvimiento de estas aptitudes hasta ahora fragmentarias entre las clases sociales y los sexos. Por otra parte, el asunto de la condición social de la mujer con frecuencia está siendo discutido a distintos niveles en un sin fin de trabajos. Sin embargo, poco se ha hablado de la conducta masculina en sus perfiles realistas, dándose por hecho que la condición del varón es mejor que la de la mujer. Como señala Joseph Vicent Marques, si acaso el varón llega a reconocer su opresión sobre la mujer, la entiende como un impedimento para ella en cuanto a igualarse con “ellos”, pero ese “ellos” jamás es cuestionado. Hemos de remarcar que la lucha por la igualdad no debe reconocer como modelo al varón. La ideología dominante oculta la realidad del hombre: como oprimido que lo hace prisionero de una ideología “machista” que cubre un campo mucho más amplio que el circunscrito a le directa relación con las mujeres. Escribe Edgardo Lawrence: “…sostengo que el macho tal como lo conocemos no es libre, que está alienado como la mujer a la que oprime real a potencialmente. Sólo que no lo sabe, sólo que se cree libre de hacer lo que hace, y no advierte hasta qué punto su verdad es una mentira creída con placer”, continúa “…(el rol masculino) obliga a quien lo desempeña, aunque no sea consciente de eso a la asunción de una serie de reglas asfixiantes y opresoras de las que no puede escapar, tanto ente las mujeres como ante los demás hombres, como ante sí mismo. Reglas cuyo cumplimiento da por resultado que tampoco él sea dueño de su cuerpo. Dicho de otra manera: no puede ser hombre porque tiene que ser macho” [2]. Dada la extensión de este trabaja no es posible profundizar en el cuestionamiento del rol masculino, un aspecto tan importante como poco discutido. Evidentemente, éste queda como un campo abierto a investigaciones posteriores. Por ahora baste decir que: a lo larga de la historia el hombre se ha caracterizado como un ser que necesita deshacerse de debilidades y limitaciones y que debe escenificar su hombría con agresividad y brusquedad, haciéndosele creer que tiene un lugar privilegiado desde el cual resulta ventajoso oprimir a la mujer; la mujer ha sido distinguida por su debilidad, dependencia y pasividad. Pero tanto hombres como mujeres no permanecemos tal cual, somos sujetos al cambio y del cambio, nos transformamos; por eso, al darse las condiciones que permitan el rechazo de las formas de organización y las modos de vida que moldean eses imágenes, éstas serán desvirtuadas, se pudrirán para generar la simiente que originará un nuevo árbol. La alternativa a la discusión de la condición social de los sexos no se encuentra en posiciones “machistas” ni “hembristas”, ambas son producto de alienación social y están igualmente desequilibradas. No se trata de invertir los papeles tradicionales que han tenida los secos. Tampoco se trata de convencer a nadie de que las mujeres podemos hacer todo lo que hacen los hombres, sino que ambos podemos desarrollarnos de una manera muchísimo más amplia de lo que hemos hecho hasta ahora. Aunque no siempre se señala, es evidente que ni todos los atributos tradicionalmente adjudicadas a la virilidad son valiosos y envidiables, ni todas las potencialidades definidas tradicionalmente coma femeninas deben excluirse de lo humano y lo valiosa. Los seres humanos debemos expresar tanto nuestra fuerza como nuestra debilidad, ser donantes y receptivos, disfrutar de la pasividad y producir el cambio. No pretendamos homogeneizar algo que en sí mismo es diferente. Respetemos y revaloricemos las distinciones entre los sexos entendiendo que la realidad constituye una constante de mutaciones pero hay características que ni siquiera es deseable que cambien, ¿cuáles? Elijámoslas libremente. Somos diferentes, eso es halagador y complaciente, pero nuestras distinciones no tienen porque hacernos desiguales. |
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Referencias bibliográficas 1. Badinter, E., 1980, ¿Existe el amor maternal?, Ed. Paidos Ibérica, Barcelona, p. 123. |
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Eréndira Álvarez y María Cristina Hernández
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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del herbario |
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Flora de México
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Patricia Magaña Rueda
y Alfonso Delgado S.
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México, como muchos países latinoamericanos, cuenta
con un conocimiento incipiente de su flora, a pesar de poseer una de las cubiertas vegetales más variadas del planeta.
