El río o relación del viaje
que hace el Capibaribe
de su naciente
a la ciudad de Recife
1953
[Fragmentos]
De la laguna de la Estaca a Apolinário
Siempre pensara en ir camino al mar. Para los bichos y ríos nacer ya es caminar. Yo no sé lo que los ríos tienen de hombre de mar; sé que se siente el mismo y exigente llamar. Yo ya nací descendiendo la sierra que se dice de Jacarará. entre caraibeiras de las que sólo sé por oír contar (pues, también como la gente, no consigo recordar esas primeras leguas de mi caminar).
De ese todo que recuerdo, me recuerdo bien que bajaba entre tierras de sed que desde las márgenes me vigilaban. Rio niño, yo temía aquella gran sed de paja, gran sed sin fondo que aguas niñas codiciaba.
Por eso es que al descender camino de piedras yo buscaba, y no lecho de arena con sus bocas multiplicadas. Lecho de piedra abajo rio niño yo saltaba. Salté hasta encontrar las tierras hembras de Mata.
Noticia del Alto Sertón
Por detrás de lo que recuerdo, oí de una tierra desertada, vaciada, no vacía, más que seca, calcinada. De donde todo huía, donde sólo piedra quedaba, piedras y pocos hombres con raíces de piedra, o de cabra. Allá el cielo perdía las nubes, rezagadas de sus aves; los árboles, la sombra que en ellos ya no se posaba. Todo lo que no huía, gavilanes, buitres, plantas bravas, la tierra devastada aún más hondo devastaba.
El camino de la Ribera
Como aceptara andar en mi destino de mar, preferí ese camino, para allá llegar, que dicen de la ribera y a la costa va a dar, que de este mar de ceniza va a un mar de mar; preferí ese camino de mucho doblar, camino bien seguro que no tiene errar pues es el que toda la gente acostumbra tomar (en la gente que regresa se siente olor de mar).
De Apolinário a Poço Fundo
Para el mar voy descendiendo por ese camino de la ribera. La tierra voy dejando de mi infancia primera. Voy dejando una tierra reducida a su arena, tierra en donde las cosas viven la naturaleza de piedra. A mano derecha los yermos del Brejo da Madre de Deus, Taquaritinga a la izquierda, donde el yermo es siempre el mismo. Brejo o Taquaritinga, mano derecha o mano izquierda, voy entre cosas pocas y secas además de su piedra.
Dejando voy las tierras de mi primera infancia. Dejando por detrás los nombres que van cambiando. Tierras que yo abandono porque es de río estar pasando. Voy con paso de río, que es de barco navegando. Dejando por detrás las haciendas que van quedando. Viéndolas, mientras me voy, parece que están desfilando.
Voy andando lado a lado de gente migrante; voy llevando conmigo los ríos que voy encontrando.
Los ríos
Los ríos que yo encuentro van siguiendo conmigo. Ríos son de agua poca, en que el agua siempre está de un hilo. Cortados en el verano que hace secar todos los ríos. Ríos todos con nombre y que abrazo como a amigos. Unos con nombre de gente, otros con nombre de bicho, unos con nombre de santo, muchos sólo con apodo. Mas todos como la gente que por aquí he visto: gente cuya vida se interrumpe cuando los ríos. ...
Del riachuelo las Éguas al arroyo de la Miel
Caruaru y Vertentes a la otra mañana abandoné. Ahora es Surubim, que queda del lado izquierdo. Le sigue João Alfredo, que también pasa lejos y no veo. Mientras a la derecha todo son tierras de Limoeiro. Mi camino divide, de nombre, las tierras que desciendo. Entretanto el paisaje, con tantos nombres, es casi el mismo. El mismo calor callado, el mismo sollozo seco, misma muerte de cosa que no se pudre pero seca. ...
Tierras de Limoeiro
Voy en el mismo paisaje reducido a su piedra. La vida viste aún su más dura piel. Sólo que aquí hay más hombres para vencer tanta piedra, para amasar con sangre los huesos duros de esta tierra. Y si aquí hay más hombres, esos hombres mejor conocen cómo obligar al suelo con plantas que comen piedra. Hay aquí hombres pero hombres que en su lucha contra la piedra saben cómo armarse con las cualidades de la piedra. ...
