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Etnobotánica
mixteca
Alejandro Casas, Juan Luis Viveros
y Javier Caballero
 
Colección Presencias,
INI/CNCA,  1994.
   
   
     
                     
Alcozauca es un escenario que permite palpar la crisis actual
que viven muchas otras comunidades indígenas del país. La destrucción del medio natural alcanza actualmente niveles alarmantes en la región de la Montaña de Guerrero. Landa encontró, por ejemplo, que en 1979 un 42 por ciento de la superficie de la región se encontraba deteriorada y esto no ha dejado de aumentar pues, como se indica en el mismo trabajo, en algunas comunidades campesinas la tasa de deforestación anual es de entre cuatro y 30 por ciento.
 
La destrucción de la naturaleza es la afectación de la base material de la producción de la cultura. Su degradación es consecuencia de una trama compleja de factores socioeconómicos y culturales, cuya expresión más directa son los cambios en los patrones tecnológicos de uso y manejo de los recursos, que en las últimas décadas se caracterizan por una explotación más intensa de los recursos. En el caso de los suelos agrícolas, este cambio ha significado el acortamiento de los ciclos tradicionales de uso y de descanso de la tierra y la incorporación de nuevas áreas que en el pasado no eran aptas para la producción agrícola. Esto ha sido posible sobre todo a partir del uso de fertilizantes químicos; sin embargo, este hecho no sólo ha afectado negativamente la economía de las familias campesinas, sino que además ha favorecido el empobrecimiento agudo de los suelos y los agricultores se han visto obligados a incrementar el desmonte de las áreas forestales, con la poca o nula recuperación de las parcelas abandonadas.
 
Los cambios tecnológicos se han caracterizado también por la intensificación del efecto destructivo del pastoreo en las áreas forestales. Esto se debe al incremento de los hatos ganaderos, que constituyen una de las pocas maneras de generar recursos monetarios en la zona. El problema está agudizado porque el espacio que se destinó a tal actividad se ha visto reducido paulatinamente, pues no sólo han sido modificados los patrones de pastoreo que cubrían grandes extensiones, sino que ahora las comunidades defienden celosamente sus áreas comunales, sin permitir pastores de otros poblados. Además, el crecimiento general de las áreas deterioradas limita paulatinamente las zonas de pastoreo. A pesar de tal situación, no existen por el momento sistemas intensivos de producción pecuaria que permitan aumentar el rendimiento y proteger las áreas forestales que actualmente se afectan.
 
Las prácticas de extracción forestal también han tendido a incrementar su incidencia, pues no sólo son necesarias para cubrir los requerimientos de subsistencia de una población creciente, sino que también constituyen fuentes de recursos y que al mismo tiempo limitan cada vez más la base material para la realización de estos patrones. Como parte de este proceso, los campesinos se ven obligados a usar más intensamente un conjunto más reducido de recursos y patrones tecnológicos más uniformes y menos acordes con la diversidad ambiental.
 
Sin embargo, es necesario tener presente que la intensificación de la explotación de los suelos, bosques y aguas, es una consecuencia del paulatino empobrecimiento de los campesinos de la región, de la falta de opciones productivas y de empleo y de la necesidad de cubrir los requerimientos de una población en crecimiento. Es el enfrentamiento cada vez más agudo de una economía campesina cuyas tácticas productivas y patrones de consumo y de intercambio se encuentran severamente desfasados de los que exige la economía del mercado que los invade de manera creciente.
 
Uno de los ejemplos más dramáticos de este proceso es quizás el uso de fertilizantes químicos. Hasta mediados de la década de los años setenta, estos insumos no habían sido necesarios como lo son en el presente. Las largas colas de campesinos en las oficinas de Fertimex en Tlapa, año con año, son ejemplo patético del nivel que ha alcanzado esta nueva necesidad. Uno de los problemas mayores que acarrea el uso de fertilizantes es el desbalance de la economía campesina tradicional. Así, la compra de tal insumo no está respaldada por la propia producción agrícola pues, como se recordará, el destino de los productos es casi totalmente para el autoabasto de las unidades familiares. Para cubrir los gastos de los fertilizantes, los campesinos han aumentado el ritmo de aquellas actividades que les permiten generar recursos monetarios: el tejido de sombrero, las actividades de extracción forestal, los hatos de ganado y, sobre todo, la emigración. La fertilización artificial genera una nueva necesidad que altera la forma de uso de la tierra y favorece directamente su deterioro y que al alterar la economía campesina tradicional, contribuye también indirectamente a deteriorar el medio natural y la cultura.
 
Los procesos migratorios introducen a la vez una compleja red de problemas socioculturales que tienden a dar al traste con las costumbres locales. Estos procesos, en el caso de la alimentación, como se ha visto, tienden a empobrecer la calidad de la dieta. La migración constituye una opción que los campesinos encuentran para enfrentar los requerimientos monetarios que de manera creciente impone la sociedad actual. La preocupación primaria que motiva a emigrar es la atención de las necesidades de la producción y de la vida comunitaria; sin embargo, al emigrar, los campesinos entran a una nueva órbita de preocupaciones y de valores que poco tiene que ver con el modo de vida tradicional, basado en el uso de múltiples recursos.
 
