revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Busca ampliar la cultura científica de la población, difundir información y hacer de la ciencia
un instrumento para el análisis de la realidad, con diversos puntos de vista desde la ciencia.
La persistencia de la memoria  
 
del manga
Carlos Aguilar Gutiérrez y Aline Maya Paredes
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Aguilar Gutiérrez, Carlos y Maya Paredes, Aline Aurora. (2009). Maíz Transgénico. La persistencia de la memoria. Ciencias 92, octubre-marzo, 158-159. [En línea]

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de la UCCS
 
Ciencia y compromiso social    
UCCS
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La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (uccs) es una organización no lucrativa que comenzó a ges­tarse a finales de 2004 a iniciativa de un amplio grupo de científicos e investigado­res de las ciencias naturales, sociales y de las humanidades, preocupados por las repercusiones y responsabilidades inhe­rentes a las actividades científicas, y con un extenso reconocimiento nacional e internacional por sus logros aca­démicos, así como por sus pun­tos de vista críticos, constructivos e independientes.

La uccs se propone discu­tir, desde una perspectiva aca­démica interdisciplinaria e ideo­lógicamente plural, sobre la ética científica y la responsabi­lidad social y ambiental de la ciencia; incidir en la educación y el desarrollo científico y tecnológico; proponer soluciones a pro­blemas urgentes por medio de espacios y mecanismos de participación social que favorezcan la equidad, la justicia social, además de una relación de carácter sostenible con el medio ambiente.
Con tal propósito, la uccs desarrolla un trabajo estructurado alrededor de ejes temá­ticos para investigación, aná­lisis, discusión, documenta­ción y difusión de temas en los cuales la ciencia y la tecnología juegan un papel preponderante, y cuyas implicaciones socioambientales son polémicas o requieran una solución fundamentada en la ética y el rigor científico.

Asimismo, la uccs fomenta y apoya la creación de grupos de estudio, debates, foros y publicaciones. Ha empezado a asumir posturas públicas acerca de asuntos de carácter polémico, y participa junto con grupos y organizaciones sociales en la discusión amplia de temas cruciales que involucran la ciencia y la tecnología. Uno de sus principales objetivos es detectar en qué casos existen polémicas científicas genuinas ­sobre algunas problemáticas, y en cuá­les los datos cientí­ficos disponibles son suficientes para emitir una recomenda­ción par­ticular con rigor técnico y cien­tífico, sin conflicto de intereses particulares o partidistas.
 
Con la finalidad de esta­ble­cer un vínculo entre el desarrollo ético de la ciencia en México y la participación de la sociedad en los temas relacio­nados con este campo, la uccs pretende realizar una serie de documentales, acervos audiovisuales, trípticos, carteles, publicaciones de divulgación, además de conferencias, mesas redondas, talleres y otros eventos para difundir de mane­ra directa y oral sus resultados y posturas. También se desarrollará una estrategia de medios para tener presencia activa y constante en la prensa escrita, la televisión, la radio e internet.

La página electrónica de la uccs es una herramienta de comunicación interna y externa mediante la cual se pre­tende vincular la información generada al interior de los diversos ejes temáticos y pro­yec­tos, dar a conocer los avan­ces y resultados de sus investigaciones, informar sobre las actividades que se desarrollan, así como promover que la información y discusión de temas científicos llegue a secto­res más amplios y diversos de la sociedad. En el caso de asun­tos coyunturales, la página servirá como medio inmediato para emitir manifiestos y declaraciones que asuman una postura fundamentada sobre asuntos urgentes de interés social. Estos podrán ser respaldados por otros científicos y también por ciudadanos en general que con­cuerden con las postu­ras expuestas en ella.
 
En la actualidad, la uccs cuenta con grupos de trabajo en tres ejes temáticos fundamentales sobre asuntos cuyas repercusiones inmediatas ocu­pan a la sociedad y a la co­­mu­nidad científica, y sobre los cua­les es necesario generar información suficiente para la toma de conciencia pública y la implementación de acciones que permitan detener los efectos negativos de estos pro­cesos en la sociedad y el entorno. Estos temas son: cambio climático, alimentación y agricultura, y urbanización desordenada y no sostenible.

Agricultura y alimentación
En la época contemporánea exis­te una crisis alimentaria que, en México, se ancla en la subordinación de la agricultura a intereses privados, la de­sigualdad social, la aplicación de tecnologías inadecuadas y los problemas ambientales. La gravedad de esta crisis ame­naza con profundizarse; por lo tanto, es urgente que sus causas, consecuencias y soluciones sean analizadas por grupos interdisciplinarios, de manera crítica e independiente de intereses comerciales. El desarrollo e implementación de conocimiento científico apli­cado a resolver este pro­ble­ma debe enfocarse en las caracte­rísticas particulares del entor­no donde se pretende utilizar, y en una visión ética que garantice la seguridad alimentaria, así como una interacción segura con el ambiente.

