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María de Jesús Ordóñez y Paloma Rodríguez Hernández
     
               
México es reconocido como centro de origen y domestica­ción
de importantes cultivos como el maíz, la calabaza y el frijol. Cuenta con más de 10 000 años de tradición ­agrícola, producto del mestizaje de elementos y tecnologías pre­his­pánicas, con elementos y tecnologías introducidos ­durante la Colonia y la reciente incorporación del paquete tecnoló­gico promovido por la revolución verde.  A pesar de ser una actividad estratégica para la autosuficiencia alimentaria y la soberanía nacional, de 1980 a 2000, la población ocupada en la agricultura y otras activi­dades primarias disminuyó de 26 a 16%, y los cultivos de maíz y otros productos básicos decrecieron hasta en 50%. El campo mexicano enfrenta una tremenda devastación y despoblamiento de diversas comunidades, resultado de una crisis del modelo de desarrollo económico, el cual ha promovido una desigual distribución de la riqueza y marcado un incremento en los niveles de pobreza. La mitad de las entidades del país registra un grado de alta y muy alta marginación, más de 40 millones de mexicanos siguen catalogados en algún grado de pobreza y se localizan prin­cipalmente en las entidades del sur y sureste del país. En los últimos años se ha limitado la generación de empleo, he­cho que ha favorecido que más de 400 000 mexicanos mi­gren cada año a Estados Unidos.
 
El sector primario o agrícola es el que expulsa mayor fuer­za de trabajo: 60% de gente desplazada en este sector pro­ductivo. El abandono del campo mexicano afecta el abas­to de alimentos básicos, la conservación y transmisión de los conocimientos de los sistemas productivos; favo­re­ce la pérdida de costumbres y tradiciones, y promueve la desestructuración de la organización comunitaria rural. Su impacto en los ámbitos social, político, económico, cultural y ambiental se ha subestimado.
 
El caso de Oaxaca es ilus­trativo. Es el estado de mayor diversidad biológica y cul­tural. Registra una com­ple­ja heterogeneidad am­bien­tal, de allí su alta biodi­ver­sidad, gran riqueza de ecosistemas y más de 12 500 especies de flora y fauna, muchas de ellas conocidas, nombradas y utilizadas por los habitantes locales, quienes a lo largo de más de 10 000 años de coexistencia las han favorecido, tolerado o domesticado, desarro­llan­do estrategias múltiples de manejo de recursos naturales para satisfacer sus necesidades desde las básicas hasta las estéticas y espirituales. Más de la tercera parte de su po­blación pertenece a alguno de los 16 grupos culturales, hablantes de 157 variantes lingüísticas; y 69% de su territorio está cubierto por bosques y sel­vas, recursos que potencialmente representan una gran ri­queza. Sin embargo, es un estado representativo de la cri­sis del campo nacional, ya que ocupa el tercer lugar nacional en marginación y po­breza, 55% de su población es rural y 41% de la población económicamente activa se dedica a las actividades prima­rias —agricultura, ganadería, actividades forestales, caza, pesca y re­colección. En los últimos 50 años el balance migrato­rio negativo se ha in­cremen­tado de 7 a más de 19% (ver recuadro).
 
 Población y migración
Tiene una extensión de 92 452 km2, que representan 4.8% del territorio nacional. Su división po­lítica comprende 570 municipios y 10 511 lo­calidades. De 1960 a 2000 la población total de la entidad se incrementó de 1.7 millones de ha­bitantes a 3.4 millones. Entre 1980 y 1990, la población presentó una tasa de crecimiento anual de 2.4%, misma que se redujo a 1.29% en la siguiente década. Se ha mantenido baja densidad poblacional con 37 habitantes/km2, menor a la media nacional (50 hab/km2). De su po­blación total, 62.5% es menor de 25 años, y 37% mayor de cinco años habla alguna lengua indígena. La entidad ocupa el tercer lugar respecto a la marginación en el país. En 1950, 21% de los municipios presentaron tasas de crecimiento negativo, proporción que se incrementó 43% en el año 2000. Desde 1950 hasta 2000 ha registrado una tasa migratoria negativa.Ochenta y nueve por ciento de los 570 municipios y 98.5% de las 10 511 localidades son rurales y sólo 1.5% son urbanas; sin embargo, és­tas últimas concentran casi 40% de la población total de la entidad y el restante 60% de las localidades muestra un patrón de asentamientos muy disperso. La proporción de población rural ha dis­minuido de 75% en 1960, a 55% en 2000, aunque en números absolutos se ha incrementado de 1.3 a 1.9 millones. El mis­mo pa­trón se observa para la población indígena que pasó de 39% en 1960 a 32% en 2000, pero en números ne­tos se incrementó de 679 399 a 1.1 millones. Caso con­trario se re­porta para la población económicamente activa dedicada a las actividades primarias como agricultura, ganadería, silvicultura, ca­za, pesca y recolección que pa­saron de 81% de la pea total en 1960 a 41% en 2000 (se­gundo porcentaje más alto del país). Oaxaca concentra 32.3% de las comunidades agra­rias y 38% de los co­mu­ne­ros del país.
 
