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Los cipreses
 
Rosa María Fonseca
   
   
     
                     
                     
Se conocen como cedros o cipreses algunas especies
de Cupressaceae, una de las cuatro familias de coníferas que se presentan de manera natural en México. Esta familia tiene una amplia distribución mundial, pues su diversidad comprende cerca de treinta géneros. A ella pertenecen algunos de los árboles más altos y más viejos que se conocen, como Sequoia sempervirens y Sequaiodendron giganteum, conocidas como sequoias gigantes de California, así como el muy mexicano ahuehuete, cuyo nombre científico es Taxodium mucronatum.
 
En México, las cupresáceas tienen representantes de los géneros Calocedrus, Cupressus, Juniperus y Taxodium; además, se cultivan algunas especies no nativas debido a su follaje siempre verde y sus atractivas formas, ya sean naturales o moldeadas artificialmente mediante podas efectuadas en su denso ramaje de diminutas hojas parecidas a escamas verdes; las cupresáceas también son apreciadas como especies ideales para el arte del bonsái.
 
Entre las cupresáceas resalta Cupressus, con catorce especies conocidas entre cedros, cedros blancos o cipreses. Éstas se desarrollan en el norte de África, en la región del Mediterráneo, en el este de los Himalaya, en el suroeste de China y en América, desde el este de Estados Unidos hasta Honduras. En México existen tres especies nativas: en Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Zacatecas se presenta Cupressus arizonica, con tres variedades; en Isla Guadalupe, Baja California —aunque en peligro de extinción— se desarrolla C. Guadalupensis, y en gran parte del país y Centroamérica, C. lusitanica, con dos variedades. También es frecuente encontrar plantas cultivadas de C. macrocarpa y C. sempervirens.
 
Por sus particulares características morfológicas o por sus variados usos, entre las especies del género destacan Cupressus lusitanica y C. sempervirens. La primera tiene un tronco recto que la hace ideal para usos forestales y se cultiva en plantaciones comerciales en África, Asia y Sudamérica; en los países de la que es nativa, sólo se cultiva como planta ornamental en parques, jardines y caminos, o como cortina rompevientos; también se utiliza con fines de reforestación, ya que crece muy rápidamente. Las poblaciones naturales de Cupressus lusitanica han disminuido en extensión, a pesar de lo cual la especie no tiene problemas de supervivencia, ya que se reproduce por semilla con relativa facilidad y es de crecimiento rápido.
 
La historia del nombre de esta especie es por demás curiosa, ya que fue descrita y nombrada como Cupressus lusitanica por Philip Miller en 1768, a partir de ejemplares cultivados en el monasterio de Bussaco, en Portugal. El bosque de Bussaco es famoso debido a que en el siglo xvii los carmelitas descalzos fundaron allí el convento de Santa Cruz de Buçaco y plantaron todo tipo de árboles en los alrededores, entre ellos el ciprés mexicano. Casi ochenta años después, en 1847, Endlicher describió un árbol originario de Michoacán y lo nombró Cupressus lindleyi; posteriormente se descubrió que era la misma especie de Bussaco, pero atendiendo al principio de prioridad que rige los nombres de las plantas, su nombre correcto es C. lusitanica, no obstante ser mexicano de origen y no portugués.
 
La segunda especie, Cupressus sempervirens, mejor conocida como ciprés italiano, se cultiva frecuentemente en regiones templadas de todo el mundo. México no es la excepción, pues es común encontrarla en cementerios, calles y jardines; su nombre deriva probablemente de Cyprus o Chipre, la isla del Mediterráneo donde crece silvestre, mientras que el término sempervirens se refiere a la característica de tener hojas verdes siempre. Estos árboles se distinguen fácilmente por su copa de forma cónica, muy alargada, y su follaje siempre verde de diminutas hojas en forma de escama.
 
El ciprés es un árbol con una amplia tradición cultural, especialmente en la zona que rodea el Mediterráneo, de donde es originaria, y sus usos son múltiples. La madera es muy resistente y se utiliza en ebanistería fina, carpintería, construcción y escultura, así como para construir guitarras. Dada su resistencia a la humedad, se ha utilizado en trabajos expuestos a la intemperie o al agua, por ejemplo en puertas o en la industria naval. Se dice que gran parte de los bosques de cipreses de la península de Anatolia y del norte de África fueron destruidos por el uso masivo de su madera en la construcción y renovación de las flotas durante el largo periodo que duró el imperio otomano.
 