El modo de vida campesino tradicional y el uso múltiple de los recursos naturales son aspectos que se encuentran íntimamente ligados. Ambos resultan cruciales para la preservación de las culturas milenarias que integran la cultura nacional y para la conservación de la biodiversidad y de la integridad del medio natural. Para apoyar su desarrollo en las condiciones actuales, es preciso reconocer sus nuevas necesidades y atender los problemas que se derivan de los enormes rezagos en el impulso al desarrollo y de la defectuosa integración que con la sociedad nacional han sufrido las etnias a lo largo de la historia.
 
ormente contribuyen a alterar los patrones tradicionales de uso de los recursos son, quizás, el propio deterioro de los recursos naturales; el crecimiento demográfico y el crecimiento de la pobreza rural, sobre todo entre la población indígena; la baja productividad primaria, y los cambios socioculturales determinados por la emigración temporal y definitiva.
Los recursos vegetales y faunísticos, los suelos y el agua y, en suma, la integridad de los ecosistemas, son el soporte fundamental de la estrategia de uso múltiple de los recursos naturales y de la complementariedad de las diferentes actividades productivas en distintos ambientes. La pérdida de cualquiera de estos elementos, en consecuencia, inevitablemente contribuye a estrechar el espectro de los recursos y de opciones productivas.
 
Los avances logrados en las investigaciones realizadas en la región permiten apreciar un panorama general de los problemas y requerimientos en los elementos sociales y naturales que se involucran en los procesos productivos actuales. En el ámbito social resulta evidente la necesidad de aumentar y sostener la producción agrícola, de m añera que ésta pueda satisfacer los requerimientos en alimentos básicos. Igualmente importante resulta el desarrollo de prácticas productivas que permitan generar los recursos actuales y de restauración de los ya perdidos, como base para el mantenimiento de las unidades ambientales y para el sostenimiento futuro de las actividades productivas.
 
Éstas son tan sólo grandes líneas que se consideran necesarias para la planeación del desarrollo productivo. Su realización requiere de un enorme esfuerzo organizativo y financiero, pero también intelectual. Reunir los elementos de información que se necesitan para el diseño de tal plan de desarrollo, así como la orquestación de las instituciones y organizaciones sociales para ponerlo en práctica, es una labor titánica que exige el aporte de numerosas disciplinas administrativas y científicas. Es desde este punto de vista que adquiere relevancia analizar la función social de la etnobotánica, la ecología y otras áreas de las ciencias naturales.
 
Vista desde la perspectiva del desarrollo social, la etnobotánica permite conocer los recursos vegetales de una comunidad, de una región o del país. Permite conocer también la tecnología de uso y manejo desarrollada empíricamente por las etnias a través de los siglos. Estos dos elementos resultan de gran trascendencia para conocer las materias primas que pueden emplearse para distintos propósitos productivos, así como la manera en la cual pueden emplearse. Son también una base importante para la experimentación de nuevos elementos tecnológicos, tan necesarios para detener la destrucción de la naturaleza y mejorar el nivel de vida de los numerosos grupos indígenas que pueblan nuestro país.
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Alejandro Casas, Juan Luis Viveros y Javier Caballero

 
     
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como citar este artículo
 
Casas, Alejandro; Viveros, Juan Luis y Caballero, Javier. 1995. Etnobotánica mixteca. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 61-63. [En línea].
     

 

 

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¿Q onda
con el SIDA?
Blanca Rico y Patricia Uribe
 
Colección: Viaje al Centro de la
Ciencia, ADN editores/CNCA,
123 pp, 1993.
   
   
     
                     
Arturo e Isabel se entendían muy bien y se fueron
a la banca d el jardín de la escuela donde solían sentarse por largos ratos a comentar sus secretos, intimidades e inquietudes; siempre atentos y receptivos a lo que el otro decía. Isabel sentía un gran apoyo en Arturo y tenía muchas ganas de comentarle todo lo que había experimentado en el hospital con su tía y lo que había avanzado en relación al trabajo. Además, estaba muy preocupada por esa falta de interés que mostraba Arturo para su trabajo; quería compartir con él toda la vivencia de conocer a los pacientes con SIDA en el hospital. Realmente se le había enchinado el cuerpo al ver a esos pacientes; entendió lo que significa vivir con esta enfermedad y sentía que ella podía hacer muchas cosas para evitar que se siguiera infectando la gente. En estos momentos el trabajo sobre sida se había convertido en algo más que una tarea. Se sentía inundada de una gran fuerza para hacer este trabajo lo mejor posible y estaba dispuesta a ayudar a Arturo a interesarse en este tema.
 
Ya en la banca, Arturo inició la conversación preguntándole a Isabel sobre su estado de ánimo.
 
—Y tú, Isabel, ¿cómo andas? ¿Todavía estás muy triste por lo de Carlos?
 
—No, Arturo... no puedo decir que no me importa, porque tú bien sabes que para mí Carlos fue muy importante y no lo puedo olvidar tan fácilmente; pero las cosas así se dieron. La verdad, somos muy diferentes y yo todavía estoy dolida, pero me sirvió mucho hablar con mi tía, conocer y ver qué sienten otras personas, ver que existen otros problemas.
 
—¿De qué estás hablando, Isabel? ¿De qué personas hablas? Te estás poniendo muy rara. ¿Tienes problemas con tus jefes, con tu hermana, o de qué me estás hablando?
 
—No, Arturo, te estoy hablando de personas con SIDA que conocí en el hospital; no lo podía creer, me dejaron muy impresionada. Mi tía me las presentó y son personas como cualquier otra, personas que han sido rechazadas por todos y a pesar de su dolor muchas veces no encuentran consuelo y apoyo en nadie, ni en sus propias familias. Y el que nosotros no queramos hablar o escuchar del SIDA es parte del problema; es una manera de rechazar también a estas personas, negando que existen y no abriendo los ojos que es algo que nos puede pasar... que está pasando... que ahí están ellos, queramos o no. Yo sé que es algo que asusta porque es una enfermedad horrible, pero es algo con lo cual nosotros vamos a tener que vivir por algunos años y debemos de estar enterados, y preparados.
 