Las políticas aplicadas en este rubro durante los últimos años han agudizado los pro­ble­mas de pobreza y degradación ambiental, y han repercutido en la migración masiva de población rural hacia entornos ur­banos y otros países, lo cual, a su vez, ha desarticulado la trama social y productiva del campo, y ha generado un déficit en la producción de ali­men­tos básicos. Aunado a esto, la capacidad de abasto por im­por­ta­ción de maíz —alimento primor­dial de México— se ve amenazada por la escasez internacional que generan el uso de este grano para la producción de etanol y forraje, el incremento en el consumo internacional y la especulación.
 
Además de la crisis ali­men­taria, México enfrenta el enorme reto de conservar la diversidad de productos agrícolas y la riqueza genética que al­ber­ga como bienes públicos. Nues­tro país es centro de origen y diversificación de ali­men­tos como el maíz, el chi­le, el fri­jol, la calabaza, el tabaco y el tomate. El mantenimien­to y estudio de esta riqueza es fundamental para lograr autosuficiencia alimentaria, así como para enfrentar plagas, infecciones y efectos del cam­bio climático en todo el mun­do. Por ello es esencial que se es­tudien los efectos sociales, am­bientales, económicos y en la salud de la aplicación de tec­­no­logías agrícolas (como la siem­­bra de organismos transgénicos), que se han desarro­lla­do para contextos agrícolas y ambientales muy distintos al mexicano, y que se proponga una tecnología segura, acorde con las características sociales y am­bientales de México.

En este eje temático, en la uccs se ha integrado un primer gru­po de trabajo sobre el maíz trans­génico en México, el cual está integrando informa­ción científica acerca del impacto de las líneas de maíz transgénico que están disponibles en el mer­cado.

Este grupo de trabajo aglutina a algunos de los expertos en maíz más renombrados de México, así como antropólogos, biólogos moleculares, ecológos, agrónomos, economistas, y científicos de otras áreas so­bresalientes. Es una referencia para algunos de los actores de esta problemática, pero se pretende que pronto lo sea también para la sociedad civil en general y para quienes toman decisiones políticas y económicas que impactan el manejo de los recursos agrícolas y la seguridad ali­men­taria en México. Además, este grupo de la uccs pro­mue­ve el estudio de tecnologías que consideran el carácter me­gadiverso de México y están orientadas a resolver la desi­gualdad social y los desastres ambientales asociados con esta situación.

Una propuesta

La interacción de la ciencia, el desarrollo tecnológico, el sis­tema de producción, las políticas públicas y la sociedad en su conjunto debe ocurrir en un marco de responsabilidad ética y con un claro compromiso social y ambiental, bajo prin­cipios de equidad, justicia y respeto por lo humano.

Ante los retos socioam­bien­tales que aquejan de manera urgente al planeta, y a México en particular, la uccs pretende convertirse en un espacio de reflexión profunda, detallada y racional, funda­men­tada en la interacción de di­ver­sas disciplinas de conocimien­to bajo una ética humanista, ajena a los intereses de las cor­poraciones internacionales y de los grupos hegemónicos subordinados a éstos, para el análisis, investigación y desarrollo de proyectos que brinden alternativas viables a dichos problemas, y prevenga otros. Para ello la uccs se plantea los siguientes objetivos: analizar los desarrollos cien­tíficos recientes, sus aplicaciones y riesgos, de manera interdisciplinaria y con respon­sabilidad socioambiental, en tor­no a ciertos ejes temáticos.
 
Comunicar el resultado de dichos análisis y someterlo a la crítica tanto dentro de las universidades y centros edu­ca­tivos y de investigación, como en el seno de organiza­ciones sociales, por medios di­versos, como conferencias y talleres.

Abrir los debates de la cien­cia hacia un diálogo de sa­beres (por ejemplo, con el co­nocimiento tradicional de co­munidades indígenas o campesinas) y propiciar mayor par­ticipación pública.
Buscar nuevas formas de incidir en el entorno socioambiental con organizaciones que compartan la misma vocación social y que promuevan un ma­nejo sostenible de los recursos naturales y del ambiente.