En la medicina tradicional, la presencia de flavonoides, principalmente en las hojas, se relaciona con sus propiedades cardiotónicas, antitrombóticas, antinflamatorias, anticancerosas, antimicrobianas (antivirales, antifúngicas, antibacterianas) y analgésicas. Los taninos contenidos en sus conos y follaje le confieren propiedades vasotónicas, vasoconstrictoras, hemostáticas, (detienen el sangrado y ayudan a la coagulación) y astringentes (producen sequedad en las mucosas); son útiles para cicatrizar heridas y prevenir infecciones a nivel cutáneo, ya que son antibacterianas. También se utilizan para curar úlceras, várices y flebitis.
 
El aceite esencial extraído de sus hojas y conos, disuelto en agua caliente y aplicado en forma de inhalaciones, se utiliza contra la tos, bronquitis, asma, faringitis, catarro y sinusitis. Por sus propiedades antisépticas se utiliza en la fabricación de colonias, perfumes y lociones de afeitar; también es útil para combatir el exceso de sudoración, el acné, la seborrea, hemorragias y hemorroides, e internamente contra la diarrea.
 
El ciprés fue muy cultivado en el periodo grecoromano, convirtiéndose en un elemento común de los jardines de la zona del Mediterráneo. Los griegos lo consideraban símbolo de la belleza femenina y en otras zonas el ciprés fue considerado como un símbolo de hospitalidad; en la Antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a los viajeros que la casa les ofrecía hospedaje durante algunos días.
 
El ciprés también simboliza la unión entre el cielo y la tierra, ya que su copa alargada en forma de flama se dirige hacia el cielo, lo que hacía pensar que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa dirección; en tanto que sus raíces descienden profundamente hacia el centro de la Tierra, interpretado antiguamente como el inframundo. En la mitología clásica es el árbol de las regiones subterráneas y, de acuerdo con Teofrasto, el ciprés estaba consagrado a Hades, el dios de la muerte y los infiernos. Por su parte, Plinio comenta que una rama de ciprés colgada en la puerta de una casa era un signo fúnebre. Horacio indica que los antiguos enterraban a los muertos con una rama de ciprés y envolvían el cuerpo con sus hojas. En la época clásica, cuando los romanos extendían sus territorios a lo largo y ancho de Europa, se adoraba a varios dioses y se les representaba con elementos de la flora y la fauna; por ejemplo, el olivo era un árbol consagrado a Minerva, la diosa romana de la sabiduría, y el ciprés era venerado en los cultos a Plutón, a la divinidad de los infiernos, y adornaba los cementerios.
 
Una leyenda griega dice que los cipreses deben su origen a las hijas de Etéocles, rey de Tebas, las cuales fueron sacadas de una fiesta por las diosas en un torbellino que no paraba de dar vueltas y luego fueron arrojadas a un estanque, pero la diosa Gea, compadeciéndose de las jóvenes, las convirtió en cipreses. También se cuenta que Cipariso, uno de los amores masculinos y desgraciados de Apolo, fue castigado convirtiéndose en ciprés.
 
La forma alargada y estilizada de su copa ha sugerido diversas simbologías e interpretaciones a lo largo de la historia, desde símbolo de la potencia sexual hasta la idea de la inmortalidad debido a su gran resistencia a las bajas temperaturas.
 
Las propiedades de muchas de las especies de plantas quedan aún por explorarse y un buen punto de partida para su estudio son los usos tradicionales que se han hecho de ellas.chivi101
 
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Referencias bibliográficas
 
Farjon, A. 2005. A monograph of Cupressaceae and Sciadopitys. Royal Botanic Gardens, Kew. Richmond, Surrey. uk.
Natarajan, S., V. V. S. Murti y T. R. Seshadri. 1970. “Biflavones of some Cupressaceae plants”, en Phytochemistry, núm. 3, vol. 9, pp. 575-579.
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Rosa María Fonseca
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 

 

como citar este artículo

Fonseca, Rosa María. (2011). Los cipreses. Ciencias 101, enero-marzo, 12-14. [En línea]

     

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