La agricultura en Oaxaca
 
Vestigios arqueobotánicos de domesticación de especies como maíz, frijol, cala­baza, chile y aguacate, así como numerosos sistemas productivos que muestran la apropiación de la diver­si­dad de hábitats en la en­ti­dad, sugieren que la his­to­ria de la agricultura en Oa­xaca data del 10 000 a.C. En el siglo xvi estos sistemas productivos incorporaron los cambios tecnológicos y el ma­nejo de especies como trigo, cebada, caña de azúcar, café, avena, arroz, ganado bovino, equino, porcino y ovino, introducidas por los españoles.
 
A pesar de los cambios en la división territorial, la te­nencia de la tierra y los derechos de acceso y usufructo de los recursos naturales impulsados por los españoles, la ma­yoría de las comunidades rurales de Oaxaca mantiene ele­mentos de los sistemas agrícolas prehispánicos tales como la organización que promueve el trabajo comunitario, conocido como tequio, y la ayu­da mutua interfamiliar. La subsistencia de tradiciones obedece a un acto de re­sis­tencia activa. En 400 años de conquista se han registra­do 400 levantamientos armados por la posesión de las tie­rras. Actualmente 80% de su territorio es propiedad so­cial —comunal y ejidal.
 
A partir de la década de los cuarentas, la revolución ver­de ha promovido la in­ves­tigación en el campo con el fin de incrementar la pro­ducción al aplicar un paque­te tecnológico basado en el uso de semillas mejoradas, maquinaria y tecnología no­vedosa, así como la aplicación de fertilizantes y pes­tici­das. Los productores de subsistencia quedaron fuera de ­este paquete tecnológico; sin embargo, la mecanización de gran­des extensiones de terreno redujo la demanda de pues­tos de trabajo y motivó la migración de campesinos hacia las ciu­dades, donde la oferta de trabajo no pudo ab­sorber esta mano de obra disponible. Otra de las circunstancias que no favorecieron el impulso de las nuevas tecnologías agropecuarias fue el elevado costo de las semillas y las tecnologías, que cada año requerían insumos agrícolas dependientes del exterior de las unidades de producción rural.De 1940 a la fecha, en Oaxaca se han registrado grandes fluctuaciones en las superficies sembradas. La desestructuración del sector agropecuario, por la caída de precios y la creciente importación de granos básicos baratos, ha ge­nerado resistencia por los pequeños productores, quienes en la última década han incremen­tado la producción de maíz bá­si­camente para el auto­abas­te­ci­mien­to, mecanismo contrario al que han seguido los empresa­rios agroindustriales que se han enfocado en la exporta­ción de frutas y hortalizas.
En 1992 se reformó el ar­tículo 27 constitucional, el cual regula la tenencia de la tierra. A los campesinos se les ofreció la opción de cam­biar la tenencia de sus tierras del sistema comunal o ejidal a pequeña propiedad. Sin embargo, hasta la fecha, en Oaxaca como en gran parte del territorio nacional, no se ha registrado la masiva venta de tierras de los pequeños pro­duc­tores que se esperaba, pero se ha incrementado la migración y el abandono de tierras productivas.

 
Desde 1995 Oaxaca se ha ubicado entre el séptimo y el octavo lugar nacional en cuanto a migración. En el año 2000 en Mexico el sector rural fue muy dinámico, ­pero sólo generó 5% del pib. Más de 80% de su población se ubi­có por debajo de la línea de pobreza y más de la mitad se situó en el nivel de pobreza extrema. En ese año los produc­tores ru­rales con menos de dos hectáreas se vieron obli­ga­dos a trabajar en otras actividades para obtener hasta 70% de sus ingresos.