Promover la formación de nuevos científicos, conscientes de sus responsabilidades éticas y sociales, con capaci­da­des críticas y autocríticas, abier­tos al trabajo interdisciplinario y transdisciplinario, respetuosos de otras prácticas cognitivas y abiertos al diálogo de saberes.
Contribuir a la discusión y asimilación crítica de normas y valores éticos dentro de las prácticas científicas.

tabla1
Construir un acervo de es­tudios críticos acerca del papel de la ciencia en la sociedad.
Analizar de manera crítica y propositiva las actuales políticas para el desarrollo de la ciencia en México, las formas en que se realiza el trabajo cien­tífico y se forman los nuevos investigadores, y analizar aquellos problemas nacionales donde las ciencias deben hacer contribuciones impor­tan­tes para su comprensión y solución.
Incidir en la toma de decisiones y la elaboración de po­líticas públicas, así como en mar­cos legales en temas en los que la información científico-tecnológica sea importante.
Promover la comunicación y coordinación entre diferentes grupos de científicos, hu­ma­nistas y académicos que comparten las preocupaciones y los compromisos anterio­res en México y el mundo.
En la uccs creemos que los investigadores, profesores y estudiantes dedicados al que­hacer científico y tecnológico debemos ejercer con res­pon­sa­bilidad el saber para con­tri­buir a la utilización social crea­tiva y libertaria del conoci­miento, y así revertir aquellas tendencias destructivas sobre el ambiente y la sociedad
que el sistema económico actual está generando. Se trata de un compromiso para fomen­tar una práctica científica más transparente, independiente y autocrítica, fundada en una ética social y ambiental.
Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
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Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS). (2009). Ciencia y compromiso social. Ciencias 92, octubre-marzo, 142-145. [En línea]
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El asalto corporativo a la agricultura
 
Silvia Ribeiro
   
   
     
                     
                     
 
Frente a las crisis alimentaria y climática, las empresas
trans­nacionales —que han lucrado enormemente con la crisis, ob­teniendo ganancias récord de­bido a su control del mercado y la especulación— nos dicen a coro con el go­bier­no, que la solución son los cultivos transgénicos, porque aumenta­rán la producción y po­drán ha­cer frente a las variaciones cli­máticas. Estas afir­maciones no se basan en datos reales, ya que las propias estadísticas de la Secretaría de Agricultura de Estados Uni­­dos y varios estudios de uni­ver­si­da­des estadounidenses mues­tran que los transgénicos producen menos, o en ocasiones igual que otras variedades no trans­génicas. Lo que es un he­cho irrefutable, y la razón por la que las empresas productoras los promueven a ultranza, es que las semillas transgénicas están bajo el mayor oligopolio corporativo en la historia de la agricultura industrial.
 
Actualmente, las diez mayores empresas semilleras con­trolan las dos terceras par­­tes del mercado global de semillas (transgénicas o no) ­bajo propiedad intelectual. Este dato se hace más imponente si recordamos que, hasta hace cuatro décadas, las semillas estaban casi totalmente en manos de campesinos, agricul­tores e instituciones públicas y circulaban libremente. Hoy día, en 2008, 82% del mercado global de semillas comerciales está bajo propiedad intelectual (patentes o certificados de obtentor), y de éstas, sólo tres empresas, Monsanto, Syngenta y DuPont, las mayores productoras de transgénicos, controlan 47 por ciento.
 
Aunque estamos inundados de noticias sobre fusiones corporativas que muestran que cada vez un menor número de empresas controlan mayores por­cen­tajes del mercado en todos los rubros, las semillas no son lo mismo que televisores, automóviles o cosméticos. Son la llave de la red alimentaria de cada país y del mun­do, y son el corazón de la vida campesina y la base de toda la agricultura. La cuar­ta parte de la población mundial, los campesinos, campesinas y agricultores familiares del mun­do, conservan sus pro­pias semillas para cultivar la comida de muchísimos millones más, sin depender de los precios y condiciones de las empresas semilleras. Esto es un factor cada vez más importante en la actual coyuntura. Dado el cerrado oligopolio de empresas transnacionales que domi­nan el sector no es posible ha­blar de soberanía alimen­ta­ria, ni siquiera de soberanía nacio­nal, si se depende de unas po­cas empresas para comer.

Según la investigación del Grupo etc, hace sólo tres dé­ca­das existían más de siete mil em­presas semilleras, ninguna de las cuales llegaba a 1% del mercado mundial. En 2000, las diez mayores controlaban 37% del mercado. Actual­men­te controlan 55% de todo tipo de semillas comerciales. La escalada por el control total del mercado es vertiginosa, y en épocas de crisis alimentaria mundial los países que estimulen el uso de semillas industriales quedarán esclavizados por el control de precios, condiciones y tipo de variedades que se les ocurra poner en el mercado a las pocas em­presas que tienen el control de este elemento clave: la llave de todo el resto de las activida­des agrícolas y alimentarias.
 
Las empresas semilleras modernas son además las ma­yores empresas globales de agroquímicos. De hecho, la con­centración corporativa del sector semillero comenzó hace una década cuando las em­­presas químicas decidieron tra­garse al sector semillas para condicionar la venta conjunta de semillas y agroquímicos. Su casamiento dio como resultado los transgénicos, lo cual ex­pli­ca que más de 80% de los transgénicos en campo, y la vasta mayoría de los que las empresas dicen desarrollar, son “tolerantes” a los agro­­tóxi­cos patentados por las mis­mas compañías, lo que im­pli­ca un mayor uso debido a la adic­ción a éstos.