—¡Bájale Isabel! Te me estás poniedo muy rollera. Cuántos chavos como tú y yo conoces con sida; la neta, ¡no te la jales! Aquí en la escuela ¿de quién has sabido, a ver? Se le notaría de inmediato... Fuera del rarito de Pablo, ningún chavo. Yo creo que los adultos nos quieren asustar con esto del sida para que nos portemos bien, ahora sí que no estoy de acuerdo contigo.
 
—Cómo se nota, Arturo, que ni siquiera viste por encimita la información que nos dieron en el Conasida. A la gente no se le nota nada cuando está infectada, y eso pasa por mucho tiempo. Por verlos no puedes saber si están o no infectados. Y además, aunque lo estuvieran no van a andar diciendo por todos lados que tienen SIDA. ¿Para que; para que nadie se les acerque, ni les dirija la palabra? Ya ves con el pobre de Pablo, sólo porque es algo amanerado todos ustedes lo tratan muy mal. Ni siquiera saben nada de él... y además el SIDA nos pueda dar a todos, no sólo a los "raritos", también a los "machines" y "normalitos". No se cómo voy a hacerte entender las cosas.
 
—Pero Isabel, entiende: tú dices que se contagia por relaciones sexuales, ¿no?
 
—Sí, pero también de otras maneras.
 
—Pero vamos a hablar de relaciones sexuales únicamente, Isabel.
 
Y tú y yo cuando tengamos relaciones sexuales ¿con quién las vamos a tener? Con alguien como nosotros... no con cualquiera, y nosotros no tenemos SIDA.
 
—Tú me has contado que algunos chavos de la escuela han tenido experiencias sexuales, y en el periódico salen a cada rato noticias de jóvenes violadas ¿o no?
 
—Pero eso es otra cosa, Isabel.
 
—Pero dime, ¿tú sabes quiénes han tenido alguna experiencia sexual?
 
Tú no lo sabes y no te lo van a decir, también hay algunos chavos que ya han tenido varias relaciones sexuales y no te lo van a decir la primera experiencia con alguien ya experimentado... con una prostituta o una mujer mayor. ¿A poco no, Arturo?
 
—Pero no es lo mismo, Isabel. Mira, mejor ya vámonos a la clase que ya va a empezar y no quiero llegar tarde.
 
—Está bien, pero no creas que ahí la dejamos. Quiero que sigamos hablando de esto. Dime, ¿no piensas hacer el trabajo? ¡De acuerdo!, vamos a suponer que de veras yo ya me volví loca y que no te voy a convencer de la importancia de cuidarse del SIDA. De cualquier manera "El Ciclo Vital" lo va a tomar muy en cuenta para la calificación final.
 
—¡Me vale! Tengo muy buen promedio con los exámenes que nos ha hecho. Le voy a entregar cualquier cosa nada más para que no me promedio un cero. Con que me ponga un cinco ya la hice. No quedaré exento, pero paso y me presento a examen final. No creo que en el examen final nos haga preguntas sobre SIDA. Acuérdate que no viene en el programa. Es una locura de él.
 
—Estás decidido, por lo que veo, a no hacerlo. Allá tú. De cualquier manera, te ofrezco que vengas a mi casa a trabajar, aunque sea en eso mínimo que piensas hacer para entregar por lo menos algo."
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Blanca Rico y Patricia Uribe

     
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como citar este artículo
 
Rico, Blanca y Uribe, Patricia. 1995. ¿Qué onda con el SIDA?. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 60-61. [En línea].
     

 

 

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Gastón Guzmán      
               
               
Debido a los graves problemas de deterioro de su entorno,
el manejo, utilización y conservación de la biodiversidad es una de las prioridades que debería tener el hombre en la actualidad. Asimismo, a pesar de su gran importancia ambiental, los estudios sobre la biodiversidad a nivel mundial, poco o nada han tomado en consideración a los hongos. Se calcula que hay miles de especies de hongos, y que éstas ocupan el segundo lugar en cantidad de especies después de los insectos. Por esa razón, su estudio debe ser prioritario en los programas sobre la biodiversidad, conservación y utilización del medio. El impacto de los hongos en el ambiente se debe a su papel central como desintegradores de la materia or­gánica y a las asociaciones parasitarias o simbióticas que establecen con muchos organismos. Los hongos están muy bien representados en todos los medios, en especial en los trópicos, y precisamente son estos ecosistemas los menos conocidos y los más afectado. La destrucción de los bosques tropicales alcanza cifras alarmantes. Se estima que 100 000 km2 se están perdiendo anualmente y, como resultado, una cuarta parte de la diversidad mundial se perderá en los próximos veinticinco años, lo que significa que más de 350 000 especies de hongos se habrán extinguido durante dicho periodo.
 