Metabolismo social y apropiación de la naturaleza
 
Desde el punto de vista fisiológico, el metabolismo com­pren­de el proceso por medio del cual los organismos vivos realizan la transformación y asimilación de sustancias ex­ter­nas que sirven de alimento para obtener energía y repo­ner las pérdidas por desgaste. Si concebimos la socie­dad como un gran organismo, ésta mantiene constantes in­­tercambios de energía, materiales y ser­vicios con la naturaleza en la que se en­cuentra inmersa y de la que forma parte. El proceso mediante el cual se mantie­nen estos in­tercambios es el metabolismo social, mismo que se manifiesta en la forma en la que sus productores se apropian de la na­turaleza por medio de la agricultu­ra, la ganadería, las ac­tividades forestales, la recolección y la pesca. Los pro­duc­­tos primarios son transformados mediante el trabajo di­rec­to o la manufactura industrial, los nuevos productos re­­sultantes se transportan —circulan— hacia los lugares don­de se venden entre los mayoristas, minoristas y público en ge­neral. Estos productos son consumidos entre la población —consumidores finales—, quienes aprovechan la energía de los alimentos o utilizan las fibras u otros ma­teriales ­para finalmente excretar los desechos, los cuales van a la basu­ra, a los drenajes, y se integran a la naturaleza en la me­dida que la misma pueda absorberlos.
 
Los productores rurales, como parte de la sociedad, se ubi­can en la base de la producción; por ello, los intercambios de energía, materiales y productos que obtienen de la na­turaleza adquieren gran importancia para el resto de la so­ciedad. Sus formas de apropiación tienen un impacto directo sobre el medio ambiente, la salud de la población y el bienestar económico.
 
Tipologías agrícolas, herramienta para caracterizar
a los productores rurales
En 1960 la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (fao) se dio cuenta de la gran diversidad de productores y sistemas de producción exis­tentes en el mundo rural, y para satisfacer las necesidades de pro­ducción de alimentos en el mundo y conocer todos los aspectos de la agricultura, encargó a la Unión Geo­gráfica Internacional la creación de la Comisión de Tipología Agrícola (cta), la cual tuvo como objetivo elaborar una metodología co­mún para caracterizar los diversos tipos de agri­cultura existentes. La cta tardó 20 años en pu­bli­car un esquema metodológico en el cual identificó cuatro atributos principales para caracterizar a los productores ru­rales del planeta:

1. Atributos sociales: tenencia de la tierra y tamaño del predio agrícola.
2. Atributos opera­cio­nales o funcionales: tipos de tracción, insumos, riego, superficie cultivada y hato ganadero.
3. Atributos de producción: productividad de la tie­rra y grado de comercialización de la producción agrícola.
4. Atributos estructurales: pro­por­ción de tie­rra agrícola con cultivos perennes, con cul­tivos alimenticios y con pastos permanentes en relación con la producción agropecuaria total, el porcentaje de producción pecuaria tanto para consumo familiar o comercial y el porcentaje de cultivos industriales.
Estos atributos reflejan los aspectos propios de la agricultura. Otras particularidades sir­ven como complemento para las tipologías como son el medio geográfico, la ubicación, los medios de transporte, las condiciones del mercado, los precios, el abastecimiento y la demanda de productos agrícolas. La propuesta metodo­ló­gica sentó las bases para el desarrollo de nu­me­rosas tipologías algunas de las cuales se de­sa­rrollaron en México, tales como las de Kamikihara, Montañez y Warman, Guerrero, Toledo y colabo­radores, y Gabriel, entre otras.
 
La tipología desarrollada por Toledo y colaboradores publicada en la obra La modernización rural de México: un análisis socioecológico, construye un indicador al que llama “índice de campesinidad-agroindustrialidad”, resultado de la suma de nueve variables: la energía compren­de el uso de ésta utilizada en el hogar, en la pro­ducción y en la transformación agropecuaria; la escala mide el tamaño del predio, del hato ganadero y el grado de intensificación ganadera; la autosuficiencia estima la producción de maíz, y si se logra el autoabasto productivo, tanto agro­pecuario como forestal, genético y financiero; la fuerza de trabajo valúa la proporción de trabajo realizado por la fa­milia o con personal remunerado; la diversidad da cuenta de la heterogeneidad ecogeográfica, productiva y biológica; la pro­ductividad evalúa el trabajo realizado en el cultivo de maíz y su eficiencia ecológica; el conocimiento expresa la proporción de apoyo téc­nico pagado, y finalmente la cosmovisión representa la presencia de población indígena. Al procesar los resultados obtenidos en la sumatoria de las nueve variables se obtiene un índice que alcanza valores entre cero y uno. A partir de esos valores, los autores identifican siete ti­pos de productores rurales: campesino puro, cam­pesino tradicional, campesino semitradicional, productor transicional, agroindustrial inci­pien­te, productor agroindustrial y agroindustrial puro.
 
