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Medicina tradicional, herbarios y dibujo como conocimiento
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Ángel Alfonso Arrazola Guendulay y Víctor Hugo Hernández Ramos  
                     
Los talleres de medicina tradicional en los campamentos
científicos facilitan la creación de un espacio para la interacción de los participantes con su entorno social y natural. En ellos se comparte un gran cúmulo de conocimientos mediante narrativas que crean interés en los participantes acerca de un tema; es un espacio para contextualizar el conocimiento de los abuelos y que las nuevas generaciones accedan a métodos tradicionales para la curación de enfermedades comunes en el ámbito de la comunidad y las miren también desde una perspectiva científica no impositiva.
 
Los talleres tienen como objetivo que los docentes experimenten y adquieran nociones y conceptos sobre el trabajo educativo en comunidad, son una propuesta de trabajo en colectivo mediante proyectos escolares como la creación de un jardín de plantas medicinales o un herbario de éstas, y son muy enriquecedores para los jóvenes por su carácter interdisciplinario, al mismo tiempo que preservan los conocimientos de los pueblos, que en los últimos años padecen por el desinterés de las nuevas generaciones. 
 
En las diferentes localidades en donde se ha efectuado, este taller ha sido muy fructífero por el gran cúmulo de conocimientos que se recaba, por las experiencias que han marcado la vida de quienes participan; la interacción con los abuelos, los viejos que comparten saberes muy propios de la comunidad, es un acontecimiento que los acerca a dicha temática, ya que la intención es que los participantes generen preguntas y así se provoque una interacción de las dos partes; en un segundo momento se realiza la exploración en campo para poder interactuar con los elementos que se utilizan en la medicina tradicional; un tercer momento es la realización de una investigación bibliográfica para despejar algunos conceptos y metodologías que no quedaron claras; un cuarto momento es la experimentación con algunos elementos recolectados (como las preparaciones de plantas medicinales) y por último, la evaluación en la que se expone en público lo aprendido, saberes que muchas de la veces han sido olvidadas por las nuevas generaciones y que allí presentados se revitalizan.
 
En este proceso, los alumnos formulan preguntas de su interés a los abuelos y demás conocedores de la medicina tradicional en una charla en donde la narrativa es el primer acercamiento al contarse anécdotas sobre las experiencias y metodologías relacionadas con tratamientos de enfermedades en dicha medicina, que incorporan elementos bióticos y abióticos. Posteriormente, mediante la exploración se va a un lugar específico para reconocer elementos utilizados en la medicina tradicional, como plantas, animales, barro, piedras, agua etcétera, destacando las plantas medicinales en el recorrido con el fin de constatar la especie biológica a que pertenecen y si no se les reconoce, se colectan para su identificación y herborización si se desea conservar el ejemplar para fines de divulgación. 
 
Es notorio que los pobladores de comunidades indígenas son los poseedores del mayor conocimiento de la medicina tradicional. En mi experiencia, las comunidades más exuberantes en conocimiento son San Dionisio del Mar, pueblo ikoots, y Encinal Colorado, mixe, ya que en ellos es muy evidente el uso de elementos muy propios de su cultura para la curación de enfermedades comunes, así como un mayor número de plantas silvestres mencionadas en las entrevistas. 
 
Explorar y dibujar
 
El ser humano parece nacer predispuesto al dibujo, y es tal el ejercicio de esta disciplina que algunos hombres y mujeres lo han llevado a otro nivel, convirtiéndolo en arte. Sin embargo, el dibujo tiene una amplia gama de tonalidades propositivas que no siempre apuntan a la intención artística, sino más bien lúdicas, didácticas y documentales. Entre algunas de las que se han beneficiado con el dibujo están las tareas docente y científica, ya que dibujar representa una plataforma para la expresión, la diversión, el trabajo escolar y la sistematización científica.
 
Además, el dibujo es fácil de practicar, ya que implica una sencilla relación sensorial, mental y motriz, que la mayoría de los seres humanos estamos capacitados para realizar al menos en sus funciones básicas. Por otra parte, los materiales indispensables suelen ser bastante accesibles y económicos.
 
Con base en estas consideraciones, desde 2012 hemos efectuado el taller de dibujo científico en los campamentos científico de la CaCio, cuya versión Trazos de mi tierra se lleva a cabo en los campamentos de saberes comunitarios y ciencia desde 2017, con el propósito de impulsar el dibujo como una estrategia para registrar evidencias propias del quehacer científico y los saberes comunitarios, haciendo visible la diversidad cultural y natural de las comunidades oaxaqueñas.
 
Las experiencias a lo largo de catorce campamentos han sido muchas y están documentadas en bonitos dibujos hechos por los alumnos a lápiz, carboncillo y tinta china, los cuales narran exploraciones y hallazgos en lugares extraordinarios, como un bosque tropical en donde aprendimos a dibujar con la técnica del puntillismo una cascada que todas las mañanas intenta mojar al arcoíris y habitan niños que profesan un profundo respeto por la naturaleza, o una isla que cuenta la historia del origen del pueblo ikoots, una vereda donde las maestras de educación preescolar me enseñaron la perfección del detalle, una selva exuberante que salvaguarda a las más bellas mariposas que vuelan con vestido de novia y otras con traje azul cromático, un deforestado ecosistema por la ganadería ubicado en la Costa, donde prolifera la chinche de Chagas, entre otras. Los dibujos elaborados por los alumnos de tan particulares sitios muestran de manera espléndida toda esta belleza.
     
       

     
Ángel Alfonso Arrazola Guendulay y Víctor Hugo Hernández Ramos
Colectivo Casa de las Ciencias de Oaxaca.
     

     
 
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