La poca atención que han recibido los hongos se debe al bajo número de especialistas y de taxónomos, y a su distribución geográfica irregular. Por tradición, los centros taxonómicos más importantes están en Europa y en Estados Unidos, mientras que en las zonas tropicales, la escasez de micólogos es sorprendente. La zona neotropical, por ejemplo, tiene solamente 4% de los taxónomos que hay en el mundo. Con base en los avances logrados en los trabajos iniciados en 1968, Prance y Campbell estiman que para completar la micobiota neotropical se necesitarán ¡948 años! Del total de las 42 monografías neotropicales publicadas hasta 1986, solamente nueve son sobre hongos, Por otra parte, el carácter neo-tropical de tales monografías es relativo, ya que en general no toman en cuenta a México y América Central, o apenas lo hacen como ocurre con las monografías de los Myxomycota y del género Phaeocollybia, en donde solamente se consideran 28 especies en la primera y una en la segunda, contra las 187 que se conocen ahora en myxomycetes y las más de 20 de Phaeocollybia registradas hasta el presente en México.
 
En las investigaciones taxonómicas, entre otros problemas, está el de la magnitud de la bibliografía que hay que revisar. Ainsworth calculó que hasta 1962 había más de un cuarto de millón de publicaciones sobre micología y que en promedio se publican anualmente 6 500 artículos.
 
La metodología en las investigaciones taxonómicas es otro punto crítico que a veces frena o desvía tales estudios. La tendencia actual es estudiar las especies con base en la biología molecular y la cladística, lo cual es un adelanto, pero hay que tener muy en cuenta que dichos métodos solamente se podrán aplicar si se basan en estudios taxonómico-morfológicos previos y sobre todo en trabajos monográficos que abarquen todas las especies de grandes regiones para poder establecer comparaciones. Korf, al igual que Hawksworth, subrayaron que antes de invertir tiempo en tales líneas modernas, es necesario estudiar las especies siguiendo los métodos clásicos de la taxonomía, para catalogar el mayor número posible de especies. Es costumbre, además, que los biólogos modernos no tomen en cuenta las reglas de la taxonomía o las interpreten erróneamente, lo que provoca graves problemas al usar o generalizar conceptos taxonómicos.
 
¿Cuántas especies de hongos hay en el mundo?
 
Los ingleses han calculado que el número de especies de hongos que se conocen en la ciencia sobrepasa los 69 000, según revisiones exhaustivas y cuidadosas hechas a la bibliografía, al número y análisis de los taxa que se describen anualmente. Dicha cifra fue aceptada por Wilson, aunque anteriormente, en 1988, dicho autor había registrado 46 983 especies de hongos, cantidad que fue aceptada por Toledo y Ordoñez, pero que William-Linera y colaboradores malinterpretaron, ya que registraron 46 483 "macromicetos" y 500 myxomycetes. En el presente trabajo se sigue a Hawksworth, ya que sus datos están basados en cálculos fidedignos. Así, se estima que hoy se conocen más de 70 000 especies de hongos, con base en las que se han descrito hasta la fecha.
 
La cuestión fundamental ahora es la de conocer el porcentaje que representan las 70 000 especies conocidas de las que realmente hay en la Tierra. Martin supuso que el número de hongos puede ser el mismo que el de las fanerógamas, basándose en que cada planta está parasitada por lo menos por un hongo determinado. Entonces, si existen más de 250 000 especies fanerógamas, habrá más de 250 000 de hongos. Por otra parte, muchos hongos parasitan a los animales en una especiación muy marcada, como lo señaló Ainsworth. Puede suponerse, de esta manera, que el mismo número de especies de animales equivale al número de hongos.
 
Tomando en consideración el número de especies de insectos que Erwin calculó en el planeta, que es de 30 000 000, basándose en la estrecha relación que tienen los hongos con los insectos, Hawksworth supone que existen más de 1 500 000 especies de hongos y obtuvo una cantidad equivalente al extrapolar a nivel mundial y al comparar con las fanerógamas los hongos conocidos en Gran Bretaña. El mismo autor, al evaluar las plantas conocidas en Estados Unidos y zonas anexas, y los hongos al­pinos de Europa, entre otros, y promediando los resultados con los obtenidos con base en los de Gran Bretaña, llegó nuevamente a la cifra de 1 500 000 especies de hongos, que es la cantidad que se cree que existe en la Tierra. Lo sorprendente del caso es que solamente se conocen 70 000 especies, por lo que el conocimiento micológico hasta ahora logrado en la diversidad fúngica abarca solamente ¡4.5 % de la totalidad de los hongos!
 
El conocimiento de los hongos en México
 
La diversidad fúngica en México es muy grande, debido a la posición biogeográfica que nuestro país tiene, ubicado entre las grandes regiones, la neártica y la neotropical. Además, su intrincada orografía favorece una gran variedad de climas, lo que provoca el complejo mosaico vegetal que cubre el territorio nacional. Según Mittermeier la biodiversidad de México ocupa el quinto lugar a nivel mundial. Por otra parte, en un trabajo publicado en 1994, mostramos que la vegetación tropical, incluyendo la subtropical, es la más rica en especies fúngicas y hemos encontrado, entre otras cosas, que el mayor número de especies del género Psüocybe en el país se encuentra en los bosques subtropicales, conocidos también como mesófilos de montaña.
 