Esta metodología es multicriterial y puede aplicarse en el ámbito nacional, estatal, munici­pal, de localidad, ejido o comunidad agraria, ba­jando hasta la unidad de pro­ducción. Asimismo, incorpora parámetros biológicos, ecológicos y sociales, y produce una caracterización socio­ecológica de los productores rurales y de los sistemas productivos. Por lo anterior, esta tipología se consideró como la más adecuada para caracterizar a los productores rurales de Oa­xaca, ya que permite caracterizar tanto a los productores rurales como a los sistemas productivos.
 
Desde tiempos históricos los humanos se han apropia­do de la naturaleza. Las antiguas sociedades nómadas eran cazadoras-recolectoras y su impacto en el paisaje era ­poco y no afectaba la capacidad intrínseca de renovación del eco­sistema. Las sociedades agrícolas y ganaderas lograron la domesticación y el cultivo de plantas, y la domesticación de animales, su trabajo impactó de manera importante al me­dio ambiente, transformando los ecosistemas naturales. Los sistemas productivos requieren energía externa para man­tenerse, como el trabajo humano y el animal. La sociedad in­dustrializada utiliza maquinaria movida por combustibles fósiles que le permiten una mayor transformación de los ecosistemas naturales, y actualmente extensas áreas se han degradado y necesitan rehabilitarse o restaurarse para que dichos ecosistemas puedan seguir brindando servicios am­bientales, como la recarga de los mantos acuíferos, el man­tenimiento del clima y la captura de carbono entre otros.
 
Toledo y sus colaboradores señalan que la apropiación por parte de los humanos tiene límites que deben considerarse para que sea adecuada. Esto permite que los ecosistemas se renueven, y para ello hay que reconocer ­cómo están formadas las unidades ambientales, cuál es su po­ten­cial productivo y de qué manera se pueden aprovechar. Sin una forma óptima de utilización, puede haber conse­cuen­cias desastrosas. El modelo capitalista de desarrollo pro­duc­tivo establecido en México orienta la producción ha­cia la rentabilidad, lo que no permite aprovechar las con­diciones naturales, sobreexplota algunos ecosistemas y pro­duc­tos, y abandona otros. De esta manera se perturban los ciclos ecológicos, se atenta contra la capacidad de renova­ción de los ecosistemas y su diversidad tanto orgánica ­como inor­gánica. González de Molina comenta que las culturas agrícolas campesinas proponían usos armonio­sos con la naturaleza, con normas para un manejo que per­mitiera la utilización continua y adecuada. La crisis ecoló­gica del mundo, producida principalmente por los cambios sociales en los últimos 300 años, ha trastornado el equilibrio en la naturaleza. Estos cambios han sido principalmen­te el crecimiento poblacional, la explotación irracional de los recursos naturales y la creencia de que la humanidad podía disponer de la naturaleza a su voluntad. La principal causa de la crisis ha sido la presión que ha ejercido la pro­ducción sobre los recursos naturales.
 
Los productores rurales de México y Oaxaca
 
Para México, Unikel definió a la población rural como aque­lla que habita localidades menores a 15 000 habitan­tes. Estas localidades suelen carecer de algunos servicios que proporciona el Estado y están marginadas del desa­rro­llo del país. Gabriel define la agricultura como “un sis­tema económico y cultural, una forma de producción que se relaciona con el suministro de instrumentos de trabajo, mano de obra y capital, y con los mercados. Se tratan tanto las influencias sobre el uso de la tierra como sus efectos”.
 
Con base en las tipologías agrícolas establecidas por To­ledo y sus colaboradores se obtuvo un índice de campe­si­ni­dad-industrialidad para los 570 municipios de Oaxaca, y con ayuda de un sistema de información geográfica se ge­neró el mapa de distribución de los productores rurales de Oaxaca. Este mapa muestra la ubicación geográfica de las diferentes categorías de productores. Con el fin de verificar si existe relación entre los sistemas productivos y el im­pacto en la transformación del ambiente, se sobrepuso el mapa de productores rurales al mapa de cobertura vege­tal de Oaxaca, obtenido para 1991.
 