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Encuentro con el cañaveral
Al otro día dejaba
el Agreste, en el Chã do Carpina.
Entraba por Paudalho,
tierra ya de caña y de usinas.
Veía matas de caña
con su cabellera, o melena,
mucha hoja de caña
con su lámina fina,
mucha cañita
con su apariencia delgada,
y cañas con pendones
que son las cañas embravecidas.
Como tierra de caña,
son mucho más blandas y femeninas.
Fueron tierras de ingenio,
ahora son tierras de usinas.
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Del Petribu al Tapacurá
Las cosas son muchasque voy encontrando en este camino.Todo planta de cañaen los dos lados del camino;y más plantas de cañaen los dos lados de los caminospor donde bajan los ríos que voy encontrando en este camino;y otras plantas de cañahay en las ribas de los otros ríos; que éstos encontraron antes de encontrarse conmigo. Todo planta de caña y así hasta el infinito; todo planta de caña para una sola boca de usina.
Descubrimiento de la Usina
Hasta este día, usinas yo no había encontrado. Petribu, Muçurepe, detrás habían quedado, aunque mi camino pasa por allí muy apresurado.
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Viera usinas comer las tierras que iban hallando; con grandes cañaverales todas las vegas ocupando. El cañaveral y la boca con que primero van devorando matas y capoeiras, pastos y cercados; con que devoran la tierra donde un hombre su roza ha plantado; después los pocos metros donde su casa ha plantado; después el poco espacio que precisa un hombre sentado; después los siete palmos donde va a ser enterrado.
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Encuentro con la Usina
Mas es en la Usina que vi aquella boca mayor que existe por detrás de las bocas que ella plantó; que come el cañaveral que contra las tierras soltó; que come el cañaveral
y todo lo que él devoró; que come el cañaveral y las casas que él asaltó; que come el cañaveral y las calderas que sofocó. Sólo en la Usina vi aquella boca mayor, la boca que devora bocas que devorar mandó.
En la villa de la Usina fui a descubrir a la gente que las cañas expulsaran de los ribazos y menguantes; y que esa gente misma en la boca de la Usina son los dientes que mastican la caña que la masticó como gente; que mastican la caña que masticó anteriormente las moliendas de los ingenios que masticaban antes a otra gente; que en esa gente misma, en los dientes blandos que ella arrienda, las moliendas extranjeras su fuerza mejor asientan.
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Y vi todas las muertes en que esta gente vivía: vi la muerte por crimen, salpicando la hora del vigía; la muerte por desastre, con sus filos tan precisos, como un brazo se corta, cortar bien razo mucha vida; veía muerte por fiebre, precedida de su silbido, consumir toda la carne con un fuego que por dentro es frío. Allí no hay muerte de planta que seca, o de río: esta muerte que se pudre, allí natural, por lo visto.
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De São Lourenço a Ponte de Prata
Al entrar en Recife, no piensen que entro sólo. Entra conmigo la gente que conmigo bajó por esa viejo camino que viene del interior; entran conmigo ríos a quienes el mar llamó, entra conmigo la gente que con el mar soñó, y también migrantes en quienes sólo el sudor no secó; y entra esa gente triste, la más triste que ya bajó, la gente que la usina, después de masticar, corrió.
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Los dos mares
A un río siempre espera un más vasto y ancho mar. Para la gente que baja no siempre existe ese mar, pues ellos no encuentran en la ciudad que imaginaban mar sino otro desierto de pantanos cerca del mar. Por entre esta ciudad aún más lenta es mi pisada; retraso cuanto puedo los últimos días de la jornada. No hay grúas de puerto que ver, mucho menos para derrumbar: hay apenas esta gente y mi simpatía callada.
Ofrenda
Ya dejando Recife entro por los caminos comunes del mar: entre barcos venidos de lejos, sabios de mucho viajar; junto de esta barcaza que va por el rumbo de Itamaracá; lado a lado con ríos que llegan del Pina con Jiquiá. Al irme de compañía de esta gente de los pantanales ¿qué le puedo dejar?, ¿qué consejo, qué recado? Solamente la relación de nuestro común andar; sólo esta relación tejida en grueso telar.
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