DuPont, que por años ocu­pó el primer puesto como semillera, quedó por debajo de Monsanto con la compra que ésta hizo en 2005 de la multinacional mexicana Seminis. Monsanto es ahora la mayor empresa mundial de venta de semillas comerciales de todo tipo, además de que ya tenía el monopolio virtual en la venta de semillas transgénicas (87% a nivel global). En la última dé­cada Monsanto engulló, entre otras empresas, a Advanta Ca­nola Seeds, Calgene, Agracetus, Holden, Monsoy, Agro­ceres, Asgrow (soya y maíz), Dekalb Genetics y la división internacional de semillas de Cargill. En 2008 compró Semillas Cristiani Burkard, la mayor empresa semillera de Centroamérica, con lo que se posicionó como la empresa dominante en toda Meso­américa.
 
En área cultivada a escala global, en 2005 las semillas transgénicas de Monsanto cu­­brían 91% de la soya, 97% de maíz, 63.5% de algodón y 59% de canola. A nivel global (sumando cultivos convencionales y transgénicos), Mon­san­to domina 41% del mer­cado de maíz.
 
Además, la compra de Seminis le significó acceder al germoplasma y suministro de 3 500 variedades de se­mi­llas (muchas con centro de ori­gen en México) a productores de frutas y hortalizas en 150 países. En rubros donde Monsan­to era invisible, pasó a con­tro­lar en el mercado mun­dial 34% de los chiles, 31% de los frijoles, 38% de los pepinos, 29% de los pimientos, 23% de los jitoma­tes y 25% de las cebollas, además de otras hortalizas (cuadro 1).
 
Si en el rubro de semillas comer­ciales en general estos datos son graves, en el mer­ca­do de semillas transgénicas, se vuelven absurdos. Sólo seis empresas, Monsanto, Syngenta, DuPont (con su subsidiaria Pioneer HiBred), Bayer (incluyendo Aventis Cropscience), Basf y Dow Agrosciences con­trolan la totalidad del mercado mundial de semillas trans­gé­ni­cas. Todas ellas están entre las principales productoras de agroquímicos. Las diez mayores empresas de agroquímicos controlan 89% del mercado mundial de agrotóxicos.
 
FIG1
 
 
La dependencia extrema de los agricultores y la domi­na­­ción corporativa de mercado —en la que predomina Monsanto con amplio margen— es el rasgo característico de los cultivos transgénicos. Pero ade­más del control por la dominación del mercado, todas las semillas transgénicas están patentadas, lo que significa que los derechos de los agricultores reconocidos por la fao (Or­ganización de Naciones Uni­das para la Agricultura y la Ali­men­tación), de guardar par­te de la cosecha y volverla a sembrar, se transforma en un delito. Esto ya le ha reportado a Monsanto más de 21 millones de dólares en litigios contra agri­cultores cuyas semillas han sido contaminadas, y más de 160 millones en acuer­dos fuera de la corte, por la simple amenaza de llevarlos a juicio.
 
Para reforzar aún más este control y burlar los pocos con­troles antimonopolios, las com­­pañías están además haciendo acuerdos de colaboración en investigación y para compartir sus patentes, logrando una mayor superficie de control so­bre los agricultores. En 2007, Monsanto y Basf hicieron un acuerdo por la colosal suma de 1 500 millones de dólares, para desarrollar variedades transgénicas tolerantes a la sequía en maíz, algodón, canola y soya. En mayo de 2008, Syngenta y Monsanto acordaron realizar una “tregua” en sus litigios de patentes para soya y maíz, y unir sus oligo­polios y controlar la oferta. Al mes siguiente, Monsanto y DuPont hicieron un acuerdo para ampliar su mercado común de agroquímicos.
 
Causa vértigo constatar no sólo la dominación del mer­­cado por un puñado de empre­sas en un aspecto tan vital, sino ade­más cómo se han ido crean­do leyes de “bioseguridad” a favor de éstas, y modificando las leyes de semillas en muchos países del mundo para garantizar las ganancias, ventajas e impunidad de estos crecientes oligopolios. Con pe­­queñas diferencias nacionales, en la última década hemos presenciado la legalización de las pa­tentes y otras formas restrictivas de privatización de las semillas, el desman­te­la­mien­to de la investigación pública y de la producción y distribución pú­blica de varie­da­des y, concomitantemente, la privatización de la “certificación”, es decir quién define qué semillas pue­den estar en el mercado. Es una enajenación directa de la fun­ción que hasta hace una dé­cada era del ámbito público, permitiendo que la certificación sea entregada a terceros, que incluso podrían ser las propias empre­sas que las producen o firmas creadas por ellas.
 