Hasta hace algunos años, hablar de una obra como la Flora de México o de hacer un catálogo de las especies vegetales de este país había sido sólo un propósito, en cuya consecución se interponían infinidad de obstáculos. Este objetivo, con el paso del tiempo y a través del esfuerzo de buena cantidad de estudiosos de la flora, se vislumbra más cercano, a pesar de que es evidente que la velocidad con que la vegetación es destruida en un país como éste supera en mucho a la del avance botánico para el conocimiento de nuestros recursos. Parte de la consolidación de estos esfuerzas fue la constitución del Consejo Nacional de la Flora de México, A.C., en 1984. El objetivo central de esta organización es: promover la elaboración y publicación de la Flora de México (CNFM), cuidando del mantenimiento de su alto valor científico y utilitario, así como su adecuada distribución… Para lograr lo anterior, dicho Consejo plantea en sus estatutos: – Coordinar e impulsar acciones conjuntas entre las instituciones asociadas y con autoridades federales, estatales y privadas, con miras a la realización del proyecto de La Flora de México.
– Apoyar gestiones que tiendan a financiar y desarrollar en los organismos asociados, la infraestructura de apoyo a los servicios y proyectos nacionales y regionales orientados a lograr el inventario y estudio de los recursos florísticas de México. – Promover y orientar el incremento ordenado de colecciones de plantas, atendiendo las recomendaciones del propio proyecto. – Coordinar y fomentar un programa dirigido de exploración botánica que cubra adecuada y eficientemente el territorio nacional y en particular aquellas regiones poco exploradas y grupos de plantas pobremente representados en colecciones de instituciones mexicanas. – Favorecer el intercambio de información bibliográfica básica entre las instituciones asociadas y en particular su acceso a los investigadores colaboradores del proyecto. – Brindar información y asesoría a los usuarios y colaboradores del proyecto sobre el avance y las recomendaciones de acciones paralelas y complementarias al mismo. – Promover la formación de nuevas taxónomos, así como la superación y perfeccionamiento de los taxónomas existentes. Difundir y evaluar los avances del proyecto y vigilar el cumplimiento de las actividades y compromisos establecidos de común acuerdo a través de los convenios interinstitucionales respectivos. En cuanto al panorama general concerniente al estudio de la flora nacional, se puede apreciar que existen pocas zonas del país donde su cubierta vegetal haya sido completamente estudiada. Sin embargo, existen zonas para las cuales hay publicadas floras locales, otras que cuentan con floras parciales y otras que están en la fase de publicación de listadas florísticos y exploración, lo que indica que hay mucho aun por hacer. Entre las floras terminadas podría citarse la Flora de Baja California por Ira L. Wiggins, finalizada después de casi 50 años de exploración y estudio. Entre las floras publicadas parcialmente estarían, por ejemplo, la Flora Fanerogámica del Valle de México, impulsada y coordinada por los esposos Rzedowski o la de la Nueva Galicia realizada por el Dr. Rogers McVaugh.
Finalmente como se mencionó, hay áreas con diferentes grados de exploración de campo y por consiguiente floras que van desde las que acaban de iniciarse, como la del estado de Oaxaca a otras ya terminadas pero sin publicarse como es el caso de la Flora del desierto Chihuahuense. Por otro lado, resulta interesante apuntar que en México ya existen registrados 58 herbarios institucionales, lo cual indica un gran interés por el conocimiento de nuestra flora. Es por esto que el Consejo Ejecutivo del CNFM ha intentado desde su formación apoyar, promover y fomentar eventos que traten de canalizar este esfuerzo de la comunidad botánica llevando a cabo asambleas generales, así como reuniones de trabajo por comités, cursillos de manejo y administración de herbarios, simposia sobre floras regionales o estatales y publicación de libros de interés botánico. Las publicaciones con las que se cuenta hasta la fecha son: – Manual de Herbario.
– Segundo Catálogo de los Herbarios Institucionales Mexicanos. – Claves para la Identificación de los Géneros de la Familia Compositae en México. – Bibliografía comentada sobre Pteridofitas de México. – Guía para los Autores de la Flora de México (Normas Generales) (en proceso de ser publicado). Durante la Tercera Asamblea General Ordinaria que se llevó a efecto en el marco del X Congreso Mexicano de Botánica en la ciudad de Guadalajara, Jalisco en septiembre y octubre pasados, se presentó la convocatoria para contribuyentes de la Flora, con lo cual se abre una nueva etapa en la consolidación del trabajo, al formalizar las bases sobre las que las colaboraciones deben partir.
Los proyectos para el futuro están centrados en la formación y capacitación de recursos humanos, el cual por sí solo constituye quizá la limitante de fondo más importante del avance consistente de la Flora y por lo mismo requerirá de un mayor esfuerzo. Para esto en el presenta año se han organizado los siguientes eventos: – Curso itinerante: Manejo y Administración de Herbarios. Este curso se propone para tres regiones del país.
– Cursos especializados de Taxonomía Vegetal. – Reunión de trabajo: La Computadora en la Flora de México. El CNFM desea invitar a la comunidad nacional a proteger nuestra cubierta vegetal y de este modo unirse al esfuerzo de los botánicos mexicanos.
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Patricia Magaña Rueda
Alfonso Delgado S.
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México
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