Toledo identifica dos formas extremas de apropiación de la naturaleza por parte de los productores rurales: el modo agrícola, campesino o tradicional, que se ha practica­do por miles de años, y el modo agroindustrial o moderno, que es producto de la revolución industrial. El modo cam­pesino es a pequeña escala, se basa en sus propios recursos y la energía que suele usar es la que tiene a su alcance, como la humana, la del viento, el agua y el sol. El modo agroindustrial obtiene un alto rendimiento del trabajo, se basa en insumos externos como fertilizantes, insecticidas, herbicidas, suele ser poco diverso y como se practica en su­perficies de terreno medianas y grandes, requiere mano de obra pagada y maquinaria movida por combustibles fó­siles. La agricultura campesina y la agroindustria son los extremos en la actividad de los productores rurales. Entre ellos existe una gran variedad de prácticas productivas que permiten clasificarlas en diferentes tipos, tanto de producto­res como de sistemas productivos. Estas prácticas producti­vas mezclan sistemas agrícolas tradicionales con tec­no­lo­gías modernas en diferentes combinaciones.
 
En el estado de Oaxaca prevalecen los campesinos semitradicionales (58.9%); le siguen en importancia los cam­pesinos tradicionales con más de la tercera parte de los pro­ductores (39.8%); mientras que los productores transi­cio­nales se ubican en 1.1% de los municipios, y los campe­sinos puros sólo se registraron en un municipio (0.2%).
 
El comportamiento de las nueve variables en las categorías de campesino puro, tradicional y semitradicional es muy similar. En sus hogares utilizan leña para cocinar, energía humana y/o animal en sus cultivos y no utilizan equipos de transformación en la agricultura y la ganadería; sus parcelas de tierra son pequeñas con riego en tem­po­ral; sus pequeños hatos ganaderos tienen hasta diez ca­bezas de ganado bovino o cinco vientres porcinos; no tienen instalaciones para aves y cerdos; tienen una gran variedad de usos de suelo; obtienen una gran diversidad de produc­tos agrícolas, ganaderos, forestales y de recolección; la co­bertura vegetal es muy diversa, y la población es en su ma­yoría indígena. La autosuficiencia es baja ya que tienen poca producción de maíz; hacen uso de abonos orgánicos y forrajes para ganado; consumen lo que producen; siembran semilla criolla y crían ganado criollo; no son sujetos de crédito ni tienen seguros agrícolas; la fuerza de trabajo es fa­miliar o comunal; tienen muy poca productividad en el tra­bajo; su productividad energética es muy baja debido al uso de energía humana y animal en la siembra de maíz, y recurren a sus conocimientos tradicionales y empíricos en la agricultura y la ganadería.
 
Los productores rurales agroindustriales no utilizan leña para cocinar ni energía humana o animal en la agricultura; poseen equipos de transformación agropecuarios; no tienen pequeñas superficies ni pequeños hatos ganaderos, y tienen naves para cerdos y aves. Son totalmente autosuficientes en maíz y producen excedentes; usan alimentos balanceados para ganado y agroquímicos como insecticidas y fertilizantes; comercializan la totalidad de su producción; utilizan semilla mejorada y crían ganado fino. Tienen créditos y seguros para sus actividades agropecuarias; contratan mano de obra; poseen poca diversidad; su productividad del trabajo es alta, y la productividad energética muestra un gasto energético muy alto para el cultivo de maíz. Además, contratan asistencia técnica y su población no es indígena.
 