Es ilus­tra­tivo en este senti­do el informe América Latina: la sa­grada privatización, donde se analizan las leyes de se­­mi­llas de varios países del con­­tinente. En la perspectiva con­ti­nental, queda aún más claro que ha habido un traslado sucesivo de conceptos: comenzaron regulando las semillas híbridas y comerciales como “una opción” de los agricultores y ahora van hacia la ilegalidad del uso de cualquier ­semilla que no sea “certificada” y, por ende, de las empresas. Aunque esto aún no se plasma en la leyes de todos los países de la región, está claro que constituye el objetivo.
 
En México, la Ley de Pro­duc­ción, Certificación y Co­mer­­cio de Semillas recoge todos estos puntos, complementando la trágica Ley de Bioseguridad y Organismos Genéti­camente Modificados, más ade­cua­da­mente llamada “Ley Monsanto”. Ambas fueron pro­­­movidas y ampliamente fes­te­ja­das por Monsanto y las ­demás transnacionales de agro­trans­gé­ni­cos, como un logro para la defensa de sus intereses.
 
Como si fuera poco, la do­minación corporativa por medio del mercado y las leyes se com­plementa con la con­ta­mina­ción transgénica de va­rie­da­des tradicionales o con­ven­cio­nales, que además de los posibles efectos dañinos en las semillas, implica el ries­go de que las víctimas sean llevadas a juicio por “uso inde­bido de patente”. Como arma final para la bioesclavitud, las empresas presionan ahora para legalizar el uso de semillas Terminator, (tecnologías de res­tricción del uso genético o gurts) que se vuelven estériles en la segunda generación.
 
 
FIG2
 
 
Frente a la crisis climática, las empresas de transgénicos también aseguran que ellas aportarán la solución con cultivos manipulados para resistir la sequía, la salinidad, las inun­daciones, el frío y otros factores de estrés climático. Todos estos cultivos aún no existen en el mercado, pero lo que sí existe son 532 patentes aprobadas o en trámite, (en Es­tados Unidos, Europa, Ar­gen­tina, México, Brasil, China, Sud­áfrica, entre otros) sobre caracteres genéticos prove­nien­tes de cultivos campesinos que podrían enfrentar estas condiciones. Nue­va­men­te, el barón de las patentes de “genes climáticos” es Monsanto, que en asociación con basf y algunas empresas biotecnológicas más pequeñas, controlan las dos terceras partes del germoplasma “resistente al clima”.
 
Un aspecto trágico es que las formas de agricultura alta­mente tecnificadas, como la llamada “agricultura de precisión”, en realidad han empeorado los problemas que decían solucionar. Por ejemplo, el riego controlado para “aho­rrar” agua, que sólo llega a la super­ficie de las raíces de las plantas, ha provocado mayor salini­zación del suelo, destruyendo o disminuyendo drásticamente las posibilidades de sembrar cualquier planta.
 
Los cultivos “resistentes al clima”, prometen aplicar la misma lógica, por lo que además de los nuevos problemas que provocarán por ser transgénicos, afectarían muy negativamente los suelos y la posibilidad de ir hacia soluciones reales.
 
La crisis climática y ali­men­taria es crudamente real, pero la respuesta no vendrá con más de lo mismo que la creó. Son los campesinos y agricultores familiares quienes tienen la experiencia, el conocimiento y la diversidad de semillas que se necesita para afrontar los cambios del clima y la crisis alimentaria. Mientras que la industria semillera afirma que desde la década de los sesentas ha creado 70 000 nue­vas variedades vegetales (la mayoría ornamentales), se estima que los campesinos del mundo crean por lo menos un millón de nuevas variedades cada año, adaptadas a miles de condiciones diferentes en todo el mundo. Y lo que menos se necesita en esta situación son nuevos monopolios para impedir que lo sigan haciendo.
 
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Referencias bibliográficas:

Grain, América Latina: la sagrada privatización (http:// www.grain.org/biodiversidad/?id=296).
Grupo etc, actualización 2008 del documento Oligopolios, S. A., que se publicará en breve y estará disponible en www.etcgroup.org.
, La apropiación de la agenda climática, ju­nio de 2008 (http://www.etcgroup.org/es/materiales/publicaciones.html?pub_id=695).
, semillas 2005.
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como citar este artículo
Ribeiro, Silvia. (2009). El asalto corporativo a la agricultura. Ciencias 92, octubre-marzo, 114-117. [En línea]
     
 
     

 

       
 
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El potencial productivo del maíz
 
Antonio Turrent F.
   