El conocimiento de los hongos en México comenzó de manera incipiente en el siglo XVI, y se difundía en publicaciones aisladas procedentes de Europa. La micología mexicana se inició, aunque de manera precaria, en las décadas de 1940 y 1950, con investigaciones sobre levaduras, hongos fitopatógenos y hongos de interés médico, y posteriormente sobre macromicetos. El escaso desarrollo del conocimiento acerca de los hongos de México contrasta enormemente con la riqueza del conocimiento tradicio­nal, que se remonta hasta hace más de quinientos años. La falta de coordinación entre los programas de la biodiversidad y los programas científicos en general ha contribuido al atraso en el estudio de los hongos en México, que va paralelo con la escasez tan marcada de taxónomos en micología. A pesar de tener el país una biodiversidad tan grande, los especialistas en micología taxonómica no llegan a veinte y, entre ellos, los que son miembros del Sistema Nacional de Investigadores no llegan a la mitad. El Consejo Nacional de la Flora de México, creado en 1983, no ha publicado ninguna monografía sobre hongos. Acerca de estos organismos solamente se conocen dos monografías a nivel nacional, las de Scleroderma y Psüocybe, elaboradas por quien esto escribe y tres parcialmente concluidas, la de Gymnopilus de Guzmán-Dávalos, la de Lactarius de Montoya y la de Phaeocollybia de Bandala, dirigidas por el autor.
 
Todos los estudios sobre la biodiversidad deben basarse en colecciones de especímenes debidamente catalogados. En el caso de las colecciones de hongos, que por tradición se mantienen en los herbarios, es importante señalar que todavía son pobres en México. A este respecto. Hawksworth y Ritchie mostraron que 64% de los países en desarrollo en los trópicos carecen de colecciones micológicas. En su relación de herbarios micológicos en el mundo, al referirse a México, dichos autores no mencionaron ninguna cifra de hongos al citar los 12 herbarios supuestamente importantes en el país. Según la revisión de los herbarios nacionales realizada por Arreguín y colaboradores, existen más de 220 000 especímenes de hongos en 20 herbarios, de los que la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y el Instituto de Ecología en Xalapa tienen más del 50 % y el Herbario Nacional de México, la Facultad de Ciencias de la UNAM, el Instituto de Biología de la Universidad de Guadalajara y los herbarios HEIMIN e ITCB el 35 % restante. A manera de comparación, es importante señalar que la Colección Nacional de Hongos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos tiene más de 1 000 000 especímenes y el Herbario de Kew en Inglaterra más de 700 000. Por otra parte, aproximadamente el 50% de las colecciones de hongos en el país no están bien identificadas, en contraste con las de los herbarios del extranjero. En lo que respecta a las colecciones de hongos vivos, Hawksworth y Ritchie señalan que en México se tienen registradas 2 523 cepas en ocho instituciones, entre las que no mencionaron el Instituto de Ecología, que tiene alrededor de cien cepas. La colección más grande que citaron dichos au­tores es la del Centro de Investigaciones Forestales de Coyoacán con 1016 cepas, la cual, según una revisión que hizo recientemente la bióloga Marisela Zamora cuenta sólo con 193 cepas. En el extran­jero, a manera de referencia, el CAB Internacional de Inglaterra tiene más de 16 500 cepas, y a nivel mundial, Hawksworth registró 254 000.
 
¿Cuántas especies de hongos hay en México?
 
Saber cuántas especies de hongos hay en México es un reto, pues implica conocer primero cuántos se conocen ahora y hacer extrapolaciones con los de otras regiones del mundo para establecer com­paraciones. Se conocen actualmente más de 6 000 especies de hongos, cálculo que se basa en la revisión exhaustiva que he hecho de la bibliografía especializada. Dichas especies están repartidas en aproximadamente 2 000 micromicetos y 4 000 macromicetos, incluyendo en estos últimos los líquenes y los mixomicetos. Entre las obras consultadas destacan el Boletín de la Sociedad Mexicana de Micología, la Revista Mexicana de Micología y la Cronología de los Hongos Mexicanos, obra que preparo desde hace varios años, así como un análisis de todos los folletos y libros publicados sobre hongos mexicanos.
 
Para calcular el número de especies de hongos que se estiman en México, se deben hacer comparaciones con otros organismos con los cuales se relacionan los hongos, o con aquellas cifras sobre hongos obtenidas en otros países. Recientemente realicé un ensayo sobre este importante y difícil tema, basándome en las observaciones de hace varios años. En la evaluación de los hongos de México se pueden seguir tres métodos: 1) según el número de fanerógamas y animales que supuestamente parasitan los hongos, y sumando las especies de hongos saprobios y simbiontes; 2) según el número de los hongos de Gran Bretaña, extrapolado a México, y 3) según el número de hongos supuestamente conocidos en el estado de Veracruz, la entidad federativa del país aparentemente mejor estudiada, y promediando el resultado de los tres, que fue el procedimiento que seguí recientemente. De estas tres evaluaciones se consideran ahora solamente las dos primeras, por considerar que calcular la cantidad de hongos en México basándose en los de Veracruz es algo todavía bastante incierto, debido al mal conocimiento fúngico que existe en dicha entidad, a pesar de los esfuerzos realizados. Junto con algunos colaboradores y gracias al apoyo de CONABIO, actualmente tenemos en preparación una base de datos de todas las especies de hongos conocidas en Veracruz, que pronto estará lista.
 
El primer cálculo sobre los hongos mexicanos con base en el número de fanerógamas y animales que hay en el país, que supuestamente están parasitadas por los hongos en una especialización muy marcada, es bastante firme por las razones antes expuestas. Rzedowski evaluó 30 000 especies de fanerógamas en el país, por lo que basándonos en Martin, que afirma que todas las plantas tienen un patógeno fúngico específico, habrá cuando menos 30 000 especies de hongos en México. Por otra parte, se estima que existen en México más de 150 000 especies de animales, y si aproximadamente la mitad de ellos tienen un parásito fúngico específico, habrá más de 75 000 hongos en el país. Además, deben considerarse los hongos saprobios y simbiontes, que de acuerdo con nuestros cálculos, son 30 000 especies. De esta manera, sumando las 30 000 especies según las fanerógamas, las 75 000 de los animales y las 30 000 saprobias y simbióticas, se obtiene la cifra de 175 000 especies de hongos en México en una primera evaluación.
 