Al comparar los promedios obtenidos por Toledo y colaboradores para el estado y el país, vemos que tanto para el ámbito nacional como el estatal se muestran las mismas tendencias; sin embargo, a pesar de que en ambos predomi­na la categoría de campesino semitradicional, se aprecian diferencias significativas en los valores de las va­ria­bles. En el ámbito nacional, el valor de la energía re­porta un mayor uso de combustibles fósiles en los hogares, además del uso de tractores. No obstante, también existe un uso reducido de tecnologías mo­dernas como alimentos ba­lanceados, semillas me­joradas y pesticidas. En contraste, en Oaxaca, el uso de com­bustibles fósiles es menor, así como las tecnologías modernas. La escala en la que trabajan los productores, tanto en el estado como en el país, en su mayoría corresponde a pequeñas superficies y pequeños hatos ganaderos. En el país existe muy poca intensificación ganadera, y en el es­tado es nula. El trabajo agropecuario asalariado en el país es ampliamente utilizado, en tanto en Oaxaca predomina la mano de obra familiar. Los ecosistemas están más altera­dos a nivel país, existen menos variedades de productos y usos de suelo, mientras que en Oaxaca, que constituye sólo 4.8% del territorio nacional, existen todas las zonas ecoló­gicas de México, y el cag registra hasta 27 productos culti­vados. La productividad del trabajo en el cultivo de maíz es baja a nivel país, pero es mucho más baja en el estado. La pro­ductividad energética es muy baja en los dos niveles, lo que significa que existe poco gasto de energía en el cultivo del maíz, más bien dominan los sistemas tradicionales en este cultivo. En ambos niveles, los productores rurales ­casi no utilizan la asistencia técnica pagada. En la mayoría de las zonas rurales del país la población no es indígena, a di­fe­ren­cia de Oaxaca, donde 58% de su población en zonas rurales es indígena.
 
Finalmente, la sobreposición de los mapas de producto­res y cobertura vegetal muestra que existe una correlación directa entre deforestación e incorporación de tecnologías modernas en los sistemas productivos. Los municipios con productores puros se localizan en municipios sin deforestación, los campesinos tradicionales se distribuyen en municipios con muy baja o poca deforestación, los cam­pesinos semitradicionales se dis­tribuyen en municipios donde disminuye la cobertura vegetal y los campesinos transicionales se localizan en municipios deforestados. Los municipios ubicados en las sierras norte y sur de la en­tidad concentran la mayor riqueza y diversidad tanto biológica como cultural, y ello puede explicarse debido a la pre­sencia de productores campesinos semitradicionales que, con sus prácticas productivas, han ayudado al mante­nimiento de dicha riqueza y diversidad. Cabe destacar que la región de la mixteca, a pesar de pre­sentar campesinos se­mitradicionales, cuenta con municipios con alto porcen­taje de deforestación, lo cual no contradice lo antes dicho sino que se explica por encontrarse en la formación geo­ló­gica más antigua del estado (precám­brico), así como al hecho de registrar grandes porcentajes de migración. Este ambiente, geológicamente antiguo, re­quiere la presencia de los campesinos que, a través de sus prácticas producti­vas, ayudan a la conservación de la cobertura vegetal, ­pero ante la ausencia de los productores y sus prácticas produc­tivas se acelera el proceso de degra­dación de estos paisajes precámbricos.
 
Conclusiones
 
La historia de la agricultura en Oaxaca nos muestra un te­rritorio que históricamente se ha mantenido aislado con una fuerte presencia indígena, hecho que ha permitido la conservación de tradiciones, costumbres y un fuerte arrai­go a la producción agrícola. Este aislamiento ha favorecido el man­tenimiento de un sector ru­ral importante (58% de su población), olvidado, rezagado, que lo ubi­ca en el tercer lugar en margi­nación y pobreza del país. Desde 1950 Oaxa­ca ha mantenido un saldo migratorio negativo y cada vez es mayor la proporción de mujeres migrantes. El estado ­está perdiendo su fuerza productiva, 90% de los migrantes se ubi­can entre 15 y 50 años, y en las dispersas localidades ru­rales sólo quedan niños y viejos. Se ha roto la vía de trans­misión de conocimientos, de organización comunitaria.
 
En cuanto a la tipología de productores rurales como herramienta metodológica, ésta permite integrar aspectos sociales y económicos de la agricultura; asimismo, ofrece ele­mentos para clasificar e identificar variables productivas y caracterizar tanto los sistemas productivos como a los productores.
 
Consideramos que la metodología elaborada por Toledo y colaboradores podría enriquecerse al incluir la te­nen­­cia de la tierra, variable que a través de siglos ha sido fuen­te de innumerables conflictos. Asimismo, podría incor­porar la migración rural e indígena, ya que Oaxaca es un estado que expulsa población rural desde 1950.
 
Con los resultados aquí obtenidos se comprueba que en Oaxaca prevale­ce un grupo de productores que tienen una actitud frente a la naturaleza y la producción muy par­ticular, que se basa en una relación sociedad-naturaleza iniciada hace más de 12 000 años y que ha generado muy diversos pro­ce­sos de apropiación/producción que se han transmitido de generación en ge­neración, heredando tradiciones que tienden a hundir sus raíces en formas civilizadoras premodernas o preindus­triales.
 
