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Las joyas de las orquídeas
 
Nota de los editores
   
   
     
                     
                   
La mitología nos habla de cómo apareció la primera orquídea
sobre la tierra. Tengo que referirme a una leyenda publicada en 1911 por C. M. Skinner. Parece que la primera orquídea terrestre (ya que en Grecia y en todas las zonas templadas las orquídeas son terrestres), era el símbolo de una figura muy conocida en el Olimpo: Orchis, que era el hijo de una ninfa y de un fauno. Quiero aclarar aquí, una vez por todas que en realidad no es el término de “fauno” el que hubiese debido emplear sino el de “sátiro”, ya que este último es griego, mientras que “fauna” es latino, pero la acepción moderna de sátiro puede dar a mi prosa un tono no muy poético, ya que estemos hablando de orquídeas. Los faunos eran semidioses, mitad hombre, mitad cabra, cuya función era la de perseguir día y noche a todo representante del sexo femenino para satisfacer sus deseos eróticos. Pero parece que Orchis se daba a su tarea con un fervor exagerado. Una noche, durante las festividades en honor del dios Baco, bebió demasiado y cometió un pecado imperdonable: hizo el amor con una sacerdotisa, acto por el cual todos los asistentes se lanzaron sobre él y lo despedazaron. Sus padres, sumidos en el dolor, suplicaron a los dioses que le diesen vida de nuevo. Los dioses se negaron, alegando que Orchis había sido en vida un verdadero problema, pero para disminuir la pena de los padres, acordaron que en el futuro tendría que proporcionar satisfacción a los hombres y lo transformaron en orquídea. Se piensa que esta flor fue el Ophrys ferrum equinum llamada después la “cosmosandalon” (zapatilla del mundo), flor preferida de la diosa Ceres. Así que todo empezó con el sexo. Los nombres de los géneros de orquídeas frecuentemente son derivados del antiguo griego, ya que el idioma al ser un elemento de cultura, es influenciado por los sistemas filosóficos o las creencias de los pueblos. Como es lógico, los antiguos griegos especulaban sobre los poderes eróticos de las orquídeas y se las comían para adquirir los poderes del difunto Orchis. Sucede que las orquídeas europeas tienen enterrados dos tubérculos que recuerdan indudablemente a los testículos humanos. El término “orquídea” se derive del término griego “orchis”, que significa testículo. Pero tenemos que esperar a Teofrasto, 370-287 A.C., fundador de la botánica, el cual trató de encontrar orden en la profusión de plantas que veía a su alrededor. En su libro Investigaciones sobre plantas, clasificaba los vegetales de acuerdo a su uso en la terapéutica humana. Es la famosa teoría de las firmas, que perdurará aún después de la Edad Media. En el mundo de Teofrasto el aspecto de la planta debía revelar su modo de acción sobre tal o cual parte del cuerpo humano. Aquí el problema era ya fácil de resolver, ya que a simple vista, la semejanza de los tubérculos terrestres y de los testículos humanos indicaba que la planta era afrodisíaca. Desde entonces fue una idea bien arraigada, reforzada por el médico militar Dioscórides de Anazarbus en la primera farmacopea (60 D. C.), Materia Médica, autor fundamental sobre el usa de les plantas durante casi diez y seis siglos. Plinio el Antiguo también habla de una planta no identificada, el Satyrium la cual tenía un poder afrodisíaco notable y hasta la Edad Media el término “satyrium” fue sinónimo de orquídea. Es curioso notar que casi hasta nuestros días, dichos tubérculos lavados, desecados y reducidos a polvo son consumidos bajo el nombre de salep en los países del Medio Oriente.
 
Los antiguos botánicos, todos médicos y alquimistas, trataron de averiguar lo que había de cierto en esta teoría. Son importantes también los trabajos del jesuita Anasthasius Kircheir (1601-1680) en su famoso libro Mundus Subterraneus, publicado en 1665. Es un documento de gran valor, pues trató de basar su teoría de la existencia de las orquídeas sobre trabajos de observaciones en el campo. En los lugares donde los caballos, carneros o cabras se reunían para asegurar la supervivencia de la especie, las orquídeas Satyrium crecían con gran abundancia y su presencia aumentaba grandemente los poderes sexuales de los animales machos. Pero Kircher iba más lejos; pensaba que durante al acto de la reproducción algunas gotas del líquido espermático caían y fermentaban en la humedad del suelo, pudiendo producir otra orquídea. Esa teoría es interesante porque hace referencia a la generación espontánea de los seres vivos y la creencia de que las orquídeas tenían poderes afrodisíacos.
Quiero también hacer notar el hecho de que los últimos trabajos de fitoquímica realizados en las orquídeas del género Satyrium o más bien Himantoglossum, las cuales son nuestras plantas encontradas en Grecia, aún hoy día, arrojan una luz curiosa sobre la Antigüedad. Siempre se supo que el olor de estas flores recordaba un poco o mucho, depende del olfato, al perfume bien conocido del chivo. Se dice que muchos botánicos europeos ofrecen ramos de esta flor a su suegra en período de conflictos intrafamiliares. Pero el doctor Joseph Arditti y col., descubrieron que el perfume tenaz se debía al ácido caproíco; un ácido graso encontrado comúnmente en las partes grasosas de animales como el chivo y la cabra, era normal llamarlo caproíco. La ciencia de hoy enlazó la mitología con la fitoquímica moderna. 
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Resumido de P. Couret (1977). Las Joyas de las Orquídeas de Venezuela.

 
 
cómo citar este artículo
Nota de los editores 1983. Las joyas de las orquídeas. Ciencias 3, enero-marzo, 26-27. [En línea]
     
 
     

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