Gran Bretaña es la región del mundo mejor conocida en cuanto a los hongos se refiere, por lo que el segundo cálculo de los hongos mexicanos se basa en la extrapolación, con todas las reservas del caso, del número de hongos británicos a México. Cierto que Gran Bretaña presenta condiciones ecológicas diferentes de las del territorio nacional, pero se cree conveniente realizar dicha evaluación para tener una base de referencia respecto a la cantidad de hongos que hay en el país. En Gran Bretaña se conocen 12 000 especies de hongos, y si se considera que dicha región tiene 244 000 km2 contra los 1 970 000 km2 de México, los hongos británicos representan la octava parte de los mexicanos, puesto que Gran Bretaña cabe ocho veces en México. Se obtiene así la cifra de 96 840 especies de hongos, que es conveniente tomar como tal, a pesar de que más del 50% del país está representado por zonas áridas y subáridas o desertificadas, en las cuales la población fúngica es muy baja. En contraposición tenemos las zonas tropicales húmedas del sureste del país, en donde la población fúngica es muy alta.
 
Así, se considera que existen en México 135 000 especies de hongos, según el cálculo basado en las fanerógamas, animales y en los hongos saprobios y simbiontes, y 96 840 según los hongos británicos. Promediando ambas cantidades se obtiene la cifra de 115 920, que redondeada y aumentada a 120 000 por los nuevos registros que se están haciendo de plantas y de animales, es la cantidad de hongos que se supone existen en México. De esta manera, las 6 000 especies de hongos que se conocen en México apenas representan 6% del conocimiento de la micobiota nacional. Anteriormente hemos propuesto la cifra de 140 000 especies de hongos en México, tomando como base la estimación del número de hon­gos veracruzanos. Se puede afirmar, entonces, que existen en el país más de 100 000 especies de hongos, pero si comparamos esta cantidad con la de 1 500 000 especies que postula Hawksworth que existen en el mundo, resulta demasiado baja (el 6.6 %) y considerando que México tiene una alta biodiversidad, es de suponerse que existen en el país más del doble de hongos de los que hasta ahora hemos calculado.
 
Sobre el incremento del conocimiento de la micobiota mexicana, Hawksworth y Ritchie mostraron que entre 1981 y 1990, en el mundo científico se describieron 165 especies mexicanas nuevas. Por nuestra parte, al revisar la bibliografía de 1982 y 1992, encontramos que se registraron 835 especies nuevas en el país para la micobiota nacional, incluyendo nuevos registros y especies nuevas. Esto quiere decir que hay un incremento anual de 75.9 especies de hongos, por lo que se necesitarán más de 1581 años para conocer definitivamente los hongos que crecen en México. Sin embargo, si se toman las medidas necesarias, como estimular los estudios sobre la biodiversidad, lo que ya se está haciendo, y de continuar el ritmo ascendente de las investigaciones, tal como se observa en los últimos diez años, indudablemente dicho tiempo se reducirá. Por otra parte, existe el grave problema del deterioro de la vegetación perpetrado por el hombre. Las prácticas tradicionales de la "roza, tumba y quema" tan arraigadas en los trópicos mexicanos, son absolutamente negativas para la biodiversidad. Además, debido a la sobrepoblación humana, se pone en peligro la subsistencia de las especies. Sería conveniente calcular ahora cuántas especies de hongos se están perdiendo o están en grave peligro de extinción, es decir, elaborar las famosas "listas rojas" que se discuten desde hace tiempo en Europa. Recientemente, y por primera vez en México, el Gobierno Federal publicó en el Diario Oficial (tomo 488, num. 10, 1994) una lista de las especies de flora y fauna en peligro de extinción, amenazadas, escasas ("raras") y las sujetas a protección especial, en donde se incluyeron numerosos hongos. Es tos últimos fueron tomados de una lista elaborada por el autor, a solicitud expresa del Director del Instituto Nacional de Ecología.
 
Conclusiones
 
Los hongos, a pesar de ocupar el segundo lugar en número de especies en la Tierra, después de los insectos, no han sido suficientemente tomados en cuenta en los trabajos sobre la biodiversidad. Los ingleses han calculado que existen más de 1 500 000 especies de hongos en el planeta, de los cuales únicamente se conoce un 4.5 %. El 95.5 % restante sin estudiar se encuentran principalmente en los trópicos. En México, los cálculos efectuados por el autor arrojan una cifra de entre 120 000 y 140 000 especies, que comparadas con las 6 000 especies que se conocen, indican que el conocimiento sobre la micobiota nacional es apenas de 6 y 4.5% respectivamente. Al ritmo de las investigaciones hasta ahora realizadas, se necesitarán de 1581a 1761 años para catalogar todas las especies de hongos del país, pero con las medidas adecuadas, el estímulo a las investigaciones de tipo taxonómico y a la labor de inventario, dicho periodo se puede reducir significativamente. Sin embargo, la gran destrucción que se está efectuando de la vegetación del país repercute enormemente sobre las poblaciones de las especies fúngicas, con el grave peligro de la extinción de muchas de ellas, que ni siquiera han sido estudiadas o catalogadas, como está sucediendo en las zonas tropicales.
 