Con los resultados del índice también se verifica la exis­tencia de prácticas productivas tradicionales de fabricación y creación rural que surgen con mayor intensidad en aque­llos productores campesinos que pertenecen a grupos in­dí­genas, y que tienden a desaparecer en aquellos productores que han incorporado tecnologías modernas. En este ejercicio acerca de la caracterización de los productores ru­ra­les en Oaxaca se concluye que las estrategias de de­sa­­rro­llo del nuevo modelo de cre­ci­mien­to en México no tienen nada que pro­meter a este sector de la población me­xi­­cana. De igual manera, la nueva Ley Agraria y el Tratado de Li­bre Comercio con Estados Unidos y Canadá, no proporcio­nan ninguna ventaja o privi­legio socioeconómico a este gran nú­mero de pequeños productores ­rurales.
 
En todo caso, estas reglamentacio­nes legales y comerciales sí tienen mucho que proponer a aquellos productores que operan bajo un modo agroindustrial y que poseen una visión comercial y pragmática del universo natural.
 
El impacto que generan los pro­duc­tores rurales de Oa­xa­ca sobre el am­bien­te es diferencial, a mayor in­cor­po­ra­ción de tecnología mo­derna, mayor transformación del am­biente y mayor tasa de deforestación. En al­gu­nas re­giones geo­ló­gicamente muy an­tiguas, la presencia de prácticas pro­duc­tivas tradicionales ayuda a disminuir el deterioro de di­chos ambientes. Ante estos hechos, cabe preguntar, ¿por qué se desprecia y ataca a quienes nos dan de comer?, ¿por qué no se protege al sector rural me­xicano pa­ra que realice lo que mejor sabe hacer: identificar, seleccionar, domesticar, cul­tivar y mantener la bio­diversidad de México y producir ali­men­tos, no só­lo para ellos sino para más de 80% de la población urbana del país que no pro­duce sus alimentos?
 
articulos
 
Referencias bibliográficas

Gabriel Morales, J. 2003. Tipología socioeconómica de las actividades agrícolas. Una herramienta de síntesis para el ordenamiento ecológico. ine-semarnat. México.
García Mendoza, A. J., M. J. Ordóñez, y M. Briones-Sa­las. 2004. Biodiversidad de Oaxaca. Instituto de Bio­logía-unam. Fondo Oaxaqueño para la Conservación de la Naturaleza-World Wildlife Found, México.
Guerrero G., M. A. 1987. Primera aproximación a la ti­pología agrícola de los Estados Unidos Mexicanos. Tesis de doctorado. Colegio de Geografía. Facultad de Fi­losofía y Letras-unam. México.
Kamikihara F., S. 1982. Tipología agrícola de las re­giones geoeconómicas norte de Michoacán-Morelia y Zitácuaro. Tesis de licenciatura. Colegio de Geografía. Facultad de Filosofía y Letras-unam. México.
Montañéz, C. y A. Warman. 1985. Los productores de maíz en México: restricciones y alternativas. Centro de Ecodesarrollo. México.
Toledo, V., P. Alarcón Chaires, y L. Barón. 2002. La mo­dernización rural de México: un análisis socio­eco­lógico. semarnat, ine, unam. México.
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Warman, Arturo. 2001. El campo mexicano en el siglo xx. Fondo de Cultura Económica. México.
 
     
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María de Jesús Ordóñez
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias,
Universidad nacional autónoma de México.
 
Es investigadora en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, donde coordina el Programa Perspectivas sociales del Medio ambiente. evalúa áreas naturales protegidas, cambios en el uso del suelo e interacciones sociedad-­naturaleza.
 
Paloma Rodríguez Hernández
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias,
Universidad nacional autónoma de México.
 
Bióloga de la Facultad de Ciencias de la UNAM; colabora en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, y ha participado en diversas investigaciones sobre desarrollo urbano, medio ambiente, asistencia a la salud y productores rurales
     
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como citar este artículo


Ordóñez, María de Jesús y Rodríguez Hernández, Paloma. 2008. Oaxaca, el estado con mayor diversidad biológica y cultura de México, y sus productores rurales. Ciencias núm. 91, julio-septiembre, pp. 54-64. [En línea].

     

 

 

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