   
     
                     
                     
En el Instituto Nacional de ­Investigaciones Forestales, 
Agrí­colas y Pecuarias (INIFAP), desde 1963 se estudia el potencial pro­duc­tivo de maíz de la República Mexicana. Hasta antes del año 2000, el con­cep­to de potencial productivo se ceñía a la evolución de las superficies y a la calidad de la tie­rra de labor sembrada bajo rie­go y bajo temporal, y al avan­ce del conocimiento público. Se definía al potencial pro­duc­tivo como el promedio de varios años de producción na­cio­nal de maíz si la superficie sembrada fuera tratada con la tecnología pública disponible. Este ejercicio servía como guía para impulsar programas de transferencia de tecnología.

En la actualidad también se toman en cuenta las tierras de labor de ocho estados del sur-sur­es­te factibles de ser irrigadas y que se siembran con maíz bajo temporal; también se con­tabiliza una parte de las tie­rras con vocación agrícola que se manejan bajo el sistema de ganadería extensiva. Mientras en la definición previa se ponderaba solamente la inversión re­­querida para generar nuevo co­no­ci­mien­to público y para transferirlo, en la actualidad también se pondera la oportunidad de la inversión pública en varios tipos de infraestructura: interconexión de energía eléc­trica para el campo, caminos, irrigación, y otros servicios.

Hasta antes de la década de 1980, los investigadores del inifap y de otras doce institu­cio­nes del país habían con­duci­do más de 2 500 experimentos de campo en terrenos de agricultores cooperantes en las principales regiones pro­duc­toras bajo temporal del país, y más de 800 experi­men­tos bajo riego. En esos experimentos, típicamente de 0.3 a 0.5 hectáreas, se estudió la res­puesta del maíz a la fertili­za­ción, a las densidades de po­bla­ción y otras prácticas de pro­ducción y protección. Es­tos experimentos fueron conducidos a lo largo de trein­ta años, por lo que sus resulta­dos integran las variabilidades en los rendimientos asocia­das al clima y la edafología.
El conocimiento tecnoló­gi­co y la superficie y calidad de la tierra dedicada al cultivo del maíz muestran una evolución en el tiempo, y se asocian cada vez con mayores rendimientos y producción nacional. De aquí que los varios intentos por evaluar el potencial pro­ductivo de maíz han conducido a información cambiante.

La segunda evaluación del potencial productivo de maíz se hizo en 1977, a partir de 2 545 experimentos de cam­po conducidos en el pe­rio­do 1952-1977. Los experi­men­tos involucrados en este es­tudio fueron sembrados con las primeras generaciones de maí­ces mejorados y con los maíces de los productores (razas nativas de maíz). En 1991 el pro­grama conocido como pro­namat, del mismo inifap, aportó información fresca sobre el des­empeño de la segunda ge­neración de maíces mejorados en las Provincias agronómicas de riego y de temporal de muy buena y buena productividad. En 1996 se actualizó la información sobre los rendi­mien­tos a partir de proyecciones con apoyo empírico; finalmente, en 2000 se incluyeron ­resultados de experimentos con­ducidos en ocho estados del sur-sureste bajo riego, que involucran proyecciones sobre tierras potencialmente irrigables, y también se pon­de­ró el uso potencial de tierras con vo­cación agrícola, que actual­men­te se subexplotan con el sistema de ganadería extensiva.

Evaluación de 1977

Los 2 545 experimentos conducidos bajo temporal en el pe­riodo 1952-1977 fueron agrupados en 72 agrosistemas de maíz, definidos a partir de seis estratos arbitrarios del co­ciente de la precipitación sobre la evaporación, tres estratos térmicos y cuatro estratos por la calidad de la tierra. El rendimiento óptimo-económico de cada experimento fue ajus­tado a un modelo de expo­nen­tes fraccionarios basado en las variables independientes del agrosistema, por técni­ca de regresión. De la ecuación de regresión se obtuvo una es­timación del rendimiento po­ten­cial para cada uno de los 72 agrosistemas de maíz. A partir de información del V Cen­so Agrí­cola, Ganadero y Ejidal y de las cartas edáficas y cli­má­ticas del territorio nacional, se estimó la superficie cultivada de maíz correspondiente a cada uno de los 72 agrosistemas. La integración numérica del rendimiento potencial y la superficie cosechada con­dujo a la estimación de la producción agregada de maíz ­para los niveles país, estado, distrito de temporal y municipio. Además se dispuso de 819 experimentos de maíz ba­jo riego, estimándose la producción por un procedimiento similar simplificado. El resultado de este ejercicio fue que la producción potencial de maíz sería igual a 20.17 millones de toneladas anuales para la escala nacional, mientras que la producción observada en 1977 fue igual a 10.05 millones de toneladas anuales. La superficie cosechada para am­bas estimaciones fue de 7.48 millones de hectáreas, de ellas 0.97 millones fueron de riego y 6.51 millones de temporal.
 