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Agradecimientos
 
El autor expresa su agradecimiento a todos los colegas y amigos, que amablemente le proporcionaron datos o ideas para la elaboración de este artículo. En particular se dan las gracias a Víctor Bandala, Gloria Carrión, Santiago Chacón, Laura Guzmán-Dávalos, Gerardo Mata, Leticia Montoya, Nisao Ogata y Marisela Zamora. También se reconoce el apoyo recibido por parte del CONACYT, a través del financiamiento a varios proyectos, en especial el de 1994 (Ref. 1810-N9211).
 
 
 
 
Referencias bibliográficas
 
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Gastón Guzmán
Instituto de Ecología, Xalapa, Veracruz.
     
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como citar este artículo
 
Guzmán, Gastón. 1995. La diversidad de hongos en México. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 52-57. [En línea].
     

 

 

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Lucas, sus
meditaciones
ecológicas
Julio Cortázar
   
   
     
                     
En esta época de retorno desmelenado y turístico
a la Naturaleza en que los ciudadanos miran la vida de campo como Rousseau miraba al buen salvaje, me solidarizo más que nunca con: a) Max Jacob, que en respuesta a una invitación para pasar el fin de semana en el campo, dijo entre estupefacto y aterrado: “¿El campo, ese lugar donde los pollos pasean crudos?”, el doctor Johnson, que en mitad de excursión al parque de Greenwich, expresó enérgicamente su preferencia por Fleet Street; c) Baudelaire, que llevó el amor de lo artificial hasta la noción misma de paraíso.
 
Un paisaje, un paseo por el bosque, un chapuzón en una cascada, un camino entre las rocas, sólo pueden colmarnos estéticamente si tenemos asegurado el retorno a casa o al hotel, la ducha lustral, la cena y el vino, la charla de sobremesa, el libro o los papeles, el erotismo que todo lo resume y lo recomienza.
 
Desconfío de los admiradores de la naturaleza que cada tanto se bajan del auto para contemplar el panorama y dar cinco o seis saltos entre las peñas; en cuanto a los otros, esos boy-scouts vitalicios que suelen errabundear bajo enormes mochilas y barbas desaforadas, sus reacciones son sobre todo monosilábicas o exclamatorias; todo parece consistir en quedarse una y otra vez como estúpidos delante de una colina o una puesta de sol que son las cosas más repetidas imaginables.
 
Los civilizados mienten cuando caen en el deliquio bucólico; si les falta el scotch on the rocks a las siete y media de la tarde, maldecirán el minuto en que abandonaron su casa para venir a padecer tábanos, insolaciones y espinas; en cuanto a los más próximos a la naturaleza, son tan estúpidos como ella. Un libro, una comedia, una sonata, no necesitan regreso ni ducha; es allí donde nos alcanzamos por todo lo alto, donde somos lo más que podemos ser. Lo que busca el intelectual o el artista que se refugia en la campaña es tranquilidad, lechuga fresca y aire oxigenado; con la naturaleza rodeándolo por todos lados, él lee o pinta o escribe en la perfecta luz de una habitación bien orientada; si sale de paseo o se asoma a mirar los animales o las nubes, es porque se ha fatigado de su trabajo o de su ocio. No se fíe, che, de la contemplación absorta de un tulipán cuando el contemplador es un intelectual. Lo que hay allí es tulipán + distracción, o tulipán + meditación (casi nunca sobre el tulipán). Nunca encontrará un escenario natural que resista más de cinco minutos a una contemplación ahincada, y en cambio sentirá abolirse el tiempo en la lectura de Teócrito o de Keats, sobre todo en los pasajes donde aparecen escenarios naturales. Sí, Max Jacob tenía razón: los pollos, cocidos.
 
Nota
 
Texto tomado de Cortazar, Julio. 1979. Un tal Lucas. Punto de lectura, México.
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Julio Cortázar
 
     
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como citar este artículo
 
Cortázar, Julio. 1995. Lucas, sus meditaciones ecológicas. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 58-59. [En línea].
     

 

 

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Revisión
a los mitos
de Jurgen Hoth
Lincoln P. Brower
   
   
     
                     
En un artículo publicado en el número 37 de la revista
Ciencias, Jurgen Hoth sostiene que los científicos y los conservacionistas han promovido la aceptación de recomendaciones mitológicas y dogmáticas para evitar los aprovechamientos forestales en las zonas núcleo de la reserva de la mariposa monarca. Sin embargo, su razonamiento contiene argumentos ilegítimos, pues ignora los artículos publicados en los que se demuestra que los aprovechamientos forestales incrementan la mortalidad de la mariposa, y además desarrolla un modelo falso para determinar la importancia del sotobosque como fuente de néctar. Debido a que este punto de vista puede ser una racionalización peligrosa para incrementar el aprovechamiento de los bosques de oyamel en México, de por sí ya explotados, su artículo necesita ser rectificado.
 
Al principio, Hoth indica que las áreas en donde las mariposas hibernan no forman parte de un bosque denso, sino que éstas han sido perturbadas por aprovechamientos forestales de tipo local y comercial, y de esta acertada observación, deduce que las monarcas prefieren formar sus agrupaciones en las zonas perturbadas. Este es un argumento engañoso, ya que todos los bosques donde la mariposa hiberna están perturbados.
 