Evaluación de 1991

Este estudio tuvo como objetivo evaluar el estatus de la tec­nología para el cultivo de maíz bajo riego y bajo temporal en las Provincias agronómicas (PA) de muy buena y de buena productividad. Se condujo 302 módulos de riego en los ciclos agrícolas OI 87/88 y pri­ma­vera-verano (PV) 1988, como muestra repre­sen­tativa ­de un millón de hectáreas de maíz bajo riego, y 201 módulos de temporal en los ciclos pv 1989 y pv 1990 para mues­trear 1.77 millones de hectáreas de tem­poral de bue­na ca­li­dad. En am­bos casos los módulos fue­ron de una hec­tárea.
 
Estos módulos fueron con­ducidos de manera coopera­tiva entre el productor y el investigador residente del inifap. Los insumos, particularmente la semilla para la siembra y la tecnología, fueron aportados por el proyecto, en tanto que el productor aportó la mano de obra y la fuente de potencia requeridas. Se estableció por coordenadas al azar dos a cuatro predios vecinos de referencia por módulo, en los que el productor aceptó se die­ra seguimiento a su operación de campo y resultados. Esta parte del estudio produjo 730 parcelas referentes bajo riego y 567 bajo temporal.

Los rendimientos promediaron 6.15 t/ha bajo riego, 4.30 t/ha en la pa de muy buena pro­duc­tividad y 3.80 t/ha en la pa de buena productividad; los ren­dimientos homólogos re­fe­ren­tes fueron respectivamente 3.63, 2.88 y 2.88 t/ha. Las con­siderables diferencias se asociaron con el mayor poten­cial productivo de los híbridos del inifap y con mayores densidades de población, aun­que similar fertilización, con re­la­ción a las parcelas referentes.

A partir de esta información y de su comparación con el estudio de 1977 se hicieron proyecciones para la producción nacional de 1985-1989 y para el periodo 2005-2009. La producción potencial fue 25.77 millones de toneladas anuales, para el periodo 1985-1989 y de 28.62 millones de toneladas anuales para el periodo 2005-2009. Se hicieron am­bas proyecciones usando la superficie cosechada de 7.10 millones de hectáreas, de las cuales 1.1 millones son de rie­go y 6 millones de temporal.

Evaluación de 2000


Por los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz, fluye 62% del agua dulce del país. Sin embargo, muy poca in­fra­es­truc­tura hidroagrícola ha sido desarrollada en este región sur-sureste, donde se cosechan anualmente unas dos millones de hectáreas de maíz. Por manejarse bajo temporal, las tierras se siem­bran sola­men­te en el ciclo pv, per­ma­ne­cien­do ociosas en el ciclo oto­ño-invierno (OI), que es ma­yormen­te seco. Se estima que hay un millón de hectáreas de tierras de labor cercanas a fuentes abundantes de agua (ríos, lagunas, acuíferos so­me­ros) que podrían ser sembradas dos ve­ces al año si se ­dotaran de infraestructura de riego.

Con el objetivo de ampliar el potencial productivo conocido de maíz del campo mexicano, se realizaron estudios de campo durante los ciclos agrícolas oi 96/97, oi 97/98 y oi 98/99, aprovechando la escasa y regionalmente dis­per­sa disponibilidad de predios con riego. En el ciclo oi 96/97 se condujeron experimentos en 261 localidades de los ocho estados, comparando tres híbridos y cinco variedades de polinización libre del inifap con 22 híbridos comerciales ofrecidos por los con­sor­cios transnacionales. En los ciclos oi 97/98 y oi 98/99 se condujeron diez experi­men­tos en otras tantas localidades en donde se estudió la res­pues­ta de seis híbridos del inifap a la fecha de siembra y a la fer­tilización npk, y a la den­sidad de población bajo con­di­cio­nes de riego. Los resultados muestran que la tecnología ac­tual permite obtener un rendimiento promedio del orden de 8 t/ha en el millón de hectáreas estudiado.
 
Muy probablemente la fac­tibilidad de introducir el rie­go en las tierras de temporal del sur-sureste se asocie más con la pequeña que con la gran irrigación, dada la topografía de lomerío y la profundidad somera de gran parte de esos suelos. El sistema de riego pre­surizado del tipo pivote cen­tral o de desplazamiento lateral podría ser la alternativa en muchos casos, como ya lo han experimentado productores visionarios del sureste. Has­ta ahora, la escasa interco­nexión eléctrica actúa como barrera al desarrollo de este tipo de riego.

Finalmente, la consideración de la capacidad maicera del campo mexicano quedaría incompleta si se excluyera la reserva de tierras de labor que actualmente se subutiliza bajo el sistema de ganadería exten­siva. Se estima que hay unas 12 millones de hectáreas bajo tal manejo en los mismos ocho estados del sur-sureste. En el sexenio 1988-1994 el poder Ejecutivo Federal tuvo a consi­deración, y lo descartó por no ser prioritario, el “proyecto Usu­ma­cinta” que planteaba construir infraestructura para el rie­go de un millón de hectáreas de tierras limítrofes entre Cam­peche y Tabasco. Gran parte de estas tierras es actualmente de uso ganadero extensivo.
 