La segunda crítica de Hoth a nuestras recomendaciones para evitar talas en el bosque se basa en el análisis publicado en el artículo por Masters, Malcolm y Brower sobre la reserva de lípidos de las monarcas en hibernación en la Sierra de Chincua y en sus impresiones subjetivas de mariposas en vuelo en las colonias. Hoth supone que esta actividad consume las reservas de lípidos y por tanto las monarcas tienen que alimentarse del néctar del sotobosque durante el invierno.
Consecuentemente, afirma que la formación de claros en el bosque es benéfica porque incrementa la disponibilidad de néctar durante el periodo de hibernación.
 
Es cierto que el sotobosque en lugares con disturbios tiene más plantas que en bosques cerrados. Sin embargo, ¿es cierto que estas plantas son fuentes importantes de néctar para que las mariposas recuperen los lípidos perdidos? Nuestros datos, que él no citó, no apoyan su argumento. Brower y Malcolm en 1993 demostraron que la mayor parte de las mariposas colectadas de las agrupaciones tenían gran cantidad de lípidos, mientras que más del 65% de las mariposas colectadas visitando flores en las cercanías de la colonia estaban muy cerca de la inanición. En otras palabras, la obtención de néctar cerca de la colonia de mariposas es trivial. El razonamiento de Hoth es aún menos importante por el hecho de que, en las tormentas ocasionales que ocurren en la zona, por ejemplo en enero de 1981 y en febrero de 1992, las flores y las hojas de las plantas a las que se refiere Hoth se congelan, marchitan y mueren. El néctar que pudieran producir es eliminado hasta que las plantas se recuperan. Incluso si las plantas del sotobosque pudieran producir suficiente néctar durante los años benignos, las tormentas ocasionales destruirían esas fuentes de néctar, lo que ocasionaría la Inanición de las mariposas.
 
Ya que no hay estudios sobre la producción de carbohidratos por hectárea para ninguna de las especies de plantas de las que las mariposas pudieran obtener néctar durante el periodo de hibernación, el argumento de Hoth no tiene fundamento científico. Además, hay otros factores que complican las estimaciones sobre la producción de néctar en condiciones naturales que incluyen la gran variación que tiene lugar en la producción de néctar en cada flor por hora, la presencia de otras especies de insectos que también colectan néctar a tasas diferentes, y la reabsorción de néctar en las flores. La concentración de carbohidratos puede variar durante el día, durante varios días y entre estaciones, y también se ve afectada por la humedad del suelo, la lluvia y la condensación de rocío, que puede diluir el néctar. Las condiciones de baja humedad relativa en el ambiente pueden hacer que el néctar se evapore y se incremente su concentración. La temperatura en el ambiente también puede afectar directamente la producción de néctar, y ésta puede terminar cuando la flor se marchita. Algunos estudios han mostrado que existen concentraciones bajas en néctar en regiones con gran altitud sobre el nivel del mar, aunque Lovell sostiene lo opuesto. Finalmente los costos de forrajeo necesitarían ser considerados al calcular el balance energético de las monarcas.
 
Hoth no contempla, y es algo que no se sabe, cuáles son los efectos de estos factores en la producción de néctar en el sotobosque de las áreas de hibernación. Sin embargo, a pesar de estos factores, exploremos las especulaciones de Hoth basadas en los datos de Hoching quien encontró que la producción de carbohidratos por hectárea por año en un bosque boreal era de 0.45 kg. Seré generoso multiplicaré ese valor por 10, cerrando la cifra en 5 kg/has, que es sin duda una sobreestimación de la producción de néctar para el sotobosque de un bosque de oyamel. Ya que la biosíntesis de 1g de lípidos requiere cerca de 3.03 g de glucosa (los carbohidratos que hay en el néctar de las compuestas, que predominan en el sotobosque son predominantemente hexosas y monosacáridos), la cantidad total de lípidos que las mariposas podrían producir sería de 1.65 kg/ha (5 kg/3.03). Hay que notar que ésta es probablemente una sobrestimación en la eficiencia de conversión, ya que no consideramos la energía metabóllca requerida para convertir, almacenar y remover los lípidos. Calver y Brower estimaron que hay 10 millones de mariposas por hectárea y que en promedio las agrupaciones son de 2 hectáreas, es decir, que hay 20 millones de mariposas en cada colonia. Cada mariposa podría entonces obtener 0.0825 mg de lípidos por hectárea durante el periodo de hibernación (1.65 kg/ 20 millones de mariposas).
 
Las especulaciones de Hoth sugieren que la actividad de las mariposas requiere que las monarcas obtengan el equivalente de 100 mg de lípidos por temporada. Entonces, para satisfacer las necesidades de forrajeo de 20 millones de mariposas, se necesita un bosque clareado de 1200 ha, esto es, 100 mg de lípidos por mariposa/0.0825. Las colonias más grandes (5 ha) necesitarían 3000 ha. Ya que el área total de la zona núcleo y de amortiguamiento es de 4 500 y 11 600 respectivamente, la propuesta de Hoth llevaría a explotar totalmente la reserva.
 
En conclusión, el análisis detallado de las suposiciones en las que Hoth basa su hipótesis revela que el suplemento de néctar en las zonas núcleo de la reserva es prácticamente irrelevante para las necesidades energéticas de las mariposas.
 
Nota
Una versión extensa de este artículo será publicada en otra revista.
 articulos
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Lincoln P. Brower
Departamento de Zoología,
Universidad de Florida, Gainesville, EUA 
     
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como citar este artículo
 
Brower, Lincoln P. 1995. Revisión a los mitos de Jurgen Hoth. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 50-51. [En línea].
     

 

 

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