Probablemente en los pró­ximos 10 a 15 años, en la bús­queda de su seguridad ali­men­taria, la sociedad tomará la decisión de hacer los ajustes necesarios al Artículo 27 cons­titucional que permitan dar uso agropecuario integrado a esas tierras. Si en dos millones de esa superficie se siembra maíz bajo riego en el ciclo otoño-invierno, se añadirán por lo me­nos 16 millones de toneladas al año.
 
La estimación del potencial productivo de maíz para los pró­ximos 10 a 15 años es de 53 millones de tone­ladas anua­les, de las que: a) 29 mi­llones corresponden a lo que se podría producir ac­tual­men­te a partir de las tie­rras que ya se cosechan anual­mente de maíz; esto es, 1.1 millones de hectáreas bajo rie­go y 6 millones de hectáreas de temporal; b) 8 millones adicionales en el sur-sureste después de acondicionar con infraestructura hidroagrícola un millón de hectáreas de ­tie­rras de labor; y c) 16 millones de toneladas cosechables en dos millones de hectáreas de la reserva de tie­rras, ac­tual­­mente bajo manejo ganadero extensivo, que ha­brán de acondicionarse para el ­riego.

La producción nacional promedio del periodo 2002-2006 es de 20.58 millones de to­neladas de maíz al año (mientras la producción po­ten­cial es de 29 millones de tone­ladas anuales) y se im­por­ta al­rededor de 10 millones de toneladas. Es conveniente acla­rar que la potencialidad productiva examinada se refie­re exclusivamente al uso de tecnología de origen público y con maíz no transgénico. No es necesario cambiar a maíz transgénico y asumir colectivamente el riesgo y depen­den­cia tecnológica asociados ­para recuperar la suficiencia alimen­taria en maíz.
 
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Referencias bibliográficas

Aveldaño Salazar, R. y 55 colaboradores. 1992. El Programa Nacional de Maíz de Alta Tecnología. Documento de circulación interna, Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, México.
Turrent F., A. 1986. Estimación del Potencial Productivo Actual de Maíz y Frijol en la República Mexicana. Colegio de Postgraduados, Chapingo, México.
, R. Aveldaño Salazar y R. Moreno Dahme. 1996. “Análisis de las posibilidades técnicas de la autosuficiencia sostenible de maíz en México”, en Terra, vol. 14, núm. 4, pp. 445-468.
, R. Camas Gómez, A. López Luna, M. Cantú Almaguer, J. Ramírez Silva, J. Medina Méndezy A. Palafox Caballero. 2004. “Producción de maíz bajo riego en el Sur-Sureste de México:II. Desempeño financiero y primera aproximación tecnológica”, en Agric. Tec. Mex., vol. 30, núm. 2, pp. 205-221.
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como citar este artículo
Turrent Fernández, Antonio. (2009). El potencial productivo del maíz. Ciencias 92, octubre-marzo, 126-129. [En línea]
     
 
     

 

       
 
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Marilyn y el taquito

J. M. Aurrecochea

   
   
     
                     
                     
 
En febrero de 1962, siete me­ses antes de que fuera hallada sin
vida en su casa de Los Án­geles —la madrugada del 5 de agosto de aquel año—, Mari­lyn Monroe realizó una gira por la ciudad de México, donde visitó el legendario restaurante El Taquito, que todavía se ubica en Carmen 69.
 
Cuarenta años después, An­tonio Gon­zá­lez, el mesero en­cargado de atender a la actriz, le platicaría a Alfonso Morales que la rubia se dio gusto con varios platillos elaborados a base de maíz: que­sadillas, chalupitas, sopes y tacos de fi­lete, mismos que acompañó con dos o tres coc­teles marga­rita. La fotogra­fía que documenta el instante en que la estrella distrae su atención de nuestro caracterís­tico ­alimento para regalar su sonrisa a la cámara, fue colo­ca­da a la entrada del restau­ran­te con la intención de presumir el mo­mento e inmortalizar el en­cuen­tro entre Marilyn y el ­ta­quito.
 
Quién sabe si una fo­to­gra­fía es capaz de inmortalizar algo. Por lo pronto, la imagen permanece en la escalera de acceso al comedero recibien­do a los clientes que acuden a saborear guisos típicos de Mé­xico.
 
La sonrisa de la rubia sigue desafiando al tiempo para encontrarse con sus espec­ta­dores, mientras el taco espera ser degustado.
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Agradecimientos
A Luna Córnea por habernos proporcionado una reproducción de la fotografía.
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como citar este artículo
Aurrecochea, Juan Manuel. (2009). Marilyn y el taquito. Ciencias 92, octubre-marzo, 98-99. [En línea]
     
 
     
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